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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales litúrgicos y Catequéticos: XIX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 12, 32-48) - Ciclo C
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miércoles, 4 de agosto de 2010

Materiales litúrgicos y Catequéticos: XIX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 12, 32-48) - Ciclo C


Monición de entrada

(A)

«Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», nos dice Jesús. Es ésta una buena advertencia para todos los que decimos seguirle. Y es también algo de lo que nos damos cuenta en la vida: cuando ponemos en primer lugar a una persona, una cosa, unas actitudes... todo lo demás va quedando por detrás, y deja de tener la importancia que anteriormente le habíamos dado. No está muy claro que Jesús, ni los valores del Reino, sean lo que más capta ni nuestras fuerzas ni nuestra ilusión. Que la Eucaristía nos ayude a crecer en la verdadera fe, que es siempre entrega y confianza. Comencemos, pues, nuestra celebración.

(B)

Venir a misa el domingo es hacer una profesión de fe cristiana frente a las masas de indiferentes o no practicantes. Por más que las iglesias se llenen, no podemos olvidar que nos movemos en situación de minoría. Pero es a estas minorías a las que Jesús se dirige con palabras de aliento. ¡No temáis, permaneced en mi amor!
Hoy además nos invita a levantar la cabeza mirando hacia el futuro. Desearíamos poder resolver los grandes problemas del mundo pero nos sentimos desproporcionadamente insuficientes. Ni siquiera tenemos en las manos nuestro futuro personal. Jesús promete permanecer a nuestro lado, sostener nuestra debilidad y asegurarnos el futuro.

(C)

Sorprende cómo mucha gente vive con temor: miedo a la enfermedad, miedo a perder sus seres queridos, miedo a la propia muerte, miedo del hoy, miedo del mañana. Jesús nos tranquiliza: “¡No temáis! ¡No pierdáis la esperanza! ¡Tened fe!” Incluso cuando atravesamos días difíciles, no tendríamos que perder nunca nuestra fe y esperanza; deberíamos estar siempre alertas a la venida amorosa del Señor en medio de nosotros.
En esta eucaristía pedimos al Señor que nos mantenga siempre atentos a su presencia.



Pedimos perdón

Al Dios Padre que ha tenido a bien darnos su Reino y nos llama a vivir confiando en El, le decimos que nos perdone:

Tú, que siempre cumples tus promesas. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú, que nos invitas a vivir en justicia y en verdad. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú, que nos traes la libertad y el amor. SEÑOR, TEN PIEDAD...

(B)

Pedimos para todos tener la mirada abierta a ese futuro y el corazón abierto al amor con que Jesús nos alerta.

Por las veces que nuestro corazón está lejos de tu Evangelio. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Por las veces que andamos aletargados o dormidos. CRISTO, TEN PIEDAD...
Por las veces que no seguimos tus llamadas y evadimos nuestros compromisos. SEÑOR, TEN PIEDAD…

(C)

Con estos deseos, nos ponemos en la presencia de Dios, y le pedimos su perdón y su gracia, para participar con gozo en la Eucaristía.

-Tú, Señor, que nos invitas a no perder nunca el ánimo ni la esperanza y a confiar siempre en ti. Señor, ten piedad.
-Tú, Señor, que nos invitas a poner nuestro corazón no en los tesoros humanos, sino en el Reino. Cristo, ten piedad.
-Tú, Señor, que nos invitas a estar vigilantes y alertas para descubrir y reconocer tu presencia entre nosotros. Señor, ten piedad.

Que Dios, nuestro Padre tenga misericordia de nosotros perdone nuestros pecados y nos lleva a la vida eterna.


Escuchamos la Palabra

Monición a la primera lectura.

El autor del libro de la Sabiduría nos recuerda que reconocer y agasajar al Dios liberador implica necesariamente sentirse unido a todos los miembros de la comunidad, en los peligros y en los bienes; igualmente, celebrar el banquete de la Eucaristía es estar dispuestos a compartirlo todo con los hermanos.


Lectura del libro de la Sabiduría

Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban.
Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables. Pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas llamándonos a ti.
Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.

Palabra de Dios

Salmo: Dichoso el pueblo a quien Dios escogió (S. 32)

Monición al Evangelio.

