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MISIONEROS EN CAMINO: Evangelio Misionero del Día: 02 de Julio de 2011 - Solemnidad del EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
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viernes, 1 de julio de 2011

Evangelio Misionero del Día: 02 de Julio de 2011 - Solemnidad del EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 41-51

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de Él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Ellos no entendieron lo que les decía.
Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.

Compartiendo la Palabra
Por Fundación Epsilón

JESUS SE EMANCIPA DE ISRAEL

Hemos llegado al último relato del mal llamado «Evangelio de la infancia». Los pocos que se han atrevido a negar el carácter histórico de este relato le han atribuido valor legendario, han buscado paralelos en otras culturas, han puesto de relieve trazos sobrehumanos propios de un niño prodigio... Después las aguas han vuelto a su cauce, se ha mantenido su valor histórico y se han extraído toda suerte de lecciones.
Acostumbrados ya a leer los relatos anteriores como una catequesis de adultos impartida a la comunidad «para que com¬pruebe la solidez de las enseñanzas con que había sido instruida» durante el catecumenado, carece de sentido que Lucas se haya explayado aquí contándonos un incidente que tuvo lugar cuando Jesús (según el cómputo judío) alcanzó el umbral de su vida adulta. Al igual que en los relatos anteriores, Lucas se ha pre¬ocupado del sentido teológico de la escena, ya que en ningún momento se ha propuesto escribir unas memorias -ni siquiera fragmentarias- de la vida privada de Jesús, sino, por el contra¬rio, desglosar su creciente personalidad y su progresiva emanci¬pación de las categorías socio-religiosas de su entorno judío.
La escena no tiene correlativo en la presentación paralela que ha hecho de la persona y futura actividad del precursor. Por eso Lucas la ha enmarcado entre dos colofones que se comple¬mentan mutuamente, como veremos en su momento. La escena tiene valor teológico. Sirve para anticipar la nueva relación que se ha establecido entre Dios y el Hombre, relación que produjo desconcierto entre sus connacionales, pero que dejó trazas en la memoria del pueblo fiel.

JESUS SE DESMARCA DE SU ENTORNO FAMILIAR
Lucas crea un marco apropiado para esbozar el que será el tema central de la nueva enseñanza impartida por Jesús: el éxodo definitivo del hombre libre fuera de la institución judía. Para ello nada mejor que las fiestas de Pascua, en que se rememoraba el éxodo de Egipto: «Sus padres iban en peregrinación cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús había cum¬plido doce años, subieron ellos según la costumbre, y cuando los días terminaron, mientras ellos regresaban, el joven Jesús se quedó en Jerusalén sin que se enteraran sus padres» (2,41-43).
María y José, exactos cumplidores de la Ley, observaron escrupulosamente el período prescrito (dos días como mínimo), y una vez cumplidos los ritos pascuales regresaron a su pueblo. Lucas subraya que «subieron ellos según la costumbre», dejando entrever que Jesús no fue allí con la misma intención, y que «mientras ellos regresaban» él se quedó. «Creyendo que iba en la caravana, después de una jornada de camino se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, regre¬saron a Jerusalén en su busca» (2,44-45).
La triple mención de «Jerusalén» (en sentido sacral) nos indica que lo que Lucas quiere enseñarnos tiene que ver con la institución religiosa del judaísmo. Trece años era la edad reque¬rida para que un judío tomase parte activa en la comunidad israelita. A partir de esa edad, Jesús, como buen judío, quedaría obligado a las observaciones de su religión. Pero de momento ya se ha desmarcado de sus padres, parientes y conocidos, es decir, de su entorno familiar.

LAS ENSEÑANZAS RABINICAS SOBRE EL EXODO,
EN ENTREDICHO
«A los tres días lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían estaban desconcertados de sus inteligentes res¬puestas» (2,46-47). Los «tres días» de búsqueda incesante indi¬can que lo buscaron por todas partes, menos en la dirección que Jesús había tomado. Encuentran a Jesús en una escuela del tem¬plo, «sentado en medio de los maestros», es decir, no como un discípulo (no se dice que estuviese sentado a los pies de los maestros judíos) ni siquiera como un maestro más (impartían la enseñanza «sentados»), sino como el centro de una discusión entablada entre colegas a base de preguntas y respuestas, cuya temática no podía ser otra que el sentido de la Pascua. Jesús, en lugar de asistir a las ceremonias, había ido al templo para poner en entredicho la enseñanza tradicional de los rabinos, mostrándose buen conocedor de las tradiciones de Israel y evi¬denciando su sentido crítico frente a ellas. Los maestros judíos, a su vez (única ocasión en que Lucas los llama «maestros»; en adelante los llamará «maestros-de-la-Ley» 5,17], «letrados» [5,21] o «juristas» [7,30]), le harán preguntas, pero él sembrará el desconcierto entre sus filas (lit. los dejará «fuera de sí») con sus «inteligentes respuestas». Lucas anticipa así la postrera ense¬ñanza de Jesús en el templo (cf. 19,47-21,38), cuando el Mesías declarará caduca la enseñanza judía.

