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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequeticos: XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 21, 5-19) - Ciclo C
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jueves, 11 de noviembre de 2010

Materiales liturgicos y catequeticos: XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 21, 5-19) - Ciclo C



Monición de entrada

(A)
Lenguaje apocalíptico, decimos, y ya entendemos que se trata de una descripción en la que se habla de destrucción, de acontecimientos espantosos... El relato evangélico de hoy pinta el momento de la historia en el que todo se tambalea. Algo así como el paso de un terremoto inmenso o de un huracán devastador.
Quizá las imágenes físicas no sean tan distintas de esos momentos en la vida, que nos llegan a cada uno, cuando perdemos el control de las cosas y todo se nos «cae al suelo».
Existen acontecimientos vitales de «cataclismo». Y lo pasamos muy mal. Buscamos alguien o algo a quien agarrarnos para no perecer. ¡Qué bien conocen esta realidad muchas personas hoy ante separaciones, muertes, despidos, desgracias... que no esperaban, pero llegaron y les han pillado por sorpresa y les han sacudido casi hasta acabar con ellas!
¡Qué bien cuando, en situaciones de esas, encontramos una mano amiga que nos da consistencia o que nos dice una palabra de paz, de confianza, de orientación en la desorientación...!
Eso es lo que Dios quiere hacer con su Palabra y con su celebración hoy.

(B)
En todas las edades de la historia ha habido “profetas de desgracias”, como los llamaba el “papa bueno” Juan XXIII. Son personas tan asustadas por los problemas de su tiempo que piensan que está ya cerca el fin del mundo. Nuestros días se caracterizan por cambios rápidos, mucha violencia, hambre y sufrimiento. Ahora conocemos estos fenómenos inmediatamente vía televisión y otros medios de comunicación. No es de extrañar que surjan muchas sectas que especulen sobre el fin de nuestro mundo. El mensaje de la liturgia de hoy es: No tengáis miedo. Seguid confiando en Dios, sed cristianos maduros y sólidos y dad testimonio del amor de Dios. Estamos en sus manos, y Cristo está en medio de nosotros.

(C)

Hermanos, en esta Comunidad concreta vivimos la fe y la pertenencia a la Iglesia. Aquí oramos y nos alimentamos espiritualmente para ser testigos de Jesús. Pero esta Comunidad es una parte mínima de la Diócesis.
Hoy celebramos el Día de la Iglesia Diocesana. Esta jornada tiene como objeto animar en cada uno la conciencia comunitaria más allá de nuestro pequeño entorno, viviendo los proyectos de nuestra Diócesis y apoyando corresponsablemente la evangelización. Con esta mayor perspectiva de comunión iniciamos hoy la celebración.

(D)

Nos acercamos al fin del año eclesiástico. Los textos litúrgicos llaman nuestra atención sobre la caducidad de las cosas creadas y sobre la manera coherente de comportarse ante este hecho de experiencia.
El mes de noviembre suele ser un mes gris, marcado desde el principio por el recuerdo de los difuntos y el sentimiento de impotencia humana ante la muerte, con cierta perplejidad paralela ante ciertos contrastes humanos, vgr. los logros de la ciencia en el espacio y la impotencia para evitar las catástrofes naturales que nos visitan periódicamente.
El Evangelio infunde confianza. Los misterios y contrastes en la vida no lo son todo ni significan el fin por muy desoladores que sean. Hay que tener fe en la presencia de Dios a nuestro lado, y desde esta convicción interpretar con sentido providencialista cuanto nos sucede, favorable o adverso.

Saludo del sacerdote

Dios Padre que nos da su fortaleza, su Hijo Jesús que nos hace partícipes de su amor y el Espíritu que nos impulsa a ser sus testigos, estén con todos vosotros...

Pedimos perdón

(A)

Pidamos al Señor que nos perdone, ya que nuestra fe y confianza son débiles.

Señor Jesús, tú nos trajiste perdón y paz.
¿Por qué habríamos nosotros de tener miedo?
R/ Señor, ten piedad

Cristo Jesús, nosotros buscamos tu rostro;
y tú nunca nos abandonarás.
R/ Cristo, ten piedad

Señor Jesús, confiamos en ti,
en tu fuerza y en tu amor.
R/ Señor, ten piedad


(B)

Al Señor, que busca nuestra conversión para darnos su misma vida, le confesamos:

Las ganas que tenemos, en ocasiones, de destruir a los que no son como nosotros, SEÑOR, TEN PIEDAD...
Nuestros miedos a salir de los templos, que nos ofrecen seguridades, pero no dejan entrar a todos, CRISTO, TEN PIEDAD
El no querer asumir las responsabilidades que tenemos a la hora de ser comunidad con otros y con otras, SEÑOR, TEN PIEDAD...