El señorío y la categoría de las personas se miden por su comportamiento y no por su cuenta corriente. El señorío y la categoría del cristiano van más allá: relativiza todo lo relacionado con el poseer y sólo tiene en cuenta el vivir en fraternidad, porque se sabe en camino hacia el Padre.


+ Lectura del santo evangelio según san Lucas

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Pedro le preguntó: Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?
El Señor le respondió:
¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió más se le exigirá.

Palabra del Señor


EVANGELIO DIALOGADO (Niños)

Los cristianos no podemos ser unos "pasotas". Hemos de estar siempre trabajando, cumpliendo nuestro deber. (Lc. 12, 32-48)

Narrador: Entre los judíos ricos existía la costumbre de que cuando el señor de la casa salía fuera, sus criados le esperaban a que volviera para prepararle todo lo que necesitara. Y si volvía de noche, estaban despiertos y con antorchas encendidas para abrirle en cuanto llamara.
Aprovechando esta costumbre, Jesús decía a la gente que le seguía:

Jesús: Vosotros, los que queréis ser mis seguidores, no debéis vivir la vida despreocupados de todo y haciendo sólo lo que os apetece. Tenéis que estar siempre como esos criados, preparados a que su señor vuelva a casa. Tenéis que estar despiertos, vestidos y con las antorchas encendidas. Pues no sabéis cuando vendrá el Señor. Y si cuando venga el Señor a vuestro encuentro os encuentra así, preparados y dispuestos a recibirle, ¡felices vosotros! Porque Él os invitará a sentaros a su mesa y Él mismo os servirá.

Palabra del Señor

Homilías

(A)

Hay en el evangelio de hoy una llamada a la vigilancia que hemos de escuchar todos: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas...” “Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela...”. “Estad preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre...”
Estas frases del Evangelio no pretenden intimidarnos, de modo que vivamos obsesionados por la llegada imprevista de la muerte.
Hubo un tiempo en el que la predicación de la Iglesia abusó de este tema... Hoy por esa vieja ley de péndulo, hemos casi eliminado este tema de nuestras reflexiones y predicaciones...
Y hoy, el hombre moderno vive absolutamente despreocupado de esta realidad. Es más, muchas veces montamos la vida de espaldas a esta realidad. Sólo cuando la muerte nos toca en la persona de un familiar o de un ser cercano, se produce en nosotros un choque que desmonta nuestros esquemas y nos hace sentir la fragilidad y debilidad del ser humano...
O simplemente cuando la enfermedad nos visita, nos hace sentir la fragilidad de esta vida y de todo lo que la envuelve...
Entre la obsesión constante por la muerte y la despreocupación más completa está el camino intermedio que es al que pretende conduciros el evangelio...
Un día me moriré. Y pensar eso es bueno. Eso me ha de llevar a plantearme cómo estoy viviendo. ¿Cómo haría yo el proyecto de mi vida en el momento de la muerte? ¿Cómo me gustaría haber vivido el día de mi muerte?
¿Igual que estoy viviendo?...
¿Cuántas de las luchas, de nuestras aspiraciones, de nuestros deseos... parecen vanos en ese momento? ¿Cuántas de nuestras divisiones, de nuestros odios, rencores y razones... parecen absurdos e infantiles en este momento?
Se trata pues de cambiar de valores o de dar la vuelta a los prismáticos...
Porque en toda vida humana hay un momento en el que damos la vuelta a los prismáticos... Esa vuelta a los gemelos se produce cuando nos llega un gran dolor o cuando se descubre un gran amor... Los valores se invierten...
Una muchacha, contaba en una revista, cómo había dado ella la vuelta a los prismáticos: su padre estaba seriamente enfermo y todo cambió de color: “¡Cuántas cosas –decía- por las que antes luchaba y me angustiaba se me han vuelto fútiles e innecesarias! ¡Qué tontas me parecen algunas ilusiones sin las que me parecía que vivir sería imposible! ¡Cómo se vuelve todo de repente secundario y ya sólo cuenta la lucha por la vida y la felicidad de los seres que amas!”.
Es cierto: la gran enfermedad de los hombres es esa miopía cotidiana que nos empuja a equivocarnos de valores.
Yo me he preguntado muchas veces qué pediría a Dios si él me concediera un día un milagro. Y creo que suplicaría el ver, el ver las cosas como él las ve, desde la distancia de quien entiende todo, de quien conoce el porvenir y la auténtica dimensión de las cosas.
Si tuviera ese don, ¡qué distinta sería mi vida! ¡Cuánto más amaría y cuánto menos lugar habría dado a las apariencias! ¡Qué poco me habrían importado los éxitos y cuánto más las amistades!
Decía esta chica: “Ahora “gano” mis tardes haciendo crucigramas con mi padre. Soy feliz viéndole sonreír. A su lado no tengo prisas. Cada minuto de compañía se me vuelve sagrado. Y cuando a la noche regreso a mi casa “sin haber hecho nada” (sin haber hecho nada más que amar) me siento llena y feliz, mucho más que si hubiera ganado un pleito, construido una casa o acumulado un montón de dinero. Charlo con él. Charlamos de nada. Vivimos. Estamos juntos. Le quiero. Le veo feliz de tenerme a su lado. No hay premio mayor en este mundo. Sé que un día me arrepentiré de millones de cosas de mi vida. Pero que nunca me arrepentiré de estas horas “perdidas haciendo crucigramas a su lado”.
Esta chica tiene razón. Ha vuelto sus prismáticos. Ha vuelto sus prismáticos y de repente el cristal de aumento de su corazón le ha hecho descubrir lo que la mayoría de los seres humanos no llegan ni siquiera a vislumbrar. Y todo lo demás se ha vuelto pequeñito y lejano: secundario.
La vida de los hombres, la sonrisa de las personas, la alegría de un niño o un anciano, son mucho más importantes a los ojos de Dios... que todas las acciones del mundo.... Se trata por tanto de que a la luz del Evangelio trastoquemos nuestra escala de valores y vayamos conformándola un poco más de acuerdo con él...

