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MISIONEROS EN CAMINO: IV Domingo de Cuaresma (Jn 9,1-41) - Ciclo A: VER O NO VER, ESA ES LA CUESTIÓN
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jueves, 31 de marzo de 2011

IV Domingo de Cuaresma (Jn 9,1-41) - Ciclo A: VER O NO VER, ESA ES LA CUESTIÓN

Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

Llevaron a seis ciegos a ver el elefante y les permitieron tocarlo.
Uno toco su enorme tripa y dijo que era una pared.
Otro tocó su trompa y dijo que era una serpiente.
Otro tocó su colmillo y dijo que era una lanza.
Otro tocó una pata y dijo que era un árbol.
Otro tocó una oreja y dijo que era un abanico.
Otro tocó su cola y dijo que era una soga.
Cada uno de los hombres ciegos tenía parte de razón, pero todos estaban equivocados. Tocaron una partecita del elefante, se les escapó el todo.
La cueva oyó un día una voz que le decía: “Sal a la luz. Ven y contempla el brillo del sol.”.
La cueva respondió: “No sé lo que dices, yo soy todo oscuridad”.
Después de muchas invitaciones, la cueva se aventuró, salió y se sorprendió al ver tanta luz por todas partes.
La cueva miró al sol y le dijo: “Ven conmigo y contempla mi oscuridad”.
El sol aceptó y entró en la cueva.
Ahora, le dijo el sol, enséñame tu oscuridad, pero ya no había oscuridad, todo era luz.
Los psicólogos dicen que las personas que viven en Alaska y en los países nórdicos durante los días de prolongada oscuridad tienden más a sentirse deprimidos que las personas que viven más al sur.
Le llaman Desorden Afectivo de Temporada. Un tratamiento que dicen da resultados positivos es sentarse bajo una bombilla de luz natural durante un rato cada día.
El tratamiento también sirve para las personas que se deprimen en la larga oscuridad de los días de invierno.
Necesitamos la luz para sentirnos más vivos y más enérgicos.
Me contaba un dominico que cuando el filósofo Unamuno visitaba el claustro de San Esteban de Salamanca se dirigía al pozo, metía la cabeza en el brocal y gritaba: Luz. Luz. Quiero ver.
Unamuno no era ciego, pero quería ver lo que sus ojos no le permitían ver, quería tener la certeza de que existía otra luz además de la luz del sol.
Felices las parroquias que acompañan a los catecúmenos hasta la piscina bautismal.
La Palabra de Dios, estos domingos de Cuaresma, es todo un programa de vida para los futuros cristianos.
Purificación en la piscina de Siloé, romper aguas, nacer, ver a Jesús y confesar como el ciego de nacimiento: “Creo, Señor”.
Los catecúmenos son los que mejor pueden apropiarse el papel del ciego de nacimiento.
La noche de la Vigilia Pascual reciben los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, eucaristía y Confirmación. Noche de la luz y de una existencia nueva.
Las parroquias de la vieja Europa vacías de jóvenes y con un puñado de seniors preguntan como los discípulos del evangelio de hoy: “Maestro, ¿quién pecó?”
Nos gusta hacer de detectives del pecado.
Nos gusta encontrar a los culpables, a los malos, a los causantes de tantos atascos eclesiales y sociales.
Hoy a nadie le gusta ser espiado y a nadie le gusta que le prohíban hacer lo que le gusta y Jesús ni fue ni es un detective ni un profesor de moral.
Nuestra ceguera consiste en que estamos tan obsesionados con nuestra innata maldad que no podemos ver ni celebrar las acciones maravillosas de Dios.
Para nuestra pobre visión, el libro del Apocalipsis nos aconseja ponernos “un colirio para untarte los ojos a fin de que veas”.
La oración colecta del domingo pasado terminaba con una frase que siempre me da escalofríos: “restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas”. ¿Tan malos somos? Si Jesús no me condena, ¿quién me puede condenar?
Jesús es mucho más optimista y comprensivo que sus seguidores.
No busquéis pecados, buscad a quien alabar, cantad las obras de Dios, abrid los ojos, celebrad la salvación, asistid al banquete del amor y no olvidéis la historia de la justicia y de la paz de Dios.
A los hombres, a los guardianes de la ley, les gustaría que Dios no actuara. Cuando Dios actúa pierden el control de la situación (sólo dos versículos para el milagro) y desconcertados como los fariseos condenan (39 versículos) y necesitan quejarse, justificarse y convencerse de que ellos tienen la razón.
Nosotros, los que estamos aquí en el área de descanso este domingo, no debemos asumir el papel del ciego de nacimiento.
Estamos bautizados, somos los iluminados.
Recitamos el Credo, confesamos la fe.
Conocemos a Jesús, le llamamos Salvador.
Sólo podemos recibir bendiciones, todo es gracia para nosotros.
No nos han excomulgado, formamos la asamblea cristiana.
Nosotros los que amamos a Jesús sin haberlo visto, justificados por la fe, somos llamados a crecer en Jesús y a tener encendida la luz de la fe bautismal.
Pero sí podemos asumir el papel de los fariseos del evangelio.
Guiados más por la moral que por la ley del amor, más por las teorías que por la praxis, más por el complejo de superioridad que por la compasión, juzgamos, condenamos y excomulgamos a los ciegos de nacimiento, a los pecadores, y a los que no ven la vida como nosotros la vemos.
“La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, el hombre mira las apariencias, el Señor mira el corazón”.

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WebJCP | Abril 2007