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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales litúrgicos y catequéticos: 19 de Marzo Día de San José
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jueves, 17 de marzo de 2011

Materiales litúrgicos y catequéticos: 19 de Marzo Día de San José



Monición de entrada:

(A)
En el camino de la Pascua, celebramos cada año la simpática fiesta de san José. Aunque en la Cuaresma nuestra mirada está fija en Jesús, que va subiendo a la Cruz, no se puede decir que san José nos distraiga de nuestro camino. Al contrario, en nuestra preparación a la Pascua nos puede ayudar este santo humilde, trabajador, fiel, hombre “justo”, o sea, un “hombre bueno”: un modelo de lo que Dios nos pide desde nuestra existencia de cada día, sin cosas extraordinarias, pero con fidelidad y docilidad a sus planes.

(B)
Hay personas que hablan mucho y hacen poco. Otras sumamente eficaces sin apenas hablar. De san José no nos queda ni una palabra y sobre él, dichas por otros, muy pocas. Se dice que era justo y dócil a las instrucciones del Señor. Eso basta. Fue el hombre de confianza de Dios al que encomendó la custodia de lo más santo y sagrado. No quedó Dios defraudado.

(C)

Celebrar, durante este tiempo de Cuaresma, la fiesta de san José, puede ser una ayuda para comprender qué espera Dios de nosotros, en este tiempo de renovación de nuestra vida cristiana de cada día. José es un ejemplo sencillo de cumplimiento de la voluntad de Dios. Es decir, de hacer bien todo lo que hacemos. Porque esta es la voluntad de Dios: en nuestra vida de familia, en nuestro trabajo, en todo lo que hacemos..., todo hacerlo bien.



Saludo

Que el amor de Dios, el Padre de la gran Familia, y el ejemplo de San José, modelo de padre de familia, estén con todos vosotros...


Pedimos perdón

(A)

Antes de iniciar esta celebración en la fiesta de san José y en medio del clima de Cuaresma que vivimos, abramos nuestros corazones a la gracia de Dios que nos perdona de nuestros pecados.

Tú, despojado y sencillo. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú obediente a María y a José, CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú, provocador de santidad. SEÑOR TEN PIEDAD...

(B)

Señor, Jesús, Tú viviste bajo la tutela de José. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú quisiste ser conocido y nombrado como el hijo del carpintero. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú viniste a salvar al pueblo de sus pecados. SEÑOR, TEN PIEDAD...


Gloria

Desde la alegría que nos invade hoy, elevemos nuestra alabanza a Dios, que nos concedió como Patrono de la Iglesia, ejemplo de padre y modelo de creyente a José, diciendo: Gloria a Dios...



Escuchamos la Palabra

Lecturas de la fiesta…


Homilías

(A)

