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MISIONEROS EN CAMINO: Domingo de Ramos (Mt 26,14-27,66) - Ciclo A: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración
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viernes, 15 de abril de 2011

Domingo de Ramos (Mt 26,14-27,66) - Ciclo A: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


Publicado por DABAR

DIOS HABLA

Evangelio de Ramos: Mt 21, 1-11 / 1ª lectura: Is 50, 4-7 / 2ª lectura: Flp 2, 6-11
Evangelio: Mt 26,14 - 27,66

EXÉGESIS

PRIMERA LECTURA: Is 50, 4-7
Aunque en el texto de hoy no se habla del Siervo de Yavé, todos lo consideran parte de los ‘poemas del Siervo’. La misión recibida, la tarea a realizar, lo duro del ‘servir al Señor’; la seguridad de la ayuda del Señor a su siervo que confía en él, nos traen una vez más a la consideración esta figura clave, singular y profética del Siervo de Yavé.
El ‘Siervo’ ha sido elegido por el Señor para llevar a cabo la misión que el pueblo, elegido para ello, no ha cumplido. El pueblo ‘se cansó’, ‘se aburrió’ de servir al Señor y el Señor ‘se vio sometido a servidumbre por los pecados del pueblo (Is.43,22-26). Expresión dura y exagerada, imposible para el A.T., que el profeta utiliza para indicar hasta qué punto el Señor se ‘sometió a su pueblo al que quería’.
Así aparece la grandeza de este siervo que se arrastrará humillado para soportar los servicios negados al Señor.
La alternativa a ‘servir al Señor’ no es ‘no servirle’ (como por ejemplo la alternativa a no creer no es la incredulidad). La alternativa al servir al Señor es ‘servir a otros dioses’. Así, si el servicio encomendó al siervo es (Is 42,4.6..) implantar el derecho, dar la vista al ciego, sacar del calabozo a los presos… lo contrario es el ‘no-derecho: encadenar, cegar… Yo lo había propuesto Josué: “Si no os parece bien servir a Yavé, elegid hoy a quién habéis de servir, o a los dioses a quienes servían vuestros padres…. yo y mi casa serviremos al Señor” (Jos 24, 15).
Hoy estas alternativas son la constante opción entre Dios y los dioses de siempre (poder, placer, tener…). Rehuir, negarse a servir al Señor, implica cargar sobre las espaldas de sus siervos, la misión salvadora de Adonai.
El Siervo de Dios es paradigmático en el AT. Jesús de Nazaret es el mismo Señor, que se hace Siervo para llevar sobre sí el pecado del mundo, la carga no asumida por la humanidad producto del pecado.
Y con El, todos los justos: “Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así plenamente la ley de Cristo” Gal 6,2).
Las lecturas de hoy son una preciosa y dramática Proclamación de la actitud, del talante con que el Siervo Jesús lleva a cabo esta empresa necesaria de la salvación, ante la negativa, el abandono y cansancio de quienes estaban llamados a hacerlo (Is 42,4ss). Hermoso Pregón de Semana Santa.

TOMAS RAMÍREZ
tomás@dabar.net


SEGUNDA EXEGESIS: Flp 2, 6-11

Ciñéndonos al sentido del pasaje y prescindiendo de su entronque en el contexto de la carta - que resulta menos importante - hay que notar que nos encontramos ante un fragmento en forma de himno. Con práctica seguridad se trata de una composición anterior a Pablo y que el Apóstol recoge e inserta en su escrito. No conocemos la situación en que nació, como tampoco su autor o autores. Pero ello no es excesivamente importante para la comprensión.

Como es evidente las líneas tienen como protagonista a Cristo (v.6), Jesús (v.10) o Jesucristo (v.11) que se usan como términos equivalentes, es decir, se refieren a la misma persona. Pero hay alusiones que han de interpretarse del Hijo. Lo cual significa que personaje histórico Jesús es el Hijo.

La idea fundamental es la presentación de la total solidarización del Hijo con el hombre hasta en los aspectos más obscuros de la condición humana hasta llegar a la muerte. "Y muerte de cruz" que es, quizás, la aportación propia de Pablo al himno anterior. El Hijo llega hasta la últimas consecuencias por duras que sean.

