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MISIONEROS EN CAMINO: XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lucas 12. 13-21) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración
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miércoles, 28 de julio de 2010

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lucas 12. 13-21) - Ciclo C: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


Publicado por Dabar
Por tus bienes, bajas el corazón del cielo

Tengo una compañera de trabajo, Rafi, que hace 15 años tuvo que vivir la muerte del mayor de sus tres hijos. Nunca se ha recuperado al cien por cien de esa pérdida, ¡quién podría! Con el tiempo y el nacimiento de su nieto la tristeza se había atenuado algo, aunque eso no evite añorar al hijo perdido. Ayer a las 8:30 de la mañana un accidente de moto le arrebató también a su hijo menor. Algunas vidas, no siempre las de las personas más fuertes, tienen que convivir con sufrimientos extremos y al mismo tiempo tirar para adelante. Digo “tirar” porque, por desgracia, más que vivir lo que hacen es continuar adelante con sus vidas. Intentan respirar, levantarse y andar, pero les cuesta confiar, tener esperanza. Y a pesar de todo son capaces de sonreír y saborear la vida, aunque la alegría ya nunca sea plena y uno se alimente de echar la vista atrás y revivir los tiempos felices en los que podía disfrutar de sus tres niños.
A alguien que acaba de vivir por segunda vez la pérdida del fruto de sus entrañas le son indiferentes las riquezas, pues ni todo el oro del mundo puede devolverle lo que más quería y necesitaba. Es en estos acontecimientos cuando sí somos capaces de abrir los ojos, de quitarnos la idolatría que nos produce ceguera, y descubrir que el dinero no sirve para nada, o no para nada importante al menos. Vemos claramente que Jesús tenía razón cuando decía: «”Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?” Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios». El problema es que no nos lo creemos realmente, en la vida cotidiana vivimos apegados a nuestro dinero como algo tangible, que nos da seguridad. Es muy habitual que cuando uno siente tristeza, depresión o rabia se vaya de compras, como si gastar dinero fuese un calmante que atenúa las penas… Parece que buscamos que el dinero nos llene el alma, pero eso no sucede, porque los bienes que consumimos sólo son capaces de llenarnos por unos minutos, quizás unas horas, así que entramos en una rueda de consumo constante para llenar los muchos vacíos que habitan en nosotros, pero que como no se sacian nos vuelven a enviar a los mismo brazos: una necesidad de consumir. Así funciona este sistema capitalista que nos va devorando como personas mientras nos va convirtiendo en ávidos consumidores… Para ello es pieza esencial mantener nuestros vacíos, porque en ello se basa su supervivencia, y por eso sobra Dios, hay que matarlo como sea, no se vaya a llenar con Él nuestro vacío.
Pese a lo que creemos, el dinero no sacia nunca, porque lo que a toda costa queremos llenar consumiendo es una necesidad primaria no satisfecha, tan vital para la supervivencia emocional que al no poder satisfacerla nos lleva a buscar sustitutos que parecen saciarnos: el deseo del otro, el cuerpo del otro, el prestigio del otro, el mismo dinero que otro o consumir como otro o lo que sea que la conciencia perciba como alimento espiritual. La percepción es errónea, pero no nos damos cuenta de que no funciona y seguimos en esa espiral de consumo y envidias, ese es el gran misterio de nuestra ceguera, no vemos que nada que podamos comprar o poseer llenará nuestro vacío…
No vivimos concientes de que la vida no se juega nunca en los bienes que acumulamos, no somos capaces de vivir cotidianamente eso que vemos en los momentos trágicos y dolorosos de enfermedad o muerte: que lo importante no es la riqueza, que el dinero no da la felicidad, que lo bueno no es adquirir y acumular bienes en la tierra, ni siquiera los que a uno le corresponden porque los ha ganado con el sudor de su frente o en legítima herencia…
Desde ahí nos choca este silencio de Jesús que se niega a posicionarse para resolver el problema de herencia que le proponen, ¡dile a mi hermano que reparta conmigo su herencia! Pues nos parece una petición de lo más normal, ¡que me dé mi parte! Pero a Jesús no, no se quiere posicionar porque Él no ha venido para reconocer derechos económicos, ¡y qué poco le conocieron sus coetáneos!, ¡es sorprendente!. Como bien decía San Agustín: «Como le parecía que era justa su codicia, puesto que reclamaba su parte en la herencia y no deseaba la ajena, como presumiendo de lo justo de su causa, pidió el apoyo del juez justo. Pero ¿qué le respondió? Di ¡oh hombre!, —tú que no percibes las cosas que son de Dios, sino las de los hombres—, ¿quién me ha constituido en divisor de la herencia entre vosotros? (Lc 12,14). Le negó lo que le pedía, pero le dio más de lo que le negó. Le pidió que juzgase sobre la posesión de la herencia, y Jesús le dio un consejo sobre el despojo de la codicia. ¿Por qué reclamas las fincas? ¿Por qué reclamas la tierra? ¿Por qué tu parte en la herencia? Si careces de codicia lo poseerás todo. Ved lo que dijo quien carecía de ella: Como no teniendo nada y poseyéndolo todo (2 Cor 6,10). «Tú, pues, me pides que tu hermano te dé tu parte en la herencia. Yo —respondió— os digo: Guardaos de toda codicia. Tú piensas que te guardas de la codicia del bien ajeno; yo te digo: Guardaos de toda codicia. Tú quieres amar con exceso tus cosas y, por tus bienes, bajas el corazón del cielo; queriendo atesorar en la tierra, pretendes oprimir a tu alma». El alma tiene sus propias riquezas como la carne tiene las suyas.» (San Agustín, Sermón 107 A, 1)