A José se le ha quitado siempre todo protagonismo. Todo se “cuece” al margen de él. José no se entera de lo que está pasando hasta que pasa. A los ojos de la gente José es padre y esposo y jefe de familia. Pero la verdad es que “todo se ha hecho sin que él se enterara de nada”.
Imagínate por un momento los sentimientos que tienes cuando las cosas normales de la vida en las que participas se hacen “al margen”, sin consultarte, sin decirte una palabra, sin contar contigo... Imagínate cuando un día despiertas y empiezas a darte cuenta de que pasan cosas “extrañas” a tu lado, y tú sin enterarte de nada. Creo que ésa es la experiencia que vivió José: estaba metido en un proyecto divino del que no sabe nada, no se le ha consultado nada... Al menos a María, su mujer, se le pidió permiso, se le pidió un sí. A José ni se le informa. Se empieza a enterar cuando ya todo es una realidad avanzada... Dios involucra a José en un proyecto sin pedirle consentimiento previo. Parece un poco inhumano... Lo de Dios supera siempre lo humano.
José abre los ojos al acontecimiento y asiente. José calla, no hace preguntas. José hace silencio y carga con la realidad. José acepta colaborar en un proyecto que no es suyo, sino de Dios. No se explica cómo ha podido pasar. Acepta que pasa. El único proyecto que José tiene que abandonar es que él había ideado en su interior: abandonar a María en secreto. ¡Esto es fe! ¡Esto es un creyente! Lo único que al final tenemos que romper es lo que nosotros habíamos programado...
Quizás sea éste uno de los signos para medir nuestra fe. Tan acostumbrados a agendas y a programaciones, a elaboración de proyectos, a elaborar nuestro proyecto personal...etc, no estamos como para romper el proyecto... Suena el teléfono. Te proponen algo y dices: “Lo siento, ya tengo planes para estas fechas; ya tenemos plan...” Y se acabó la historia. Y sigues tu historia.
José se deja meter en otra historia (la historia de Dios) y colabora con ella aunque él no la ideado. El único que idea y hace planes de salvación es Dios. José, sin grandes disquisiciones, entra en esta lógica de Dios. José era un hombre bueno y justo. Por eso ve que en la trama sencilla de su vida, sin ir más lejos, está la trama de Dios salvador.
Muy cerca de ti y de mi, en nuestra vida más corriente, está la corriente de salvación en la que Dios quiere que participemos y seamos “buenos y justos” En las cosas que participas, en aquello a lo que te asomas allí puede estar lo que te reclama “bondad y justicia” para que la salvación de Dios llegue a otros. ¡Qué sencillo es todo! NO hace falta mucho más. Bueno, sí, tener un poco de fe y confianza para ser capaz de romper tu plan secreto... Así es como llega el Salvador. Así es como llega la salvación de Dios a ti y a los demás...
Ser creyente es dejarse llevar por Dios. Ser creyente es romper planes personales y acoger los planes de Dios que siempre son concretos y sencillos. Están al alcance de la mano, están en la trama de tu historia personal
¡Ojalá tú y yo lo entendamos! Si no hemos tenido en la vida la experiencia de abandonar nuestro plan ¿estaremos colaborando con el plan de Dios? ¿Seremos buenos y justos, como José?

(B)

La imaginación popular ha representado a San José como un personaje anciano que realiza un papel gris de venerable protector de María y de Jesús. En realidad los evangelios nos dicen concretamente muy poca cosa sobre él, pero nada nos permite convertirlo en un personaje de segunda fila. Todo lo contrario: la misma sobriedad de los evangelios es su mejor elogio. Porque significa que fue un hombre del pueblo que –en la sencillez de su vida- supo realizar el servicio que Dios esperaba de él.
De ahí que la fiesta de san José sea para nosotros una celebración llena de contenido cristiano. Porque nos dice elocuentemente que lo que importa no es realizar grandes cosas, sino hacer bien el servicio que a cada uno corresponde.
La grandeza de José está en la realidad de su vida: la vida de un trabajador manual, en un pequeño pueblo, que se ganaba el pan en el duro esfuerzo de cada día; la vida de un hombre enamorado de aquella mujer del pueblo, de aquella mujer llena de gracia, llamada María; la vida de un hombre que con su sencilla ejemplaridad y su amor generoso puede presidir una familia en la que creciera el Mesías.
No sabemos que José hiciera nada extraordinario (a no ser que el hacer bien las cosas de cada día y saber amar de verdad sea lo más extraordinario que un hombre puede hacer). Pero sí sabemos que José fue un eslabón fundamental en la realización de la voluntad de Dios. Es lo que querían expresar las lecturas de hoy.
Y esta realización de la voluntad salvadora de Dios –esta voluntad es comunicar vida, vida abundante- continua en la realidad de nuestra vida. Esta es la palabra que hoy debe escuchar cada uno de nosotros: es preciso realizar en nuestra vida concreta el servicio que Dios espera de nosotros. No se nos juzgará por si hemos realizado grandes hazañas, sino por si hemos hecho bien lo que debíamos hacer (sea lo que sea). Este es nuestro servicio, un servicio que nunca queda limitado a nosotros sino que siempre alimenta y edifica y empuja el camino de otros.
Es curioso que la Iglesia quisiera dar a san José el título de Patrón de la Iglesia. Y me parece que hizo bien, porque el servicio que todos nosotros hemos de realizar en la Iglesia es casi siempre un servicio sencillo, que consiste sobre todo en hacer bien lo que tenemos entre manos. No hemos de poner el acento en que sea más o menos ostentoso, sino que sea un servicio cristianamente eficaz. O, dicho de otro modo, que sea un servicio grande o pequeño pero realizado con fe, con esperanza, con amor.
Por eso es también coherente que esta fiesta de san José esté unida –en muchos lugares- a un recuerdo especial para aquellos que dedican o quieren dedicar su vida al servicio de la Comunidad cristiana. El servicio del sacerdote (o de cualquiera que realiza algún servicio en la Iglesia) debería ser muy semejante al de san José: un servicio sencillo, modesto, pero indispensable.
Y del mismo modo que el servicio de José, en su sencillez, no fue fácil. Tampoco lo es el del sacerdote o el de cualquiera que desempeña una función en la Iglesia. No es fácil y por ello necesita la ayuda, la comprensión, la colaboración de todos. Pero es también necesario, indispensable, y por eso siempre necesitaremos que haya quienes tengan la osadía de querer realizarlo. Con fe, con esperanza, con amor. Una Iglesia, una Comunidad, en la que no surgen cristianos dispuestos a este servicio es una Iglesia y una comunidad enferma. Y de esta enfermedad todos –pastores y fieles- somos responsables.