(B)

Unos lo llaman "euforia veraniega". Otros "desmadre". Lo cierto es que, durante el verano, es más fácil advertir ese estilo de vida cada vez más frecuente en la sociedad occidental y que ha sido calificado por algunos analistas como "experiencia de vértigo".
Todos sabemos lo que sucede cuando subimos a una torre alta y miramos hacia el suelo. El vacío nos arrastra, y si no nos cogemos fuertemente a algo, corremos el riesgo de precipitarnos hacia el abismo. Algo de esto puede ocurrir en la vida de muchas personas. El vacío interior puede provocar una especie de vértigo capaz de arrastrar a la persona hacia su ruina.
Cuando se vive sin convicciones profundas, o cuando se carece de verdaderos ideales, se crea un vacío interior que deja a la persona a merced de toda clase de impresiones pasajeras. Entonces, todo lo que produce euforia o placer inmediato seduce y arrastra. El individuo se deja llevar por cualquier experiencia que pueda llenar su sensación de vacío. Necesita poseerlo todo y disfrutarlo todo. Y, además, ahora mismo y al máximo.
Otro rasgo muy significativo de este "vértigo existencial" de nuestros días es la búsqueda de ruido. La persona no soporta el silencio. Aborrece el recogimiento. Lo que necesita es perderse en el bullicio y el griterío. De esta forma es más fácil vivir sin escuchar ninguna voz interior.
Este vértigo conduce, por lo general, a un estilo de vida donde todo puede quedar desfigurado. Fácilmente se confunde la alegría con la euforia, la fiesta con la orgía, el amor con el sexo, el descanso con la dejadez. La persona quiere vivir intensamente cada momento, pero, con frecuencia, no puede evitar la sensación de que se le puede estar escapando algo importante de la vida.
Y, ciertamente, es así. En esta "experiencia de vértigo" se encierra un gran engaño: "Las experiencias fascinantes de vértigo lo prometen todo, no exigen nada y acaban quitándolo todo". Para vivir una vida de vértigo, no hace falta esfuerzo alguno. Sólo dejarse llevar por los instintos y ceder a la satisfacción inmediata. Lo que pasa es que una "vida desmadrada" lleva fácilmente a la dispersión, el embotamiento y la tristeza interior.
Hemos de escuchar la invitación de Jesús a vivir vigilantes, "Ceñida la cintura y encendidas las lámparas". Para vivir de forma más humana y más cristiana es necesario cuidar más "lo de dentro" y alimentar mejor la vida interior. No es extraño que un maestro espiritual de nuestros días afirme que el hombre contemporáneo necesita escuchar la célebre consigna de S. Agustín: "Redeamos ad cor", "volvamos al corazón".
"Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón"
Hoy podríamos hacer una experiencia interesante. En lugar de marcharnos a casa, después de haber leído esta página del evangelio, atrevernos a preguntar sinceramente como Pedro: Señor ¿ esta parábola la has dicho por otros o también por nosotros? La pregunta tiene sus riesgos. Quizá en el fondo de nuestro ser una voz pudiera alzarse de modo claro y contundente para contestar: Esto lo he dicho por ti.

