Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
En estos tiempos tan globales y complejos, los Consejeros –ya no dan consejos piadosos- sino que organizan estrategias, elaboran proyectos y documentos para sortear los problemas y ayudar a sus clientes a tomar decisiones inteligentes y triunfar.
Hay consejeros matrimoniales, financieros, políticos, escolares, asesores de imagen…una galaxia de personas especializadas en los distintos campos de la vida, hasta de la vida más íntima. Nadie da un paso sin la consulta obligada de los técnicos, los abogados y los consejeros que eliminan los obstáculos y, muchas veces, confiamos tanto en ellos que deciden por nosotros.
Despedida y promesa de Jesús.
“Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”.
Si en los negocios humanos nos vemos tan necesitados de Consejeros y guías, en el negocio de la fe ¿no necesitaremos a nadie? ¿Podremos vivir solos la aventura de la fe?
Los apóstoles, hombres de los que dicen los evangelios que no entendieron la Escritura y vivieron a oscuras hasta el día en que se cumplió la promesa de Jesús: “el Padre os dará otro Defensor”, el Espíritu Santo, que no es más que otra manera de recordarnos la permanente Presencia de Dios en el mundo.
Pentecostés, Dios presente en sus hijos, liberó a los apóstoles del miedo y de la soledad y la ausencia de Jesús la llenó con creces el Espíritu de Jesús.
Los apóstoles, a partir de ese día, son hombres nuevos, poseídos por el Espíritu de Jesús. Llenaron la ciudad de la alegría de la Pascua porque donde está el Espíritu, hay alegría y paz.
Hoy, veinte siglos más tarde, los seguidores de Jesús tenemos otros miedos.
Miedo a dar razón de nuestra fe, la fe es un producto raro en los supermercados del mundo, y la soledad es grande ya que la mayoría de nuestras relaciones familiares y de trabajo viajan por otros caminos y el rebaño de Jesús es cada día más pequeño.
Nuestros bautizados y confirmados, consumidores de ritos y tradiciones porque sí, ignoran las exigencias y la presencia del Espíritu Santo y pasan de sus consejos o inspiraciones. Viven sin la guía del Abogado y no lo echan en falta ¿para lo qué sirve? Se dicen.
Nosotros necesitamos que el Padre nos envíe a su Consejero y Defensor para no sentirnos tan huérfanos y experimentar que “Yo, Jesús, sigo viviendo”.
El Espíritu Santo, nuestro Consejero, sigue congregando a los creyentes en comunidad de hermanos y nos conecta a todos con Jesús.
La Iglesia, esa organización humana, demasiado humana, se distingue de tantas organizaciones sólo humanas porque en ella anida la presencia del Espíritu de la Verdad. Cuando el espíritu humano, el del mundo, “que no lo ve y no lo conoce”, oculta la presencia del Espíritu, la Iglesia se convierte en menos Iglesia, en más organización humana.
El Espíritu Santo, nuestro Consejero, está siempre a nuestro lado, esa es su misión, no para tomar decisiones por nosotros, sino para ser nuestra fortaleza, nuestra luz y nuestro guía y, en nuestra libertad, optar por lo mejor.
El Espíritu Santo, nuestro Consejero, no tiene horas de oficina, actúa siempre y nos enseña que el amor de Dios no es como el amor humano porque no se basa en motivos, es totalmente gratuito y desinteresado.
ORACIÓN
Si somos ciegos, tu luz brilla constantemente.
Si somos sordos, tú continúas hablándonos insistentemente.
Si oramos, tú estás ahí, si no oramos, tú estás también ahí.
En nuestra maldad y en nuestra bondad, tú estás ahí.
En nuestro dolor y en nuestra alegría, tú estás ahí.
En nuestro morir y en nuestro vivir, tú estás ahí.
Siempre, tú estás siempre ahí para nosotros.
Hay consejeros matrimoniales, financieros, políticos, escolares, asesores de imagen…una galaxia de personas especializadas en los distintos campos de la vida, hasta de la vida más íntima. Nadie da un paso sin la consulta obligada de los técnicos, los abogados y los consejeros que eliminan los obstáculos y, muchas veces, confiamos tanto en ellos que deciden por nosotros.
Despedida y promesa de Jesús.
“Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”.
Si en los negocios humanos nos vemos tan necesitados de Consejeros y guías, en el negocio de la fe ¿no necesitaremos a nadie? ¿Podremos vivir solos la aventura de la fe?
Los apóstoles, hombres de los que dicen los evangelios que no entendieron la Escritura y vivieron a oscuras hasta el día en que se cumplió la promesa de Jesús: “el Padre os dará otro Defensor”, el Espíritu Santo, que no es más que otra manera de recordarnos la permanente Presencia de Dios en el mundo.
Pentecostés, Dios presente en sus hijos, liberó a los apóstoles del miedo y de la soledad y la ausencia de Jesús la llenó con creces el Espíritu de Jesús.
Los apóstoles, a partir de ese día, son hombres nuevos, poseídos por el Espíritu de Jesús. Llenaron la ciudad de la alegría de la Pascua porque donde está el Espíritu, hay alegría y paz.
Hoy, veinte siglos más tarde, los seguidores de Jesús tenemos otros miedos.
Miedo a dar razón de nuestra fe, la fe es un producto raro en los supermercados del mundo, y la soledad es grande ya que la mayoría de nuestras relaciones familiares y de trabajo viajan por otros caminos y el rebaño de Jesús es cada día más pequeño.
Nuestros bautizados y confirmados, consumidores de ritos y tradiciones porque sí, ignoran las exigencias y la presencia del Espíritu Santo y pasan de sus consejos o inspiraciones. Viven sin la guía del Abogado y no lo echan en falta ¿para lo qué sirve? Se dicen.
Nosotros necesitamos que el Padre nos envíe a su Consejero y Defensor para no sentirnos tan huérfanos y experimentar que “Yo, Jesús, sigo viviendo”.
El Espíritu Santo, nuestro Consejero, sigue congregando a los creyentes en comunidad de hermanos y nos conecta a todos con Jesús.
La Iglesia, esa organización humana, demasiado humana, se distingue de tantas organizaciones sólo humanas porque en ella anida la presencia del Espíritu de la Verdad. Cuando el espíritu humano, el del mundo, “que no lo ve y no lo conoce”, oculta la presencia del Espíritu, la Iglesia se convierte en menos Iglesia, en más organización humana.
El Espíritu Santo, nuestro Consejero, está siempre a nuestro lado, esa es su misión, no para tomar decisiones por nosotros, sino para ser nuestra fortaleza, nuestra luz y nuestro guía y, en nuestra libertad, optar por lo mejor.
El Espíritu Santo, nuestro Consejero, no tiene horas de oficina, actúa siempre y nos enseña que el amor de Dios no es como el amor humano porque no se basa en motivos, es totalmente gratuito y desinteresado.
ORACIÓN
Si somos ciegos, tu luz brilla constantemente.
Si somos sordos, tú continúas hablándonos insistentemente.
Si oramos, tú estás ahí, si no oramos, tú estás también ahí.
En nuestra maldad y en nuestra bondad, tú estás ahí.
En nuestro dolor y en nuestra alegría, tú estás ahí.
En nuestro morir y en nuestro vivir, tú estás ahí.
Siempre, tú estás siempre ahí para nosotros.
0 comentarios:
Publicar un comentario