Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 25-30
Jesús dijo:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
“El cuidado de toda la Iglesia cristiana habéis de tener muy fijado en vuestro corazón; porque si a Cristo amáis, razón es que os toque aquello por cuyo bien derramó su sangre” (San Juan de Ávila).
1.- Celebramos en este primer viernes de julio la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Honramos, veneramos y exaltamos en este día el amor que brota espontáneamente del Corazón de Cristo (reflejo del infinito amor que Dios nos tiene) y, por otra parte, alabamos con toda la Iglesia ese Corazón que es síntesis de fidelidad y de vida, de misericordia y de verdad, de justicia y de libertad.
Con razón la clásica jaculatoria “haz nuestros corazones semejantes al tuyo” cobra fuerza en esta festividad. Queremos, como cristianos, tener los mismos sentimientos que tuvo Jesús. Deseamos, como seguidores de Cristo, brindar lo mismo que El regaló a su paso: comprensión y ternura, reconciliación y salud, alegría y esperanza. Seamos amor y, sin equivocación alguna, podremos decir que el Corazón de Jesús es todo un referente en nuestra vida. Honrarle, pero vivir de espaldas a El, o latir en dirección opuesta, no sería sino una traición a lo que ha de ser, además de devoción, convencimiento: el amor de Cristo nos empuja, nos obliga a abrir nuestros corazones a las angustias de la humanidad.
2.- Nos duele en el alma cuando nos dicen “parece que no tienes corazón”. Entre otras cosas porque, en los gestos y en las palabras, es donde brillan los quilates de nuestra fe. El símbolo de nuestro cristianismo, además de la cruz, es el estandarte del amor. Dime cuánto bien haces y te diré cuán grande es tu fe; dime lo qué quieres hacer…y te haré ver el vacío de tus palabras.
Cristo, en su acercamiento hacia el hombre, no se quedó en el atalaya de las promesas; prometió y cumplió.
-Le pedían ver y curó a los ciegos
-Le solicitaban compasión, y les tendía su mano sanadora
-Le sollozaban la muerte de su mejor amigo, y con su voz dirigida al cielo hacía que se abrieran los sepulcros
-Le abrían las manos hambrientas y las colmaba de pan horneado y de pescado del lago de los milagros
¡Bendito sea este Corazón de Cristo!
3.- Fuente de Sabiduría. En El está nuestra razón y nuestra historia, nuestro principio y nuestro fin. En El se sacia nuestra sed y se calman nuestras tormentas. En El, en el Corazón de Jesús, contemplamos una amistad inmerecida e incansable, inagotable y para nada interesada. ¡Haz nuestro corazón semejante al tuyo, Señor!
¡Bendito sea este Corazón de Cristo!
4.- No es un recuerdo del ayer. Su Corazón posibilita que nuestra relación con El sea densa y real, fructífera y confiada. Cristo, no lo olvidemos, sigue siendo el mismo: de ayer, de hoy y de siempre (Heb 13,8). Su cercanía es para nosotros una experiencia rica y enriquecedora: no podemos vivir sin su Corazón. Entre otras cosas porque, su Corazón, es canal de comunión con Dios, con el Espíritu por Cristo. ¿Puede darnos algo más el Corazón de Jesús?
El Corazón de Jesús expresa el amor gratuito y sin condiciones de Dios a los hombres. Manifiesta a las claras su fidelidad y su constancia, su compromiso y su bondad, su ternura y su gracia. ¡Haz nuestros corazones semejantes al tuyo, Señor!
Ojala que, el corazón de Cristo, siga siendo una permanente escuela de espiritualidad en la que podamos aprender y formarnos cristianamente para responder con generosidad a los retos que nos plantea “la nueva evangelización”. ¡En Ti confiamos, Señor!
5.- ¡ME BUSCAS, SEÑOR!
Sales a mi encuentro y sin yo buscarte, Jesús,
haces que pronuncie tu nombre
que descubra en tu Corazón, universal y limpio,
los mejores ideales que el mundo necesita:
Paz y justicia, perdón y reconciliación,
apertura y respeto, entrega y sencillez.