ELENA GASCÓN
elena@dabar.net






DIOS HABLA

ECLESIASTÉS 1,2;2,21 23
¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

COLOSENSES 3,1 5.9 11
Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.

LUCAS 12,13 21
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?» Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mi mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?” Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios».



EXEGESIS

PRIMERA LECTURA

No sé si lo he leído y dónde: “El pesimismo es el realismo de los inteligentes”. Pero es cierto que lo que rezuma el pequeño libro del Eclesiastés (Qohelet) es un inteligente análisis de la vida, y un pesimismo, no exento de realismo, que le lleva curiosamente a sonreír con lo bueno de esta vida (2,24).
Un pesimismo probado al contacto con lo que da de si la vida y sus ‘pompas’, sus ‘vanidades’, los valores por lo que con frecuencia se da hasta la vida. La experiencia (c 1,3-11), la sabiduría (1,12-18), los placeres y las posesiones (2,1-10), la familia, los herederos (2,17-21). Todo ello es vanidad, vacío, nada. La vida da poco de sí.
Es la constatación del sabio que todo lo experimenta, ‘saber, tener y poder’. Y constata que todo es en vano y que corre la vida como lanzadera de tejedor. Después de todo ‘mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una vela nocturna, como la hierba que por la mañana se renueva y por la tarde se seca’ (Sal 89, 5-6). Y todas las lecturas de este día coinciden en esta constatación. La vida es breve y no paga el esfuerzo; no merece la pena vivirla por cosas que perecen como el mismo hombre mortal.
Aún así, el mismo Qohelet, sabio que es, no pone todo en el mismo platillo… Todo es en vano, pero ‘mejor es escuchar al sabio que escuchar la copla del necio’ (7,6) y ‘a la sombra de la sabiduría como a la sombra del dinero, pero aventaja la posesión de la sabiduría porque da vida a su dueño’ (7,12). El dinero se la quita.
Toda esta manera de pensar la propone Jesús como una reflexión de sabio que ayuda a sus oyentes a constatar lo inútil de lo material. No da más de si ‘no podemos alargar un palmo a nuestra estatura, ni un minuto a nuestra vida’ (Lc 12,25).
Ha de venir la fe en la vida y todo lo que es camino de vida para poder comprender más allá de la reflexión del Eclesiastés. Hay muchas cosas en esta vida que merecen la pena y no defraudan: “Las de allá arriba”, como nos va a decir la Carta de hoy, segunda lectura de la liturgia. Y es nuestra tarea: ‘buscar los bienes de allá arriba’.
Nuestro buen amigo Qohelet no conoció esta esperanza. Sin embargo su noble y austero epicureismo le lleva al disfrute de las cosas y placeres que la vida nos va ofreciendo: ‘ya que eso es don de Dios’ (5,18-19; 7,15; 8,15), La vanidad total no es gozar, trabajar, vivir con y por las cosas de este mundo, muchas de las cuales son excelentes, sino poner en lo efímero nuestra esperanza; pensar que ellas pueden salvarnos… Una reflexión muy oportuna a nuestro tiempo que había puesto toda su ilusión en ‘cosas que no salvan’

TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net



SEGUNDA LECTURA

Estos versos comienzan la sección parenética o exhortativa de la carta. En este comienzo se trata de la fundamentación del proceder cristiano, o sea, de la moral o ética "cristiana".

El autor - Pablo o su escuela - espera y pide, una determinada conducta de los creyentes. No le resulta indiferente la forma de vivir de cada cual y ciertamente no es un libertino. Pero la motivación para esos comportamientos va al fondo de la vida en Cristo. El texto alude a la misma raíz del ser cristiano: la vida nueva del resucitado presente y activa en quien cree. A partir de ahí se desprende, casi insensiblemente, un modo de proceder acorde con ella, porque esa vida no es solo algo mental o interior, sino se extiende a todos los aspectos humanos, y, por tanto, a la conducta buena. La insistencia del texto está en el talante fundamental del que brotan las actitudes y los actos. Eso es, en efecto, reproducir la imagen del Resucitado que, es la imagen del Creador; él es el modelo conforme al cual ha sido creado cada ser humano concreto. Se trata,, en palabras de la carta, de "conocer" al Señor, es decir, en establecer relación con él en toda la existencia.

Asentado ese principio - que en otros momentos se formula de otras maneras - son menos importante las conductas éticas concretas. De hecho en la generalidad de la exhortación de los. vv 5 y 6 se ponen ejemplos - sólo son eso, ejemplos - de cosas que hay que evitar en la cuales están de acuerdo otras éticas, la estoica por ejemplo, y que, quizás, están inspirados en ella. De ahí que puedan ampliarse a otros campos humanos y no sólo los mencionados aquí. Lo cristiano está más en la motivación, el sentido y el objetivo que en unos contenidos específicos propios. No es tan simple como a veces se ve el hablar de ¨moral cristiana". No olvidemos que otro de los rasgos de la ética es la realidad humana, cuyo conocimiento no es privativo de los cristianos.

También está presente el matiz escatológico: la unión con el Resucitado, concretada en la vida, todavía no ha llegado a su culmen, pero ya ha empezado. El final no es exactamente un premio, sino una culminación de lo ya comenzado. Es patente que este punto final supera toda realización ética concreta y depende exclusivamente de la fuerza y el Espíritu del Resucitado en nosotros.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net


EVANGELIO

1. Aclaraciones al texto
V.13 ¡Maestro! Persona con autoridad para interpretar la Ley.
V.14 ¡Hombre! Interpelación expresando desaprobación y distanciamiento. Juez: persona con autoridad para zanjar cuestiones de hecho a la luz del derecho. Árbitro: ejecutor del dictamen del juez.
V.15 Codicia. Afán excesivo de riquezas; deseo de apropiación inmoderada de bienes terrenos; afán de posesión exclusiva y excluyente.
V.19 ¡Hombre! Aquí no se trata de una interpelación a alguien distinto del que habla, sino de una interpelación que el que habla se hace a sí mismo y que, por tanto, debería formularse con el nombre propio del que habla.
V.20 ¡Necio! persona sin cabeza, falta de sensatez, de discernimiento, de sabiduría.

