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martes, 27 de marzo de 2012

Signos de esperanza en tiempos de miedo


Publicado por Antena Misionera

Hoy se teme a un nuevo poder fáctico que denominan “la dictadura de los mercados”, que tiende a reducir los beneficios sociales y las conquistas de la ciudadanía del último medio siglo; miedo a quedarnos sin ese bien cada vez más escaso que se llama trabajo, a reducir nuestro poder adquisitivo, al subempleo, a la marginación económica y social.

Joaquín Estefanía, en su reciente libro “La economía del miedo” explica cómo el temor ciudadano al paro o al empobrecimiento contribuye a la dominación de los mercados. El temor ha sido siempre uno de los aliados más fieles del poder, que intenta que la población viva inmersa en él. La creación artificial de atmósferas de miedo obliga a los ciudadanos a blindarse frente a los contextos sociales. El miedo que anida en el cerebro quebranta la resistencia, genera pánico y paraliza la disidencia; no hay poder en la Tierra que no haya confiado en alguna forma de terror. Tras un desastre -natural, político, económico- el miedo inicial deja paso a la ansiedad; la gente teme más los riesgos que se le imponen que los que acepta. Todos los esfuerzos por liberar al hombre han sido en realidad impulsos por liberarlo del miedo, para crear las condiciones en que no sintiera la dependencia como una amenaza; cuanto más asesino y más totalitario es el poder más priva al hombre de libertad porque lo que engendra es temor. Surge así lo que algunos han denominado la ideología del miedo.

El miedo como arma de dominación política y control social; el miedo como herramienta de destrucción masiva en la guerra de clases. A lo largo de la historia ha habido todo tipo de movimientos sociales y culturales fundamentados en esa sensación provocada por la percepción de ese peligro real o supuesto, presente o futuro.

Como es omnipresente y está arraigado, produce desconfianza y conflicto con el “otro”, al que se atribuye la culpa de lo ocurrido o de lo que puede acontecer, y genera la necesidad de protegerse de él. Esa es la ideología del miedo, que llega a través de sus transmisores, los “fabricantes de miedo”, muy vinculados en la contemporaneidad a los medios de comunicación de masas y a la información, comunicación y propaganda que se transmite instantáneamente a través de Internet.

Hoy no se trata solo de los temores tradicionales a la muerte, el infierno, la enfermedad, la vejez, la indefensión, el terrorismo, la guerra, el hambre, las radiaciones nucleares, los desastres naturales, las catástrofes ambientales. El nuevo temor y desasosiego producidos por la crisis que se expande a la velocidad de la luz entre la ciudadanía paraliza las reacciones, incluso la del miedo al miedo mismo.

El temor es una emoción que inmoviliza, que neutraliza, que no permite actuar ni tomar decisiones con naturalidad. Este miedo contemporáneo hace a todos susceptibles de ser dominados, subyugados por los que poseen la capacidad de generarlo: por los que ejercen el poder, que someten a los miedosos y les inyectan pasividad y privatización de sus vidas cotidianas, los culpabilizan y, a continuación, los castigan bajándolos de la escala social en beneficio propio.

Dentro de pocos días, en medio de este mundo dominado por el miedo, los cristianos celebraremos la Pascua.

La Pascua es la fe en la esperanza, en la utopía de unas relaciones sociales marcadas por una libertad que ni la misma muerte puede apagar.

Que nuestra vida sea signo de esa esperanza es el desafío para los cristianos hoy. El testimonio de que si creemos en la resurrección de Jesús, no hay miedo que pueda matar la alegría de las personas y la certeza de un futuro en libertad.

Solo entonces seremos buena noticia para los hombres y mujeres de nuestro mundo. Por ahí va la tarea misionera de la Iglesia.

Bernardo Baldeón
06/02/2012

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