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lunes, 24 de septiembre de 2012

Merced, o el arte de convertir el dinero / La Merced, un camino de ida y vuelta

Publicado por El Blog de X. Pikaza
Jesús no pide a sus discípulos que vayan y conviertan el dinero, sino que conviertan personas (que les hagan discípulos suyos). Pero, al añadir que los transformen y utilicen para dar de comer a los pobres (¡ganando así amigos verdaderos), él ha trazado un camino de conversión (o inversión salvadora) del dinero.
De eso quiero tratar hoy, con ocasión del día de María de la Merced, patrona de los nuevos “mercantes” (comerciantes) de “merced”, que tienen el ideal y tarea más urgente que nunca de "invertir" el sentido del dinero y de convertirlo en medio de liberación de los esclavos y oprimidos.
La tradición cristiana le ha dado a ese oficio de “merced” (mercado liberador) un nombre de mujer (María), pensando que ella es signo de amor, y que su inspiración es capaz de transformar el dinero (que de ordinario esclaviza) en medio para que el amor crezca y para que la libertad se implante sobre el mundo, conforme a la palabra de Jesús:
Pero yo os digo, a vosotros (mis amigos),
con el dinero (mamona) de la iniquidad, ganaos amigos,
para que ellos os reciban en las “tiendas eternas” (Lc 16, 9).
Tiendas “eternas” no son las de un cielo, más allá de este velo del mundo (que también esperamos), sino las tiendas o tabernáculos que duran para siempre, propios de una cultura de gratuidad, que no vive del mercado de robar y matar (¡como la cueva de bandidos de la que habló Jesús, que se destruye a sí misma y que muere!), sino del mercado de una vida/amor que se entrega y comparte gratuitamente (pudiendo así vivir por siempre).
Éste es el gesto de fondo de este Día de Merced (24, IX), simbolizado para los cristianos católicos en la figura de María (Madre de la Merced) que pone su vida (lo que es y lo que tiene, su persona y su más hondo capital, su “leche” materna y su trabajo) al servicio de la vida de los otros. Ésta es la “alquimia” de María, la gran “astucia” de aquellos que saben “invertir” su vida y bienes al servicio de la Vida (es decir, de la libertad de los demás), creando así una “ciudad de tiendas eternas” (con un tesoro que la polilla no puede roer, ni los ladrones robas, sigue diciendo Jesús).
MERCED, UNA PALABRA CON DOS SENTIDOS
Desde el contexto anterior quiero reflexionar hoy sobre la Merced de Dios (simbolizada para los mercedarios por María), que consiste en transmutar el dinero (que en sí mismo es principio de iniquidad: Mamona tês adikías) en principio de amor que hace amigos y crea libertad. Buena fiesta de la Merced deseo hoy a todos los amigos, y a todos los que creen en la conversión del dinero, conforme al sentido de "merced", que significa comprar a los cautivos y esclavos para darles libertad.
(a) Comprarles con dinero, con todo el dinero posible, poniendo las fábricas y barcos, los bancos y labranzas al servicio de la libertad de los cautivos, esclavos y encarcelados.
(b) Pero había que comprarles también o, al mismo tiempo, con la propia vida: venderse a sí mismos, quedar en rehenes (en manos de los otros, sin armas ni violencia externa) para crear sobre la tierra libertad; por eso, los frailes y monjas de Merced hacían un “voto” de dar la vida por la libertad de los demás.
La palabra “merced” puede venir de “mercado de mercenarios”… o de “empresa de mercedarios”, reunidos para invertir su dinero y su vida en libertad. El sentido de la palabra depende del que nosotros le demos, aunque en principio, por historia, la Virgen de la Merced ha sido fuente de transmutación del dinero y de la vida de sus devotos en libertad para todos.
La Virgen de la Merced lleva una especie de “escudo” con la cruz y las barras rotas: Todas las barras de opresión, todas las cadenas tienen que romperse; pues ella, la madre y amiga de la libertad quiere que todos los hombres y mujeres del mundo puedan en gozo y libertad, como ellos quieran, queriéndose entre sí, sin unos por encima de los otros.
EL DINERO ES BUENO
Este signo de la Merced me ha dicho que el dinero es bueno (es decir, puede hacerse bueno), siempre que se ponga al servicio de la libertad, para bien de todos, pues nosotros, hombres y mujeres, somos administradores de un capital que no es nuestro, porque tampoco es nuestro el aire que respiramos, ni el agua de la lluvia, ni el calor del sol, ni el águila vigilante de la altura, o las nubes que flotan en el cielo…
Nos han dado una tierra que es un tesoro, nos han dado un amor, trenzado también de dinero, como el que damos a los niños para que disfruten en la fiesta. De esa manea, todo el dinero del mundo, todos los bienes de la tierra y del mar, los podemos (los podríamos) convertir en fuente de libertad de los demás.
La inspiradora o patrona de esa gran operación de “alquimia fundamental” es la Madre de la Merced, la mujer que pone su tesoro (su riqueza) al servicio de la vida de los hijos.
Ésta es gran transmutación y tarea: convertir todas las cosas en amor, transformar incluso el dinero en libertad, para bien de todos y, en especial, de los esclavos, como aquellos a los que protege la Virgen del Altar de la Merced.
Éste es la lección de la Merced, que aprendí de niño en unas fiestas, en Ibarra, ante la piedra de Lekanda, una tarde de otoño, día de la Merced, en el convento de las Madres Mercedarias de Orozko. Han pasado los años, he aprendido y olvidado muchas cosas, pero aquello me ha quedado y sigue formando un eje de mi historia Por eso hoy quiero y debo recordar a los amigos y amigas de Merced y decirles. ¡Felicidades! Es el día de la Madre y Signo de la libertad que se consigue allí donde se pone la bolsa y la vida (nunca mejor la expresión) al servicio de la libertad de los demás.
MERCED, DOS SENTIDOS
La palabra “merced” es, como muchas otras, una palabra paradójica y bivalente. Como se dice muchas veces, los extremos se tocan, de manera que merced-mercado (comprar) puede ser signo de Mamón o de Dios (los dos contrarios).
(a) En un sentido, merced va en la línea del “mercado de intereses”, en el que todo se compra y se vende al servicio del Capital, en una empresa que produce sólo para ganar (no para bien de las personas). No es signo del mercado de las cosas buenas, que se compran y venden, se intercambian, para bien de todos, sino un mercado donde siempre y para siempre gana sólo el capital: Dinero que crea dinero y más dinero, esclavizando a los hombres y mujeres (a los dueños del dinero, que se hacen esclavos de sí mismo, y a los vendidos por dinero, que se hacen y son esclavos de los otros, aunque en su interior pueden conservar la libertad).