(C)

Cuentan que un hombre joven se preguntaba si en el mundo existía la justicia. Y salió en su busca. Por más que anduvo no encontró en parte alguna la verdadera justicia.
Al volverse a casa se encontró en un bosque muy oscuro. Se perdió en medio de él, sin saber qué dirección tomar. Entonces llegó a un claro en el que había una casa en ruinas y destartalada. Vio la puerta entreabierta; entró y se encontró en una habitación llena de luz. Después vio otra, otra y otra, de tal manera que parecían no acabarse.
Y en todas ellas, muchísimos estantes con muchísimas lámparas de aceite. Estas lámparas, muy pequeñas, unas brillaban intensamente; otras se estaban apagando. En algunas lámparas había mucho aceite y en otras sólo unas pocas gotas.
Este hombre se dio cuenta de que no estaba solo. A su lado había una figura pálida y blanca, vestida toda de blanco. El hombre tuvo miedo y pregunta: «¿Dónde estoy?».
La figura lo miró y dijo: «Esta es la casa de las lámparas de aceite. Cada lámpara que ves aquí es el alma de un ser humano. Todos los seres humanos vivos ahora en todo el mundo están aquí. Viven y mueren. Como puedes ver, a algunos les quedan muchos años por delante; a otros les queda muy poco tiempo; y algunos mueren mientras hablamos». Y en aquel mismo momento la mecha de una lámpara que había en un estante, que estaba frente a ellos, chisporreteó y se acabó.
La figura lo llevó por medio de las habitaciones; le señala otra lámpara y le dice: «Esta es la tuya». A aquella lámpara sólo le quedaba un par de gotas de aceite; su mecha estaba inclinada y ya tenía dificultades para mantenerse en pie.
El hombre dio un grito. Se preguntaba: «¿Iba su vida a terminarse tan pronto? ¿Qué había hecho con su vida? ¿La había malgastado buscando algo que no existía?». Estaba horrorizado y asustado. ¿Cuánto le quedaba? ¡Ah, si tuviese un poco más de tiempo para vivir, para hacer las cosas buenas que no había hecho!
Se dio cuenta de que estaba solo. Se fijó en otra lámpara. Esta tenía mucho aceite. La mecha era alta y ardía muy despacio en comparación con la suya. Sólo necesitaba una gota o dos, lo suficiente para tener un poco de tiempo, para solucionar algunas cosas, para ponerlas en orden. Pensaba que al otro, que tenía tanto aceite, no le importaría; agarró la lámpara y la inclinó sobre la suya. Y en este instante alguien lo agarró con fuerza.
La figura era negra y sujetaba su brazo como si fuera una tenaza de acero. Al mismo tiempo le pregunta: «¿Es esta la clase de justicia que estabas buscando?».
La figura desapareció. La casa de las lámparas desapareció. Todas las luces desaparecieron. Estaba solo en el bosque oscuro. Y pensaba en lo que había intentado hacer y en cuánto tiempo le quedaba de vida.
De este cuento podemos sacar dos lecciones: la primera es que, antes de buscar la justicia en los demás, la busquemos en nuestra manera de obrar. La segunda es que, en la lámpara de la vida, nadie sabe la cantidad de aceite que tiene. Como dice el Evangelio, la muerte viene como un ladrón.
Y cuando llegue, la verdadera desgracia no será el haber sufrido injusticias, sino el haberlas cometido.

