LUGAR DE ENCUENTRO DE LOS MISIONEROS DE TODO EL MUNDO
MISIONEROS EN CAMINO: XXVI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 16, 19-31) - Ciclo C: Epulón y Lázaro
NO DEJES DE VISITAR
www.caminomisionero.blogspot.com
El blog donde encontrarás abundante material para orar y meditar sobre la liturgia del Domingo. Reflexiones teológicas y filosóficas. Videos y música para meditar. Artículos y pensamientos de los grandes guías de nuestra Iglesia y Noticias sobre todo lo que acontece en toda la vida eclesial
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

sábado, 25 de septiembre de 2010

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 16, 19-31) - Ciclo C: Epulón y Lázaro



Durante el tiempo de Amós (1ra lect.), como en el de Jesús y en éste, el nuestro, frente a un montón de empobrecidos y marginados, obligados a vivir en una miseria vergonzosa, viven otros en una opulencia escandalosa.
Vale aclarar que aquí no se critica el goce de la vida ni los placeres del cuerpo. La misma literatura bíblica invita a disfrutar: “… lo que uno puede esperar es comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo, durante los contados días de su vida… todo esto es don de Dios” (Ecl 5,17.19). Jesús no fue un asceta que promoviera una vida antihedonista ni represiva de los sentidos. Fue un hombre que banqueteó con todo tipo de personas, hasta con aquellas consideradas de mala vida: prostitutas, publicanos, pecadores, etc. Tanto que sus enemigos dijeron que él era un comelón y borracho, amigo de publicanos y pecadores (Lc 7,34). Aunque a nuestro amigo Jesús le gustaba banquetear, Él nunca se cerró al clamor de los pobres. Por el contrario, convirtió sus comidas en un espacio para compartir y hacer que las personas se sintieran respetadas, aceptadas y amadas en lo profundo de su ser.
El problema del Epulón del Evangelio y de los ricos que critica Amós es que banqueteaban todos los días. Está bien que para alguna fiesta se organice una comida especial, en la casa, en algún salón de eventos, con música, con flores, con algún vestido especial, etc. Pero Amós dice: “Se acuestan en divanes adornados con marfil, y se la pasan descansando en la cama; banqueteando con cordero y con ternera escogida del establo…”. Y sobre el Epulón dice Jesús que se vestía con gran lujo y elegancia y diariamente se daba espléndidos banquetes. Y lo peor, todo eso sin importar la miseria de sus congéneres. “Beben vino en grandes copas y usan los mejores perfumes, pero nada les importa la ruina de las tribus de José”.
En otros textos bíblicos se critican la explotación y el engaño de quienes se aprovechan de los débiles para enriquecerse. Los textos de hoy ponen su énfasis en la falta de solidaridad y en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Los perros, para la cultura judía, eran considerados animales impuros. Sin embargo, esos animalitos se mostraban más solidarios con el pobre Lázaro que el Epulón. Es muy doloroso ver que unos animales irracionales se comporten mejor que muchos seres humanos.
Esta actitud ante la vida, en el fondo condena no sólo a los pobres y marginados sino también a los ricos e indiferentes, porque no es posible ser verdaderamente humanos, cuando delante de nosotros se muere otro humano sin que ni siquiera nos inquietemos. La realización plena de nuestra propia humanidad está ligada a la defensa y promoción de toda la humanidad. La felicidad nuestra está ligada a la promoción de la felicidad de los demás seres humanos.
Por eso, el profeta Amós criticó a quienes gustaban de una vida fácil, despilfarraban su riqueza en cosas innecesarias para aparentar grandeza y se daban la gran vida a espaldas de quienes sufrían la ruina. Divanes con adornos de marfil, la ternera escogida del establo, los mejores vinos y perfumes, el descanso permanente, en fin… Cualquier parecido con la realidad de hoy no es sólo coincidencia.
Asimismo, el Epulón que nos presenta el Evangelio refleja nuestra sociedad que le da culto al consumo. Los templos de hoy son los centros comerciales, alrededor de los cuales se construyen los grandes complejos urbanísticos, como otrora se hicieron nuestros pueblos alrededor de las ermitas o de las catedrales. El paradigma del hombre feliz es el “homo consumus”. Aquel que tiene los medios para consumir, consumir y consumir. La radio, la televisión y los medios impresos siempre presentan felices a quienes consumen: ropa, vehículos, comidas, viajes o aparatos cada día más novedosos. Los “grandes diálogos” de muchos de nuestros jóvenes, son sobre la nueva marca de celular y sus ventajas y desventajas con respecto al anterior. Los zapatos, el carro, el centro comercial… muchas veces viven totalmente vacíos de humanidad, de amor y de sentido de la vida. Un estudio de College Mindset publicado hace unos días por la Universidad de Beloit, en Wisconsin, dice que la mayoría de los jóvenes de Estados Unidos que están por empezar la universidad creen que Beethoven es un perro y Miguel Ángel un virus de computador. La lista de desatinos publicada por este estudio es larga y da vergüenza, parece un mal chiste, pero no lo es. E infortunadamente en nuestro patio la realidad no es muy distinta.