En esa línea, los hombres y mujeres de merced serían “mercenarios”, gente que es capaz de matar por dinero y que así lo hace, alistándose bajo la bandera de Mamón, que es el capital de muerte (el capital que todo lo destruye al volverse Señor de la Vida). En algún sentido, todos corremos el riesgo de volvernos “mercenarios”, soldados inflexibles al servicio de dinero/capital que va sembrando muerte (por dinero).
(b) En otro sentido, la palabra Merced va en la línea de “mercado de gracia”, es decir, de un banco de gracia, en el que todo se presta y regala, gratuitamente. Este mercado puede simbolizarse en una gran plaza en donde los hombres y mujeres se reúnen para regalar libertad, en un mundo donde el amor todo lo transforma (cf. 1 Cor 13), incluso el mismo dinero que parece in-transformable, soldada de muerte.
DEL MERCADO QUE ESCLAVIZA A LA MERCED QUE LIBERA
En manos del amor el dinero deja de ser fuente de esclavitud (poder que se busca a sí mismo y mata todo lo toca, como un cáncer incurable) y se convierte en principio de libertad.
Allí donde otros compran y venden por interés (esclavizando a los más débiles de la cadena social), los hombres y mujeres de Merced emplean el dinero (que podría tener un origen injusto, como sabe el evangelio: “Con la Mamona de iniquidad ganaos amigos para el Reino de los cielos) al servicio de la libertad.
Emplean todo lo que tienen (dinero) entregándose a sí mismos (su propia vida) al servicio del amor que crea, porque el dinero sólo no basta, a no ser que transforme y transfigure con el don de la vida, que los hombres y mujeres de Merced entregan (regalan), en la balanza de Dios, dando la vida al servicio y de los pobres/esclavos.
En ese segundo sentido, los hombres y mujeres de Merced se entregan a sí mismos (se hacen dinero de libertad), para que los esclavos y cautivos puedan ser dueños de sí mismos. Ellos siguen empleando todavía el “dinero de injusticia” del que habla Jesús (Lc 16), son mercaderes, como María de la Merced (iniciado en el amor y madre y patrona de mercantes, mercaderes de libertad, como fue Pedro Nolasco).
Los hombres y mujeres de Merced son mercaderes convertidos, al servicio del “mercado común y universal” de la libertad, es decir, del “mercado católico” (kath’olos, de todos para todos), que es propio de un amor que se regala y comparte. Éstos son los hombres y mujeres que emplean los dineros de un amo que puede parecer egoísta (como en la parábola que Jesús dijo, según Lc 16: el administrador….), al servicio de los deudores pobres, de los encarcelados. Éstos son los que se alistan bajo la bandera del Dios de Jesús, simbolizado en la Dama de Merced, Santa María.
GRAN ASTUCIA, AMOR DE MADRE, MERCADO DE LIBERTAD
He querido enviar mis felicidades a todos los amigos de la Merced, recordando que tienen (que tenemos) un ideal que está en el centro de la trama del evangelio, tal como aparece en la parábola del Administrador del “dinero de injusticia” (Lc 16, 1-13). Esa parábola y toda la historia de la Merced es una historia de “inversión”:
a. Se trata de cambiar la dirección del agua egoísta de una historia y de un dinero (un capital de Mamón) que se eleva y triunfa a base de imponer su cautiverio y esclavitud a gran parte de los hombres. Al servicio de ese Amo/Mamón parece haber trabajado el administrador de la parábola… Pero un día el administrador astuto se da cuenta de que el agua de Mamón le arrastra y destruye, destruyendo todo lo que tiene. Le queda poco tiempo, van a expulsarle (¡va a morir!), pero puede y debe cambiar la dirección del agua, “convirtiendo el dinero injusto” en medio (mercancía de vida) para ganar amigos, es decir, para ganar la libertad de muchos.
b. Se trata de “invertir” en Capital de Libertad, al servicio de los expulsados de la tierra. Solemos invertir en otras cosas: En Acciones de Banca o en ladrillo de casas… o en deuda monetaria… o simplemente en aquello que nos promete algo más de riqueza. Pues, el signo de la Merced nos invita a invertir en libertad, es decir, en amor que libera y potencia a los hombres y mujeres que están esclavizados. Se trata de invertir ante todo la vida (¡estar dispuesto a dar la vida por la liberación de los cautivos…!), pero no sólo la vida, sino aquello que es un simple “medio”: El dinero que tenemos, para hacernos así mercantes de libertad (mercaderes de liberación).
ESTE ES EL TEMA DE LA VIRGEN DE LA MERCED,
que es ternura “astuta” y aguda al servicio de la libertad de los hombres y mujeres.
a. Solían decir algunos economistas clásicos como (como A. Smith) que hay una mano oculta, en el fondo del dinero y del mercado, que lo pone y se pone al servicio de la igualdad y progreso de todos. Pero de hecho (como dijo ya K. Marx, y como sabe bien el mundo actual) esa mano oculta al servicio de la igualdad y libertad de todos no ha operado en el mercado de la historia, en los dos últimos siglos. El capital y el mercado no han dirigido el mundo hacia una meta de más libertad amorosa, sino en que le han llevado al precipicio ante el que estamos ahora, y corremos el riesgo de matarnos todos.
b. Para que el dinero y el mercado dirijan a los hombres en línea de más libertad (como quería Pedro Nolasco, el gran mercante de la Virgen de la Merced) es necesario invertir (cambiar de sentido) lo que ha sido el camino de los últimos siglos de la historia. Se trata de dar un giro (alguien diría un giro copernicano), para que no sean los hombres los que rueden en torno al sol/dinero, sino que sea el dinero el que ruede en torno al sol/hombre, al sol de los pobres, para libertad de todos
En esa se sitúa la palabra de Jesús en Lc 16: Convertid la “Mamona de iniquidad” en medio para crear “amigos”, es decir, para todos los hombres y mujeres de la tierra puedan ser hermanos. Éste es el sentido de la mano abierta de la fe, abriendo un camino que sólo por fe puede asumirse, como han sabido siempre los hombres de Merced: en el fondo de esta “conversión del dinero”, que se pone al servicio de la amistad y la libertad, de la fraternidad universal sólo puede estar la fe (creer en Dios que es Gracia, no Mamón que es comercio de interés)…
Los cálculos económicos de la sociedad del capital-mamón pueden ser inteligentes, pero van en otra línea (en la línea de la inteligencia de los servidores de Satán, con frecuencia más astutos que los servidores de Dios, dice Jesús). Esos cálculos del capital/mercado de Mamón no se hacen por fe en el hombre (¡amor al hombre, hijo de Dios!), sino por deseo de triunfo propio, del sistema… (que al fin no es ni siquiera triunfo propio, sino muerte propia de los demás, en manos de un sistema contrario a la vida).