¡ME BUSCAS, SEÑOR!
Y lo haces desde el corazón;
sin tapujos ni medias tintas, sin pedirme nada a cambio
Sólo, Señor, quieres reinar en mí.
¿Por qué tantas resistencias?
¿Por qué prefiero ser vasallo del mundo
a ser rey en un Reino que me espera contigo?
¿Por qué me fío de palabras que son mentiras
y doy la espalda a las tuyas que son ciertas?
¡ME BUSCAS, SEÑOR, Y LO HACES CON TU CORAZÓN!
Me amas y, no siempre, lo siento
Me perdonas y, a menudo, no soy agradecido
Me acompañas y, constantemente, me siento solo
Me hablas y, el ruido del mundo, me convierte en sordo
¡ME BUSCAS, CON TU CORAZÓN!
En ese lugar donde es una cita de encuentro
entre Dios y el hombre
entre el cielo y la tierra
entre lo humano y lo divino
entre el pecado, y Tú fuente de la gracia
¡ME BUSCAS, CON TU CORAZÓN, SEÑOR!
No permitas Jesús que, una vez abrazado a Ti
me aleje de tu camino
No permitas Jesús que, una vez abrasado en Ti,
me deje quemar por otros fuegos demoledores
No permitas Jesús que, una vez unido a Ti
nada ni nadie nos separe
Que sea tu Corazón, alimento de mi fe
Que sea tu Corazón, sangre de mi caridad
Que sea tu Corazón, agua de Vida Eterna
Que sea tu Corazón, sabiduría y ciencia de Dios
Que sea tu Corazón, una llamada a renovar
mi fe y mi esperanza, mi ilusión y mi confianza
mi cristianismo y mi compromiso con tu Iglesia.
¡ME BUSCAS, CON TU CORAZÓN, SEÑOR!
Y a veces, el mío, está excesivamente distraído.
Búscame, Señor, y no dejes nunca
de interesarte por mí, Señor
.
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
Compartiendo la Palabra
Por Javier Leoz
CULTIVANDO EL CORAZÓN
Por Javier Leoz
CULTIVANDO EL CORAZÓN
“El cuidado de toda la Iglesia cristiana habéis de tener muy fijado en vuestro corazón; porque si a Cristo amáis, razón es que os toque aquello por cuyo bien derramó su sangre” (San Juan de Ávila).
1.- Celebramos en este primer viernes de julio la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Honramos, veneramos y exaltamos en este día el amor que brota espontáneamente del Corazón de Cristo (reflejo del infinito amor que Dios nos tiene) y, por otra parte, alabamos con toda la Iglesia ese Corazón que es síntesis de fidelidad y de vida, de misericordia y de verdad, de justicia y de libertad.
Con razón la clásica jaculatoria “haz nuestros corazones semejantes al tuyo” cobra fuerza en esta festividad. Queremos, como cristianos, tener los mismos sentimientos que tuvo Jesús. Deseamos, como seguidores de Cristo, brindar lo mismo que El regaló a su paso: comprensión y ternura, reconciliación y salud, alegría y esperanza. Seamos amor y, sin equivocación alguna, podremos decir que el Corazón de Jesús es todo un referente en nuestra vida. Honrarle, pero vivir de espaldas a El, o latir en dirección opuesta, no sería sino una traición a lo que ha de ser, además de devoción, convencimiento: el amor de Cristo nos empuja, nos obliga a abrir nuestros corazones a las angustias de la humanidad.
2.- Nos duele en el alma cuando nos dicen “parece que no tienes corazón”. Entre otras cosas porque, en los gestos y en las palabras, es donde brillan los quilates de nuestra fe. El símbolo de nuestro cristianismo, además de la cruz, es el estandarte del amor. Dime cuánto bien haces y te diré cuán grande es tu fe; dime lo qué quieres hacer…y te haré ver el vacío de tus palabras.
Cristo, en su acercamiento hacia el hombre, no se quedó en el atalaya de las promesas; prometió y cumplió.
