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jueves, 17 de marzo de 2011

19 de Marzo Día de San José: ¡CON LAS BOTAS PUESTAS!


Comentaba el Papa Benedicto, siendo cardenal, que en la casa de unos amigos personales se hallaba un relieve en el que se mostraba la noche de la fuga hacia Egipto; una tienda abierta, y junto a ella un ángel en postura vertical. Dentro, José, durmiendo, pero con indumentaria de un peregrino, calzado con botas altas y preparado para una caminata difícil. Es un San José en actitud durmiente pero, dispuesto para escuchar la voz del ángel (Mt 2,13ss).

1.- Esta es el alma espiritual de San José. Silenciosamente hizo y dijo mucho. Su corazón vigilante estaba orientado totalmente hacia la voluntad de Dios. En San José, como siempre, salen a relucir sus mejores virtudes: recogimiento y prontitud, obediencia y sencillez.
En esta Santa Cuaresma, el Patriarca de la Iglesia, es una llamada a retirarnos de tantos ruidos que nos impiden escuchar la voz del ángel o sentir la mano de Dios que nos invita a ponernos en camino. ¿Hacia dónde? ¡Hacia el encuentro de Cristo que sube con su cruz camino del calvario!
San José, en este tiempo cuaresmal, nos da un testimonio eficaz y válido para nuestro tiempo moderno: es necesario apartarnos de nuestras preocupaciones (ocupaciones) para dirigirnos con verdad hacia nuestro interior. Para encontrarnos con nuestro “yo”.

2.- San Pedro, por boca del mismo Cristo, fue alertado “día llegará en que te llevarán donde tú no quieras ir” (Jn 21,10). San José con una vida resuelta y dulce al lado de María, jamás imaginó el futuro incierto y lleno de dificultades que le aguardaba a la vuelta de la esquina. Creía en Dios profundamente, le amaba con todas sus fuerzas y –aún en medio de aquella primera incertidumbre- se dejó conducir en la dirección que jamás pensó. Supo corresponder (sin nada a cambio) a los designios y exigencia de Dios. María, con sus labios, pronunció el “hágase”. San José, con sus propias obras y con su admirable testimonio lo llevó a la práctica: ¡aquí estoy! Nuevamente, Dios, como en Abraham encontró un siervo bien dispuesto, un hombre que le amaba con todas las consecuencias, un hombre con una fe fuera de serie.

3.- Este es el San José que ensalza y pregona la Iglesia: el fiel custodio de Cristo. Aquel que, aún sin ver manifestarse la misión de Jesús, creyó desde el principio en la tarea a la cual él había sido llamado. Con su silencio, guardó para sí mismo con cuatro llaves sus sufrimientos, padecimientos o esperanzas. No pretendió realizarse a sí mismo, ni compadecerse de su suerte… se dejó llevar incluso donde no quería.
Con razón, en el día del Seminario, muchos ojos se vuelven hacia el Patriarca de nuestra Iglesia. Es todo un modelo de referencia: saber perder para ganar, saber negarse parar encontrarse, saber sembrar para que Dios pueda fructificar en el ciento por uno. Que San José, con su renuncia, con su abandono nos ayude a imitar a Jesús crucificado siendo fieles en nuestro testimonio y, sobre todo, orando –al protector del primer seminarista que existió en la tierra (Jesús de Nazaret) para que nunca nos falten hombres que anuncien la fidelidad, la resurrección y la vida que nos viene de Cristo.
Por todo ello, demos gracias a Dios en este día porque nos ha dado ese Santo, que nos habla de recogernos en Él; que nos enseña la prontitud, y la obediencia, y la abnegación, y la actitud de los caminantes que se dejan llevar por Dios; y que nos dice por esto mismo la manera de servir igualmente a nuestra tierra. Demos gracias asimismo por esta fiesta en la que podemos comprobar que sigue habiendo personas con el ánimo abierto a la voluntad de Dios, y preparadas para escuchar sus llamamientos y marchar a su lado hacia donde Él quiera llevarlas.

4.- ESTE ES JOSÉ, MI BUEN JOSÉ
Quien durmiendo, lo hace con el calzado a punto
para que, cuando el ángel llame,
nada ni nadie le detenga en su ser peregrino.
Quien, con el oído apuntando hacia el cielo
es feliz escuchando mensajes celestiales
y deshaciéndose en la voluntad divina

ESTE ES JOSÉ, MI BUEN JOSÉ
El de alma interior, sin palabras exteriores
El de corazón grande, en semblante sencillo
humilde, afable, sereno y obediente
El que, sin tener nada, lo poseía todo
porque sabía que, Dios, era su esperanza
El que, gozándolo todo, a Jesús y María
nunca estuvo un peldaño más arriba
del lugar que la historia le tenía reservado

ESTE ES JOSÉ, MI BUEN JOSÉ
Fue feliz, aún rompiendo Dios sus planes
Fue fiel con las cosas del cielo
aún teniendo que olvidar muchas cosas en la tierra
Fue solícito y prudente
ante la encomienda de un ángel en horas nocturnas

ESTE ES JOSÉ, MI BUEN JOSÉ
Sin palabras, pero con obras, respondió
Sin ruido, pero con bondad, caminó
Sin recelos, y con mansedumbre, acogió
Sin reproches, y con serenidad, creyó
ESTE ES JOSÉ, MI BUEN JOSÉ

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WebJCP | Abril 2007