Pues bien, en ese contexto, los “administradores de merced” tienen que ser más astutos, como dice la parábola (Lc 16), pero astutos al servicio de la amistad y de la vida de los pobres, con la astucia profunda de la Madre de Merced que pone su vida (su leche, su encanto, su palabra) al servicio de cada uno de los hombres.
Ésta ha de ser la astucia del “mercado espiritual”, hecho de gratuidad, que puede y debe trasformar el mercado de intereses y de esclavitudes de ese mundo viejo. Éstas son las reflexiones que me han ido moviendo estos días de la Novena de la Merced, éstos son los TM (temas de merced) en los que sigo pensando, empeñado como estoy, hace muchos años, en escribir en escribir los principios de una teología y praxis de Merced, es decir, de transformación del Mercado de Muerte (dinero para matar y esclavizar) en Mercado de Merced, es decir, de gratuidad y vida.
La Merced, un camino de ida y vuelta
Presenté ayer una postal titulada “Merced, o el arte de convertir el dinero”, poniendo de relieve el compromiso original de los mercaderes mercedarios, que dejaron de comprar otras mercancias a precios convenidos, en los puertos del Mar Meditarraneo (que era entonces casi todo el mundo conocido), para especializarse en comprar hombres para liberarles (a precio de vida). Quiero insistir hoy en aquel argumento, volviendo a felicitar a mis hermanos mercedarios, recordando con ellos que la Merced es un camino de ida y vuelta.
a. Un punto de partida. Los primeros mercedarios (entre 1208 y 1218) no eran clérigos expertos en latín, ni siquiera religiosos, expertos en disciplinas sagradas, sino simples y duros comerciantes catalanes (y del Langedoc y de su entorno). Sabían lo que cuesta y vale el dinero, eran técnicos y prácticos, versados en navegaciones y contactos comerciales, a un lado y otro del Mediterráneo (a un lado cristianos, al otro musulmanes). Eran comerciante, pero cristianos, y vieron algo que no habían visto muchos grandes clérigos de un lado y del otro: Que la única “mercancia” que merece la pena es la vida humana, y que ella en principio no puede comprarse y venderse, sino que debe regalarse. Pero en aquellas circunstancias del mundo supieron que la libertad “debe comprarse” y así pusieron todos sus denarios (¡que no son del César, sino de los pobres!) al servicio de la libertad de los más pobres.
b. Camino de ida. Cien años para crear una Orden “regular”, sagrada. Habían empezado siendo una especie de “club” de comerciantes piadosos, un cártel de mercaderes y dineros al servicio de la libertad. Pero gastaron sus dineros y quisieron seguir… y apelaron a la fe de los creyentes, al signo de María, en la que confiaban. Así se hicieron religiosos regulares (de una regla, que fue la de San Agustín el Africano). Dejaron de hablar sólo el catalán/provenzan/genovés de todas las cosas del Mediterraneo occidental y algunos empezaron a estudiar latín, creando una Teología y una Mística de la Merced: Invocaron a la Virgen liberadora, crearon grandes conventos para hermanos y hermanas orantes, se hicieron contemplativos, misioneros, educadores… y así han seguido hasta el día de hoy (2013) en muchas partes del mundo, celebrando a la Virgen de la Merced, que es signo de libertad y de amor compasivo.
c. Camino de vuelta. Pero el ideal y devoción de la Merced (contemplativa, orante, educadora, misionera entre fieles e “infieles”) no puede mantenerse y renovarse sin “viaje de vuelta”, sin ese retorno al origen que pedía el Vaticano II. Los mercedarios sólo pueden (podemos) ser “merced de Dios”, e invocar el signo de Madre, “redentora de cautivos” (conforme al mensaje del Magnificat), volviendo a la práctica original de “convertir” el dinero (que se emplea normalmente para ganar y enriquecerse) en medio para conseguir la libertad. Ésta es la gran tarea de “merced”: Blanquear el dinero, ponerlo al servicio de la comunión entre todos los hombres y mujeres, y de un modo especial al servicio de la liberación de los cautivos (aquellos que hoy están esclavizados u oprimidos por su fe, por su humanidad).
Completo en esta línea el mensaje de estos “días de Merced”, esta “novena” que presenté en mi blog los años 2006 y 2007, con nueve temas de “merced”. Lo hago ofreciendo nuevamente un texto que trata de la Merced como “regalo de Cristo y de María (que es signo de Cristo, su Hijo). Es un texto un poco largo, pero no he querido cortarlo ni cambiarlo. Evidentemente, no es para leerlo entero, a no ser las personas que tengan interés especial o mucho tiempo.
Es un texto para “amigos de la Merced”, y así quiero colgarlo de nuevo. Los que tengan menos tiempo o quieran centrar el motivo en el tema mariano, lean sólo el apartado 3: La Merced, regalo de María. Para los demás es suficiente lo ya dicho: La Merced es un camino de ida y vuelta, lo mismo que el cristianismo.
Felicidades a todas las mercedarias y mercedarios, a los amigos de la Merced, a todos los que celebran este día.
Punto de partida
También el cristianismo fue y sigue siendo un camino de ida y vuelta: Empezó siendo un camino de liberación “integral”, personal y social, de anuncio y preparación del Reino de Dios, con la libertad de todos los oprimidos; pero terminó convirtiéndose en religión espiritualista, con ideal de liberación, pero con práctica de sacralización de lo que existe. Los cristianos, que habían sido llamados a transformar el mundo desde Cristo se contentaron con “espiritualizarlo”, de un modo devocional. Por eso sigue siendo necesario el camino de vuelta: Retornar al evangelio, retomar el gesto y compromiso de Reino de Jesús.
Como el cristianismo, la “merced” (que es una forma de vida cristiana, condensada en el signo de María de la Merced) es también un camino de ida y vuelta.
