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jueves, 9 de febrero de 2012

Salmo de la Solidaridad


Publicado por Pastoral SJ

Aquí estoy, metido en un mundo confuso y tenso.
Este mundo, Señor, de los hombres en que vivo.
Esta sociedad agitada y nerviosa, cansada y dura donde sólo viven y tienen derechos los fuertes.
Esta sociedad, Señor, llena de injusticias,
donde la ley del hampa es
la mentira hecha verdad.
donde la ley de la selva es
el látigo hecho poder,
donde la ley del amor se
ha hecho ley de violencia,
donde la ley se ha hecho norma a base de abuso.
Aquí estoy, Señor, queriendo ser libre en mi utopía, amurallado,
cercado, perseguido,
en callejón sin salida.

Quiero ser libre. Quiero vivir desde mis raíces;
ser yo mismo;
tener mi originalidad.
Quiero abrir y dar las manos a los hombres
a mi paso;
hacer de la amistad
la ley de mi vida;
hacer de la sencillez
el clima para
vivir en fraternidad
Quiero abrir camino
paso a paso
sin perder mi identidad.

No quiero quedarme solo. No quiero venderme
a nadie.
Yo creo, Señor Jesús,
en la utopía que
nos dejaste;
en la alternativa,
en el desafío de
la Comunidad.
Me resisto a vivir solo.
Yo busco, Señor,
la solidaridad.

No me gusta, Señor Jesús,
esta sociedad que
he recibido.
No acepto sus sistemas, ni sus estructuras
opresoras.
No quiero entrar en el juego de sus tentáculos.
Mi protesta, Señor, contra lo viejo, lo gastado.
Mi grito, Señor, es contra
la ley que esclaviza
al hombre.


Quiero cambiar mi vida.
Quiero fuerza interior para cambiar el mundo.
Quiero empeñarme, comprometerme en el mundo de los que sufren;
dejar de decir sólo palabras y mojarme
en hechos
Quiero vivir en mi carne el dolor de los hombres rotos;
'sobrevivir' con los que sobreviven apenas;
saber lo que es vivir con ritmo de muerte continua.
Quiero ser voz del hombre amordazado. Y manos del amarrado.
Quiero ser el grito de los hombres que mueren
en la noche.


Aquí estoy, Señor Jesús, con las manos abiertas
a la ayuda;
con el corazón cercano al
que sufre;
queriendo ser no violento.
Aquí estoy, Señor, para aprender que solo el amor cambia la vida;
para denunciar sin odios las injusticias;
para llevar esperanzas al
hombre pisoteado.



Señor Jesús, yo sé que tu vida se complicó
demasiado.
Yo sé que luchaste por la paz y la justicia y
la libertad;
que lo diste todo por el amor y la verdad;
que perdonaste y devolviste la dignidad humana a muchos hombres.
que viviste entre marginados y asumiste su vida.
Yo sé que proclamaste que Dios era Padre para ellos;
que llamaste a vivir en tu Reino a los hombres
de corazón roto;
que fuiste sincero, verdadero, transparente.
Yo sé que no te entendieron, que te quedaste solo.


Yo sé que te acorralaron los poderosos y te
condenaron;
que te metieron en la cárcel y te sentaron en
el banquillo;
que te clavaron en un madero como un maldito;
que te mataron para que las cosas siguiesen igual.
Yo sé que tu muerte fue un fracaso. ¡Un fracaso!

Pero yo sé que tú diste la vida con amor;
que tu vida, tu estilo de vida, no podía quedar
en el sepulcro;
que tu Padre,
Señor de la Historia,
te levantó, te puso en pie.
Yo sé que resucitaste.
Lo sé. Y creo en ti,
SEÑOR RESUCITADO.

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WebJCP | Abril 2007