(C)

a) Las lecciones que nos da san José son claras. Es un hombre de fe, abierto y dócil a los mensajes de Dios, que le llegan de modo misterioso; es el hombre justo y bueno que, como Abrahán, cree en Dios y mantiene en todo momento la esperanza. Nos enseña a cumplir la misión que Dios nos encomienda a cada uno. Para él fue la de ser el custodio de Jesús y María.
Todos nosotros tenemos una misión que cumplir, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestro ambiente social: además de ser buenas personas, que saben ayudar a los otros y hacerles felices, se nos pide que colaboremos a que la Buena Noticia de Jesús alcance a todos.

b) La figura de José tiene también una dimensión eclesial y, en muchas diócesis, se celebra hoy “el día del Seminario”. De él decimos que se le confiaron los misterios de la salvación, también se puede decir que a la comunidad eclesial se le ha encomendado conservar y llevar a plenitud esos misterios, evangelizando, celebrando y construyendo un mundo nuevo. Y los ministros, dentro de esa comunidad, son personas a las que, como a José, se les pide un servicio generoso, discreto, fiel, para bien de todos.
José cumplió esta tarea desde la sencillez de su vida diaria. Lo que Dios nos pide no es siempre un papel de primera línea. José, sin cosas espectaculares, supo ser fiel. No pronunció palabras solemnes ni hizo milagros. Pero, desde su vida y su trabajo de cada día, fue diciendo “si” a Dios. Tampoco a nosotros la renovación pascual nos pide actitudes solemnes, sino la profundidad de las cosas sencillas y vitales.

c) Muchas veces, en nuestra vida, como en la de Abrahán o la de José, se entrecruzan momentos de dificultad y duda. Junto a días de paz y alegría, hay otros de angustia y dolor. José fue obediente también cuando tuvo que emigrar o huir de la persecución o llevar una vida escondida en Nazaret o experimentar el dolor de la pérdida de su hijo en el Templo o desempeñar siempre un papel secundario en la historia. Fue generoso en su respuesta: “hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”.
Acercarse al misterio de la salvación, del que es protagonista Dios, muchas veces supone la oscuridad y el miedo: el camino del desierto y de la Cuaresma y hasta de la Cruz. No creemos en Dios por seguridades que nos da, sino porque nos fiamos plenamente de él. Como José.