Con cierta frecuencia hemos “sacralizado” a la Virgen de la Merced (diciendo oraciones, construyendo conventos…) olvidando a sus “cautivos”. Para redescubrir la Merced de Dios y de María (por Cristo) es necesario que volvemos a la práctica de Pedro Nolasco y los primeros “mercaderes” de libertad, que ponían el dinero al servicio de la liberación de los cautivos. Buen día de la Merced a todos. Los que quieran pueden seguir leyendo.
Introducción
Las diferentes congregaciones y asociaciones que llevan el nombre de la Merced se inspiran en la obra de san Pedro Nolasco y sus primeros compañeros y compañeras que, a partir del año 1202, instituyeron en Barcelona un movimiento de tipo religioso y social, para visitar y liberar a los cristianos que, por circunstancias adversas a la dignidad de la persona humana, se encontraban en peligro de perder la fe. Pasados unos años, en 1218, los primeros mercedarios varones constituyeron una Orden religiosa, de vida comunitaria, que fue aprobada por la iglesia universal (año 1235).
Por su parte, las hermanas mercedarias fueron formando también grupos distintos, dedicados a una acción de tipo más social (desde el siglo XIII) o más contemplativo, desde el siglo (XVI); a partir del siglo XIX se constituyeron diversas congregaciones mercedarias femeninas, de tipo caritativo, apostólico y misionero. Todos esos grupos de congregaciones religiosas y asociaciones laicales forman la familia mercedaria, vinculada por una tradición común, un mismo amor a la Virgen de la Merced y compromiso de liberación a favor de los cautivos. Ahora, a los ocho siglos del comienzo de su obra (en el año 2002) podemos ofrecer una visión general de su sentido y tarea en el mundo.
1. La Merced, regalo de Cristo
Merced significa don o regalo, es decir, aquello que se ofrece y regala gratuitamente, oponiéndose, por tanto, a las normas y principios del mercado, donde las cosas (incluso los hombres) se compran y venden, según conveniencia o imposición de los más fuertes. Ambas palabras poseen en los idiomas latinos una misma raíz: mercado es el lugar e institución donde se compra o negocia según ley alguna cosa por dinero (de ahí viene mercenario: alguien que vende sus servicios, sobre todo para acciones militares); merced, en cambio, es aquello que gratuitamente se ofrece, por amor, a favor de los humanos, a fin de que ellos puedan ser y vivir en libertad y plenitud humana.
Merced significa gracia, y así se emplea todavía en diversas lenguas: "hágame la merced..,, merci, moltes merces, mezedez, mercy etc. Existía y existe una tendencia al legalismo religioso: se tiende a mirar la Ley como signo superior de Dios, a interpretar la piedad como un cumplimiento de normas o principios de justicia, que confirman y avalan el orden de cosas que existe en el mundo. En contra de eso, Jesús quiso revelar a los hombres la gracia de Dios, en forma de perdón, de regalo y redención. Por eso decimos que fue Redentor universal: era experto en opre¬siones, conocía por dentro el dolor de los enfermos, la angustia de los pobres, el llanto y la desesperanza de los expulsados de la sociedad (leprosos, publicanos, prostitutas, etcétera); era, al mismo tiempo, experto en redenciones, es decir en ayudar con su palabra y obra, con su amor y entrega, a los diversos tipos de necesidades. Por eso podemos llamarle el primer mercedario, principio de libertad.
Jesús, primer mercedario, fue el iniciador del evangelio, de la buena noticia de liberación para los hombres, convirtiendo su vida en "precio" (dinero) para la liberación de los oprimidos. No vino a resolver por fuerza los problemas: por eso no ha curado a todos los enfermos, ni ha impuesto su reinado político en el mundo, ni ha enseñado la palabra de gracia y libertad a todos los que estaban oprimidos por el peso de la vida sobre el mundo. Él ha hecho algo más profundo: iniciado un camino de gracia y libertad, para que nosotros podamos asumirlo y recorrerlo, realizando con su ayuda la tarea de liberación universal, por gracia. Por eso, cuando los discípulos del Bautista le preguntan si es él quien ha de venir ha respondido: "los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados" (cf. Mt. 11, 2-6). Esta es su palabra más profunda, en ella quiere fundarse la tarea mercedaria: sólo allí donde los mensajeros de Jesús ayudan los pobres, curan a los enfermos puede hablar de salvación final de Dios, de la resurrección de entre los muertos.
En la línea de Jesús ha querido actuar los primeros mercedarios y mercedarias, formando un grupo religioso de "consagrados", que consta de órdenes y congregaciones especiales, y un grupo más extenso de cristianos comprometidos en la tarea de merced, es decir, de liberación gratuita de los hombres. Pero en el fondo de todas ellas está eso que ayer llamé la alquimia mercedario: Convertir el dinero en fuente de libertad
Desde el comienzo de la historia mercedaria (siglo XIII) hasta la actualidad (siglo XXI) diversos grupos de cristianos han participado de la obra de liberación, formando cofradías o fraternidades especiales (Orden Tercera, asociaciones laicales etc). Ellos siguen siendo un regalo de Dios para los pobres y oprimidos del mundo, regalo de gracia, regalo de libertad. Así podemos concluir este primer apartado merced tiene para los mercedarios el sentido más preciso de redención gratuita de los cautivos y oprimimos. Hombre o mujer de merced es alguien que ofrece su vida para la libertad de los oprimidos y cautivos.
2. La Merced, regalo de la historia cristiana. Las tres órdenes.
Siendo un regalo de Dios, la Merced, entendida ya como institución y movimiento cristiano al servicio de los cautivos, tiene una historia bien concreta, que nos sitúa en el siglo XIII. Por eso debemos empezar situándola en ese contexto. Era un tiempo importante, se iniciaba en Europa una búsqueda nueva de conocimientos racionales; se expandía el orden nuevo de comerciantes y burgueses, en medio de violencias sociales y crisis políticas. Habían fracasado las cruzadas, con su ideología de conquista cristiana del mundo (o al menos de la Tierra Santa); quedaba atrás la vieja cristiandad organizada de un modo sacral, a través de monasterios y señores feudales. Comenzaba un tiempo nuevo, con problemas muy semejantes a los nuestros.