En contraste con Adán, que quiso ser lo que no podía, el Hijo vive y muere en la tierra y en la historia renunciando a vivir y actuar como quién es. Este proceso descendente es lo que solemos llamar "kénosis", o "vaciamiento. No se trata de que tal "vaciamiento" del Hijo sea ontológico, es decir, que deje de ser Dios durante un tiempo, sino que existe sin apelar a su íntimo y más profundo ser, por lo cual le afectan los condicionamientos humanos más negativos.

Dejando otros detalles, importantes pero menos en este momento, notamos que el proceso no se detiene en el punto más bajo, sino que continúa en un movimiento ascensional, que puede centrarse en la resurrección aunque no se diga con esa palabra y culmina en la total exaltación.

Lo esencial no es tanto la descripción de los acontecimientos sino el que de este modo Jesucristo realiza el plan de salvación divino. No hay menciones soteriológicas claras, o lo que es lo mismo, de las repercusiones que todo el proceso tiene para los seres humanos, pero son suficientemente claras si tenemos en cuenta que el Hijo lo asume no para lograr algo para sí, sino en favor de los seres humanos.

Con la kénosis de modo especial, pero también con la exaltación, revela y realiza el amor de Dios hacia el género humano y muestra de forma total su interés por nosotros. No es retórica, sino participación, por amor, de nuestra vida. A partir de ese momento nadie puede dudar de que Dios nos ama y nos quiere junto con Él en la absoluta salvación.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net


PASIÓN SEGÚN SAN MATEO

1. Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar (26,21)

Aseveración enfática, directa. Jesús sabe dónde está y lo que sucede en torno a él. Los once lo llaman Señor; Judas lo llama Rabino; él se llama a sí mismo Hijo del Hombre. Su destino no es fruto de la fatalidad; obedece a una previsión y está enraizado en el libre albedrío. El Hijo del Hombre se va: es la vuelta a Dios. ¡Ay del que lo va entregar! (26,24). Grito y gesto proféticos de horror, no de maldición ni de condena, provocado por el alcance trágico que adquiere en ocasiones el libre albedrío. El hijo del Hombre se va, pero nada ni nadie le coge de sorpresa. Él es el Señor.

2. Comed mi cuerpo, bebed mi sangre (26,26-28)

El Hijo del Hombre se va: el ahora trágico. Pero hay un después de reencuentro en la mesa que el propio Padre está preparando. Mientras ese día llega, los discípulos tienen el cuerpo y la sangre de Cristo, garantía del perdón de los pecados.

3. ¡Padre mío! (26,39)

Los discípulos tienen también el modelo de oración de Jesús en momentos muy difíciles: Padre mío, si es posible, que no tenga que pasar por este trance; pero si tengo que pasar por él, ¡bienvenido sea!, estando como estás tú a mi lado.

4. ¡Envaina la espada! (26,52)

La orden de Jesús va mucho más allá del rechazo de la violencia, incluso en situaciones de autodefensa. La orden va dirigida a uno de los que estaban con él, quien desde parámetros exclusivamente humanos estaba dando muestras de desconocer la íntima comunión de Jesús con su Padre y con la historia de la salvación. Esa comunión hacía de Jesús un hombre único en su ser y en su actuar.

5. Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el hijo de Dios (26,63)

La autoridad religiosa judía hacía ya tiempo que tenía indicios de que Jesús actuaba en situación de igualdad con Dios. Recuérdense las palabras de Jesús a un paralítico perdonándole los pecados y que los letrados calificaron como blasfemia (Mt. 9,2-3). La escena de Mt. 26,57-68 es la confirmación de esos indicios: Jesús se proclama en situación de igualdad con Dios.
No tendrás más Dios que a mí, era el precepto básico de la Ley. La autoridad religiosa judía certifica con la Ley en la mano que las palabras de Jesús constituían un flagrante caso de blasfemia, cuya pena, sancionada por la propia Ley, era la muerte. Jamás la legalidad y la injusticia han estado tan misteriosa y trágicamente unidas.