(D)

Podríamos decir que la grandeza de José radicó en su humildad. Porque se vació del todo, Dios lo llenó del todo. Y con María, muy bien podía cantar: “El Poderoso ha hecho obras grandes en mí”.
Sabe ceder el protagonismo a los demás, mientras él se va escondiendo. Podía también aplicársele aquellas palabras del Bautista: “Conviene que él crezca y que yo disminuya”. Esta humildad de José sólo se explica por su radical vaciamiento. Por eso le resultaba fácil reconocer los valores de los demás y alabar a Dios por ello. Anda que no alabaría a Dios por las gracias que veía en María y en Jesús.
José, es una de esas personas que apenas se ven, sólo se sienten. No viven para sí. No quieren ser protagonistas de nada. En el evangelio no se recogen sus palabras, ni sus hechos, ni nada.
La humildad es la firma que Dios pone en todas sus obras. Y todo el que es humilde, es que ha conocido a Dios. En cambio, una de las cosas que más aleja de Dios es el orgullo.
Y en este día en que celebramos la fiesta de san José, la Iglesia nos invita a celebrar el día del Seminario.
¿Sirven para algo los curas?
Los curas sirven para servir. Lo decía un padre a su hijo seminarista: como una escoba, hijo mío, como una escoba, siempre dispuesta a ser utilizada, pero sin esperar recompensa alguna: gastándose una vez y otra; pero sin esperar que la coloquen en una vitrina.
Quiero fijarme en las manos de los sacerdotes:
Manos para bendecir: ¿Puede contar un sacerdote las bendiciones que ha impartido? Sus manos son vehículo de gracia, de favores divinos.. Si sus bendiciones son eficaces, el sacerdote tendría que tener las manos quemadas, de tanta energía divina como pasan por ellas. La gracia de los sacerdotes pasa por sus manos, sea para perdonar, para santificar.
Bendice a las personas, los trabajos, los objetos y a todas las cosas. Que cada una de estas bendiciones sea garantía de protección y salud.
Bendecir quiere decir orar. Quien levanta sus manos a Dios está orando, alabando, intercediendo, amando. El sacerdote habla a Dios de los hombres y habla a los hombres de Dios.
Manos para partir. Es su misión más importante, la fracción del pan. “Haced esto”, les decía Jesús, lo que yo hago, partir y repartirlo. Y partiendo el pan los sacerdotes celebran la eucaristía y hacen presente a Cristo.
Este partir el pan nos tiene que llevar, claro, a compartir las cosas, a partirnos nosotros mismos. Es una actitud de entrega. De tanto celebrar la Eucaristía, nosotros mismos tenemos que hacernos pan, para alimentar a los hermanos. Ello significa que tenemos que partir nuestro tiempo, nuestros sentimientos, nuestra vida con todos los demás. Si a Cristo se le conocía al partir el pan, que sea también ése nuestro distintivo.
Manos para dar: Las manos del sacerdote como las de Cristo no pueden retener nada, tienen que estar gastadas de tanto dar. Si tenemos que darnos a nosotros mismos, ¿cómo no vamos a dar nuestras cosas? Recordando la multiplicación de los panes, Jesús lo que hacía era bendecir y repartir. Pues esto mismo.
Un sacerdote que no tiene siempre sus manos abiertas, se parece más a Judas que a Jesús. “Da a quien te pida, amigo sacerdote, da aún aquello que te ilusiona o podrías necesitar, da hasta que no tengas nada, hasta que sólo te quede el amor”.
Manos para servir: Las manos que tocan a Cristo con devoción y cariño deben prolongar este toque de gracia a todos sus hermanos, especialmente a quienes más lo necesiten. Que se acerquen a los niños para acariciar, a los enfermos para aliviar, a los pobres para levantar, a todos para lavar los pies. El sacerdote está para servir, con su oración, con su palabra, pero especialmente con sus manos.
Sacerdote, cuando presentes tus manos al Señor, no las presentes ni vacías ni llenas, preséntalas gastadas.


