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MISIONEROS EN CAMINO: Evangelio Misionero del Dia: 27 de Noviembre de 2010 - SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO
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viernes, 26 de noviembre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 27 de Noviembre de 2010 - SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 34-36

Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Velar en la oración
“Estén siempre despiertos, para escapar de todo lo que está por venir”

La conclusión del discurso escatológica de Jesús en el evangelio de Lucas sitúa al discípulo ante las actitudes concretas que debe tomar ante la venida de Jesús.

Este pasaje, que repite tres veces el verbo “venir” (por parte de Jesús), intenta movernos para que vayamos al encuentro de Jesús de manera activa y no aguardemos el futuro con los brazos cruzados.

A pesar de todos los signos descritos (ver de manera especial 21,25-28), el día del Señor vendrá inesperadamente y cogerá a algunos por sorpresa. Por eso Jesús, instruye a sus discípulos sobre la manera de hacer la preparación: (1) Primero da una lección en negativo y (2) segundo da una lección positiva.

(1) Una lección en negativo (21,34-35)

El imperativo “guardaos” es una invitación al discernimiento de los acontecimientos de la vida. Hay que estar listos para reconocer los signos.

Pero hay algo que puede entorpecer este discernimiento: la modorra espiritual (ver Sabiduría 9,15) que Jesús describe como “corazón pesado”. Éste tiene sus indicadores:
(a) El libertinaje, la pérdida de los valores, de los criterios en el comportamiento.
(b) La fuga de la realidad por el abuso del alcohol.
(c) Dejarse absorber por los oficios, por las preocupaciones del mundo (el stress de la vida).

Cuando esto sucede sencillamente perdemos la tensión espiritual, la atención del corazón para captar el rostro del Señor que viene a nuestro encuentro. La advertencia es clara: que no se diluya la atención a las cosas espirituales por las cuestiones terrenas.

La exigencia vale “para todos los que habitan la faz de la tierra”. Y el discípulo puede caer si no está debidamente preparado.

(2) Una lección en positivo (21,36-37)

En la segunda parte del pasaje de hoy, encontramos la otra cara de la moneda: una exhortación positiva para la fortaleza espiritual. Jesús no solamente dice el “qué” sino también el “cómo”.

Jesús pide que se asuma la actitud de la vigilancia y para ello indica el camino de la oración. La oración constante (“en todo tiempo”) es el ejercicio de la vigilancia del corazón porque mantiene la atención fija en lo esencial, porque hace pasar por la presencia de Dios todas vivencias y las somete a su valoración, porque anticipa la comunión de amor definitiva que le da sentido a todo lo que hacemos y endereza cada paso en la dirección en la que la vida se plenifica y mantiene siempre ardiendo el corazón.

Y, ¿qué sucede con el corazón que siempre vigila en la oración? Jesús enseña no sólo el “qué” y el “cómo” sino también el “para qué”. Dice Jesús:
- Para “tener fuerza”: el cristiano está llamado para amar y servir con vigor en el mundo, Jesús lo capacita para que genere transformación.
- Para “escapar” de la tentación de salir corriendo ante los problemas. Unido a lo anterior, se entiende que por la fuerza de la oración, el orante aprende a salir ileso de los conflictos.
- Para “estar en pie” delante de Jesús para poner continuamente la vida a su servicio, pero también, cuando llegue el momento final, para aguardar sin bochorno alguno el veredicto favorable sobre el camino de vida.

Por lo tanto, el tiempo final no se prepara haciendo calendarios sobre el momento en que se acabará el mundo, sino vigilando constantemente desde el corazón orante y sacando de ahí la rectitud personal y la fuerza para luchar para que el mundo tenga el rostro de aquél que nos redimió con su sangre.


Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

Mañana comenzaremos el tiempo fuerte del adviento, el tiempo de la espera vigilante de la venida del Señor.

1. ¿Qué elementos encuentro en el evangelio de hoy para diseñar una espiritualidad del adviento?

2. ¿Cuál va a ser mi programa espiritual para las próximas cuatro semanas que vienen?

3. ¿Qué decisiones debo tomar con relación a mi estilo de vida y en mi agenda para que este programa sea posible?

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WebJCP | Abril 2007