XXVI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 16, 19-31) - Ciclo C: NO SEAS ASÍ

Por Javier Leoz

Eran fiestas en un pueblo cuando, un mendigo, iba pidiendo limosna por las mesas repletas de gente, de comida y de bebida. Ante la situación, un vecino, se le acercó y le dijo: ¿No ves que estás molestando? ¡No seas así! ¡Estamos en fiestas!

1.- No siempre, los que nos decimos cristianos, estamos a la altura de las circunstancias. Hay lodos que ciegan de tal manera nuestros ojos que nos impiden ver necesidades. En cuántos momentos, sin ser conscientes de ello, ponemos tan en alto lo puramente material que nos ofusca para comprobar el estado o las carencias de las personas. Y es que, la vida, es una balanza con dos platos: en un lado están las personas y, en el otro, el bienestar, la riqueza, el dinero, el escaparate, lo superficial. Allá donde pongamos el acento, y el peso de nuestro dedo, dirá mucho de nosotros, de nuestra forma de ser y de vivir y, por supuesto, de la sinceridad o falsedad de nuestra fe. Qué bueno sería que, de vez en cuando, nos hiciéramos una analítica cristiana: ¿En qué andamos ocupados? ¿De qué nos preocupamos? ¿De lo eterno o de lo efímero? ¿De las personas o de sus joyas? ¿De los dolores de la humanidad o de los fuegos artificiales que estallan durante media hora? Muchas veces vamos regalando eso: artificio, superficialidad, simple apariencia, sin darnos cuenta de tantas calamidades que se asoman en los portales y en las calles por donde atraviesa nuestra vida.

2.- El evangelio de hoy complementa al del domingo pasado: hay que asegurarse amigos y garantías para el día de mañana. ¿Cómo? Haciendo el bien. En el ocaso de la vida, cuando la fe desaparece y la esperanza se desvanece ante la realidad eterna, brotará en la memoria del Creador aquella bondad que supimos derrochar en la casa de los demás. Aquello de “ojos que no ven, corazón que no siente” no es precisamente una sentencia que ayude a una vida cristiana y, mucho menos, que contribuya a que se nos abran las puertas del cielo. ¿Dónde entonces la respuesta? Hay que vivir dignamente sin someter a los demás a una indiferencia. No es ningún pecado anhelar el bienestar personal siempre y cuando no marginemos de la mesa de nuestra felicidad aquellos que tienen derecho, como hijos de Dios y ciudadanos, a sentarse en ella. En la mesa del gozo, de la fraternidad, de la alegría, de las ilusiones, de la música, del bienestar, del dinero……..hay sitio para todos.
Le preguntaban a una madre que había dado a luz sobre el estado de su salud. La joven, contestaba: soy feliz porque he dado vida. Algo así hemos de ser nosotros para con los demás: ser felices compartiendo, ser felices dándonos o ser felices abriendo –y no cerrando – los ojos a tantos “Lázaros” que merodean en el horizonte de nuestras decisiones, trabajos, capacidades, fortuna personal o social.

3.- No caigamos en el error de afirmar “yo no soy el rico” (doy limosna, estoy comprometido en diversas causas sociales, etc.) ni tampoco nos enganchemos al personaje del pobre Lázaro (nadie se acuerda de mí, la vida no me sonríe, podría estar mejor….) Los dos personajes, se entrecruzan frecuentemente en nuestra forma de ser, de actuar y de entender la vida. Y, los dos personajes, recobran vida cuando nuestra vida va en una dirección o en otra. ¿A cual te apuntas?

4.- QUE NO VIVA ASÍ, SEÑOR
Con las manos, tan metidas de lleno en el mundo,
que me olvide de mirar con los ojos al cielo
Tan pletórico de alegría y de salud,
que llegue a pensar que todos viven igual que yo

QUE NO VIVA, SEÑOR
Ciego y apasionado con mis bienes
y sin ver a los que nada o poco tienen
Pendiente de lo intrascendente
y dejando a un lado lo que, mañana,
después de mi muerte
me aguarda a tu lado, me espera en tu presencia

QUE NO VIVA, SEÑOR
Tan nutrido en mí mismo
y marginando a todo aquel que no vive conmigo
Deslumbrado por el oro
y al margen de la riqueza que Tú me ofreces

QUE NO VIVA, SEÑOR
Con mis manos cerradas a ofrecer y dar
Con mi corazón volcado en la injusticia
Con mis ojos ebrios por el fulgor de lo que se va
Con mis pies caminando por parajes oscuros
Con mis pensamientos en la tierra, sólo en la tierra
Que no viva, así, Señor, que no viva.
Amén