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MISIONEROS EN CAMINO: Evangelio Misionero del Día: 25 de Marzo de 2011 - LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR. SOLEMNIDAD
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jueves, 24 de marzo de 2011

Evangelio Misionero del Día: 25 de Marzo de 2011 - LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR. SOLEMNIDAD


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38

El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
«¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo:
«No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel:
«¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?»
El Ángel le respondió:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
María dijo entonces:
«Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra».
Y el Ángel se alejó.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”

Hoy celebramos una solemnidad que nos involucra de manera especial: la encarnación de Jesús. La celebramos en pleno tiempo de cuaresma, cuando tenemos los ojos puestos en la Cruz. Ambos misterios están unidos, se explican mutuamente, uno es raíz del otro.

En el relato de la anunciación de la encarnación y nacimiento del Señor a María, vemos cómo el vientre de María se convierte en el arca de la alianza perfecta en la cual Dios se hace presente de modo pleno y definitivo.

Hoy celebramos este anuncio pero también la respuesta. Detengámonos en esta última, ya que las palabras finales de María son una puerta de entrada para saborear algo de este misterio: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (1,38).

Esta respuesta de María es el fruto maduro de un proceso que se viene desarrollando a lo largo del diálogo con el ángel Gabriel: (1) Se le ofrecieron tres apoyos de su vocación: “alegría”, “amor”, “seguridad”. (2) Se le anuncia la Palabra. (3) María escucha pero también medita: confronta la Palabra con su vida. En esa reflexión, el Señor le permite descubrir nuevas palabras que le permiten comprender la grandeza de su obra en ella. (4) Finalmente María responde su “Fiat”.

Este “Hágase en mí según tu Palabra”, tiene el sabor de las palabras orantes que reflejan con nitidez una profunda conciencia de relación: María se comprende a sí misma como sierva y confiesa a Dios como su Señor. Ella se abandona completamente a servicio de su plan de salvación.

Esta respuesta, que le hace eco a Isaías 42,1, nos presenta el rostro de una Virgen que sabía nutrir su espíritu de oración con la Sagrada Escritura. En la escucha de la Palabra, María aprendió también a afinar su corazón para la respuesta. La respuesta de María a Dios es una respuesta orante que brota del corazón que arde con la Palabra de Dios. Por eso se presenta como joven mujer que asume una responsabilidad que la une estrechamente al Dios que tuvo predilección por ella y que la hace también fuertemente responsable con el destino de su pueblo. La Palabra le abrió el corazón y las entrañas.

Con María tomemos conciencia de quiénes somos ante Dios y ante toda la gente que nos rodea. Somos, como ella, servidores de Yahveh, servidores felices que hacen sus tareas atentos al querer de su Señor, servidores felices que quieren arrojarse con confianza en los brazos del Padre para cooperar en la obra de la salvación.

Cultivemos hoy, en el terreno fecundo de nuestro corazón orante, la respuesta más perfecta que se le ha dado a Dios en toda la historia: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí Según tu Palabra”.


Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

Hagamos nuestra la oración de San Bernardo, uno de más grandes cantores de la Virgen en toda la historia, agradeciéndole a María por su “sí” que es fuente esperanza y de luz para todos nosotros:

“¡El ángel espera tu respuesta, María!
Estamos esperando también nosotros, oh Señora,
esta donación tuya que es también de Dios.
¡Responde rápido, oh Virgen!
Pronuncia, oh Señora, la palabra que la tierra, l
los infiernos e inclusive el cielo están esperando...
Abre tu corazón a la fe,
abre tus labios a la palabra,
abre tu seno al creador.
He aquí que el deseado de todos los pueblos
está afuera y toca a tu puerta.
¡Levántate, corre, abre!
¡Levántate con tu fe,
corre con tu afecto,
abre con tu consenso!

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WebJCP | Abril 2007