Al respecto afirma Fernando Quiroz: “Andamos tan maravillados con las máquinas, con la velocidad, con los récords aplastados, con los efectos especiales, que hemos descuidado el espíritu: se nos pasan las horas, los días, los años, los hijos, las vidas, y nos olvidamos de alimentarlo con un poco de música clásica, con un párrafo estremecedor, con un poco de luz que apunte por dentro. No hay problema con las máquinas en tanto se asuman como herramientas. No hay problema con los animales en tanto se asuman como mascotas: aunque se llamen Motas, Nerón o Beethoven. El problema es que la educación se haya ido relegando en el listado de prioridades. Que primero esté la guerra. Que nos interese conquistar el espacio y nos olvidemos de conquistar al hombre, de darles trabajo a las neuronas, de buscar motivos de contemplación en la música de los genios, por ejemplo”[1].
Estamos ante una nueva pseudoreligión: la religión del mercado, que promueve el consumo y “salva” únicamente a quienes tienen capacidad para hacerlo hasta hartarse. Esta pseudoreligión aparentemente dice buscar la salvación del mundo entero a partir de la creencia del crecimiento económico afanosamente buscado, sin restricciones y sin interferencia de los gobernantes públicos. Esta pseudoreligión tiene a sus pontífices que gozan de infalibilidad cuando hablan desde sus catedrales. Esta pseudoreligión cuenta con misioneros que andan por el mundo dando conferencias en las universidades de los diferentes países. Cuenta con grandes templos que, además de los centros comerciales, son los bancos, las bolsas de valores y las empresas financieras. Sus pseudoteólogos son los economistas que siguen fielmente los dogmas de los ayatolas, pontífices o sumos sacerdotes. Tiene también un gran mandamiento: “El Libre Mercado es el señor tu dios, no tendrás otros dioses extraños fuera de él”. Tiene sus centros de formación donde se adoctrinan los teólogos y misioneros: Las grandes universidades de las capitales financieras del mundo que dominan el mercado. Y por último, tiene también sus consignas excluyentes: “Fuera del mercado no hay salvación” [2]. “Quien no tiene para consumir, no sirve para vivir”.
Que según el datos del Banco Mundial más de 1000 millones de personas vivan por debajo del umbral absoluto de la pobreza (o sea que viven con menos de 1 dólar diario) y que más de 900 millones de seres humanos que padezcan hambre, desnutrición y todas sus consecuencias, no parece importarle mucho al homo consumus, seguidor de esta nueva religión. Preguntémonos seriamente: ¿Hemos participado en los cultos de esta nueva religión?
En los libros de historia, los protagonistas son aquellos que lograron el poder y la riqueza, aún aplastando a los demás seres humanos y a su propia humanidad. Como la Biblia es una historia escrita desde el reverso, o sea desde los pobres que quieren vivir con dignidad, el evangelio de hoy nos presenta a otros protagonistas. En el evangelio de hoy el rico no tiene nombre propio. Epulón significa sencillamente banqueteador o comelón. Consumidor compulsivo, podríamos decir hoy. El pobre sí tiene nombre propio: Lázaro, que significa, Dios ayuda. (Aunque pareciera que a ese hombre no lo ayudó ni Dios).
Aquí nos puede venir otro problema, pues esta parábola se ha utilizado como un arma en contra de los mismos pobres que quiso defender. Muchas veces se han engañado a los pobres diciéndoles que deben sufrir con paciencia y cargar esa cruz porque así tendrán el cielo asegurado. Hoy sabemos que este tipo de enseñanzas son totalmente contrarias al Evangelio. Lo que busca el Evangelio es despertar las conciencias e invitarnos a abrirnos a Dios y a los demás, porque cuando nos cerramos al sufrimiento humano, nos cerramos a Dios, generamos miseria y frustramos nuestra propia vida.
El Evangelio no invita a empobrecerse, no condena los bienes como tal ni el disfrute de la vida. El epulón no se condena por rico ni por disfrutar la vida. Se condena a sí mismo porque no logró superar su propia mediocridad humana, porque limitó su vida a ser un epulón, es decir, un consumidor egoísta y narcisista. Porque se cerró a los demás seres humanos y, por lo tanto, también a Dios y a su amor misericordioso.
Hoy, en el mundo, hay muchas personas que sobreviven condenadas porque hicieron girar toda su vida alrededor de sus sentimientos más rastreros y egoístas. Porque no se preocuparon por otra cosa más que por tener para consumir y consumir, y fueron indiferentes ante el dolor humano, aplastando así su propia humanidad. Hoy hay personas que abundan en dinero y poder, tanto como en tratamientos psiquiátricos para llenar un vacío de sentido que nunca llenarán si no se abren al amor misericordioso.
El epulón se condena y condena a los empobrecidos a sobrevivir en la miseria. Hoy sabemos que la incompetencia y la corrupción de nuestros gobernantes epulones, matan a más personas que las mismas catástrofes o enfermedades. Y, conociendo eso, muchas veces los seguimos eligiendo o nos acomodamos al sistema. Hoy sabemos que con un pequeño porcentaje del PIB de las naciones más desarrolladas, bastaría para cubrir las necesidades básicas de los millones de seres humanos que se mueren como el pobre Lázaro. Pero estos seres humanos están condenados a sobrevivir hasta que la muerte se apiade de ellos. Por eso Latinoamérica está muy lejos del desarrollo y África con toda su riqueza es hoy un continente condenado a morir de hambre y de pandemias que podrían resolverse en poco tiempo.
Como seguidores de Jesús, ¿cuál es nuestro aporte para mejorar la situación de tantas personas que viven en el umbral de la miseria? ¿Se puede ser cristiano y ser indiferente ante el dolor humano? ¿Consumo alimentos algunas veces sin necesidad? ¿Tengo objetos que realmente no necesito y sólo manifiestan mi falta de caridad, mi indiferencia, mi poca humanidad y mi vacío de Dios? ¿A qué me invita Jesucristo? ¿Escucho su grito a través de los lázaros que sobreviven en nuestras calles? ¿Qué voy a hacer efectivamente por los Lázaros que tengo al frente?


