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sábado, 19 de junio de 2010

EL MESIAS NO ES DE «LOS NUESTROS»


Domingo XI del TO (Lucas 9,18-24) - Ciclo C
Por R. J. García Avilés

No es de los blancos, ni de los negros, ni de los rojos, ni de los azules; ni de los católicos, ni de los protestantes, ni siquiera de los cristianos Ni de los creyentes. Pertenece a la humanidad: es «el Humano». Y si es de alguien en especial, es de todos los que tienen que soportar que su dignidad humana se vea pisotea da.


¿QUIEN DECÍS QUE SOY YO?

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Pedro tomó la palabra y dijo:

-El Mesías de Dios.

Pero él les conminó que no lo dijeran absolutamente a nadie...


Los discípulos no habían comprendido todavía qué clase de Mesías era Jesús. Pensaban, aprisionados entre el naciona lismo y el triunfalismo, que el Mesías debía ser como ellos lo esperaban: un triunfador que llevara hasta la gloria a su na ción, un caudillo que derrotara y aniquilara a los enemigos de su pueblo; en definitiva, uno de «los suyos» que les ayudara a prevalecer sobre «los otros». Por eso Jesús les prohibe que digan a nadie que él es el Mesías.

Porque él no es ese Mesías que ellos esperan. Lo compro barán cuando todos los representantes del poder político, económico y religioso, las mentes más lúcidas y las almas más piadosas de la nación, lo detengan, lo juzguen y lo entreguen a los romanos para que éstos -los enemigos de su nación, los que tienen sometido a Israel a la servidumbre lo ejecuten en el más infamante de los suplicios: «El Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte... »


EL HOMBRE

Jesús es el Mesías de Dios. No del Dios propiedad de Israel, sino del Padre que da y asegura la vida del Hombre Jesús. Y se llama a sí mismo «el hombre», porque el es, ya realizado, el proyecto de hombre que Dios propone a la hu manidad. Y porque quiere presentarse como «hombre», nada más, «como uno de tantos» (Flp 2,7): sin compromisos de raza, de religión, de familia. Con un único compromiso: el de ser el hombre que Dios quiere, revelándose así como el Hijo de Dios, para que los hombres puedan, sólo porque son humanos, vivir como hermanos: «Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra, pues vosotros hacéis todos uno, mediante el Mesías Jesús» (primera lectura).

Por eso va a chocar con los que ponen su poder o su tierra, su dinero, su ciencia o sus devociones por encima del ser humano. Porque si la persona se constituye en el valor más importante de este mundo, y eso porque Dios lo quiere así, los ricos, los sacerdotes, los juristas y los santones... van a perder sus privilegios, van a ver cómo se derrumban sus pedestales. Por eso lo van a matar. Aunque como él es el Mesías del Dios de la vida, el Padre salvará su vida de la muerte que los enemigos del hombre le harán sufrir: «El Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muer te y, al tercer día, resucitar».


EL QUE QUIERA VENIRSE

El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y entonces me siga; porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, ése la pondrá a salvo.


Por eso no presenta un programa atrayente para conseguir muchos adeptos, sino un programa exigente, para los que se quieran comprometer de verdad en la realización de ese pro­yecto: «El que quiera venirse conmigo...»: hay que estar dis puestos a jugárselo todo. Porque la historia de Jesús se volverá a repetir una y mil veces.

Porque Otros nuevos senadores, dueños del dinero y de la tierra, dirán de nuevo que la riqueza es un regalo de Dios por sus virtudes, por su trabajo. Y querrán un Dios o un Mesías de ellos, que coloque su derecho de propiedad por encima de los derechos de los hombres pobres.

Y aparecerán nuevos dirigentes que en nombre del poder de Dios o en nombre de su dios, el poder- reducirán a la esclavitud a los hombres débiles.

Y más sacerdotes, que, sirviéndose de Dios, pondrán el hombre a su servicio, y en nombre de los derechos que ellos dicen de Dios, despreciarán y pisotearán los derechos de los hombres sencillos.

Y juristas, que darán la razón a senadores, gobernantes, sacerdotes... Y explicarán que Dios está con ellos, con los de arriba, y que las cosas están bien como están, porque son voluntad de Dios. Y que silos de abajo tienen hambre, que pidan limosna..., si quieren libertad, que pidan permiso..., si quieren ejercer sus derechos de personas, que, por medio de ellos, pidan perdón a Dios.

Y al que se atreva a decirles que el Dios de Jesús no les pertenece, que el Dios de Jesús se encuentra en el Hombre, lo juzgarán por revolucionario, lo condenarán por subversivo, lo excomulgarán por hereje. Pero el Dios del Hombre Jesús, también a ellos les dará la razón y les guardará la vida.

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WebJCP | Abril 2007