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miércoles, 28 de julio de 2010

En pobreza y sin poder son caminos de vida verdadera…

Por Bernardo Baldeón
Publicado por Antena Misionera Blog

Leía en estos días un artículo sobre el sacerdocio. La verdad es que ya no me acuerdo ni del título, ni del autor. A mitad del artículo de llamó la atención una frase (no sé si es trascripción literal) puesta en boca de San Ignacio de Loyola: “En pobreza y sin poder son caminos de vida verdadera”.

En seguida me vino a la mente que expresa de forma clara y sencilla cuál ha de ser el estilo del trabajo misionero. Y eso en momentos en los que se discute mucho cómo ha de ser la misión de cara al futuro.

Vivimos tiempos de cambio y las palabras “pobreza” y “poder” encierran la clave de ese cambio necesario.

A lo largo de la historia el trabajo de los misioneros ha estado marcado por la riqueza, si tomamos como punto de referencia a los pueblos a los que iban a evangelizar.

Se trataba de pueblos que vivían en situaciones de extrema pobreza. La situación no ha cambiado mucho. Los misioneros, además de llevar el Evangelio, llevaban una buena cantidad de dinero para poner en marcha obras de promoción social. Eso no es malo. Pero los pueblos que nos recibían se creaban la imagen del misionero como la de un “hombre blanco que maneja mucho dinero”.

Con ese dinero se han realizado muchos proyectos de desarrollo que han salvado muchas vidas. Algo loable y de agradecer. El problema es que la urgencia de las situaciones ha hecho que la mayoría de esos proyectos se han realizado sin contar con las posibilidades de la comunidad local. Eso suponía que si el misionero dejaba de recibir dinero del Norte, o la misión pasaba a manos del clero local sin posibilidad de conseguir recursos económicos, numerosos de esos proyectos quedaban sin posibilidad de seguir adelante.

Esa situación daba lugar a que el misionero adquiriera un “status de poder”. Él decidía qué proyectos, cuándo y cómo se llevaban adelante. Durante años no hemos asumido que nuestra presencia es temporal y que llega un momento en el cual cada grupo humano se ha de convertir en el protagonista de su propio desarrollo. Es la única posibilidad de que se mantenga en el futuro.

Desde hace tiempo somos conscientes de que, en todo proyecto de desarrollo, los protagonistas deben ser los miembros de la comunidad local. Nosotros podremos ayudar con tecnología y económicamente, pero las decisiones deben estar en sus manos.

El problema es que con frecuencia seguimos desconfiando de ellos, de su capacidad de construir su propia historia y su desarrollo… y queremos mantener la riqueza y el poder.

Lo que decimos de los misioneros, poniéndonos los primeros, se puede aplicar a numerosas ONG y programas de Ayuda al Desarrollo.

O confiamos en las personas con las que trabajamos o estamos llamados al fracaso.

A todo esto, los misioneros hemos de añadir un elemento más. Nuestra presencia solidaria, nuestra tarea evangelizadora, nuestra ayuda económica ha de estar encaminada a lo que Ignacio Ellacuría definía como: “Dejar y ayudar a Dios a que pase por este mundo…”.

Esa presencia de Dios incluye la ayuda a que mejoren sus condiciones de vida; pero igual que Dios siempre confió en nosotros, implica una confianza en las personas con las que somos solidarios.

La misión sólo se realiza “en pobreza y sin poder”… con el mismo estilo de Jesús de Nazaret.

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WebJCP | Abril 2007