2. Texto
Un nuevo texto propio y exclusivo de Lucas, al igual que el del buen samaritano y el de Marta y María de domingos anteriores. Con la misma mira pedagógica de ofrecer modelos de conducta para un caminar en cristiano.
Texto de una gran viveza por sus continuas interpelaciones; en un lenguaje espontáneo, coloquial, gráfico; con casos y cosas de la vida real.
El texto refleja dos hechos incuestionables: la enseñanza de Jesús fue ganando tal notoriedad y autoridad que la gente acudía a él con los problemas más diversos; Jesús se abstuvo de invadir competencias de las autoridades constituidas.
Enseñanza por elevación: por encima del caso particular, Jesús centra la atención en la causa y raíz del mismo. Guardaos de toda clase de codicia. Lo universalmente significativo no es el caso, sino la causa y raíz del mismo.
De la codicia afirma dos cosas. Primera: la codicia no garantiza la vida. La vida no depende de los bienes. Segunda: la codicia encierra al hombre en sí mismo impidiéndole abrirse a Dios. Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. Ambas afirmaciones hacen de la codicia una necedad y una insensatez.

3. Comprensión actualizante
Podemos y debemos acudir a Jesús con los problemas más diversos. ¿Por qué no? Pero no para pedirle que nos los solucione, sino para pedirle que nos ayude a descubrir cómo afrontarlos adecuadamente.
En materia de adquisición y de posesión de riquezas son necesarias la lógica y la cordura. Y éstas pasan por no dejar de lado a Dios a la hora de adquirir y de poseer. La sensatez y la cordura son imprescindibles en asuntos de dinero. Y ambas, la sensatez y la cordura, son realmente cabales y completas cuando vienen de la mano de Dios. Recordar esta verdad es especialmente urgente en una época como la nuestra, en la que existe demasiado empeño en desalojar a Dios de su casa para poder así vivir como si Dios no existiera.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net



NOTAS PARA LA HOMILIA

De nuevo, una parábola
El Evangelio de este domingo nos trae una de esas parábolas de las que tan amigo era Jesús de utilizar para ir educando a sus discípulos. Tienen la ventaja de que son históricas impactantes, fáciles de recordar, claras y sencillas, frente a las abstractas y obtusas definiciones teóricas de los malos pedagogos que, como mucho, se aprenden y repiten de memoria, pero sin entenderlas en la mayoría de los casos. Así Jesús dejaba claro, de paso, que para seguirle bastaba (y basta) con ser persona sencilla y de buen corazón. (La mayoría de nuestras catequesis, homilías, pastorales... parecen indicar que para ser cristiano hay que ser licenciado en teología ... ¡por lo menos!). Pero Jesús, que sabía mejor que nadie cómo es el camino para acercarse a Dios y encontrarse con El (no vamos a cuestionar esto, ¿verdad?), enseñaba con ejemplos sencillos, de la vida de cada día: la cosecha madura, el viento de levante, la levadura de la panadería, la semilla de comino, el padre con dos hijos... y el hombre codicioso.

Erase un hombre codicioso
Sí, un hombre codicioso también es un caso de la vida corriente y cotidiana. En la parábola de hoy Jesús nos hace la fotografía de un personaje que, con ligerísimos retoques, es el retrato de muchas personas, hombres y mujeres, de nuestros días. Un hombre que tuvo una gran cosecha, o que logró hacerse con una "stock option", o hizo una inversión en bolsa que le reportó beneficios millonarios, o acertó la bono loto, o llegó a director general de una multinacional con un sueldo de vértigo, o vendió una exclusiva, o consiguió un negro que le escribió un best-seller. .. Todos son el mismo: el protagonista de la parábola de hoy. Eso sí, un personaje modélico para nuestro mundo, envidiado por todos (o casi todos): ¡quién estuviera en su pellejo!, ¡quién tuviese sus millones, su cosecha, su puesto de trabajo, su resguardo de la quiniela con el pleno al quince... !
Pero Jesús, al presentarnos a este personaje, no lo hace para ponerlo como modelo: ni de persona afortunada (¿ah, no? Pues yo diría que sí lo es, y mucho...), ni de persona previsora (por más planes que haga para el futuro), ni de persona trabajadora (aunque tire sus graneros y se ponga a construir otros nuevos y más grandes), ni de persona que ha sabido entender la vida (aunque diga lo que todos nos morimos de ganas por poder decirlo: "túmbate, come, bebe y date a la buena vida"). Y esto es lo realmente chocante: que Jesús hace una descripción de lo que hoy (y entonces... ¿y siempre?) tenemos por el ideal de una persona, para terminar diciendo que este tal individuo era un necio.

