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jueves, 10 de febrero de 2011

Evangelio Misionero del Dia: 11 de Febrero de 2011 - V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 31-37

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua; Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Camino hacia la comunicación
“Le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Ábrete!”

Estamos ante una escena de sanación. Contemplamos a Jesús en el momento en el que hace salir a un hombre de su incapacidad de comunicarse. El gran Padre de la Iglesia, san Ambrosio llama a este episodio y su repetición en el rito bautismal el misterio de la apertura.

Dividamos el relato en tres partes. Hay tres tiempos al interno de este relato breve que leemos
En primer lugar nos encontramos la descripción del mudo (31-32). Luego los signos y los gestos de apertura de los oídos y del lenguaje de este hombre (33-34), y finalmente las consecuencias del milagro en los versículos (35-37).

Este relato, aunque breve, merece ser leído con suma atención.
Detengámonos en la descripción del sordomudo (31-32). El evangelista Marcos ve la necesidad de dar detalles precisos sobre el sufrimiento del sordomudo. En el versículo 32 hace dos afirmaciones concretas sobre la situación del sordomudo. Primero lo describe como un sordo que además hablaba con dificultad. Se trata de una persona que no oye y que se expresa con unos sonidos confusos, guturales de los cuales no se consigue captar el sentido. Pero en segundo lugar él especifica que le ruegan a Jesús que imponga la mano sobre él. Se nota también que este hombre no sabe siquiera qué es lo que quiere puesto que es necesario que otros lo lleven hasta donde Jesús. El caso en sí es bien desesperado.

Después de este Jesús, apartándose de la gente a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le toco la lengua.

Notemos en primer lugar que Jesús no realiza de manera inmediata el milagro, quiere ante todo hacerle entender a este hombre que lo quiere mucho, que su caso le interesa, que puede y quiere ocuparse de él para restablecerle el bienestar. Por esto lo separa de la multitud.

Jesús, apartándose de la gente a solas con este enfermo de incomunicación lo de un espacio de bullicio a otro espacio de silencio que supera el silencio absurdo al que ha sido sometido este hombre por su enfermedad. Jesús lo lleva a un nuevo silencio, un silencio que brota de la comunión íntima entre los dos.

Además lo separa de una multitud que busca a Jesús con expectativas milagreristas. Que conocen a Dios de manera funcional e interesada pero que no han dejado hablar a Dios del infinito amor que siente por cada uno y del proyecto de amor que le propone a cada hombre en el mundo.
Esta toma de distancia de la multitud lleva al sordomudo a abrir también los oídos a un nuevo conocimiento de Dios que se revela a través del interés, de la delicadeza que Jesús muestra amablemente por él.

Y después de llevarlo aparte vemos que Jesús hace tres gestos simbólicos que indican lo que quiere hacer por el.

1. Le introduce los dedos en las orejas para volver a abrirle los canales de la comunicación.
2. Le unge la lengua con saliva para transmitirle su misma fluidez comunicativa en la que expresa toda la riqueza que lleva dentro. Jesús le da su propia comunicación, su capacidad de hablar desde el fondo del misterio.

A primera vista nos puede parecer extraña esta actitud de Jesús de colocar su propia saliva sobre la lengua enferma. Pero el significado es hondo. De qué otra manera se podría describir la intensa identificación entre Jesús y el sordomudo. La increíble manera que Jesús tiene de entrar en la vida de una persona encerrada en su propio mundo, en su inercia para sacarla de allí, no de una manera superficial sino para hacer que se exprese de una manera clara como lo hacía el mismo Jesús que se relacionaba con Dios, con los pecadores, con los enemigos, con los niños, con los grandes sin ninguna dificultad.

Por otra parte cómo expresarle amor a quien se ha bloqueado, a quien se ha encerrado en sí mismo sino con gestos físicos concretos. Notemos el orden de los gestos.

Jesús comienza con la sanación de la escucha y luego como consecuencia la sanación de la lengua. Primero saber oír para después poder hablar.

Y a estos dos gestos, Jesús agrega todavía un tercero. Levanta la mirada hacia el cielo y se le escucha un gemido que indica su sufrimiento y su participación en una situación tan dolorosa como la de este hombre, por eso Jesús al mismo tiempo que coloca los dedos en los oídos gime. La comunicación no es solamente física sino una comunicación profunda de corazón en la que Jesús capta lo hondo del corazón de este enfermo y le da voz en su propia oración. Este suspiro de Jesús indica la plenitud interior del Espíritu Santo en Jesús.

Después de los tres gestos simbólicos, en los que Jesús ha entrado en el mundo interior del sordomudo por medio del tacto, de la saliva, de su mirada hacia el cielo, sigue la orden fuerte de Jesús, su palabra con autoridad que reconstruye la vida del hombre. Su palabra sanadora resuena con mucha fuerza: Effatá que quiere decir ábrete.

Qué bello este imperativo de Jesús. Effatá. Esta misma orden fue desde muy antiguo pronunciado en la liturgia del bautismo en el rito de iniciación cristiana de adultos.

E inmediatamente después del imperativo, el evangelista nos describe el relato sin perder la finura. El milagro se describe en tres pasos: en primer lugar como una apertura: se le abrieron sus oídos. Se describe como una soltura de la lengua, como un nudo complicado que después se desata, y en tercer lugar como la capacidad de expresarse correctamente. Este hombre logra un excelente nivel de expresividad. Dice el texto y hablaba correctamente.

Apertura, soltura de la lengua y capacidad de expresión correcta. Esto es lo que sucede en este hombre.

Terminemos con las consecuencias del milagro. El milagro se generaliza. La capacidad de expresión del sordomudo de repente se vuelve contagiosa. Todo el mundo se vuelve comunicativo. Se caen las barreras de la comunicación. Las palabras se expanden y la gente queda tremendamente maravillada. La admiración y la alegría se difunden por los valles y ciudades de Galilea. Y se maravillaban y decían Todo lo ha hecho bien hace oír a los sordos y hablar a os mudos.

En esta persona encerrada en su propio mundo es relanzada por Jesús hacia el vértice gozoso de una comunicación auténtica.

Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Cuál fue el proceso que siguió Jesús en la curación de este sordomudo? ¿Qué significado tiene?

2. ¿Cuáles son mis dificultades de comunicación? ¿Cómo ayudo a otros a que puedan comunicarse bien?

3. ¿Qué podemos hacer en familia para ayudar a otros a comunicarse?

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WebJCP | Abril 2007