(D)

Hoy Jesús tendrás que perdonarme porque quiero leer tu evangelio al revés. Bueno, yo creo que saldrá al derecho de todos modos. Tú nos mandas “estar en vela”. “Que tengamos nuestras lámparas encendidas”.
Perdona, pero yo te voy a pasar la pelota y te voy a pedir que el que esté en vela seas tú. Porque soy yo quien necesito que tú veles constantemente sobre mi. Yo sé que tengo que estar atento a tus llegadas. Pero yo necesito que tú llegues siempre a tiempo a mi vida y la cambies antes de que yo mismo haga una tontería. Y no es que dude de ti, pero es que te necesito tanto ....
Como madre que acuesta a su hijo pequeño y le duerme cantando su na-na-ná.
Como madre que lo deja sumido en sus propios sueños.
Vela también así, Señor, mi sueño. Cierra con tu mano mis ojos. Pon tus dedos en mis labios. Acaricia con tus manos mi frente.
Cansado de mis caminos durante todo el día.
Cansado de mis fatigas. Guardando mis penas y alegrías en el silencio de mi corazón. Quiero que mi noche sea el descanso y el reposo de tantos andares.
Y antes de entregarme a mi sueño, quiero entregarme entero a ti.
Antes de dormirme en los brazos de mis sueños, quiero dormirme en los tuyos.


Toma mi mente, Señor.
Ha pasado el día ocupada en tantas cosas....
Es posible que de tanto pensar en mí, pensar en mis cosas, no haya pensado lo suficiente en ti.
Es posible que a lo largo del día tú hayas sido el gran olvidado.
Es posible que durante el día que termina, no hayas sido tú el centro de mi pensar.
Es posible que en este día que se acaba, tú hayas estado callado en el fondo de mis silencios.

Toma mi mente:
Con todos sus pensamientos. Con todos sus miedos. Con todas sus inquietudes. Con mis ilusiones. Con mis esperanzas. Que mañana, cuando me despierte, te encuentre a ti el primero. Que mañana, cuando me despierte, seas Tú el primero a quien salude. Que mañana, cuando me despierte, mis primeros Buenos Días sean para Ti.


Toma, Señor, mis ojos: Que durante el día han estado tan abiertos.
Que ahora se entregan al sueño. Durante el día han visto demasiadas cosas.
Han visto a tantos que sufren. Han visto a tantos que tienen hambre.
Han visto a tantos que estaban solos. Han visto a tantos que estaban tristes.
Han visto a tantos que estaban felices. Han visto a tantos que caminaban en silencio.

Han visto a tantos niños que lloraban. Han visto a tantos niños que jugaban y sonreían.
Han visto a tantas madres buscando un pedazo de pan para sus hijos.
Han visto a tantos hombres cansados.
Toma Señor, mis ojos: Y pregúntales si te han visto a ti.
Pregúntales si se han encontrado contigo. Pregúntales si se han detenido mirándote a ti.
Pregúntales si han mirado con cariño a los demás. Pregúntales si han mirado con rabia o enfado.
Pregúntales si han llorado con los que lloran. Pregúntales si han reído con los que ríen.
Que mañana cuando me despierte:
Mis ojos tengan un mirar nuevo.
Mis ojos miren a los hombres como hermanos. Mis ojos miren a los hombres y los amen.
Mis ojos miren a las cosas y las amen pero sin apegarse a ellas. Mis ojos puedan verte a ti:
En cada hombre que encuentro. En cada mujer que se me cruce en el camino.
En cada acontecimiento que me sorprenda.

Toma, Señor, mis oídos:

Gracias a ellos puedo escuchar el gemido del niño que llora.
Gracias a ellos puedo escuchar el saludo de los que me aman.
Gracias a ellos puedo escuchar las palabras de los que dicen amarme.
Gracias a ellos puedo escuchar los sentimientos de aquellos a quien amo.
Gracias a ellos puedo escuchar la música que me recrea.
Gracias a ellos puedo escuchar el timbre del que llama a mi puerta.
Gracias a ellos puedo escuchar el dolor y el sufrimientos de mis hermanos.

Porque, gracias a ellos puedo escuchar tu voz. Puedo escuchar tu Palabra. Puedo escuchar que me dices que “me amas”. Puedo escuchar el perdón que me regalas. “Escucha, Israel, al Señor tu Dios”.
“Escucha.....a tu Dios, me dices cada día a mí.


Toma, Señor, mis manos:
Te agradezco el que me las hayas dado.
Con ellas puedo estrechar las manos de mis hijos. Puedo estrechar las manos de todos los hombres.
Con ellas puedo acariciar. Puedo bendecir. Puedo levantar. Puedo dar y compartir mi pan.

Al terminar este día, Señor, déjame, antes de dormirme, que las mire:
Quisiera tenerlas más llenas para repartir. Quisiera tenerlas siempre abiertas.
Quisiera haberlas extendido a más hermanos. Quisiera haberlas extendido a más manos.
Quisiera haber bendecido a más hombres. Quisiera haber repartido más panes.
Quisiera haber ofrecido más vasos de agua. Quisiera haber levantado a más caídos.