Que el Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros y nos conceda la audacia de transformar nuestra vida y las estructuras en las que vivimos. Por Jesucristo nuestro Señor.

(C)

Nosotros, tenemos miedo, Señor; Incluso metemos miedo a los demás, para que las cosas sigan como están. Igual de bien para el poderoso, pero igual de mal para los de siempre: para los pobres y los explotados. Vamos a pedir perdón a Dios y a los demás.

Tenemos miedo a que cambien las cosas, porque nosotros no vivimos mal. Señor, ten piedad.
Tenemos miedo al fin del mundo, pero no hacemos nada para arreglar los problemas que nos rodean en la sociedad. Cristo, ten piedad.
Metemos miedo a los demás para que no se muevan las cosas y nos dejen tranquilos y en paz. Señor, ten piedad.

(D)

- Señor, Tú nos has revelado la existencia de una vida nueva en ti. Por nuestras faltas de fe en tu Palabra. ¡Señor, ten piedad!
- Tú has empeñado tu Palabra asegurando tu presencia entre nosotros. Por nuestras faltas de confianza. ¡Cristo, ten piedad!
- Al final nos esperas Tú para darnos el abrazo que nos introduce en la vida. Por nuestras faltas de entusiasmo ante esta promesa.¡Señor, ten piedad!


Escuchamos la Palabra

Monición a las lecturas

Las lecturas de hoy, nos pueden resultar sorprendentes por su lenguaje de destrucción. Pero en realidad es una invitación a no dejarnos llevar por el miedo en las dificultades que podamos encontrar en nuestra vida actual, sino a seguir fielmente el camino del Señor, a vivir la esperanza de la nueva vida.
Escuchemos, con gozo, este mensaje de salvación.


(B)

Las imágenes que aparecen hoy en las lecturas de la Palabra de Dios son objetivamente destructivas, pero tienen un final feliz. Y es que, para poder edificar algo nuevo, y con fundamento, es necesario arrancar lo viejo desde la raíz.

(C)

En la primera lectura el profeta Malaquías vaticina la venida del Señor, hoguera para los perversos y Sol de justicia para los buenos. Jesús augura en el evangelio la ruina de Jerusalén, previene a sus discípulos contra los falsos profetas y les profetiza que, antes de que lleguen aquellos días, tendrán que sufrir mucho por causa de su Nombre. Pero no les faltará su asistencia.

Lectura del profeta Malaquías

Mirad que llega el día ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir - dice el Señor de las huestes- y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.
Palabra de Dios


Salmo responsorial. 97
R/ El Señor llega para regir la tierra con justicia.

+ Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Ellos preguntaron: "Maestro, ¿cuando va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo esto está para suceder?» El contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: "Yo soy" o bien "el momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.» Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres y parientes y hermanos y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»

Palabra del Señor


Evangelio dialogado (Niños)
El que permanezca siempre fiel a Jesús, se salvará. (Lc 21,5-19)

Narrador: Un día Jesús estaba cerca de un grupo de personas que contemplaban y hablaban muy admirados de la belleza y grandeza del templo de Jerusalén. Jesús se acercó a ellos y les dijo:

Jesús: - Mirad, llegará un día en que este templo tan magnífico será destruido y no quedará piedra sobre piedra.

Narrador: Los discípulos que estaban con El le preguntaron:

Discípulo: - Maestro, ¿cuándo va a suceder eso? ¿Cómo sabremos que eso va ocurrir?

Jesús: - Escuchad, habrá guerras, revoluciones, hambre, persecuciones. Incluso, a vosotros tratarán de engañaros, y os perseguirán y os meterán en la cárcel por ser mis seguidores. Pero, vosotros no os preocupéis, yo os ayudaré, estaré cerca de vosotros. Y si en todas estas dificultades seguís siendo fieles amigos míos, os salvaréis.