En este contexto se habla de tres fundadores cristianos providenciales, de tres movimientos religiosos que responden a los problemas más urgentes: Domingo y de Guzmán y sus Hermanos Predicadores quieren situarse ante el trema esencial de la verdad, que se encuentra y expande a través de la palabra; Francisco de Asís y sus Hermanos Menores quieren responder a los problemas de la injusticia económica, a través de un ejemplo radical de pobreza; Pedro Nolasco y los hermanos y hermanas de la Merced destacan problema de la falta de libertad, queriendo buscar una respuesta liberadora
a. Santo Domingo de Guzmán, apostolado de la Predicación. Era un clérigo hispano, canónico del Burgo de Osma; sabía latín, había estudiado. Caminando por el sur de Francia, con una embajada del Rey de Castilla, pasó por una zona de guerra entre Albigenses y cruzados católicos. Era una guerra de exterminio; los soldados del rey de Francia y muchos obispos querían matar a todos los albigenses, por herejes y distintos (peligrosos), pensando que hay un tipo de problemas de violencia que sólo se arreglan por las armas, destruyendo de raíz la mala simiente del Diablo en el mundo. Pues bien, Domingo pensó que la división entre católicos y albigenses, el gran tema de las disputas religiosas y sociales, debe resolverse a través de la palabra y por eso quedó en el lugar de las disputas, como predicador ambulante, diciendo a unos y a otros que podían resolver las diferencias a través de un más hondo conocimiento de la verdad.
Para expandir su labor creó una fraternidad de predicadores ambulantes, que iban pueblo a pueblo, sin bienes materiales ni influjos exteriores, como "mendicantes", es decir, como mendigos del evangelio. Sólo más tarde, estos hermanos pobres predicadores se fueron convirtiendo en una Orden bien organizada, con intelectuales y profesores de universidad, para expandir y propagar la verdad por la Palabra. Santo Domingo de Guzmán es el santo del conocimiento liberador, que no destruye a los demás, que no les impone una verdad, sino que les ayuda a penar y vivir en libertad.
b. San Francisco de Asís, el apostolado de la pobreza. El hermano Francisco, hijo de comerciante, era poeta, hablaba en francés... De joven se fue a la guerra y le hicieron prisionero. Tuvo una experiencia grande del poder perturbador de una riqueza que esclaviza a los hombres, que divide a los pueblos, para acabar descubriendo que la libertad de la vida sólo puede conseguirse y cultivarse allí donde los hombres y mujeres se liberan del afán de la riqueza para volverse hermanos todos.
El dinero lleva a la división a la lucha; para ser hermano hay que aprender a compartir: este es el secreto de Francisco; él ha dicho y ha las cosas más bonitas que se han escrito acerca de la pobreza y de la fraternidad. Por eso quiere que los hermanos trabajan pero que nunca exijan salario, que reciban lo que les dan y que compartan lo que tienen, como hermanos pobres (mendicantes). Su "mendicidad" no consiste tanto en pedir a los otros sino en compartir con todos, incluso con el hermano ladrón. De tal manera que al compartir los bienes surge la paz. El ideal de Francisco fue profundamente misionero, como el Domingo de Guzmán, pero no a través de una predicación de palabras, sino de la misma pobreza y fraternidad hecha palabra. Francisco y sus hermanos predican con el ejemplo, sin pedir nada, sin exigir nada. De esa forma pudo organizar un tipo de misión nueva misión entre infieles y de un modo especial entre musulmanes, enviando a sus hermanos pobres a la Tierra Santa y a otros lugares, no para conquistar el país o vencer a los "infieles", sino para compartir con ellos la vida en humildad y pequeñez.
Dijo a sus hermanos que fueran como los discípulos primeros de Jesús: sin llevar nada, absolutamente nada, sin conquistar, sin imponer, sin obligar (cf. Mt 10). Más aún, le puso como norma que no discutieran con los musulmanes, que no quisieran convertirles, sino simplemente estar con ellos. Así lo dice su regla para los misioneros: "que no promuevan disputas que se sometan a toda autoridad por Dios y que confiesen que son cristianos, pero sin discutir ni provocar; sólo cuando les pregunten, digan qué es ser cristiano".
c. San Pedro Nolasco, hombre de Merced, el apostolado del dinero. Nolasco no fue un clérigo como Domingo, ni un testigo de la pura fraternidad pobre que une a todos los hombres; fue un comerciante, un hombre experto en dinero y comercio, capaz de "dar el dinero para comprar y crear libertad".
Los grandes teólogos mercedarios del Siglo XVI afirmaban que el tercer gran problema de los hombres era vida era la falta de libertad, que se expresaba en forma de opresión social y religiosa. Para responder a ese problema nació entonces la Orden de los Redentores de Santa María de la Merced: para instruir a los cristianos cautivos, para confirmarles en la fe, de manera que no desfallecieran, y sobre todo para liberarles con dinero, y aún con riesgo de la vida, del poder de opresión en que se hallaban, ofreciendo para ello sus riquezas y su misma vida.
Ellos pensaron que la cautividad y la opresión son la más honda ignorancia, la mayor miseria. La mayor ignorancia es no poder realizar en libertad la vida, la mayor pobreza es carecer de todos los derechos, incluso de la posibilidad de escoger trabajo, casa, forma de existencia. Dios hizo a los hombres libres, dueños de sí mismos, diciéndoles: "creced y multiplicaos, dirigid en libertad vuestra vida sobre el mundo".
Pues bien, el cautiverio, en sus diversas formas, va en contra de esa palabra de Dios. Si uno es esclavo y no tiene libertad vive "a merced de los demás", que pueden dominarle, convirtiéndole en objeto, mercancía, al servicio de los propios intereses egoístas de un mundo que se vuelve enemigo de Dios. En contra de eso, el mercedario quiere ayudar a los hombres de un modo gratuito, en gesto de Merced liberadora, para que así puedan vivir en libertad, creando para ello un "mercado" distinto, que es mercado de gratuidad. Pedro Nolasco vino a situarse según eso en el "nervio más sensible de la historia".
Así podemos resumir el tema.
Pecado grande es el engaño en el nivel de conocimiento y fe; y por eso fundó Domingo una Orden al servicio de la verdad.
Pecado grande es la riqueza que destruye a los más pobres; y por eso creo Francisco una Orden al servicio de la pobreza fraterna.
Pero el pecado mayor es la negación de la libertad y para remediarlo quiso crear Pedro Nolasco un grupo de personas que estuvieran a merced de los demás, para ofrecerles una experiencia y camino de liberación (empleando para ellos los medios del mercado, el dinero, y sobre todo el "precio" y don de la propia vida.
