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MISIONEROS EN CAMINO: Cuando los perros son más humanos que los hombres
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sábado, 25 de septiembre de 2010

Cuando los perros son más humanos que los hombres


Por Juan Jáuregui
(Domingo XXVI TO, 26 de Septiembre de 2010)
Evangelio: Lucas 16, 19-31

“….. banqueteaba espléndidamente”
“….. echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de comer lo que tiraban de la mesa del rico”.
“Y hasta los perros se acercaban a lamerla las llagas”. Está mal abusar de los demás.
Está mal aprovecharse de los demás.
Está mal explotar al pobre.
Pero, peor es la indiferencia ante del dolor y el sufrimiento de los otros.
Porque, la indiferencia:
No hace nada.
Sencillamente ignora al resto.
Sencillamente los demás no existen para uno.
Es la manera más expresiva de demostrar la poca importancia que tienen los demás.
Los demás no existen para él.
Los demás no son nada.
Un simple portal separa a los hombres.
Fuera la necesidad y el hambre.
Dentro el bienestar y el banquetear espléndidamente.
Dentro las migajas que caen de la mesa.
Fuera el estómago vacío.
Unas migajas, que no es mucho, que no sirven para nada.
Mientras tanto alguien que las ansía al otro lado del portón.
La parábola de Jesús no condena al rico vestido de púrpura y lino, por ser
un hombre que explote a los demás,
un hombre que se aproveche de los demás,
un hombre que se enriquece a cuenta de los demás.
Lo que Jesús condena en él:
No es que vista bien.
Que coma y beba bien.
Sino que es un hombre indiferente ante los demás.
Un hombre para quien los demás no existen.
Los demás no tienen rostro.
Los demás no tienen estómago.
El hambre de los demás no le dice nada.
El estómago vacío de los demás le trae sin cuenta.
Las llagas y heridas de los demás, no llegan a sus ojos y menos a su corazón.
Hablamos mucho contra los explotadores de los demás.
Hablamos mucho contra los que se hacen ricos a cuenta de los demás.
Pero a Jesús le duele mucho más nuestra indiferencia.
A Jesús le duele que los demás no logren tocar nuestro corazón.
A Jesús le duele ese portón que nos encierra en nuestro propio mundo.
A Jesús le duele ese portón que nos impide ver el dolor y el sufrimiento que hay al otro lado.
La insensibilidad y la indiferencia.
Dos pecados muy comunes a todos nosotros.
Vemos pero sin ver.
Vemos pero no nos enteramos.
Sencillamente no vemos cuando el corazón no ve.
No vemos cuando el corazón sigue indiferente.
No vemos cuando el corazón no siente.
Pasamos de largo y no nos enteramos de nada.
Pasamos de largo y no vemos al hombre llagado.
Pasamos de largo y no vemos al hombre con hambre.
¿Serán los perros más sensibles que los humanos?
Sabía que los perros son los mejores amigos de los hombres.
Pero puede que sean también más humanos que los hombres.
Lo que nosotros no vemos, los perros lo lamen.
Y no eran precisamente suyos estos perros.
Eran los perros del barrio.
La insensibilidad es una de las señales de falta de vida.
La insensibilidad es una de las señales de que nuestro corazón está muerto.

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WebJCP | Abril 2007