LAS TRADICIONES PATRIAS, DEJADAS A UN LADO
«Al verlo, quedaron impresionados, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo!" El les contestó: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de mi Padre?" Pero ellos no comprendieron lo que les había dicho» (2,48-50).
El reproche de la madre es el del Israel fiel que ha intentado por todos los medios integrar a Jesús en su pasado nacional y religioso. «Tu padre» recalca el vínculo legal y le recuerda a Jesús el papel de José en su educación y comportamiento ante la Ley. No conciben que el Mesías pueda separarse de la tradición representada por ellos.
Jesús habla por primera vez en el Evangelio y corrige el dicho de María: se extraña de que lo 'buscaran', puesto que tenían suficientes elementos de juicio para llegar a comprender que, según designio divino («tengo que estar»), no era en el templo como lugar de sacrificios donde debían buscarlo (cf. 19,46: «cue¬va de bandidos»), sino como lugar de la presencia divina («en lo que es de mi Padre»), presencia que Jesús ve reflejada solamen¬te en la Escritura antigua: por eso discute con los maestros de Israel que se arrogaban el derecho de interpretarla en exclusiva.
Al llamar a Dios «mi Padre», Jesús se independiza de los suyos y rompe con la integración en la cultura religiosa de Israel que éstos han querido efectuar. Con la incomprensión de «sus padres», Lucas anticipa ya la incomprensión de que será objeto por parte de todos: dirigentes de Israel, pueblo y discípulos.

LA LARGA ESPERA EN EL ANONIMATO DEL PUEBLO
«Bajó con ellos, llegó a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo aquello en la memoria» (2,51). Lucas no podía ser más lacónico. Los plumíferos, buscadores de noti¬cias de primera plana, deberán estrujar su cerebro para conseguir un guión que satisfaga la curiosidad de un público infantilizado.
Pero Jesús sigue allí, entre los suyos, como uno más. Ni siquiera se ha retirado al desierto. No cuestiona la autoridad de sus padres, aunque ésta haya quedado muy relativizada en la escena paradigmática del templo. Todavía no ha llegado el mo¬mento de que manifieste su libertad.
Jesús acumula imágenes y experiencias, escucha el clamor de su pueblo humillado y oprimido, conoce de cerca su entorno, los problemas de su gente, las represalias provocadas por los fanáticos, la connivencia de las autoridades políticas y religiosas con los invasores. Asiste a la sinagoga, escruta con diligencia las Escrituras, discute con los rabinos.
Sus padres no comparten en absoluto el comportamiento tan singular de este joven, pero María sigue almacenando en su memoria experiencias y recuerdos (cf. 2,19) cuyo significado no llega a comprender: la mención de «su madre» al principio, en el momento del encuentro, cuando le formula el reproche (2,48b), y al final, una vez Jesús se ha sometido de nuevo a la patria potestad (2,5 1d), enlaza la pregunta/reproche con la gra¬bación en la memoria de la respuesta de Jesús; María, aun cuando no lo comprenda, no se cierra en banda, antes bien, lo guarda en su interior a la espera del momento en que el resto de Israel, a quien ella representa como «madre» del Mesías, acepte y dé su adhesión a un Mesías que no está sujeto a las tradiciones patrias, pues tiene a Dios como a único Padre.

SEGUNDO COLOFON:
CRECIMIENTO DE JESUS EN TODOS LOS SENTIDOS
«Jesús iba progresando en saber, en madurez y en favor ante Dios y los hombres» (2,52). El primer colofón, tras la primera vuelta a Nazaret, habla del crecimiento del niño. En este segundo colofón ya no se habla propiamente de «crecimiento», sino de «progreso», como compete a un joven: «Jesús», precisa ahora (no ya «el niño», cf. 1,80a; 2,40a), sigue adelantando en «saber» (cf. 2,40b; tanto él como Juan Bautista serán reconocidos más tarde como «maestros»), en «madurez» personal asociada al cre-cimiento en edad, más que en estatura física (el término griego es ambivalente), y en «favor/gracia» no sólo «ante Dios», sino ahora también «ante los hombres».
De hecho, los dos colofones que conciernen a Jesús se corres¬ponden con el único colofón relativo a Juan. Este tenía dos partes, la que hacía referencia a su «crecimiento» personal (1,80a) y la que anticipaba cuál sería su concepción de la socie¬dad, «residía en lugares desiertos», y el alcance de su misión, su «presentación ante Israel» (1 ,80b). El primer colofón resume el «crecimiento» personal de Jesús en términos muy parecidos al de Juan, pero sin adelantar nada respecto a su futuro; el segundo, después de la ruptura de Jesús con las tradiciones ancestrales, apunta el alcance universal de la futura misión de Jesús, «ante Dios y los hombres», en contraste con la del Bautista, «ante Israel».

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WebJCP | Abril 2007