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sábado, 25 de septiembre de 2010

AMOR SIN COMPASIÓN ES PURO INTERÉS


XXVI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 16, 19-31) - Ciclo C
Por Fray Marcos

Por última vez, después de una insistencia machacona, nos habla Lucas de la riqueza. Yo también tengo claro, que en materia de dinero no haremos caso ni aunque resucite un muerto.

La parábola va dirigida a los fariseos. Acaba de decir el evangelista: “oyeron esto los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlaban de él”. Jesús apoyándose en sus creencias, quiere hacerles ver que, si de verdad creyeran lo que predican, no estarían tan pegados a las riquezas.

Esta parábola nos dice lo mismo que (Mt 25,34-46) “Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber...” Las dos hay que entenderlas dentro de una visión mitológica del más allá: premio y el castigo más allá, como solución de las injusticias del más acá.

Utilizar estos textos para seguir hablando de un premio para los pobres y un castigo para los ricos en el más allá, no tiene sentido alguno; a no ser que se busque la resignación de los pobres para que no se revelen contra la injusticia y poder así seguir disfrutando los ricos de sus privilegios. Aunque haya que procurar superar el lenguaje de la época, el verdadero mensaje sigue siendo válido.

Para poder comprender por qué el rico, que se vestía y comía de lo suyo, es lanzado al “hades” (no nuestro infierno), debemos explicar primero el concepto de rico y pobre en la Biblia.

Para nosotros “rico” y “pobre” son conceptos que hacen referencia a una situación social. Rico es el que tiene más de lo necesario para vivir y puede acumular bienes. Pobre es el que no tiene lo necesario para vivir y pasa necesidades vitales.

En el AT, se elogia la riqueza como signo del favor de Dios, y se da gracias por ella. Fueron los profetas, sobre todo Amós, los que levantaron la liebre y denunciaron la maldad de la riqueza. Su razonamiento es el siguiente: La riqueza se amasa siempre a costa del pobre, esclavizándolo. El rico se erige en señor del pobre. Pero para un judío el único Señor es Dios, por lo tanto el rico usurpa el señorío de Dios y con ello está fallando religiosamente.

Pobres, en el AT, sobre todo a partir del destierro, eran aquellos que no tenían otro valedor que Dios. Se trataba de los desheredados de este mundo que no tenían nada en qué apoyar su existencia; no tenían a nadie en quien confiar, pero seguían confiando en Dios. Esta confianza era lo que les hacía agradables a Dios, que no les podía fallar (Lázaro, -el azar en hebreo- significa Dios ayuda).

No existe en el AT concepto puramente sociológico de rico y pobre, porque nada se podía desligar del aspecto religioso.

Ahora comprenderéis por qué el evangelio da por supuesto que las riquezas son malas sin más matizaciones. No se dice que fueran adquiridas injustamente ni que el rico hiciera mal uso de ellas, simplemente las utilizaba a su antojo. Si Lázaro no hubiera estado a la puerta, no habría nada que objetar. Pero es precisamente el pobre, el que con su sola presencia, llena de maldad el lujo y los banquetes del rico. Tampoco Lázaro se propone como ejemplo moral de pobre, sino como contrapunto a la opulencia del rico.

Para comprender que no es fácil descubrir el verdadero sentido del evangelio, basta ver el comportamiento de Jesús. Sin duda ninguna, Jesús manifiesta una predilección por todos los que necesitaban liberación, entre ellos los pobres; pero también admitió la visita de Nicodemo, era amigo de Lázaro, aceptó la invitación de Mateo, acogió con simpatía a Zaqueo, fue a comer a casa de un fariseo rico, etc. No es fácil descubrir las motivaciones profundas de la manera de actuar de Jesús. Jesús descubrió que la riqueza acumulada y no compartida, impide entrar en el Reino de los cielos; así lo predicó sin contemplaciones. Pero su actitud no fue excluyente, sino abierta y de acogida para con los ricos.

La clave de todo el relato es que el rico no descubrió a Lázaro que estaba a la puerta con los perros (animal impuro); aunque parece que después si lo reconoce cuando lo ve en el “seno de Abrahán”. Es aquí donde debemos ver el toque de atención de la parábola. Vivimos tan enfrascados en nuestro hedonismo, que no queremos ver la miseria que existe en el mundo. Y eso que hoy, ni siquiera tenemos que salir a la puerta para descubrirla, porque se está colando a todas horas, dentro de casa por la ventana de la televisión.

El mensaje del evangelio no está encaminado a solucionar un problema social, sino a denunciar una falsa actitud religiosa. La desaparición de la injusticia social, sería consecuencia inmediata de una correcta actitud ante Dios. El evangelio está a años luz del capitalismo, pero también del comunismo o cualquier clase de igualitarismo impuesto.

Jesús predica el “Reino de Dios”, que consiste en superar todo egoísmo y hacer de todos los hombres una comunidad de hermanos. La diferencia es sutil, pero sustancial.