(E)

Curas, ¿para qué?
Con este título publicaba hace ya quince años H. Küng un pequeño libro sobre la tarea propia del sacerdote. Bastante gente se sigue preguntando hoy para qué sirven los sacerdotes en una sociedad como la nuestra.
Lo que nuestra sociedad parece necesitar son políticos hábiles que nos resuelvan los problemas de nuestra convivencia socio-política. Economistas audaces que encuentren alguna solución al grave problema del paro. Hombres de empresa que levanten el país. Pero, curas, ¿para qué?
En este día del Seminario en que se nos hace a todos una llamada a preocuparnos de los futuros sacerdotes de nuestras comunidades cristianas, quisiera responder de alguna manera a esta pregunta no desde una teología del ministerio sacerdotal sino desde la experiencia modesta de bastantes sacerdotes.
Si tuviera que invitar a unos jóvenes a hacerse sacerdotes ¿Qué les diría?
Yo os animo a ser sacerdotes para escuchar los interrogantes, miedos e incertidumbres de tantos hombres y mujeres que han abandonado a un Dios en el que ya no podían creer y necesitan que alguien los acompañe en la búsqueda del verdadero rostro del Padre revelado por Jesús.
Haceos curas si queréis sembrar un poco de esperanza en tantas personas que viven sin horizonte, llenas de cosas, pero con el alma vacía y triste, sin saber qué sentido dar a su vida.
No dudéis en dar el paso si queréis contribuir a que en nuestros pueblos no se oigan solamente las palabras de los políticos, las voces de los cantantes o los anuncios comerciales de la televisión, sino que se siga escuchando el mensaje liberador de Jesús.
Animaos a ser sacerdotes si queréis denunciar desde el Evangelio, con libertad y sin depender de las consignas de ningún partido, las mentiras, injusticias y violencias que nos deshumanizan cada día.
Tomad en serio esa llamada que sentís dentro de vosotros, si queréis compartir las inquietudes de los jóvenes, comprender sus contradicciones y orientarlos hacia una vida más sana y positiva.
Haceos sacerdotes, si queréis trabajar desinteresadamente por una cultura nueva de paz promoviendo entre nosotros el diálogo, el respeto mutuo, la defensa de toda persona, el perdón y la reconciliación.
Orientad vuestra vida hacia el servicio sacerdotal si queréis animar comunidades cristianas donde los hombres y las mujeres de nuestro tiempo aprendan a creer en Jesús y descubran dónde puede poner el ser humano su última esperanza.
Yo os invito a ser sacerdotes para defender los derechos humanos que todos defienden e, incluso, los que apenas defienden nadie, como el derecho a la vida interior, el derecho a morir con esperanza, el derecho de todo hombre al amor y a la solidaridad de todos, el derecho a buscar a Dios.
Si un día llegáis a ser sacerdotes, no os espera una vida fácil. No haréis dinero. No tendréis gran prestigio social. Seréis fácilmente discutidos y hasta rechazados. Pero nadie os podrá quitar la alegría de vivir haciendo este mundo un poco más humano desde el Evangelio de Jesús.


Oración de los fieles

(A)

Presentemos nuestras peticiones a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, e imploremos la intercesión de San José:

Por la Iglesia, para que viva en todos sus miembros la vocación a la santidad. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por el valor de la vida, por la dignidad de todas las personas y por la solidaridad entre los pueblos. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Para que cada cristiano desarrolle la misión que se le ha encomendado. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por las familias, para que vivan las alegrías y las penas con verdadera unión. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por los padres, para que ayuden a sus hijos a crecer en libertad y en responsabilidad. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por nuestra Comunidad, para que seamos una verdadera familia abierta a las necesidades de la Iglesia y del mundo. ROGUEMOS AL SEÑOR...

Ayúdanos y protégenos, Señor, por intercesión de san José y derrama tu gracia abundante sobre todos, especialmente sobre los padres y sacerdotes. Por JNS...

(B)

Que nuestra oración llegue confiada a Dios Padre.