6. Saliendo afuera Pedro, lloró amargamente (26,75)

Esta referencia cierra en positivo un proceso cuyo comienzo y desarrollo han estado viciados por la autosuficiencia (26,30-35) y la falta de oración (26,40-41). El ciclo de Pedro en la pasión de Mateo adquiere un claro valor de ejemplaridad: ¿Por qué se falla? Autosuficiencia; ¿cómo evitarlo? Oración; ¿qué hacer en caso de fallo? Reconocimiento humilde del fallo.

7. He pecado, entregando sangre inocente (27,4). Fue y se ahorcó (27,5)

Primer reconocimiento de la injusticia cometida legalmente con Jesús. Primer reconocimiento de la inocencia de Jesús.
Se desvela en toda su crudeza el alcance del grito y gesto de horror de Jesús en 26,24: ¡Ay del que va a entregar al Hijo del Hombre! El libre albedrío adopta a veces este tipo de final trágico. Judas se lleva consigo el reconocimiento de su pecado y el reconocimiento de la inocencia de Jesús.

8. Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos (27,25)

Final del forcejeo entre la autoridad religiosa judía y el gobernador romano, el único con capacidad jurídica para dictar una sentencia de muerte.
Forcejeo tenso y duro, pues no obstante la legalidad que la autoridad judía consideraba tener de su parte, esa legalidad o no la entendía Pilato o le sonaba muy extraña.
Ante un sobrepasado y desorientado Pilato, los presentes hacen suya solemnemente la legalidad de un veredicto condenatorio de Jesús. La respuesta de la gente es, en realidad, la consagración de la legalidad.
Lo crucial y tremendo de la frase no es la frase en sí, sino el hecho de que jamás hayan estado tan unidas legalidad e injusticia. Pilato es inocente por desorientado; la multitud es inocente por legal. Pero uno y otros llenaron el lugar de sangre inocente. Esta realidad ya la había reconocido Judas (27,4); ahora es la mujer de Pilato quien proclama justo a Jesús. La mujer de Pilato es el segundo reconocimiento de la injusticia cometida legalmente con Jesús.

9. ¡Salve, rey de los judíos! (27,29). Jesús, el rey de los judíos (27,37) ¡Sálvate a ti mismo! (27,40) ¡Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora! (27,43). Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban (27,44)

Éste era el ambiente en torno a Jesús a partir de su condena a muerte. Burla, parodia, mofa, agresividad, ironía, desprecio. Gestos y palabras hirientes, muy hirientes, con dos destinatarios precisos e indefensos: Jesús y Dios. ¡Tremendo! ¡Terrible! ¡Escandaloso! Jesús no pronunció una sola palabra. Mt. 27, 27-44: para leer y releer pausadamente.

10. Jesús gritó: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (27,46)

Tres horas de oscuridad culminan en este grito. Escenografía al servicio de una realidad verificable: el silencio de Dios. Jesús en la cruz experimentó ese misterioso silencio, lo hizo suyo, lo aceptó y lo gritó con las sentidas palabras del salmo 22, 1.

Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu (27,50)

Este segundo grito, el grito inarticulado de la muerte, desencadena una nueva escenografía sobrecogedora: desgarro del velo del templo, terremoto, hundimiento de rocas, tumbas abiertas, resurrección de muertos, que se hacen visibles en la ciudad tras la resurrección de Jesús. La verdad de la escenografía no hay que buscarla en la literalidad de lo afirmado sino en el significado al que apunta: lo antiguo termina, surge algo nuevo. El cuerpo inmolado de Jesús es aurora de una vida nueva. El centurión romano y sus hombres así lo vislumbraban, a la vez que se erigían en el tercer reconocimiento de la inocencia de Jesús. Inocencia venerada por un hombre rico, discípulo de Jesús; inocencia silenciosamente constatada por unas mujeres, discípulas de Jesús; inocencia temida por la autoridad religiosa judía, que consideraba tener de su parte la legalidad.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net