El comunismo reparte los bienes, pero no elimina la tensión entre los seres humanos, de ahí que unos y otros se quedan sin motivación para seguir produciendo riqueza y al poco tiempo, no habrá nada que repartir.

Lo que Jesús propone es compartir como fruto del amor que nos une. La consecuencia sería la misma, que los ricos dejarían de acaparar y los pobres dejarían de serlo, pero el camino recorrido humanizaría tanto al rico como al pobre.

Con la palabra “amor” expresamos siempre una relación de amistad o cercanía a los demás, pero la mayoría de las veces esa atracción está motivada por la necesidad que tenemos de los demás y en vez de ser verdadero amor, no es más que un deseo profundo de que nos amen. Incluso podemos hacer un esfuerzo y dar pruebas de amor hacia el que esperamos que nos ame, para provocar que se fije en nosotros. Todo ello no es más que un refinado egoísmo que incluso se sirve de un falso amor para salirse con la suya.

Seguramente que el rico de hoy hacía favores e invitaría a comer a sus hermanos y a los amigos ricos como él. Está claro que esa actitud no cuenta para nada en orden a descubrir su verdadera actitud para con los demás. Un verdadero amor solo está garantizado cuando hago algo por aquel que no va a poder pagármelo de ninguna manera.

El amor que nos pide Jesús nunca se puede desligar de la compasión. Amor sin compasión es puro interés. Un niño no tiene compasión por su madre, por eso lo que siente por ella no es “amor” sino interés radical, porque en ello le va la vida. La inmensa mayoría de las relaciones que calificamos como amor, no superan el listón del interés egoísta. El rico demostró su egoísmo porque ignoró la presencia del pobre, del que nada podía esperar.

Ahora podemos entender por qué refugiarse en la incapacidad de cada uno para solucionar el hambre del mundo no puede ser excusa para no hacer nada.

Vuelvo a recordarlo, la denuncia no es de un problema social, sino religioso. Nuestra pasividad está demostrando que la religión no es más que una tapadera que intenta sumar alguna seguridad espiritual a las seguridades materiales que nos tranquilizan.

Jesús no te está pidiendo que soluciones el hambre del mundo, sino que salgas de tu error al confiar en la riqueza como salvación. No se te pide que salves el mundo, sino que te salves tú. Ahora bien, si los ricos dejásemos de acaparar bienes, terminarían por llegar a los pobres.

Me daría por satisfecho si todos nosotros saliéramos de aquí convencidos de que la pobreza no es un problema que alguien tiene que solucionar, sino un escándalo en el que todos participa mos y del que tenemos la obligación de salir.

No es suficiente que aceptemos teóricamente el planteamiento y nos dediquemos a criticar las injusticias que se están cometiendo hoy en el mundo. Es lo que hacemos todos. Se trata de descubrir que aunque yo esté dentro de la más estricta legalidad cuando acumulo bienes materiales, eso no garantiza que mi relación con los hombres, y por lo tanto con Dios sea la correcta.

La solución que propone Jesús no es simplemente externa. No basta con que los ricos sean despojados de su riqueza por la fuerza, porque los ahora pobres ocuparían inmediatamente su lugar. Eso ha pasado en todas las revoluciones sociales. La única solución es la que propone Jesús y pasa por superar todos, el egoísmo y hacer un mundo de hermanos.

Es verdad que los ricos no se consideran hermanos de los pobres, pero no es menos cierto que los pobres tampoco se consideran hermanos de los ricos. El evangelio va mucho más allá de la solución de unas desigualdades sociales. Pero también esas injusticias quedarían superadas con un verdadero amor-compasión.

Estamos engañados si creemos que podemos desarrollar nuestra humanidad o religiosidad sin contar con el pobre. Nuestra religión, olvidando el evangelio, ha desarrollado un individualismo absoluto. Lo que cada uno debe procurar es una relación intachable con Dios. La moral católica está encaminada a perfeccionar esta relación. Pecado es ofender a Dios y punto.

El evangelio nos dice algo muy distinto. El único pecado que existe es olvidarse del hombre que me necesita. Mi grado de acercamiento a Dios es el grado de acercamiento al otro. Todo lo demás es idolatría.



Meditación-contemplación


“Tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen”.
No hay peor sordo que el que no quiere oír.
Todos los que han tenido una gran experiencia de humanidad,
nos lo advierten;
pero nosotros sólo escuchamos las sirenas del hedonismo.
......................

Intenta ir un poco más allá de los sentidos.
Instintos, apetitos y pasiones no son malos, pero son insuficientes.
Sólo las exigencias de tu verdadero ser, te llevarán a la plenitud.
No tienes que renunciar a nada,
sino elegir lo mejor para ti, aquí y ahora.
..............

Deja de orientar tu vida
bajo la perspectiva de un premio o de un castigo.
Dios te está dando unas posibilidades de plenitud aquí y ahora.
El no desarrollar esa potencialidad, es la verdadera condenación.
Tú solito has malogrado tu existencia.
................

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WebJCP | Abril 2007