Palabra del Señor



Homilías

(A)

Lo digo de verdad y con la mano en el corazón: este evangelio siempre me ha producido miedo, verdadero miedo en el cuerpo y en el alma. Además parece que la misma iglesia insistía mucho en este fin del mundo; no sé si para meternos miedo o para que fuésemos buenos, No sé si a vosotros os pasará lo mismo. Si es así, quiero comunicaros hoy lo que después de tanto tiempo he descubierto, y me ha devuelto la tranquilidad.
De tal forma que ahora estoy deseando que llegue este final del mundo: Sí, lo digo también de verdad. Me explico, para que nadie se escandalice.
Una falsa interpretación de este evangelio del fin del mundo ha sido y es la causa de que nos parezca un evangelio terrible y que produce miedo.
Hoy día se ha investigado en la Biblia y se ve con claridad que cada vez que se habla en ella del mundo, no se refiere al mundo que Dios ha creado, la tierra que habitamos, sino al mal, al pecado. Siempre que se nos habla de que hay que huir del mundo, abandonar el mundo, los poderes del mundo... se está refiriéndola pecado y al mal.
Por eso, en vez de producirnos miedo, tiene que ser todo lo contrario. Debiera producirnos alegría. Ojalá llegase y cuanto antes el fin de ese mundo del que Jesús nos habla. Ojalá desapareciese y cuanto antes el mal y el pecado de esta tierra. Ojalá llegue y cuanto antes el amor, la solidaridad y la paz entre los hombres y mujeres.
Y esto es tarea de todos. Todos y cada uno tenemos que colaborar, poniendo nuestro esfuerzo y nuestra lucha para que reine la solidaridad entre nosotros y podamos vivir en una tierra nueva y feliz.
Tiene que desaparecer el mundo del mal y entre todos construir un mundo nuevo, como aquel primer Paraíso terrenal que nos narra la Biblia en sus comienzos; cuando Dios y el hombre vivían en perfecta armonía.
Dios ha creado una tierra hermosa y bella y nos ha dejado el encargo de perfeccionarla y completarla con nuestro trabajo, pero, sobre todo, con nuestro amor y nuestra convivencia en solidaridad.
Entre todos debemos hacer que vaya desapareciendo el mal: las injusticias, el odio y la venganza, el abuso del poder y de la fuerza. Debemos colaborar para desterrar el egoísmo, la envidia, las guerras y violencias..
Solo cuando llegue el final de este mundo roto y destrozado que hemos ido haciendo entre todos, podremos gozar del nuevo mundo basado en el amor y la paz.


(B)

En el Evangelio de hoy Jesús nos habla del fin del mundo. Tanto la fe como la ciencia coinciden en afirmar que el mundo tendrá fin, pero la realidad es que el fin del mundo
para cada uno de nosotros es el día en que muramos. Y esta verdad nos la recuerda el sacerdote el miércoles de ceniza cuando, poniéndonos un poco de ceniza sobre la frente, nos dice: Acuérdate de que eres polvo y en polvo te has de convertir.
Cuentan que Gerardo Kempis, hermano de Tomás Kempis, autor de un importante libro, se había hecho construir un magnífico palacio. Invitó un día a su hermano a verlo; después de haberle mostrado todo, detalle tras detalle, le preguntó:
-Tomás, ¿qué te parece este palacio?
-Gerardo, siento decírtelo. Tiene un fallo garrafal.
- ¿Qué me dices?
-Sí, Gerardo; este palacio tiene puerta de salida.
Lo has hecho para vivir aquí eternamente y esa es la puerta por donde te van a sacar.