¿Quién es el necio?
Vea usted las noticias, los reportajes de televisión, las tertulias, los comentarios, los personajes que nos presentan los medios de comunicación social ... ; escuche usted las conversaciones con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo... Seguro que ante personajes como el del Evangelio de hoy, jamás, jamás hemos oído nunca decir (ni hemos dicho, claro): "ese individuo es tonto". Antes bien todo lo contrario: "ése sí que es listo, ése sí que ha sabido entender la vida, quién fuera él..."
Ante el mismo, exactamente el mismo personaje, la sociedad dobla, admirada y envidiosa, la rodilla, mientras que Jesús proclama que se trata de un tonto consumado. Así que no nos queda más remedio que plantearnos algunas cuestiones.
- ¿Quién acierta: la sociedad que lo admira o el Jesús que lo define necio? ¿Quién es el necio y quién el verdadero espabilado? Y aquí no caben componendas, ni términos medios ni terceras vías; el personaje, o es espabiladísimo o es tonto perdido; las dos cosas a la vez, imposible.
- Nuestras admiraciones, "envidias" (pongamos que de las sanas, si es que hay envidia sana), ¿hacia qué tipo de personajes van dirigidas? ¿Hacia personajes que nos hacen más humanos, más personas, más maduros, más felices...?
- La codicia (luego podemos llamarla con el eufemismo que más nos guste o más tranquilos nos deje -previsión ante el futuro, ganancia legítima, lo mío me lo he ganado yo que nadie me ha regalado nada, a nadie he robado...- pero la codicia, codicia es) ¿es acaso la "virtud fundamental" que podemos y debemos practicar? (Es lo que parece, según lo que vemos y oímos). Claro, muchos no la practican... sencillamente por falta de oportunidades. ¿Qué pasaría si las tuviéramos (si nos ofrecieran el pelotazo del siglo, el boleto premiado, la dirección general, los millones a cambio de ... )?

La codicia, ¿fuente de riqueza o de desgracias?
La codicia (hoy día su eufemismo más políticamente correcto es el de "tener ambiciones en la vida" o "llegar a ser alguien" -alguien rico, se sobreentiende; si no eres rico, eres un don nadie-), que nosotros tenemos como fuente de grandes riquezas y beneficios, es en realidad (aunque no queramos verlo ni admitirlo) fuente de muchos males y desgracias (algunos dicen que de todos los males y desgracias). Peleas por la herencia, lucha a muerte (aunque sea la muerte social por vía de calumnia y difamación) por conseguir el ascenso eliminando a los demás aspirantes (¡que menuda paga tiene ese cargo!, ¡a ganar una pasta gansa!), desigualdades que llevan a los países del Tercer Mundo a verse embargados por la deuda externa, que hipoteca sus recursos y mata de hambre a sus ciudadanos... ¿Tan envidiable y deseable es todo esto? Claro, es probable que no veamos -ni queramos ver- que la codicia lleva a todo esto, porque no nos preocupa mucho lo que pase más allá de nuestro bolsillo. El dinero nos nubla demasiado la vista como para que podamos ver la cantidad de pobreza, hambre, sangre y muerte que suele haber tras las cifras de nuestras cuentas corrientes. Pero eso es, precisamente, lo que sabía ver Jesús detrás de la codicia. Jesús ni habló mucho ni se preocupó especialmente del dinero; "pasó" bastante de él, como se dice en el lenguaje de hoy. Pero sí que habló mucho (bastante más de lo que solemos hacerlo nosotros; y bastante más que de otros temas que tanto nos obsesionan, como el de la sexualidad), y lo hizo, además, bastante duramente, de los ricos, que son los que practican la codicia (y entiéndase, como siempre, afán de acumular y acaparar bienes de cualquier tipo: dinero, posesiones, tiempo, cualidades...