NOTAS PARA LA HOMILIA

“Montado en un asno”
Los reyes de Israel montaban en una mula ( 1 Reyes 1, 33), Jesús, en cambio, escoge un animal más humilde, una borrica, a usanza del pueblo pobre. No es un rey guerrero y violento, sino que entiende el servicio como lema de su Reino. Ya lo anunció el profeta. (Zacarías 9, 9).
Contrasta el estilo de Jesús con las expectativas del pueblo que quiere ver en él la restauración de la monarquía de Israel y la liberación política de sus opresores, los romanos. Las masas ignorantes le han seguido de lejos y, a la hora de perfilar el compromiso, se han echado atrás. Los discípulos tampoco entienden del todo su programa.
En su soledad silenciosa, seguro de su misión y fiel a su proyecto, Jesús avanza hacia Jerusalén, hacia la muerte que sabe inminente. Es consciente de que sus enemigos se la tienen pensada y decidida. Por eso dormirá estos días no en Jerusalén, sino en casa de sus fieles amigos de Betania. Pero hoy avanza con valentía y libertad. Es coherente. Confía en la causa a la que ha dedicado toda su corta vida, el Reino de Dios. Confía en el Padre, aunque sienta debilidad, como hombre mortal que es. De ella serán testigos los olivos de Getsemaní. Con todos estos sentimientos encontrados, su entrada en Jerusalén es una demostración de su libertad.”Doy la vida, para recobrarla después. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente”.(Juan 10, 18).
No les menciona Mateo, pero los niños este día son personajes muy importantes; junto al borrico, gritando su alegría y levantando ramos y trapos al viento, adornan la fiesta y la llenan de alegría. Son un cortejo digno de Jesús. Los niños, ajenos a la malicia de los adultos, abren su corazón a la amistad y a todo lo noble. Jesús lo sabe y les quiere. En el centro, junto a Jesús, el borrico sigue a paso lento su camino. Hoy es una pieza clave. Con él hoy todo lo humilde, simple y sencillo quedó ensalzado por el noble uso que de ello hizo el Maestro. “Contestadle que el Señor los necesita”. Era una orden.

“Pasión según san Mateo”
En general Mateo sigue a Marcos en la pasión de Jesús. Éste domina majestuosamente la situación. Sus sufrimientos quedan iluminados por tres hechos gloriosos que Juan profundizará: pondrá testigos apocalípticos de esta muerte soteriológica; hace ver que Jesús cumple libremente la voluntad de Dios y que sabe cuándo ha llegado su hora.
Mateo aporta reflexiones propias y las formula con textos del Antiguo Testamento. Son detalles propios de él las treinta monedas de plata, el sueño de la mujer de Pilatos, su lavatorio de las manos, la confesión pública de Judas y su arrepentimiento.

La pasión de Jesús continúa hoy
“Sabemos que Cristo, resucitado de la muerte, ya no vuelve a morir, la muerte no tiene poder sobre él”.(Romanos 6, 9). Es fundamental partir de esta Palabra de Dios, para entrar correctamente en la Semana Santa, sin perder la perspectiva hacia la cual tiende toda ella, la Resurrección de Jesús y la nuestra con Él por la renovación de nuestro bautismo; la Vigilia Pascual es la meta de toda la Cuaresma.
Jesús continúa muriendo en todos los hombres y mujeres privados de libertad, sin lo necesario para vivir dignamente, explotados, víctimas de drogas, guerras, torturas y opresiones. Son vendidos o se venden por un plato de lentejas. A los pobres del mundo les toca sobrevivir, si no mueren antes, con su durísima cruz a cuestas. Ojalá tengan algún Cireneo a su lado. A éstos hemos de acompañar los que pretendemos ser discípulos de Jesús y testigos de su resurrección.

“Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte”. (Segunda lectura).
Este himno prepaulino es una contemplación de la primitiva comunidad apostólica ante la muerte y resurrección de Jesús. En él se proclama la trayectoria del Hijo bajando hasta lo más profundo de la experiencia humana y levantado luego por Dios hasta la altura divina. “Se despojó de su rango”. Se vació de su dignidad y por fuera de todos sus derechos. Quiso experimentar la debilidad, el dolor, el miedo y la soledad total. Por eso tenemos un intercesor válido ante el Padre, que conoce por experiencia lo que es ser hombre de barro. Sólo el amor puede empujar hasta tan abajo y alcanzar profundidades tan hondas.
Su ejemplo nos estimula a la solidaridad, a la humildad y a la esperanza., ya que estos campos de soledad y de muerte, han sido pisados por Jesús con la cruz a cuestas. Sus hondas huellas han hecho brotar flores y vida en pleno desierto. “Donde proliferó el delito, lo desbordó la gracia”. (Romanos 5,20).

LORENZO TOUS
lorenzo@dabar.net


LA MISA DE HOY

Rito de la Bendición de los Ramos

SALUDO
Hermanos: Que Dios Padre que en su Hijo Jesucristo, el Siervo humilde y fiel, ha cumplido sus promesas de salvación para la humanidad esté con todos vosotros.

ENTRADA
La Celebración de la Eucaristía en este Domingo de Ramos es la puerta de la Semana Santa. Queremos acompañar desde una fe viva y adulta a Cristo en su Misterio Pascual, en su paso de la muerte a la vida, de la cruz a la resurrección.
Hoy, la celebración de la Misa, iniciada con la procesión de los Ramos, y la posterior lectura de la Pasión de Cristo, nos ayudan a conmemorar la entrada de Jesús en Jerusalén. Dios Padre ha cumplido en Jesucristo las promesas de salvación hechas a la humanidad, y esto nos llena de alegría. Los ramos expresan este gozo, y además anticipan y hablan del triunfo de la vida sobre la muerte. El relato evangélico de la Pasión nos recuerda que la muerte de Jesús, el Mesías prometido y esperado es el camino hacia su resurrección y la nuestra.
Participemos en la procesión y la Eucaristía de este Domingo de Ramos: acompañemos a Jesús en su entrada en Jerusalén; hagamos nuestra su Pascua: su muerte y su resurrección.

LECTURA EVANGÉLICA
Jesús llega a Jerusalén. En Él se cumplen las promesas hechas al pueblo de Israel, a toda la humanidad. Cristo, el Hijo de Dios, su Siervo fiel, elige la humildad, el servicio. Jesús entra en la ciudad montado en un asno. La gente aclama a Jesucristo. Su encarnación, su entrega, su solidaridad con la persona humana, su amor hasta la muerte, su vida resucitada, nos traen la Salvación de Dios.

MONICIÓN A LA PROCESIÓN
Hoy, traspasamos el umbral de la Semana Santa. La procesión que va a dar comienzo en este Domingo de Ramos expresa la fe en Jesucristo. Sólo si creemos en Él podremos celebrar, vivir y anunciar de forma auténtica su muerte y resurrección. Demos gracias a Dios por su Hijo Jesucristo, Nuestro Salvador, por su amor sin límites ni distinciones. Comuniquemos a todos la vida nueva de Cristo, con las palmas de nuestro testimonio de fe, y los ramos de la acogida y la caridad.

Rito de la Misa

ACTO PENITENCIAL
(Para las misas en que no se hacen los ritos precedentes)
Jesucristo es resurrección y vida nueva para todo el cree en Él. Con humildad y confianza reconocemos nuestros pecados y le pedimos perdón al Señor.
- Jesucristo, obediente al Plan de Dios Padre, que ama al pecador. Señor, ten piedad.
- Cristo, Hijo amado del Padre, Mesías incomprendido y rechazado por nuestra indiferencia e incredulidad. Cristo, ten piedad.
- Jesús, Siervo manso y humilde, Palabra que consuela y fortalece, Vida resucitada que vence la muerte. Señor, ten piedad.