Hermanas y hermanos: en medio de tantos engaños la gran verdad es que somos polvo y en polvo nos vamos a convertir.
Nos engañaron los marxistas al decirnos que no existía Dios y que con el comunismo la Tierra sería un paraíso. Hoy Rusia y los países del Este están de vuelta, y uno de sus dirigentes llegó a decir: «¡Que Dios nos ayude!».
Nos engañan aquellos para quienes lo único que importa es el dinero.
Nos engañan algunos políticos para quienes el pueblo no es más que un voto cada cuatro años. Hacen promesas que no cumplen y en vez de buscar soluciones a los problemas del pueblo sólo miran a su bolsillo.
Nos engañan algunas encuestas. El norteamericano Doctor Berhard Nathanson, en una conferencia pronunciada en Madrid, confesó que él mismo había difundido la falsa noticia de que en Estados Unidos se daban ocho cientos mil abortos al año y que lo había hecho para que saliera adelante la ley del aborto. Y la gente se lo había creído. Es, que la gente ya no creerá la palabra de Dios pero se traga todo lo que digan la televisión, la radio o los periódicos. Y no se dan cuenta de que con frecuencia estos medios de comunicación se venden al que más paga y propagan falsedades, unas veces nacidas de la ignorancia, otras de interés del partido o de otros intereses.
Nos engaña la creencia de que la ciencia y la técnica lo van a arreglar todo o casi todo, a pesar de que las dos torres gemelas de Nueva York se vinieron abajo, a pesar de que continúan los accidentes y los famosos siguen muriéndose de cáncer.
Nos engañan las drogas, que nos prometen paraísos artificiales.
Hay drogas de muchos tipos, pero todas nos hacen esclavos y algunas incluso nos hacen desgraciados.
Nos engañan las sectas, que a algunos les comen el coco, haciendo que algunos padres cometan la salvajada de dejar morir a sus propios hijos antes que permitir una transfusión de sangre.
«Cuidado con que nadie os engañe» (Lc 21,8), nos dice Jesús en el Evangelio de hoy. Pues bien, la mejor manera de que nadie nos engañe es escuchar la palabra de Dios. Los que la escuchan y cumplen están haciendo lo más importante que se puede hacer en la vida: salvar el alma.

(C)

Quizá no podamos ni imaginar la impresión que, entre los que seguían a Jesús, produjeron las palabras del Maestro cuando anunció la destrucción del Templo.
Para un judío, el Templo era el compendio de su fe, quizá la razón más clara de la alianza entre su pueblo y el Dios de sus padres. El Templo de Jerusalén era para un judío la seguridad. Mientras el Templo estuviera allí, el judío sabía cómo tenía que vivir. Si el Templo faltaba, ¿cómo y por dónde caminaría hacia Dios?
El sentimiento de seguridad es uno de los más estimados por el hombre. Y concretamente en sus relaciones con Dios. Queremos, en todo momento, saber cómo y por dónde llegaremos a Dios. Por eso nos encanta una religión formalista que diga puntualmente cuánto tenemos que dar y cuánto tenemos que rezar, por ejemplo, para conseguir lo que los cristianos llamamos la vida eterna, es decir, ese final feliz que durará para siempre. No nos gusta, sin embargo, la inseguridad y el riesgo. Nos parece insensato que la relación con Dios sea una aventura personal, renovada diariamente, en la que se compromete, no unas oraciones, e incluso unos dineros, sino una actitud vital asumida con responsabilidad y que nos ocupa por entero.
Por eso, también, cuando a nuestro alrededor se destruye, por ejemplo, el "templo" de un cristianismo sociológico, tantos cristianos se quejan perplejos y con la sensación angustiosa de que todo se está derrumbando. Y no es así.
Si desaparece un cristianismo sociológico, si desaparece la feliz seguridad de ese templo en el que con tanto interés nos hemos apoyado en épocas pasadas, es sólo para quedarnos personalmente relacionados con Dios y ser capaces de asumir, sin respaldos de ningún tipo, los compromisos de nuestra fe.
Y entonces, cuando es posible -por ejemplo- divorciarse, el cristiano podrá mostrar al mundo, aquí y ahora, el espectáculo maravilloso de un amor lleno de abnegación, de ternura y de entrega, que aspira a ser fiel y a permanecer hasta la muerte, porque es un amor que tiene su base en Dios que le ha prometido su ayuda si es capaz de vivir de acuerdo con la esencia de la religión que profesa. Y por eso, el cristiano no tiene necesidad de imponer su creencia a quienes no participan de ellas ni sentirse inquieto porque, a su alrededor, otrosvivan el amor de manera distinta.
Y cuando sea un principio el que "cada uno resuelva sus
propios problemas", y convirtamos el mundo en una selva en donde sólo gane el fuerte, con desprecio olímpico de los débiles en todos los aspectos, el cristiano podrá gritar al mundo, sin paredes sólidas que le apoyen, que un principio básico de nuestra religión es que hemos nacido para servir y no para ser servidos. Pero podrá gritarlo si lo practica, no si sigue cómodamente la senda general y pisa a su alrededor sin importarte quién cae en la refriega.
Estamos terminando el año litúrgico. Buen momento el final de cualquier época para hacer balance más o menos, rápido de lo pasado, para anotar fallos y para intensificar los logros, que también los habrá.
Quizá en este domingo podríamos pensar seriamente con cuánta inquietud vemos desaparecer los "templos" que en otras épocas nos protegían y si no estará nuestra inquietud fundada en una falta de vitalidad cristiana que no se toma en serio la promesa de Jesús: “Cuando sufráis o no os entiendan, Yo estaré con vosotros". Quizá si algún hombre no debiera de agobiarse por nada, nunca, debería ser el cristiano. Vivimos, sin embargo, en una época de cristianos agobiados y agoreros. A mi juicio, mal síntoma, porque para el cristiano siempre es posible la esperanza.