Otras órdenes y congregaciones han surgido en los siglos posteriores, sobre todo en el XVI y XVII: los jesuitas, al servicio tarea ministerial de la iglesia; los carmelitas, para ofrecer un testimonio de oración contemplativa; las hijas de la caridad, para socorrer a los enfermos... Pero, de un modo ejemplar, podemos condensar la historia de la vida religiosa moderna en dominicos, franciscanos y mercedarios, pues esos grupos han sabido expresar, ya en el siglo XIII los temas básicos de la presencia y tarea de Cristo en el mundo.
3. La Merced, regalo de María
He venido aplicando la palabra Merced a Dios, a quien los mercedarios han visto siempre como Padre de Misericordia. Esa palabra puede y debe aplicarse también a Jesús, pues Cristo ha sido y sigue siendo el primer Redentor de cautivos. Pero en un sentido más estricto mercedarios y mercedarias han tomado su título y nombre de María: no se llaman "nolasquinos" (de Pedro Nolasco), en la línea de los "dominicos" (de Domingo de Guzmán) o los "franciscanos" (de Francisco de Asís), sino mercedarios, es decir, hermanos y hermanas de Santa María de la Merced, Redentora de Cautivos, a quien toman como su auténtica Fundadora. Ciertamente, el título Merced (Misericordia, Redención de cautivos) empieza aplicándose a Dios Padre y a Cristo; sin embargo, la tradición mercedaria lo vincula de un modo especial con María, madre de Jesús, a quien llama Virgen y Madre María de la Merced: ella da su nombre y sentido a la familia mercedaria.
– Este título, María de la Merced, no es una referencia de lugar, como los de Lourdes o Fátima, Montserrat o Guadalupe, aunque esos nombres hayan recibido también un sentido carismático especial. La Merced es, más bien, un título teológico y apostólico, que está indicando una faceta importante del misterio de María, la Madre Jesús, de manera que puede convertirse en principio de una acción liberadora al servicio de los hombres cautivos.
– Este título está vinculado a la vida y obre de San Pedro Nolasco, que más que fundador autónomo de familia mercedaria aparece como devoto de María y promotor de su obra de Merced sobre el mundo. En los primeros documentos, el grupo de los redentores de cautivos aparece como Orden de Santa Eulalia (por el nombre de la casa donde residían, en Barcelona) o Redención de Cautivos (por su tarea específica). Pero muy pronto, por impulso del pueblo y elección de los mismos hermanos y hermanas, el grupo empieza a llamarse Orden u obra de Santa María de la Merced, de la Redención de cautivos.
Este nombre no fue resultado de una imposición jerárquica, ni elección más o menos arbitraria de los primeros hermanos y hermanas, sino resultado normal de un proceso en el que ellos fueron descubriendo que su obra de Merced (Redención de Cautivos) se encontraba vinculada de manera muy intensa con María, de manera que ella (María) viene a presentarse como Madre de la Merced y la Merced de María se define como obra de María. Los hermanos y hermanas podrían haber redimido cautivos sin apelar a la Madre de Jesús o haber mantenido separados los dos elementos (devoción mariana y acción liberadora). Pero los han vinculado de un modo gozoso y comprometido, de manera que María y Libertad aparecen unidos en el título de la Merced.
Esta vinculación constituye una de las mayores aportaciones de San Pedro Nolasco, como ha destacó ya hacia 1400 el hermano Nadal Gaver, que recogió y transmitió de forma clásica la primera experiencia mariana del movimiento mercedario, contando la Descensión o bajada liberadora de María, en un relato ejemplar donde se recoge para siempre la inspiración liberadora que está al fondo de los diversos grupos mercedarios. Esta es en resumen su relato:
– Historia previa. Pedro Nolasco había empezado había comenzado a realizar su obra el año 1202, con un grupo de hermanos y hermanas, como mercader de libertad: Comprando en el mercado a los cautivos, pagando por ello todo lo que hacía falta, simplemente para darles libertad.
Pero un día descubrió que su tarea no avanzaba, que el dinero se gastaba sin que las cosas cambiaran, llegando a pensar que el grupo y obra podía disolverse. Estaba ye en 1218.
Habían pasado muchos años. Había gastado su fortuna y la fortuna de varios amigos, pero no se lograban verdaderos resultados. Aumentaban las dificultades, crecían los cautivos, la obra es estancaba. Pues bien, estando de noche en oración, con estos pensamientos, invocando a la Señora, Madre de Jesús, sintió que alguien se acercaba. ¿Cómo lo sintió, qué vio, cómo escuchó las palabras? Este es el secreto luminoso de la experiencia mercedaria, una historia que deben evocar siempre de nuevo devotos de María de la Libertad.
– Diálogo. La experiencia mariana de Pedro Nolasco se expresó en un diálogo o revelación fundamental en cuatro momentos. Se trata de una visión simbólica, de una experiencia profunda del sentido de María como madre y portadora de libertad:
1) Ella (la mujer) viene y Pedro pregunta: ¿Quién eres tú? Quiere saber quién es la Señora; estar seguro, saber con quien habla.
2) La Señora revela su deseo. Antes que decirle quien es, ella le ofrece una tarea: que siga liberando, que no deje su obra, sino que la asuma de nuevo y la organice de manera más intensa, como movimiento de liberación.
3) Nueva pregunta de Nolasco: ¿quién soy yo para realizar esta tarea? Es una pregunta que aparece en gran parte de las experiencias espirituales, ya en el Antiguo Testamento (por ejemplo en Moisés e Isaías).
4) La Señora no responde de manera directa a esa pregunta, sino que lo hace de un modo indirecto, ofreciéndole de nuevo su tarea, en nombre de Cristo. No es tarea nueva, no es algo que Nolasco no supiera, sino la obra de Merced, de redención de cautivos.
– Revelación mercedaria de María. Sólo al final, para ratificar su encargo, la Señora se presenta a sí misma diciendo, de manera condensada: "Yo soy María, aquella en cuyo vientre asumió la carne el Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima para la reconciliación del género humano. Yo soy aquella a la que dijo Simeón cuando ofrecí a ese Hijo sobre el Templo, para realizar la obra de Dios: mira éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos; será signo de contradicción; y a ti misma una espada te atravesará el alma" (Lc.2, 33-34).