Muéstrame las tuyas, Señor:
Déjame de ver los agujeros de los clavos.
Déjame ver esas manos que tocaron a los leprosos y están limpias.
Que mis manos, sean, Señor, mañana tus manos.


Toma, Señor, mis pies:
Cuántos pasos han dado en este día que termina.
Cuánto han andado dentro de casa. Cuando han andado en la cocina.
Cuánto han andado en la calle. Cuánto han andado en la oficina.
Cuánto han andado buscando a los demás. Cuánto han andado buscando hacer el bien.
Cuánto han andado buscando cómo hacer el mal.

Tengo los pies cansados. Cansados como los tuyos.
Los tengo hinchados de tanto andar. También ellos piden un descanso.


Pero, Señor, quisiera que, mañana cuando vuelva a amanecer: Me regales unos pies:
que se cansen de tanto andar hacia los demás,
que se fatiguen de tanto acercarse a los que me necesitan,
Que se cansen de tanto servir a los demás.

Ya ves, tú nos mandas estar en vela y nosotros te pedimos seas Tú quien vele sobre nosotros, para que nuestras vidas estén siempre atentas a ti y a los demás.


Oración de los fieles

Con gratitud al Dios que hace posible todo, y con el ruego de que siga atendiendo nuestra vida, le decimos: ¡Venga a nosotros tu Reino!

Pedimos por la Iglesia, Pueblo de Dios, para que seamos una verdadera comunidad, solidaria con las alegrías y problemas de los hombres. Oremos.
Pedimos por nuestro mundo, roto por los demonios de la economía, la guerra y la sinrazón, para que crezcamos en orden a favorecer la vida de todos. Oremos.
Pedimos por cuantos hermanos nuestros sufren la enfermedad, el abandono o la falta de trabajo, para que siempre encuentren motivos que les ayuden a seguir y confiar. Oremos.
Pedimos por quienes rigen los destinos de los pueblos y de las naciones, para que realmente favorezcan con su actuar el desarrollo y el bien común. Oremos.
Pedimos por nuestra comunidad (parroquial), para que seamos testigos de entrega y de servicio a todos. Oremos.

Oración: Venga a nosotros tu Reino, Señor, y haz que trabajemos sin descanso para que así sea. Por Jesucristo.

(B)

Vamos a orar por todos. Que nuestro miedo no nos impida acordamos de los más necesitados. Nos dirigimos al Señor con toda confianza.


Por todos los creyentes, para que nuestra vida sea un testimonio que mantenga en alto la esperanza del mundo. Roguemos al Señor.
Por los que sin ningún miedo luchan en favor de la paz, para que no se desanimen ni caigan en el pesimismo. Roguemos al Señor.
Por los miedosos y cobardes, por los que no se atreven a declararse seguidores de Cristo, para que con la Fuerza del Espíritu, se consagren a su servicio. Roguemos al Señor.
Por todos nosotros: para que sin ningún miedo, seamos testigos de la fe en Jesús, y demos la cara en favor de los más abandonados. Roguemos al Señor.

Oremos: Todas estas cosas y muchas más que recordamos cada uno, te las pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

(C)

Vamos a orar por todos. Que nuestro miedo no nos impida acordamos de los más necesitados. Nos dirigimos al Señor con toda confianza.

- Ilumina nuestros ojos para que podamos reconocerte en los acontecimientos y sobre todo en los necesitados, roguemos al Señor...
- Fortalece nuestra esperanza en el futuro de la humanidad para que no muera nuestra fe y amor, roguemos al Señor...
- Que nuestra vida se apoye en valores permanentes y no en los bienes materiales, roguemos al Señor..
- Para que nuestra comunidad parroquial sepa ser siempre solidaria con todos, en los peligros y en los bienes, roguemos al Señor...

Venga a nosotros tu Reino, Señor, y haz que trabajemos sin descanso para que así sea. Por Jesucristo.