Desgraciados ellos
La primera desgracia de los codiciosos es para ellos mismos: con el corazón endurecido, se vuelven unos imbéciles que pierden el sentido de la vida. Dicen preocuparse del futuro, pero no van más allá de un futuro raquítico, de unos cuantos años a lo sumo, cuando nuestro futuro es toda una eternidad. (Claro que, ¿quién cree en el Futuro con Dios? ¿No nos estaremos aferrando a nuestras migajas de futuro, porque no nos fiamos de ese Futuro eterno con Dios?).
La segunda desgracia es la que infringen a los demás, acumulando en unas pocas manos (da igual que sean las manos de una persona, de una empresa, de una multinacional, de un Estado o del Banco Mundial) lo que debería ser compartido y disfrutado por todos, porque de todos es la Tierra y cuanto la llena, para vivir todos dignamente.
Y una última reflexión; no es que Jesús quiera amargamos esta vida amenazándonos con desgracias en la otra si aquí somos codiciosos. Jesús quiere, simplemente, que disfrutemos la otra vida, empezando a disfrutar en esta. Por eso nos recuerda (que no es amenaza) que hay esas dos vidas, para que lo tengamos en cuenta, hagamos correctamente nuestros cálculos de futuro y no nos convirtamos en unos necios cayendo en manos de la codicia, ni nos engañemos creyéndonos los más afortunados. Claro que propio de necios es equivocarse y creerse los más felices, siendo los más tontos y desgraciados.



PARA CONSIDERAR Y REFLEXIONAR EN GRUPOS

“Necio, esta noche te van a exigir la vida.
Lo que has acumulado, ¿de quién será?”
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios
(Lc 12, 21)


Preguntas y cuestiones
- ¿Hay una ética específicamente cristiana en cuanto a los contenidos?.
- ¿En qué fundamos nuestras conductas principalmente: miedo, costumbre, etc.?
- Nuestra riqueza la fundamentamos en Dios o en los bienes. De verdad, de corazón, no lo que se nos ocurre del ‘catecismo’. ¿No tenemos la tentación de acumular más de lo necesario ‘por si acaso’?




PARA LA ORACION

Señor, que no confundamos el acumular bienes con el ser persona. Sé Tú la razón primera para que seamos hombres y mujeres libres, serviciales, felices y esperanzados.
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Que nuestra preocupación, Señor, sea la construcción de tu Reino. Haznos dóciles a tu Palabra, para que podamos desprendernos de lo que poseemos en favor de todo aquel que necesite de nosotros.
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Te damos gracias, Señor, porque Tú gratuitamente te das a nosotros.
Es tanto lo que tú nos concedes, sin pedirnos nada a cambio,
que los años de nuestra vida son insuficientes para bendecirte por tu amor.
En ocasiones vivimos de espaldas a Ti, Señor.
Vamos creándonos, cada vez más, nuevas necesidades “innecesarias”,
Estamos corriendo una carrera que nos agota, nos fatiga
y nos roba la posibilidad de ser auténticamente libres y fraternos.
Cristo, tu Hijo, “es la verdad que nos hace libres”.
Él nos recuerda el sentido relativo de nuestros bienes,
y pone ante nuestros ojos la auténtica meta
de los que deciden ser sus discípulos: el Reino de Dios.
Que no nos desentendamos de Ti, Señor;
que con tu ayuda compartamos, con nuestro prójimo,
nuestros bienes materiales y capacidades personales.
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Gracias, Señor, dueño y creador de todo porque pones en nuestras manos el don de la vida. Que programemos nuestra vida contando contigo. Que nuestro bienestar no sea a costa de renunciar al respeto de la dignidad humana y a la confianza en Ti, Padre nuestro.




LA MISA DE HOY

SALUDO
El Señor, que dirige nuestros pensamientos y acciones para que le amemos sobre todas las cosas esté con todos vosotros

ENTRADA
Somos bienvenidos a este encuentro con Jesucristo el Señor, en la celebración de su entrega por amor y fidelidad a Dios Padre, con la fuerza del Espíritu Santo. Una cita semanal que nos hace crecer en nuestra identidad cristiana. La Palabra proclamada y escuchada, y el Pan partido y entregado nos alimentan, interpelan y envían como testigos de Jesús.
Cuando miramos con detenimiento y sinceridad nuestra vida diaria descubrimos talentos, capacidades, bienes… Dios ha puesto todas estas cosas en nuestras manos para que las usemos bien, los administremos bien, pues Él es el único dueños, el creador de todas las cosas.
Le pedimos al Señor para que lo que somos y tenemos esté al servicio del Reino de Dios. Que Dios Padre sea lo primero, y que nuestros bienes no sean obstáculo para acercarnos y amar a los hermanos.