(D)

Os perseguirán... Lc 21,5-19

Los cristianos de las Iglesias occidentales ya no hablamos de persecución ni de martirio. Y sin embargo, según Jesús, la persecución es, en un grado u otro, ingrediente normal de la vida cristiana.
Toda la tradición evangélica es unánime en afirmar que la fidelidad a Cristo produce persecución. El rechazo y el conflicto no han sido solamente el destino histórico de Jesús sino que, de ordinario, es el destino que espera a sus seguidores: "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán".
Por ello, si la persecución no está presente de ninguna forma y en ningún grado en los cristianos y en la Iglesia, hemos de preguntarnos, al menos, cuál puede ser la razón. Qué puede haber ocurrido para que ya nadie persiga hoy a las comunidades cristianas del Primer Mundo.
La persecución no es algo que sucede, de repente, debido a la maldad o ceguera de algunos perseguidores. La verdadera persecución comienza a gestarse cuando la Iglesia se convierte en amenaza para los intereses egoístas e injustos de los sectores más poderosos e influyentes de una sociedad.
Por eso, la persecución no se dirige normalmente a todos los cristianos por igual, sino más bien a aquellos que, movidos por el espíritu de Jesucristo, ponen en peligro un determinado "orden de cosas" establecido. Incluso, puede suceder que, mientras unos cristianos son víctimas de una persecución más o menos declarada, otros sean alabados y privilegiados.
Todo ello se explica porque en la raíz de toda persecución a las Iglesias cristianas se esconde siempre la voluntad de neutralizar la fuerza transformadora que se encierra en el cristianismo cuando es vivido por los creyentes con todas sus consecuencias.
Por eso, la ausencia de una verdadera persecución en el mundo occidental puede significar que nadie siente necesidad de acosar hoy la fe para tratar de anularla, pues los mismos cristianos nos encargamos de vaciarla de su fuerza con la mediocridad y rutina de nuestras vidas.
Puede ser también signo de que vivimos esa fe de manera privada e intimista, sin repercusión alguna en la vida pública y social.
Por eso, hemos de saber valorar desde la fe ciertos rechazos, ataques y agresividad que la Iglesia comienza a sufrir entre nosotros estos últimos años. Es un buen síntoma para una Iglesia que busca permanecer fiel a Jesucristo.


Oración de los fieles

(A)

Sabemos que Dios es nuestro Padre que nos cuida con amor: Confiadamente acudimos a Él para manifestarle nuestras necesidades, pues somos débiles y nada podemos sin su ayuda. Le decimos con fe:

Danos tu paz y tu justicia, Señor.

En nuestro mundo existe mucho dolor y sufrimiento por causa de guerras, terrorismo, pobreza, hambre, enfermedad. Tú que te compadeces de todos, cura nuestras dolencias. OREMOS...
Hoy nos acordamos especialmente de los que sienten próxima la hora de su muerte; que puedan superar el dolor y la tentación de la desesperanza y tengan la seguridad de la vida eterna junto a ti en el cielo. OREMOS...
Con frecuencia los buenos se sienten solos y explotados por los demás. Te pedimos, Dios Padre, que su entrega generosa venza al mal. OREMOS...
Señor, tú sabes que nos cuesta responder al mal con el bien. Es fuerte la tentación de odiar en vez de amar; para que vivamos siempre como Jesús nos enseñó en el evangelio. OREMOS...