San José nos da un admirable ejemplo de bondad, de fidelidad y de respeto. Pidamos que los cristianos y todos los hombres practiquemos más estas virtudes de cada día. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Las comunidades cristianas necesitan sacerdotes, hombres de fe y esperanza, que hagan presente el amor salvador de Dios. Pidamos al Señor que su gracia suscite entre nosotros fieles servidores de la comunidad. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Hoy es también un buen día para recordar en nuestra oración a todos quienes se ganan la vida con un trabajo manual, de carpintero o albañil o lo que sea. Por ellos: ROGUEMOS AL SEÑOR...
Pidamos también por nuestras familias y por todos nosotros. Sobre todo por los que hoy celebran su santo. Para que según el ejemplo de José seamos fieles a nuestro camino, confiados en el amor de Dios. ROGUEMOS AL SEÑOR...

Escucha, Padre de bondad, la plegaria que te ha dirigido tu pueblo confiando más en tu amor que en nuestras obras. Por JNS...

Ofrendas

Presentación de un instrumento de carpintería

Mira, Señor, yo te ofrezco este instrumento de carpintería, semejante al que pudiera haber utilizado San José en el ejercicio de su trabajo. Sin embargo, lo hago como expresión del estilo y talante de San José, que vive y trabaja por y para su familia. Haz, que todos nosotros imitemos al Padre de la Sagrada Familia en nuestras tareas profesionales, trabajando para los demás, y no sólo por nuestro enriquecimiento.

Presentación de una alianza matrimonial

Por mi parte, Señor, yo te ofrezco hoy, en esta fiesta de San José, mi alianza matrimonial. Es el signo de mi vida y entrega en fidelidad a la mujer con la que me uní de por vida y con la que he construido una familia. En nombre de todos los padres de familia, te ofrezco hoy mi compromiso conyugal y de padre, que se deriva del sacramento del Matrimonio. Revive, sin embargo, en todos nosotros la gracia sacramental para que vivamos nuestros compromisos desde la dedicación y la alegría.

Presentación de unas semillas

Aquí me tienes, Señor, con estas semillas que yo te quiero ofrecer, en esta fiesta de San José y Día del Seminario, pidiéndote que aceptes este don que Tú mismo nos has hecho y cuides de su desarrollo y crecimiento, pues, sin tu gracia, nada de lo que vive ha nacido y alcanza madurez. Siembra la vocación al servicio de la Iglesia en los corazones de nuestros jóvenes. Y recuerda, de una forma especial, a todas aquellas comunidades que carecen de sacerdote...

Prefacio...

Te damos las gracias, Señor, por tu Hijo Jesús,
por su madre y nuestra madre, María,
y por la gran figura del Patriarca San José.
Tú has creado la familia humana
para que todos vivamos en el amor
y seamos felices ayudando a los demás.
Nos has dado el ejemplo de María y José,
como modelo de entrega a tu Hijo en la tierra.
Por medio de José nos señalas
cómo vivir dentro de nuestro pueblo
de forma humilde y sencilla.
Hoy, día de su fiesta, nos sentimos agradecidos
y queremos entonar en tu honor un himno de alabanza
que nos sale del fondo del corazón:

Santo, Santo, Santo...



Padre nuestro

El mayor regalo para los hijos son sus padres, y para los padres, sus hijos. Todos nos sentimos alegres y dichosos cuando la familia está reunida en torno a la misma mesa, compartiendo el mismo pan. A nuestro Padre Dios le pedimos que a ninguno de sus hijos le falte una mesa familiar y un pedazo de pan, como los tuvo Jesús, gracias a María y a José: Padre nuestro...

Nos damos la paz

Amigos, ojalá que la paz que reinó en la casa de la Sagrada Familia inunde hoy nuestros corazones, nuestras familias y nuestra comunidad cristiana. Que la paz del Señor esté con todos vosotros...
Démonos fraternalmente la paz-


Compartimos el pan

Con una fe semejante a la de Abrahán, el padre de los creyentes, y a la de José el padre de la Sagrada Familia, acerquémonos hoy a este sacramento de la fe. Seguro que será para nosotros fuente de vida y de gracia. Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados...