LECTURA PROFÉTICA
El Siervo del Señor lleva a cabo, de parte de Dios, su misión de consuelo, de ánimo y fortaleza para los que se encuentran atribulados. La escucha atenta a la Palabra de Dios, la disponibilidad a su voluntad y la confianza en el Señor son el fundamento de la vocación y tarea del Siervo de Yahveh. Esta experiencia no sólo le ayuda al Siervo en medio del sufrimiento y la prueba, sino que lo conduce al triunfo, a través de la humillación y la muerte.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 21)
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere».
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

LECTURA APOSTÓLICA
Pablo introduce este himno a Jesús, el Señor para fundamentar, en Cristo, la invitación a la humildad, a la renuncia de uno mismo, a tener los mismos sentimientos y actitudes de Jesús. Nos presenta todo el itinerario de su Encarnación, abajamiento hasta la muerte de Cruz, exaltación y resurrección. Su obediencia a Dios Padre y su solidaridad con el ser humano le llevan a la muerte. Pero Dios lo resucita y lo coloca a su derecha.

LECTURA EVANGÉLICA
San Mateo nos narra la Pasión y muerte de Jesús. El evangelista nos va a contar los padecimientos de Jesús. En la Pasión de Jesucristo se cumplen las Escrituras: Él es el Mesías esperado, es el Siervo de Yahveh anunciado por Isaías. La Nueva y eterna Alianza comienza en la pasión, en la muerte de Jesús. Él es el Hijo de Dios, y por eso dice sí a la cruz, y en ella se nos muestra como Hijo amado de Dios. Cristo se da totalmente, hasta entregar su vida, para revelarnos el amor salvador de Dios.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Tú nos has dicho, Señor: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Nosotros, confiando en este amor que no tiene fin elevamos nuestras súplicas a Dios Padre, diciendo: Creemos en tu amor, Señor.
- Por el Papa, los Obispos, los sacerdotes, los religiosos, todos los fieles laicos, para que nuestra fe y el testimonio de la caridad anuncien a toda la humanidad la experiencia gozosa del triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte. Oremos
- Por todos los países de la tierra para que acojan la paz y concordia que brota de la cruz de Cristo, y no rechacen la experiencia de Dios. Oremos
- Por todos los que en su vida sufren por causa de la indiferencia y el rechazo de los demás para que sepamos reconocer en ellos a Cristo crucificado. Oremos.
- Por nuestra comunidad (Parroquial) para que en estos días contemplemos desde la fe y la gratitud la fidelidad y su entrega de Jesús, y asumamos su camino de donación y servicio, como el único camino que conduce a la vida. Oremos.

Oración: Escucha, Padre nuestro, las oraciones que a Ti te dirigimos, para que los que acompañamos a Cristo, en su entrada en la ciudad santa de Jerusalén, vivamos desde la confianza en tus promesas y el servicio desinteresado a los hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
JESÚS GRACIA LOSILLA
jesús@dabar.net


Cantos para la Celebración

Nota.- Conviene ambientar estos días con las obras clásicas y, a ser posible, tener un grupo que prepare cuidadosamente las celebraciones de la Semana Santa.
Entrada (Procesión inicial): Alégrate y goza Jerusalén (de Palazón); Hosanna, Hosanna (disco “Hoy vuelvo de lejos” de Erdozáin); Lauda Ierusalem (popular); Qué alegría cuando me dijeron (de Manzano); Alabaré (popular); Alabad al Señor (popular); Hosanna al Hijo de David (disco “Cantos del Misterio Pascual); Hosanna (de Jesucristo Superstar).
Salmo: LdS; Dios mío, Dios mío (1CLN-D 34).
Aclamación antes del Evangelio: Cristo por nosotros (disco “Hoy vuelvo de lejos” de Erdozáin).
Lectura de la Pasión: se pueden intercalar aclamaciones como: Victoria, tú reinarás; Perdona a tu pueblo; Amante Jesús mío; Gloria, honor a Ti.
Ofertorio: Con amor te presento, Señor (disco “Viviremos con Él”).
Santo: de Manzano.
Comunión: Beberemos la copa (1CLN-O 10); Oh Señor, yo no soy digno (popular); Cerca de Ti, Señor (popular); El Señor nos invita (disco “15 Cantos para la Cena del Señor”).

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WebJCP | Abril 2007