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MISIONEROS EN CAMINO: XXIV Domingo del T.O. (Mt Mt 18,21-35) - Ciclo A: Perdonar siempre
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jueves, 8 de septiembre de 2011

XXIV Domingo del T.O. (Mt Mt 18,21-35) - Ciclo A: Perdonar siempre



Pedro no comprende a Jesús que le dice que hay que perdonar siempre. No ha comprendido aún el mensaje de Jesús. Hoy lo escuchamos nosotros recordando a tantas personas que encuentran difícil perdonar. Nosotros cristianos, ¿qué hemos de decir ante estas palabras de Jesús? ¿Suprimirlas del evangelio? ¿Borrarlas de nuestra conciencia?¿dejarlas para tiempos mejores?. Reflexionemos en ellas.

Pedro posiblemente no había oído aún las parábolas de Jesús al hablar del perdón de su Padre: Las del padre que abraza al hijo, que se ha ido de casa con la herencia, y emocionado le abraza, celebra la gran fiesta, su hijo ha vuelto. Y el pastor que encuentra la oveja que ha abandonado el rebaño, la pone sobre sus hombros y la lleva con júbilo al redil. Y todas sus parábolas del Padre que perdona siempre.

Jesús, el Dios que se hace hombre, nos ha dado su Espíritu, nos ha revestido a todos los seres humanos de la mayor dignidad, somos de su familia, somos hermanos suyos, hijos de Dios, llamados a vivir en el gozo del Padre que nos perdona siempre a los pecadores, hoy nos dice que hemos de perdonar siempre como Él perdona, porque todos los seres humanos tenemos la misma dignidad; el perdón forma parte de su acto creador y del respeto de Dios por su obra.

¿Pero, qué se dice entre nosotros hoy del perdón? Se habla bastante de perdón con intenciones dispares. Muchos hablan de perdón para exigir serenar a las víctimas o para exigir a los agresores que se sometan. Otros para precisar las condiciones en que sería posible concederlo, otros para declararlo inútil y dañoso. Se promueven asociaciones con la finalidad de que se reviva más el rencor negando el perdón.

Sin embargo también algunos perdonan generosamente y gratifica el oírles. Perdonar es una de las funciones más nobles de la naturaleza humana. El perdón brota de un alma limpia. La venganza solo puede brotar de lo que tenemos de bruto.

El perdón es una de las manifestaciones del amor verdadero, que incluye también el amor al enemigo. Entre humanos no es posible el amor verdadero que no incluya el perdón. Al encontrarnos con nuestras miserias y delitos, necesitamos la certeza de ser perdonados, de que las posibilidades de rectificar siguen abiertas.

No sólo el ofendido necesita perdonar para ser humano. También el que ofende necesita del perdón para recuperar su humanidad. La dinámica del perdón responde a la más profunda necesidad psicológica de todo ser humano para poder seguir viviendo.

Qué pensamos nosotros cristianos. El cristiano perdona porque se siente perdonado por Dios, toda otra motivación es secundaria. El perdón cristiano, ese gesto sorprendente y hasta heroico nace de un amor incondicional y gratuito. Perdona, quien vive el perdón de Dios, es Él quien olvida nuestro pecado y nos acoge como hijos.

Al pecar, nos rebajamos a nosotros mismos, pisoteamos el don de Dios y convivimos como lo hacía el hijo pródigo, como animales.

Nosotros los cristianos perdonamos pura y simplemente, por el valor en el que creemos de la persona humana, de sus derechos, por su condición de hijos de Dios, por el respeto sagrado a su dignidad; tratamos de perdonar con el recuerdo de la delicadeza, del amor con que Dios trata a la persona humana, nos trata a nosotros.

Nadie puede decir que es fácil perdonar. Perdonar es difícil, y quien comprenda así el perdón cristiano, pecaría de cinismo si lo exigiera a otros para defender posiciones interesadas. El perdón cristiano no depende de condiciones, no exige nada, no reclama nada. Se perdona por puro amor y el hablar de requisitos para perdonar es introducir otro concepto diferente del perdón cristiano. Sabemos que arrepentirse, perdonar, reconciliarnos, es recuperar nuestra propia y auténtica imagen de hijos de Dios, hacer las paces con nosotros mismos y con nuestros hermanos.

La llamada de Jesús:“perdonad hasta setenta veces siete, perdonad siempre”, es la respuesta a la experiencia religiosa de ser perdonados por Dios. Esta fue la actitud de Jesús “perdónales porque no saben lo que hacen”, perdonando al agresor aunque no muestre arrepentimiento alguno. Es el perdón cristiano, que brota siempre de un convencimiento religioso, o hablando con más precisión, de una experiencia religiosa.

El rechazo del perdón no lo podemos suscribir nunca como creyentes, porque es el rechazo a la fraternidad humana querida por el que nos perdona a todos. A pesar de su dificultad, hemos de confesar hoy la importancia que encierra este mandato evangélico. El amor universal, que alcanza a todos y busca el bien de todos sin exclusiones, es la aportación más positiva y humana que pueden introducir en la sociedad los cristianos, como ciudadanos, o como políticos, cuando pretendan inspirarse en la fe cristiana.

Pero entendámoslo bien. Cuando Jesús habla del perdón, del amor a los enemigos, no está pensando en que haya que tener sentimientos de afecto o de cariño hacia ellos, sino de una apertura, de un interés positivo por su persona, de respeto a su dignidad humana por muy desfigurada que aparezca, y de adoptar hacia ellos una postura de interés por su bien, no de exclusión y menos aún de aniquilamiento. Un cristiano no puede consentir la pena de muerte.

Así, el condenar de manera tajante la injusticia y la crueldad de la violencia terrorista no debe llevar consigo el odio hacia quienes la lleven a cabo. Hay que tenerlo presente, perdonar no significa ignorar las injusticias cometidas, ni aceptarlas pasiva o indiferentemente. Y es que amar al delincuente y al violento no significa que haya que dar por buena su actuación injusta o violenta. El cristiano ha de tener presente el mandato de Jesús de trabajar por la paz y la justicia.

Es cierto que este amor cristiano puede resultar irritante para algunos en las circunstancias actuales que atravesamos en nuestra sociedad, sin embargo los cristianos no podemos renunciar a él. El perdón cristiano no es un acto de justicia. A nadie se le puede exigir el perdón como un deber social. El perdón cristiano, ese gesto sorprendente y hasta heroico nace de un amor incondicional y gratuito.

Por todo ello, sigamos el ejemplo de Jesús, Él nos ayudará a tener la experiencia religiosa de vernos y sentirnos perdonados por Dios, y nos ayudará a perdonar.

Si pretendemos ayudar a alguien a que perdone, tratemos de ayudarle para que se disponga él mismo a comprender y hacer suyo el verdadero sentido del perdón que Dios nos ha otorgado a todos. Ayudémosle a sentirse él mismo perdonado gratuitamente por Dios. A repetir con humildad la oración de Cristo: “perdónanos como nosotros perdonamos”.Y Dios le ayudará a perdonar.

Pero tampoco nos escandalicemos farisaicamente si alguien injustamente herido no alcanza aún a conceder el perdón al que Jesús nos invita.

La mejor manera de convencerme de que Dios me ha perdonado, y me invita a perdonar es descubrir que aquellos a quienes ofendí me han perdonado. Sólo cuando estoy convencido de que Dios y los demás me han perdonado, estaré dispuesto a perdonarme a mí mismo y recuperaré la paz interior, imprescindible para poder seguir adelante.

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WebJCP | Abril 2007