Ofrendas


PRESENTACIÓN DE UNA REVISTA DE PROGRAMACIÓN DE TELEVISIÓN

Señor, traemos esta revista de programación de televisión. Lo hacemos tan sólo como ejemplo de los valores que defiende y vive nuestro mundo y sociedad actuales, y frente a los cuales no parece consentirse ninguna oposición y resistencia. Los valores evangélicos son bien distintos, y Tú nos pides vivirlos. Con esta revista quiere ir nuestro compromiso de testimoniarlos en el ambiente donde vivimos, nos divertimos y trabajamos.


PRESENTACIÓN DE UNA TOALLA DE PLAYA

Señor, en este ambiente nuestro, en nuestra sociedad, disfrutar del sol, “estar guapos y guapas” es un deseo y nos lleva a una búsqueda ansiosa. Hoy te ofrecemos esta toalla, como signo de este tiempo vacacional. Y te pedimos que nos ayudes a vivir el descanso como un valor que nos acerca más a Ti, Creador del universo, y a nosotros mismos, tantas veces necesitados de sosiego y de paz interior. Haz que nos recuperemos bien para comenzar el nuevo curso como una nueva oportunidad en nuestra vida.

PRESENTACIÓN DE UN MONEDERO

Mira, Señor, te ofrecemos este monedero, como símbolo de nuestra renuncia a cuanto se opone a Jesucristo en este mundo y que se concentra en el consumo. Queremos decirte, con Israel: «Lejos de nosotros abandonar al Señor», y con Pedro: «¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Y te damos gracias, porque Tú, y sólo Tú, eres quien pones en nuestro corazón la gracia de la fe en tu Hijo Jesucristo.



PREFACIO...

Realmente es necesario bendecirte
y confiar siempre en tu Palabra que guía nuestros pasos,
aunque la realidad es que seguimos recelando,
y ponemos el corazón en otros tesoros,
sin darnos cuenta de que, a la larga, no merecen la pena.
Queremos seguir con el empeño y el esfuerzo
de buscar tu Reino de vida,
ése que nos das e invitas a acoger en el corazón.
Este es tu regalo, tu don,
que nosotros hemos de seguir haciendo crecer
para que ilumine a todos los hombres y pueblos.
Por eso, llenos de alegría,
proclamamos tu grandeza y tu gloria diciendo:

Santo, Santo, Santo...



Padre nuestro

Vamos a pedir al Señor, hoy más que nunca, que nos libre de caer en la tentación del desaliento, pero, sobre todo, del egoísmo humano, el único enemigo del amor. Si reina el amor entre nosotros a ninguno le faltará lo necesario, el pan de cada día. Ahora unidos decimos: Padre Nuestro...

Nos damos la paz

La paz es posible, cuando uno vive en paz consigo mismo. La paz comienza cuando cesa la avaricia, el odio y la ambición.
Alimenta la paz en tu corazón. Eso significa ser uno con todos, acabar con lo que separa. No habrá paz en el mundo, si no hay paz en tu corazón y en el mío.
La paz del Señor esté con todos vosotros...

Compartimos el Pan de Vida.

El que se da a sí mismo hace milagros. Como Jesús, que nos da el Pan de Vida y el Amor, y cuanto más se da, más abundará.
Dichosos los invitados...




Compromiso y Bendición

Ahora empieza un tiempo de renovación,
de esperanzas nuevas.
Es posible ir hacia la Luz.
Olvida todos los fracasos y empieza desde cero,
a ser diferente, con pensamientos nuevos,
y un nuevo corazón.
Levántate, y abandona la noche del desaliento,
y del cansancio de vivir.
Apuesta por un día lleno de sol,
de esperanzas e ilusiones.
Podemos curarnos de todas las heridas,
también de la más profunda, la muerte.

(B)

Es justo bendecirte, Padre nuestro del cielo,
porque Jesús nos mostró el camino de la felicidad verdadera,
el auténtico tesoro que solamente en ti podemos alcanzar.
No permitas, Señor, que prefiramos tener cosas a ser personas;
pues, más que bienes, necesitamos razones para vivir,
amar y compartir con los hermanos lo que tenemos, poco o mucho.
Enséñanos por tu Espíritu la sabiduría de la vida,
y ayúdanos, Señor, a elegir alegremente ser pobres con Cristo,
sin amontonar bienes perecederos que defraudan nuestro corazón.
Así, cuando tú vengas, nos encontrarás con las manos ocupadas
en la tarea de amarte a ti y a nuestros hermanos. Amén.

Bendición

Bendícenos, Señor, desde el Cielo.
La Bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.

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WebJCP | Abril 2007