De esta forma viene a revelarse María de la Merced: aparece como aquella que ha dado y sigue dando su sangre, es decir, su vida, a favor de los oprimidos y cautivos. Ciertamente, los mercedarios y mercedarias saben que ella es la Theokokos o Madre de Dios; saben que es Inmaculada y que está Asunta en el cielo. Pero en el centro de su piedad mariana han descubierto, con Pedro Nolasco, otro elemento: María sigue sufriendo con Jesús a favor de los oprimidos y cautivos; ha dado y sigue dando su sangre por ellos (pues la dio para el nacimiento de Jesús); ellos descubren que María sigue llevando en el alma la espada de dolor redentor por los cautivos. Los grandes textos del dolor de María (Lc 2, 33-34, la espada de Simeón, y Jn 19, 23-25, compasión bajo la cruz), incluyen diversos temas: ella ha sufrido su noche oscura por no entender a Jesús, por ver el rechazo de los judíos y de todos los no cristianos, por sentir su dolor en la cruz... Pues bien, en el fondo de esos textos, los mercedarios han visto con Pedro Nolasco algo nuevo:
– María sigue sufriendo hasta el fin de los tiempos allí donde sus hijos se encuentran cautivos, en los pobres y oprimidos de la historia: Así aparece como mujer y madre solidaria. Ella es con Jesús el recuerdo viviente de la herida que forma la opresión en este mundo; ella es la memoria viva de las injusticias que destruyen a los hombres y mujeres de la tierra. Así aparece como expresión viviente de la solidaridad de Dios, que penetra en la debilidad del mundo, para sufrir con los que sufren. Ella representa de algún modo a todos los cautivos del mundo.
– María es, al mismo tiempo, impulsora y garante de un movimiento de libertad. De esa forma anima, desde abajo, a partir de los mismos cautivos, un camino y proceso de liberación y así aparece como promotora y garante de liberación. Ella no se encuentra simplemente arriba, desentendida de la historia humana; no está en un cielo de felicidad ya conseguida, dejando a un lado los problemas de la humanidad sufriente, sino todo lo contrario: unida con los pobres y cautivos, a favor de ellos, promueve un movimiento de liberación cuyo primer hermano ha sido Pedro Nolasco.
Esta ha sido la mayor aportación religiosa de Pedro Nolasco: él ha puesto su movimiento de liberación bajo el amparo y guía de la Madre de Jesús, a quien presenta como Madre de gracia y de Misericordia, es decir, Merced de Dios, principio y garantía del compromiso cristiano a favor de la liberación de los cautivos. Lógicamente, conforme a esta experiencia fundadora, María acaba diciendo a Pedro Nolasco:
"Es mi voluntad que fundes un grupo que se dedique a redimir cautivos, sabiendo que eso implicará dificultad y sufrimiento. También vosotros seréis un signo de contradicción, en este mundo que sigue oprimiendo a muchísimas personas; por eso, una espada os atravesará vuestra alma. Igual que yo he sufrido por Jesús, para que llegue el Redentor, deberéis sufrir vosotros, para que la redención se complete y un día vivan en amor y comunión todos los humanos".
No es devoto de María quien únicamente reza (y reza bien) sus oraciones en el coro, en contemplación devota del misterio de Dios (separado de la vida).
Sólo es devoto mercedario de María quien baja al "caño" de la vida, al lugar de los cautivos, el que sabe emplear dinero y vida al servicio de la redención.
Esta sigue siendo la palabra clave de María de la Merced. Este el sentido de su patrocinio sobre el conjunto de la familia mercedaria. Se trata de "convertir el dinero" (y de convertir la vida) poniéndolo (y poniéndose) al servicio de la libertad de los oprimidos y cautivos.
4. La Merced, regalo para cautivos y oprimidos.
Conforme a lo anterior, religiosos y laicos de la Merced han de ser expertos en el conocimiento de los cautiverios de la humanidad actual. Los tiempos actuales son distintos, no estamos ya en el siglo XIII ni el XVI, pero "surgen hoy en las sociedades humanas nuevas formas de esclavitud social, política y psicológica, que derivan en última instancia del pecado y que resultan para la fe de los cristianos tan perniciosas como la esclavitud y cautividad de otros tiempos" (Vaticano II, Gaudium et Spes 4, 29, 41).
Por eso, los nuevos redentores deben encarnarse en su mundo, experimentando las opresiones de la edad moderna. La humanidad se dividió de antiguo y se sigue dividiendo en grupos que combaten o se oponen mutuamente. En esa situación, los más pobres por raza o cultura, economía o salud, siguen siendo los hermanos preferidos de Jesús (cf. Mt 25, 31-46), especialmente los encarcelados y exilados; ellos han de ser objeto prioritario de la atención mercedaria.
A partir del siglo XIV, muchos mercedarios participaron en las tareas ministeriales de la iglesia y asumieron la acción evangelizadora en América Latina o la contemplación del misterio redentor de Cristo. Otros y otras han tomado ministerios de tipo educativo y sanitario, de promoción social y evangelización liberadora, para expresar por ellos el amor que Cristo redentor ha revelado por medio de María de la Merced, dentro de la iglesia, en forma de regalo de liberación para los más pobres. Ese amor ha expresarse en un plano de ayuda personal, es decir, como asistencia inmediata y cercana a los necesitados, siguiendo el modelo del Buen Samaritano, que no necesita instituciones sacrales ni sociales para asistir al asaltado. Pero, al mismo tiempo, puede y debe expresarse en obras de transformación estructural, organizadas de un modo cuidadoso, siguiendo criterios de acción social.
De esa forma se vinculan los gestos espontáneos y directos, que provienen del corazón de cada uno de los devotos de María de la Merced, y las obras programados, tanto en línea más eclesiástica (bajo la dirección inmediata de la jerarquía) como más social (con inspiración cristiana, pero no directamente vinculadas a la jerarquía). La Merced no es simplemente un regalo para la iglesia (sus obras no se hacen para gloria de la institución), sino para la humanidad.
De esa forma, los mercedarios expresan el sentido de su fe, que es creadora de libertad, en el contexto más extenso del mundo en el que viven. Eso pueden hacerlo en todos los lugares donde hay pobres y cautivos, no sólo en los países del llamado Tercer Mundo (amenazados de manera más directa por el hambre y la injusticia), sino también los países del Primer mundo (tanto en sus bolsas de pobreza social o Cuartos Mundos, como en las diversas circunstancias y lugares donde los hombres y mujeres se encuentren sometidos a la opresión del miedo o la injusticia).
