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MISIONEROS EN CAMINO: II Domingo de Adviento (Mt 3, 1-12) - Ciclo A: SE BUSCA PREDICADOR
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miércoles, 1 de diciembre de 2010

II Domingo de Adviento (Mt 3, 1-12) - Ciclo A: SE BUSCA PREDICADOR


Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio

Una de las tareas más difíciles de algunas iglesias es la de contratar un predicador, es decir, un nuevo pastor para la comunidad.
El comité de selección de una iglesia había rechazado a muchos candidatos por defectos reales o imaginarios.
El presidente del comité, cansado de tantas pegas, les envió la siguiente solicitud:

“Señores: Me he enterado de que su púlpito está vacante y me gustaría que tuvieran en cuenta mi solicitud.
* He sido un predicador y escritor con bastante éxito.
* Algunos dicen que soy un buen facilitador.
* Tengo más de cincuenta años y nunca he predicado más de tres años en el mismo lugar.
* He tenido que salir corriendo de alguna ciudad después de la predicación.
* Confieso que he estado en la cárcel tres veces.
*Mi salud no es muy buena, pero aún consigo buenos resultados.
* No me he llevado nada bien con algunos líderes religiosos en algunos sitios en los que he predicado.
*Algunos me han criticado, otros me han amenazado y otros me han atacado físicamente.
* No soy bueno llevando los libros.
* Sin embargo, si me consideran, les prometo hacer todo lo que esté en mí para serles útil y ser el buen predicador que ustedes buscan.

El presidente preguntó al comité: ¿Qué les parece este candidato? ¿Lo contratamos?

Los miembros del comité se indignaron y preguntaron: ¿quién firma la solicitud? ¿Quién tendría la osadía de pensar que podemos contratar a alguien así para ser nuestro Pastor?

El presidente miró a todos antes de contestar.

Está firmado por: “El Apóstol Pablo”.

La Palabra de Dios en este segundo domingo de Adviento nos presenta a dos predicadores: Isaías y Juan Bautista.

¿Si ustedes tuvieran que elegir a uno de los dos con quién se quedarían?

Yo me quedo con Isaías, profeta y poeta, porque sueña y en su visión nos describe un futuro poético y esperanzador, una nueva creación, una vuelta al paraíso con el que todos soñamos. Isaías no señalaba solamente el futuro, hablaba del presente, estaba discerniendo el espíritu del presente.

Escuchen al predicador Isaías: “En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz”.

Al leer esta profecía, he recordado los versos del poeta Antonio Machado:

“Al olmo viejo, hendido por el rayo
Y en su mitad podrido,
Con las lluvias de abril y el sol de mayo
Algunas hojas verdes le han salido”.

Los profetas bíblicos y los poetas son empedernidos optimistas y siempre esperan lo imposible.
Brotar, reverdecer con la ayuda de Dios que todo lo hace nuevo. Yo también espero un milagro de la primavera, un milagro de Dios.

“Habitará el lobo con el cordero,
la pantera se tumbará con el cabrito,
el novillo y el león pacerán juntos:
un niño los pastoreará”.

Esto escribe Isaías y aunque sólo suene a poesía a los oídos descreídos del hombre moderno, no por eso deja de ser la visión del ideal que todos firmaríamos.

En un mundo perfecto, como el soñado por Isaías, no habría armas atómicas, ni ejércitos, ni fronteras, ni drogas, ni crisis. Sólo habría lágrimas de alegría y paz con la naturaleza y entre los hombres.
Pero vivimos en un mundo tan imperfecto, tan envenenado, tan lleno de desigualdades, que el futuro dibujado por el predicador Isaías se nos antoja lejano e imposible.
No dejemos de soñarlo y de trabajar por alcanzarlo.
El evangelio nos presenta a Juan Bautista, predicador ambulante y amenazante, al que pocas iglesias contratarían.

Juan Predica la conversión. “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos”.

Conversión: cambio de mente, cambio de corazón, cambio de dirección de nuestros pasos, cambio de monedas.

* La conversión no termina nunca.
Ninguno de nosotros podemos decir ya estoy convertido del todo. Todos desde el Papa hasta el último bautizado estamos necesitados de conversión.
*La conversión no es sólo obra nuestra.
Como las ideas y las modas del mundo y del tiempo en que vivimos nos comen el coco y terminamos haciéndolas nuestras, así también en la praxis de la fe tenemos que empaparnos de la Palabra de Dios que, leída y meditada con asiduidad, tiene poder para convertirnos.
La mejor medicina para dar pasos pequeños hacia la conversión es la mesa de Jesús, la celebración de la eucaristía.
* Los predicadores que suben a los púlpitos, hombres y mujeres de su tiempo, tienen muchas limitaciones, tienen sus manías y sus ideas fijas sobre Dios y la moral. No existe el Papa ideal ni el obispo ideal ni el cura ideal. Ningún predicador puede satisfacernos plenamente. Nosotros no buscamos un predicador, buscamos al Predicador.

Sólo Jesucristo es el predicador ideal, sólo él viene de Dios, sólo él conoce la voluntad de Dios, sólo él es el camino que lleva a Dios, sólo él bautiza con Espíritu Santo y fuego, sólo él permanece para siempre.
Isaías y Juan Bautista se hacen presentes entre nosotros en este hoy, su predicación nos invita a la conversión y a la espera del que viene a decir la última palabra y a proclamar la Buena Noticia.
Dios no cambia, nosotros sí.
El Adviento es el tiempo que tenemos, una buena oportunidad para cambiar y dar los mejores frutos.
“Dad el fruto que pide la conversión”

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WebJCP | Abril 2007