Reine en nuestro mundo tu plan de salvación, Padre celestial. Que tu Espíritu nos aliente para hacer cada día de la tierra un anticipo del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(B)

Por la Iglesia, para que aliente al mundo con la fe, la esperanza y la caridad, roguemos al Señor.
Por los pueblos y sus dirigentes, para que persigan un nivel de vida digno para todos, roguemos al Señor.
Por nuestra Diócesis, para que evangelice humanizando, roguemos al Señor.
Por nuestra Comunidad, para que sea un espacio de fraternidad creciente, roguemos al Señor.
Por todos nosotros, para que, impulsados por la fe, trabajemos en la transformación de nuestro pueblo, roguemos al Señor

(C)

El Señor escucha siempre los gritos y gemidos de su pueblo sufriente y ayuda todos los esfuerzos y empeños que hombres y mujeres ponen por su liberación:

Para que los dolores y sufrimientos de nuestro alrededor nos ayuden a descubrir que nuestra vida no está terminada. Roguemos al Señor.
Para que abandonemos todos los obstáculos que nos impiden avanzar en la construcción de una vida más humanizada con otras personas. Roguemos al Señor.
Para que nunca deleguemos nuestras responsabilidades, personales y comunitarias, en otras personas o instituciones. Roguemos al Señor.
Para que nuestra Iglesia sea una señal, clara y sencilla, de que nada está terminado, aunque sí sea siempre portadora del proyecto de plenitud humana, realizado en Jesús. Roguemos al Señor.

Que tus bendiciones, Señor, empapen nuestra tierra y nuestros corazones, de manera que podamos producir frutos de buenas obras. Por Jesucristo nuestro Señor.



Ofrendas

. Frutos del campo: Recibe, Padre, estos frutos de la tierra y de nuestro trabajo agradecido.
. Planta un tanto dañada: Padre, la vida a veces nos hiere..., pero confiamos perseverar con tu ayuda.

(B)

PRESENTACIÓN DE UN PUZZLE

(Puede hacer la presentación uno de los adolescentes)

Aquí tienes, Señor, este puzzle. Como bien sabes, es un juego de niños que, para formar una imagen, necesita mil pequeñas piezas. Te lo ofrecemos hoy como el símbolo de nuestra disponibilidad a la colaboración y la cooperación con todos los hombres y mujeres. Que allí donde haya un problema o una necesidad de una persona, estemos nosotros siempre dispuestos a colaborar con todos los demás en la búsqueda de su solución y en la construcción de tu Reino.


PRESENTACIÓN DE UN RELOJ

(Lo presenta cualquier joven o adulto de la comunidad)

Por mi parte, Señor, te ofrezco este reloj, símbolo del tiempo e instrumento para su medición. Estamos terminando un año litúrgico y queremos no sólo decirte que eres el dueño del tiempo, sino que estamos dispuestos a emplearlo para que se vaya haciendo realidad tu deseo de que este mundo se parezca a


Prefacio...

Realmente es digno y justo
es nuestro deber y salvación bendecirte,
Señor, Padre Santo, por medio de Jesucristo:
el cual en unión con el Espíritu,
creó el mundo con el poder de su Palabra.
Has dejado en nuestras manos
poder para transformar el mundo
y tenemos la esperanza de que,
si somos fieles a tu Espíritu,
el mundo y nosotros,
permaneceremos para siempre junto a Ti.
Al contemplar la Creación del mundo,
que sigues manteniendo
con mano fuerte y amoroso destino,
unidos a todas las criaturas de la tierra y del cielo
entonamos todos juntos un himno de alabanza
diciendo:

Santo, Santo, Santo



Padre nuestro

Que no desfallezcamos nunca a la hora de pedirle al Padre que nos envíe su Reino: Padre nuestro...

Nos damos la paz

Compartamos, como un anticipo, la paz del Reino de Dios, que nos ha ofrecido Jesús. La paz del Señor esté con todos vosotros...

Compartimos el pan

Éste es el pan que fortalece nuestra debilidad y nos hace testigos nuevos. Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo...


Bendición

(A)

Los cristianos nos hemos de caracterizar por la alegría y la esperanza, jamás hemos de perder la serenidad ante las adversidades. Que esta Eucaristía que estamos concluyendo nos dé valor y fortaleza para hacer frente a todas las dificultades que se nos puedan presentar durante esta semana. Para ello que la bendición de Dios Todopoderoso...

(B)

Hermanos: Muchas cosas están cambiando hoy; algunas para mejor, otras para peor. Parece que estamos en un punto crítico y crucial de la historia, tanto en la Iglesia como en el mundo. La gente siente mucha ansiedad. Pero la cuestión no es: ¿Es esto ya el fin del mundo? Deberíamos dejar eso confiadamente en las manos de Dios. La cuestión, más bien, es: ¿Qué hacemos nosotros para volver este mundo más humano, más habitable, más conforme al mensaje del evangelio? Preparémonos para la venida del Señor fortalecidos con su bendición.
Y así, que la bendición de Dios todopoderoso...

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WebJCP | Abril 2007