LUGAR DE ENCUENTRO DE LOS MISIONEROS DE TODO EL MUNDO
MISIONEROS EN CAMINO: Homilía y Reflexiones para el XVII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C
NO DEJES DE VISITAR
www.caminomisionero.blogspot.com
El blog donde encontrarás abundante material para orar y meditar sobre la liturgia del Domingo. Reflexiones teológicas y filosóficas. Videos y música para meditar. Artículos y pensamientos de los grandes guías de nuestra Iglesia y Noticias sobre todo lo que acontece en toda la vida eclesial
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

sábado, 24 de julio de 2010

Homilía y Reflexiones para el XVII Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo C


Publicado por Iglesia que Camina

“ENSÉÑANOS A ORAR”

Por ahí debiéramos de comenzar, por querer aprender a orar, para que alguien nos enseñe a orar. Damos por hecho de que sabemos orar y la verdad es que no sabemos hacerlo. Hasta Pablo lo reconoce en la Carta a los Romanos: “Pues nosotros no sabemos pedir como nos conviene.” Por eso nos dice que es el Espíritu el que intercede por nosotros. (Rom 8,26)

Con frecuencia nuestra oración se convierte en una visita al supermercado a comprar lo que necesitamos. Nuestra oración parte más de nuestras necesidades que de la verdadera voluntad de Dios y de los intereses de Dios. Cuando Jesús nos enseña el Padre nuestro, nos damos cuenta de que orar es comenzar por reconocer y hacer la experiencia de la paternidad de Dios y de nuestra filiación. Parte del deseo de que Dios sea conocido y glorificado en todo el mundo y de que su Reino se haga realidad en medio de nosotros, con un acento grande en nuestra disponibilidad, no para que la voluntad de Dios se acomode a la nuestra, sino de que nosotros estamos dispuestos a acomodarnos y aceptar la voluntad y los planes de Dios hoy en el mundo.

¿Que orar es pedirle cosas a Dios? Pues posiblemente sea así, pero la oración creo que es mucho más profunda. Es nuestra experiencia de Dios y nuestra experiencia de los planes de Dios en nosotros y en la historia. Por eso la oración, más que tratar de cambiar la voluntad de Dios, es una manera decidida de que nosotros aceptemos su voluntad, por dolorosa que sea. Esto lo vemos claro en la oración de Jesús: “Padre, si es posible, pasa de mí este cáliz. Pero no sea haga mi voluntad sino la tuya.” De ahí que el fruto de la oración más que conseguir cosas de Dios es una manera de ponernos nosotros en los mismos planes de Dios y en la aceptación de su voluntad. El verdadero fruto de la oración no está tanto en conseguir cosas de Dios sino en cambiar nuestro corazón sintonizándolo con el de El. Lo expresaba así el novelista Julián Green: “El objetivo de la oración no es conseguir lo que hemos pedido, sino hacernos distintos.”

La verdadera clave de la oración está en ser capaces de comenzar a orar diciéndole: “pero que no se haga lo que yo quiero sino lo que tú quieres”, “no se haga mi voluntad sino la tuya”. Nos han enseñado a ser pedigüeños, pero no nos han enseñado a situarnos a nosotros mismos en los planes y proyectos de Dios con los cuales estamos dispuestos a comprometernos. Nos han enseñado a orar como mendigos que esperan que Dios nos solucione todos nuestros problemas, pero no nos han enseñado a orar expresando nuestra voluntad de aceptar nosotros el hacernos responsables de los problemas de Dios hoy en el mundo. Orar no es una manera de “convencer” a Dios a favor nuestros sino convencernos a nosotros a entrar en la corriente de Dios. Por eso nos desilusionamos tanto de la oración hasta llegar a abandonarla.




NUEVOS HORIZONTES

La oración, como encuentro amoroso con Dios, cambia el horizonte de nuestras vidas. Con frecuencia tomamos decisiones de las que luego nos arrepentimos o, sencillamente, decisiones equivocadas sobre problemas que aún tenían solución:

¿Qué tenéis problemas como esposos? Eso es normal. Los tiene cualquier pareja, pero ¿os tomáis de la mano y os ponéis a orar un ratito los dos juntos? Una pareja que ora será una pareja con fuerza para ser más que sus propias dificultades y problemas.

¿Qué ya no crees amarla porque alguien se te metió por el resquicio de la puerta de tu corazón? Un momento, no tomes decisiones. Primero retírate en el silencio y ponte a orar, verás que las cosas no son tan difíciles y que el camino que pensabas tomar, no es el correcto. Ora y cambiará tu corazón porque volverás a amarla.

¿Qué vuestros hijos ya se os escapan de la mano y no sabéis qué hacer? Sentaos cada día los dos y orad por vuestros hijos. Luego, no tengáis prisas. Aprended a esperar. Algún día veréis que las semillas sembradas comienzan a brotar. Los problemas se ven diferentes en la oración.

¿Qué estás harto y crees que tu vida ya no tiene sentido? No importa. Serénate y comienza a orar, a hablar con Dios. No esperes respuestas al toque. Sigue orando y verás que tu vida comienza a tener un nuevo color y a tener un nuevo horizonte, el que ya habías perdido.

Nadie que rece de verdad termina siendo el mismo y la razón es muy simple. Cuanto más contacto tenga con Dios más se me van clarificando las cosas. Cuanto más ore más pronto amanecerá la luz en mi vida. Para muchos la oración diera la impresión de ser un tiempo perdido. Te lo aseguro es el mejor tiempo de tu vida. J. M. Velasco decía en una ocasión: “Dejar de orar no es pecado, pero es una desgracia.” Le doy toda la razón. El novelista Julien Green escribía: “El objetivo de la oración no es conseguir lo que hemos pedido, sino hacernos distintos.”