-Le pedían ver y curó a los ciegos
-Le solicitaban compasión, y les tendía su mano sanadora
-Le sollozaban la muerte de su mejor amigo, y con su voz dirigida al cielo hacía que se abrieran los sepulcros
-Le abrían las manos hambrientas y las colmaba de pan horneado y de pescado del lago de los milagros
¡Bendito sea este Corazón de Cristo!
3.- Fuente de Sabiduría. En El está nuestra razón y nuestra historia, nuestro principio y nuestro fin. En El se sacia nuestra sed y se calman nuestras tormentas. En El, en el Corazón de Jesús, contemplamos una amistad inmerecida e incansable, inagotable y para nada interesada. ¡Haz nuestro corazón semejante al tuyo, Señor!
¡Bendito sea este Corazón de Cristo!
4.- No es un recuerdo del ayer. Su Corazón posibilita que nuestra relación con El sea densa y real, fructífera y confiada. Cristo, no lo olvidemos, sigue siendo el mismo: de ayer, de hoy y de siempre (Heb 13,8). Su cercanía es para nosotros una experiencia rica y enriquecedora: no podemos vivir sin su Corazón. Entre otras cosas porque, su Corazón, es canal de comunión con Dios, con el Espíritu por Cristo. ¿Puede darnos algo más el Corazón de Jesús?
El Corazón de Jesús expresa el amor gratuito y sin condiciones de Dios a los hombres. Manifiesta a las claras su fidelidad y su constancia, su compromiso y su bondad, su ternura y su gracia. ¡Haz nuestros corazones semejantes al tuyo, Señor!
Ojala que, el corazón de Cristo, siga siendo una permanente escuela de espiritualidad en la que podamos aprender y formarnos cristianamente para responder con generosidad a los retos que nos plantea “la nueva evangelización”. ¡En Ti confiamos, Señor!
5.- ¡ME BUSCAS, SEÑOR!
Sales a mi encuentro y sin yo buscarte, Jesús,
haces que pronuncie tu nombre
que descubra en tu Corazón, universal y limpio,
los mejores ideales que el mundo necesita:
Paz y justicia, perdón y reconciliación,
apertura y respeto, entrega y sencillez.
¡ME BUSCAS, SEÑOR!
Y lo haces desde el corazón;
sin tapujos ni medias tintas, sin pedirme nada a cambio
Sólo, Señor, quieres reinar en mí.
¿Por qué tantas resistencias?
¿Por qué prefiero ser vasallo del mundo
a ser rey en un Reino que me espera contigo?
¿Por qué me fío de palabras que son mentiras
y doy la espalda a las tuyas que son ciertas?
¡ME BUSCAS, SEÑOR, Y LO HACES CON TU CORAZÓN!
Me amas y, no siempre, lo siento
Me perdonas y, a menudo, no soy agradecido
Me acompañas y, constantemente, me siento solo
Me hablas y, el ruido del mundo, me convierte en sordo
¡ME BUSCAS, CON TU CORAZÓN!
En ese lugar donde es una cita de encuentro
entre Dios y el hombre
entre el cielo y la tierra
entre lo humano y lo divino
entre el pecado, y Tú fuente de la gracia
¡ME BUSCAS, CON TU CORAZÓN, SEÑOR!
No permitas Jesús que, una vez abrazado a Ti
me aleje de tu camino
No permitas Jesús que, una vez abrasado en Ti,
me deje quemar por otros fuegos demoledores
No permitas Jesús que, una vez unido a Ti
nada ni nadie nos separe
Que sea tu Corazón, alimento de mi fe
Que sea tu Corazón, sangre de mi caridad
Que sea tu Corazón, agua de Vida Eterna
Que sea tu Corazón, sabiduría y ciencia de Dios
Que sea tu Corazón, una llamada a renovar
mi fe y mi esperanza, mi ilusión y mi confianza
mi cristianismo y mi compromiso con tu Iglesia.
¡ME BUSCAS, CON TU CORAZÓN, SEÑOR!
Y a veces, el mío, está excesivamente distraído.
Búscame, Señor, y no dejes nunca
de interesarte por mí, Señor
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