Oración de despedida

Somos tus hijos, Señor,
tu Familia, tu Iglesia, tu Pueblo.
Te damos gracias por nuestra familia,
porque nos has dado unos padres estupendos,
porque nos permites tener un hogar
con calor, con comprensión, con amor.
Te damos gracias por nuestro pueblo,
porque nos has dado una tierra fecunda,
un paisaje admirable,
buenos vecinos y amigos,
y el ejemplo de San José,
modelo de esposo, padre y vecino.
Ayúdanos con tu bendición y protección
a construir con amor nuestra familia
y un pueblo en paz.
Queremos que el mundo sea un gran familia,
una fraternidad universal...
Te lo pedimos...

Bendición:

Hemos considerado la figura de San José. Hemos valorado su silencio creyente y su colaboración en los planes de Dios. Que su ejemplo nos anime a vivir con el talante cristiano de las bienaventuranzas, recogiendo el relevo de tantas personas buenas que nos han precedido.
Que la Bendición...

En el día del Padre

(Un niño en nombre de todos dice esta oración...)

Señor: nos han bombardeado estos días
con toda clase de propaganda de regalos para el día del Padre.
Regalos de todos los precios y para todos los gustos:
Pero nosotros, Señor, no queremos a nuestros padres
por lo que se nos anuncie,
ni porque los comerciantes nos recuerden su “día”.

Sabemos que no podemos pagarles lo que han hecho
y siguen haciendo por nosotros,
ni aunque les regaláramos un reloj de oro macizo.
Su trabajo por nosotros no se paga con todo el oro del mundo.
Su cariño, muchas veces callado,
vale más, mucho más que todos los regalos
que se ofrecen en los grandes almacenes.
Vale más que todos juntos...

Nosotros hoy, queremos regalarles nuestro amor.
Y queremos hacerlo por las muchas ocasiones
en que lo damos por supuesto, pero no se lo decimos.
También para compensar nuestros fallos,
por las veces que no nos portamos con ellos como se merecen.
Y por las muchas veces que pensamos
que su trabajo y su dedicación sin reserva a nosotros,
es algo natural,
algo así como una obligación sin ningún mérito.

Queremos ofrecer a nuestros padres todo el amor.
Y, a parte de algún regalillo,
mucho más valioso por el cariño que ponemos en ellos,
que por el dinero que cuesta,
queremos darles ahora un regalo precioso:
nuestra oración por ellos ante Ti,
el mejor Padre de todos,
el más tierno, el más poderoso.

Protege, Señor, a nuestros padres.
Prémiales por todo lo que nos quieren
y por todo lo que se sacrifican por nosotros.
Dales buena salud, para que sean felices.
Haznos a nosotros felices con ellos,
para vivir unidos en una piña familiar.
Ayúdanos a ser buenos y felices
bajo su mirada paternal.
Amén.

(B)

En el día del Padre

José, un hombre de Dios

Señor, este día celebramos a todos los padres,
a aquellos que saben tratar a sus hijos con ternura,
a los que nadie les ha enseñado el amor y son fríos,
ya los que tienen dificultades y dudas en su paternidad.

No siempre es fácil mantener la familia,
muchos padres han de sufrir paro o prejubilación,
y no encuentran su lugar adecuado en el mundo.
Envuélveles hoy, especialmente, con tu Amor.

Ayuda a cada padre en su dificultad,
sugiérele la mejor manera de educar,
de contagiar valores y de enseñar la libertad,
de responsabilizarles y no llenarles de cosas.

Tú, José, que no lo tuviste nada fácil,
que pasarías tus dudas y dificultades,
protege a todos los padres de la tierra
y ayúdales a cumplir bien su misión.

Bendice a los nuevos padres,
a los que no logran su sueño de paternidad,
a los que no tienen tiempo por exceso de trabajo,
y a los que se agobian y no saben jugar.

Envuelve a todos los padres, para que lo hagan mejor,
sugiéreles, José, cómo potenciar con amor a los hijos,
enséñales, Dios Padre, a poner ilusión
en la tarea sagrada de hacer personas felices.

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WebJCP | Abril 2007