Oración
Jesús, hermano, amigo, compañero nuestro, te damos gracias por toda tu vida y enseñanza, fuente de alegría, de esperanza y de vida para nosotros. Te pedimos que la gracia de tu Espíritu purifique nuestra mente, nuestro espíritu, nuestros impulsos, nuestros sentimientos, todo nuestro ser, para que nos liberemos de todo tipo de esclavitud. Perdónanos, reconcílianos, ayúdanos a vivir en paz, en justicia y en armonía con nuestra naturaleza humana, con ese soplo divino que el Padre insufló sobre nosotros. Líbranos de convertirnos en consumidores compulsivos, esclavos de la imagen, de las modas, del qué dirán, de la aprobación o desaprobación de los demás. Líbranos de la mediocridad, del vacío existencial, de la indiferencia ante el dolor humano y de todo sentimiento rastrero y egoísta que amenaza nuestra felicidad.
Te pedimos que la gracia de tu Espíritu nos de la fuerza para vivir como tú, siempre dispuestos a compartir con solidaridad y alegría. Que podamos disfrutar con libertad de cada cosa que hagamos: de nuestros proyectos, trabajos, logros, enseñanzas, encuentros, celebraciones, comidas, fiestas… todo en un espíritu de justicia donde no haya vencedores ni vencidos sino donde todos ganemos. Que podamos construir una humanidad en la cual no haya excluidores ni excluidos sino que podamos sentirnos incluyentes e incluidos, con dignidad, libertad y verdadera felicidad. Amén.



[1] QUIROZ Fernando. Ladran, Ludwig. En: El Tiempo. 14 de septiembre de 2010. 1-14 p.
[2] CASTILLO, José María. El disfraz de carnaval. Bilbao: Desclée de Brouwer, 2006. 49-55 p.

0 comentarios:


WebJCP | Abril 2007