ACTO PENITENCIAL
“Solo Dios basta”. A veces ponemos nuestra confianza en las cosas, en nuestras seguridades humanas. Le pedimos perdón de nuestros pecados.
-Porque nos cerramos a los valores del Reino de Dios. Señor, ten piedad.
-Porque no ponemos lo mucho o poco que tenemos al servicio de los hermanos. Cristo, ten piedad.
-Porque priorizamos el consumo desmedido y el materialismo egoísta. Señor, ten piedad.

LECTURA SAPIENCIAL
El pasaje que vamos a escuchar pertenece a la llamada literatura sapiencial del Antiguo Testamento. Nos propone una reflexión sobre la existencia, recordándonos el valor imperecedero de la vida cuando está guiada por los valores que conlleva una fe, adulta y consciente, en Dios.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 89)
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán». Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando? Ten compasión de tus siervos.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

LECTURA APOSTÓLICA
Por el Bautismo, al participar de la muerte y resurrección de Jesús, recibimos de Dios Padre nuestra condición de hijos suyos. San Pablo nos exhorta a vivir teniendo como punto de referencia a Cristo. La fe en Jesús nos ayuda a valorar adecuadamente los bienes materiales, sin perder de vista los bienes eternos.

LECTURA EVANGÉLICA
Jesucristo nos plantea cuál debe ser la actitud cristiana ante los bienes que poseemos. No se trata de desentendernos de este mundo, sino de llegar a ver las cosas no como fines sino medios para hacer posible una vida digna y humanizada para todas las personas. Ante el valor absoluto del reino de Dios los bienes y las aspiraciones humanas quedan relativizados.

ORACIÓN DE LOS FIELES
En Dios ponemos nuestra esperanza. Él está cerca de los que lo invocan. Diremos: Te lo pedimos, Señor.
-Por la Iglesia para Cristo sea el centro y la meta en nuestras programaciones y tareas pastorales, y así podamos prescindir de aquello que pueda obstaculizar el anuncio del Evangelio a nuestro mundo. Oremos.
-Por los países que más sufren el subdesarrollo, las guerras fratricidas y la tragedia del hambre para que su futuro y el respeto de cada vida humana sean una preocupación real y urgente para todos. Oremos.
-Por los responsables de la educación de los niños y jóvenes para que tengan en cuenta la dimensión trascendente de la persona humana. Oremos.
-Por los que viven marginados y los que sufren el desamparo y la incomprensión para que sean destinatarios de la oración confiada y el testimonio de la caridad de los seguidores de Jesús. Oremos.
-Por nuestra comunidad (parroquial) para que seamos capaces de iluminar desde la fe en Jesús el uso de nuestros bienes y recursos, optando por el compartir fraterno y la gratitud a Dios por todo lo que recibimos de Él. Oremos.
Escucha, Señor nuestro, la oración de tu familia; que imitemos a tu Hijo en la austeridad de vida y en el servicio a todos.. Por Jesucristo, nuestro Señor.



CANTOS PARA LA CELEBRACION

Entrada: Juntos como hermanos; En medio de nosotros (1CLN-A 8); Con nosotros está el Señor (disco “15 Nuevos cantos para la Misa”); Hombres nuevos (=Danos un corazón, disco “Así cantamos” de Espinosa).
Salmo: LdS; Salmo de Palazón (2CLN-513).
Ofertorio: Bendito seas (1CLN-H 5); Canto del ofertorio (disco “15 Cantos para la Cena del Señor”).
Santo: 1CLN-I 10.
Paz: Cristo es nuestra paz (disco “Viviremos con él”).
Comunión: Yo soy el pan de vida (2CLN-O 38); Ya no hay razas (disco “Cristo reclamado por los jóvenes”); Véante mis ojos (1CLN-272).
Final: Sube a la montaña (disco “Cristo Libertador”).



Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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WebJCP | Abril 2007