Es este fondo se puede citar el Magisterio de Juan Pablo II, que viene insistiendo en el carácter fronterizo, no sólo de la vida religiosa, sino de todo el cristianismo. Frontera es el lugar donde el hombre se encuentra amenazado y corre el riesgo de perder su libertad. En tiempo de cruzadas y guerras de conquista, los guerreros se situaban en ella para hacer guerra a los contrarios. Pero, como vimos al evocar el origen de las "tres órdenes" del siglo XIII, los mercedarios iban a la fronteras no para luchar contra los adversarios, sino para redimir con amor a los cautivos y pobres. Ellos no quieren conquistar países, sino sembrar una semilla de libertad en los lugares donde crece la opresión. Tres son, conforme a la visión de Juan Pablo II, las fronteras principales de la misión actual de la iglesia.
– Hay unas fronteras geográficas a las que debe llevarse el evangelio de la libertad cristiana, conforme a la tradición más antigua de la Iglesia. Los enviados o creyentes de Jesús han de ofrecer el don de su Reino, en pura gratuidad, en gesto dialogal de entrega evangélica, en aquellos pueblos y lugares donde todavía no existe una Iglesia madura. Por eso es necesario que los fieles de Jesús estén dispuestos a dejar su tierra, para establecerse en otras tierras y culturas, ofreciendo allí los signos y palabras de Dios. La Iglesia es por sí misma universal (católica) y sólo saliendo de sí misma y ofreciendo su tesoro en otros pueblos, se hace fiel al evangelio. Pero no puede hacerlo en gesto de imposición o conquista, de superioridad o dominio, sino de diálogo en libertad, desde los más pobres, encarnándose entre ellos.
Se acusa a la iglesia moderna de haber realizado una misión vinculada a los poderes militares y políticos (es decir, a la colonización). Se sigue diciendo que ella es extranjera en los países de misión: es el culto de unos hombres y mujeres que vienen de fuera. Pues bien, en contra de eso, la verdadera misión cristiana, realizada en gratuidad, puede y debe realizarse en formas de presencia liberadora. No quiere imponer una doctrina desde arriba, ni de establecer unas jerarquías de verdades y funciones desde fuera, sino abrir espacios de libertad, a favor de todos, partiendo de los excluidos del sistema.
– Hay unas fronteras sociales, que se expresan en las diversas formas de ruptura humana y cautiverio que han surgido en nuestros viejos pueblos cristianos (de Occidente y América Latina). Esas rupturas e injusticias existían también antiguamente, pero éramos menos conscientes de ellas, pensábamos a veces que respondían a la voluntad de Dios, que ha hecho a unos ricos y a otros pobres, a unos superiores y a otros inferiores, sobre el mundo. Pues bien, hoy sabemos, gracias al mismo Evangelio de Jesús, que esa visión de la desigualdad e injusticia entre los hombres era contraria al evangelio.
Por eso, estamos convencidos de que la verdadera evangelización se encuentra vinculada a la presencia liberadora de la Iglesia o de grupos de cristianos, como la familia mercedaria. Así lo ha visto Juan Pablo II cuando evoca la miseria de los suburbios de las grandes ciudades, de los grupos cada vez más grandes de emigrados y exiliados, de pobres y excluidos que llenan nuestro mundo. "El anuncio de Cristo y del Reino de Dios debe llegar a ser instrumento de rescate humano para estas poblaciones" (Redemptoris Missio 37,
En otro tiempo se pudo pensar que el Evangelio pertenece al nivel del alma, no influía en las condiciones sociales de los hombres. En contra de eso reaccionaron los primeros mercedarios, empeñados en ofrecer libertad a los cautivos. Avanzando en aquella línea, los nuevos mercedarios y mercedarias saben que no pueden anunciar y encarnar el evangelio de Jesús en este mundo si no ofrecen el testimonio de su presencia y acción a favor de los excluidos de la sociedad.
– Hay unas fronteras culturales que resultan cada vez más injustas, pues separan y excluyen a muchísimas personas. En otro tiempo, el evangelio pudo expandirse en los moldes de una cultura dominante del entorno (latina, occidental). Ha llegado el momento en que los fieles de Jesús encarnen el evangelio en cada una de las culturas y las lenguas de la tierra, dejando que los mismos nativos (los nuevos cristianos) la expresen y expliciten en su propia línea. En ese aspecto, desde Pablo VI se ha podido hablar de una evangelización de la cultura o, mejor dicho, de las diversas culturas de la tierra (Evangelii Nuntiandi 20).
Pues bien, avanzando en esa línea, podemos y debemos hablar de la necesidad de crear una cultura universal de la libertad, a la que todos se sientan invitados; una cultura en la que se respeten y promuevan las diferencias culturales de pueblos y naciones, pero ofreciendo a todas unas mismas posibilidades de desarrollo personal y social. Ha sido muchas veces el dinero o raza, la religión o estado el causante de la opresión. En estos momentos resulta quizá más importante la opresión de la cultura, que se pone al servicio de unos grupos dominantes, que expulsa del espacio de la libertad y comunión social a una mayoría de grupos y naciones sobre el mundo.
En estas tres fronteras (geográficas, sociales, culturales) la Merced ha de ofrecer una palabra y testimonio de libertad, al servicio de todos los hombres y mujeres, en cuanto hijos de Dios y llamados a su reino. En esta línea avanza el Magisterio de Juan Pablo II cuando dice que la acción de los laicos (y de todos los cristianos) debe dirigirse a "redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana... Por eso, toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre" (Christifideles Laici 37).
Las palabras del Papa son duras, algunos pueden sentirlas demasiado duras (por el uso de la palabra venganza). Pero ellas nos permiten captar la importancia del problema: el pecado de un sistema que oprime y expulsa a los pobres. La situación de injusticia de nuestra sociedad "clama al cielo", como en otro tiempo el dolor de los hebreos oprimidos en Egipto o el sufrimiento de los enfermos y pobres de Palestina en el entorno de Jesús. Pues bien, la Merced quiere ser una palabra y gesto de Dios para esos oprimidos, un regalo de Cristo para los excluidos del sistema, no en línea de venganza, sino de solidaridad universal, empezando de los excluidos del sistema.
Conclusión, un camino de ida y vuelta:
Hoy, día de la Merced (24 IX 12) es bueno recordar este camino de ida y vuelta de la Virgen de este nombre (Merced). Es bueno celebrar el misterio de la redención, el don de Dios, expresado en María redentora... Pero es imposible celebrar bien su fiesta sin volver al campo concreto de la vida, regalando libertad a los cautivos... y convirtiendo el dinero en principio de liberación

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WebJCP | Abril 2007