ORA ANTES DE DECIDIR

Bernanos escribía: “¡Cómo cambian mis ideas, cuando las llevo a la oración!” A lo que yo añadiría:

Cómo cambia mi vida, cuando la llevo a la oración.
Cómo cambian mis palabras, cuando las llevo a la oración.
Cómo cambia mi conducta, cuando la llevo a la oración.
Cómo cambia mi esperanza, cuando la llevo a la oración.
Cómo cambia mi fe, cuando la llevo a la oración.
Cómo cambia mi caridad, cuando la llevo a la oración.
Cómo cambia mi relación con los demás, cuando la llevo a la oración.
Cómo cambia mi capacidad de perdonar, cuando la llevo a mi oración.
Cómo cambia mi condición de esposo, cuando la llevo a la oración.
Cómo cambia mi condición de esposa, cuando la llevo a la oración.
Cómo cambia mi amor, cuando lo llevo a la oración.
Cómo cambia mi modo de ver el mundo, cuando lo llevo a la oración.

Es que en la oración las cosas se ven de otra manera. Recién en ella comenzamos a verlas no con nuestros ojos sino con los ojos de de Dios. ¡Cómo cambiarían nuestras decisiones si primero las llevásemos a la oración! Es que en la oración todo cambia.

La rabia se mitiga. La ira se reblandece. La venganza desaparece. Los hombres y mujeres más peligrosos no son los que tienen mucho poder, sino aquellos que son capaces de orar mucho porque ellos son capaces de cambiar el mundo. Porque el mundo comienza a cambiar no en sí mismo sino en el corazón de cada uno y el mundo visto en la oración es distinto al mundo que se ve sin oración. Por eso Carreto escribía: “Deja de tiempo en tiempo a los hombres; busca la soledad para renovar tu vida en el silencio y en la continua oración.”





“PADRE, YO TENGO DISTRACCIONES...”

Pues yo también. En algo ya coincidimos. ¿Alguien tiene el don de no distraerse? Se cuenta de San Bernardo que tenía un lindo burrito. Un aldeano que lo vio le dice:
“Padre Bernardo, qué hermoso burro tiene usted. ¿No lo tendrá en venta?”
"No, hijo. Yo no vendo el burro por nada, pero puedo regalártelo."
"¿No me diga? ¿Y qué tengo que hacer?"
“Te lo regalo si eres capaz de rezar un Padrenuestro sin distraerte.”
"¿Tan fácil?"
"Así de fácil."
Y el aldeano comenzó a rezar el Padrenuestro. Cuando llegó al “hágase tu voluntad” interrumpe y le dice:
“Padre Bernardo, ¿y también las albardas?”
Ya ves no pudo rezar un Padrenuestro sin distraerse y San Bernardo lo sabía muy bien, por eso se lo prometía de regalo sabiendo que no lo ganaría.

Santa Teresa también se distraía y se quejaba al Señor: “Señor, ¿por dónde anda la loca de casa?” Llamaba loca a su fantasía que no siempre podemos nosotros controlar. Por eso, hemos de hacer lo posible para concentrarnos y prestar atención, pero no por distraernos hemos de dejar de orar. ¿Que la fantasía anda por los aleros del Castillo? Pues la volvemos a traer a casa y seguimos orando. De seguro que Dios se divierte viéndonos luchar con nuestras distracciones.

No son las distracciones las que hacen mala nuestra oración sino el orar tratando de domesticar la voluntad de Dios en nuestro favor. La oración no es una manera de doblegar y domesticar la voluntad de Dios, sino de doblegar la nuestra a la voluntad de Dios. Esto sí es lo difícil de la oración: “Hágase tu voluntad, no la mía.” El día que seamos capaces de decirlo con sinceridad, ese día comenzamos a orar como Jesús oraba y como Jesús quiere que oremos.





YO QUIERO ORAR

Señor: yo quiero orar; sin embargo. no sé cómo hacerlo.
Señor: yo quiero orar, Tú tendrás que enseñarme a hacerlo.
Señor: yo quiero orar, despierta Tú la fuente de mi corazón.
Señor: yo quiero orar, pero no quiero que sean palabras al aire.
Señor: yo quiero orar, pero quiero que mi oración sea un encuentro contigo.
Señor: yo quiero orar, pero quiero que Tú y yo hablemos como amigos.
Señor: yo quiero orar, pero que mi oración salgo de mi corazón y llegue al tuyo.
Señor: yo quiero orar, pero no solo por mí sino por todos los que me rodean.
Señor: yo quiero orar, pero como orabas Tú.
Señor: yo quiero orar, pero que mi oración cambie mi corazón.
Señor: yo quiero orar, pero que mi oración me comprometa a cambiar.
Señor: yo quiero orar, pero que abra mi corazón al tuyo.
Señor: yo quiero orar, pero que más que palabras, yo escuche las tuyas.
Señor: yo quiero orar, pero que mi oración sea la alegría de mi corazón.
Señor: yo quiero orar, pero no como un deber sino que me brote espontánea.
Señor: yo quiero orar, pero Tú tienes que orar en mí.
Señor: yo quiero orar, pero con paz, con serenidad y con gozosa esperanza.
Señor: yo quiero orar, pero no de cuando en vez, sino que mi vida sea oración.
Señor: yo quiero orar, pero que no ponga la excusa de que no tengo tiempo.
Señor: yo quiero orar, yo sé que Tú siempre me escuchas.
Señor: yo quiero orar, que yo te escuche incluso en medio del ruido.
Señor: yo quiero orar, por eso digo “Padre nuestro”.

0 comentarios:


WebJCP | Abril 2007