¿Por qué soy cristiano? O ¿por qué creo?
En el evangelio de este domingo escuchamos dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos, cuando juntos pasan unos días de descanso en una ciudad termal, Cesarea de Filipos.
“¿ Qué dice la gente del Hijo del hombre?”
“¿ Y vosotros, quién decís que soy?”
Jesús se interesa por la opinión de la gente y por ello pregunta a sus seguidores sobre lo que la gente dice.
Los discípulos comentan las opiniones que han escuchado: que si Juan Bautista, un profeta, o Elías. Las opiniones del pueblo son intuitivas, han captado algo de Jesús y lo expresan, según su tradición religiosa.
También hoy es interesante saber lo que la gente dice de Jesús.
· Algunas personas han captado aspectos de la persona de Jesús al reconocer su bondad, su entrega a los más débiles, su oposición al sistema establecido. Y así lo expresan manifestando opiniones personales, o a través de escritos, novelas o películas. Han captado algo, pero no el ser profundo que se manifiesta en estas actitudes.
· Pero un buen grupo, que desgraciadamente va en aumento, al parecer carece de opinión sobre él. Es un hecho constatado que crece la ignorancia religiosa y, concretamente, del cristianismo. Esa ignorancia, ya de raíz cultural, contribuye a la indiferencia religiosa. Tras 2000 años de cristianismo, hoy tendríamos que responder a Jesús: Mira, Señor, cada vez hay más niños y jóvenes que no saben nada de ti.
· Es importante dar noticias de Jesús. Es importante la enseñanza de la religión católica en la escuela. Es importante tener signos religiosos en casa. Es importante dar a conocer quién es Jesús a través de las obras de arte, de la música, de la pintura...
Pero Jesús, a continuación, plantea la pregunta más importante, la gran pregunta de la fe, y la dirige a sus seguidores cercanos, la dirige a cada uno de nosotros: y vosotros, ¿quién decís que soy?
Cuál es nuestra respuesta? No basta responder con lo que los padres, catequistas, sacerdotes, otros cristianos... me han dicho. La respuesta tiene que ser mi respuesta, sincera y personal.
Estoy convencido que nuestra respuesta es la respuesta de Pedro a nuestras palabras, la fe de la Iglesia: “Tú eres el Mesías”. Es decir, tú eres el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
Seria conveniente que esta semana, en algún momento, cada uno de nosotros intentásemos responder a Jesús y a su pregunta con nuestra respuesta personal: ¿quién soy para ti?
Y eso todavía es insuficiente, porque en el evangelio nos encontramos con una gran sorpresa. La respuesta de Pedro, “tú eres el Mesías”, podría provocar falsas expectativas sobre Jesús y, por ello, él mismo les instruye: el Mesías tendrá que padecer mucho, será rechazado, morirá... pero es la condición para dar vida y vivir.
Pedro lo contradice pensando hacerle un favor. Es incapaz de entender que el camino que sugiere Jesús sea el camino de la salvación. Jesús le dirige una de las palabras más duras del Evangelio: “¡Quítate de mi vista, Satanás! (tentador); ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”.
Reflexionemos. Puede que Jesús tenga que decirnos lo mismo a nosotros que ya creemos en él: “¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”.
* Porque no aceptamos que el camino de la vida será también un camino de cruz , y de gozo, si queremos vivir de acuerdo con lo que nos dice Jesús.
En el evangelio de este domingo escuchamos dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos, cuando juntos pasan unos días de descanso en una ciudad termal, Cesarea de Filipos.
“¿ Qué dice la gente del Hijo del hombre?”
“¿ Y vosotros, quién decís que soy?”
Jesús se interesa por la opinión de la gente y por ello pregunta a sus seguidores sobre lo que la gente dice.
Los discípulos comentan las opiniones que han escuchado: que si Juan Bautista, un profeta, o Elías. Las opiniones del pueblo son intuitivas, han captado algo de Jesús y lo expresan, según su tradición religiosa.
También hoy es interesante saber lo que la gente dice de Jesús.
· Algunas personas han captado aspectos de la persona de Jesús al reconocer su bondad, su entrega a los más débiles, su oposición al sistema establecido. Y así lo expresan manifestando opiniones personales, o a través de escritos, novelas o películas. Han captado algo, pero no el ser profundo que se manifiesta en estas actitudes.
· Pero un buen grupo, que desgraciadamente va en aumento, al parecer carece de opinión sobre él. Es un hecho constatado que crece la ignorancia religiosa y, concretamente, del cristianismo. Esa ignorancia, ya de raíz cultural, contribuye a la indiferencia religiosa. Tras 2000 años de cristianismo, hoy tendríamos que responder a Jesús: Mira, Señor, cada vez hay más niños y jóvenes que no saben nada de ti.
· Es importante dar noticias de Jesús. Es importante la enseñanza de la religión católica en la escuela. Es importante tener signos religiosos en casa. Es importante dar a conocer quién es Jesús a través de las obras de arte, de la música, de la pintura...
Pero Jesús, a continuación, plantea la pregunta más importante, la gran pregunta de la fe, y la dirige a sus seguidores cercanos, la dirige a cada uno de nosotros: y vosotros, ¿quién decís que soy?
Cuál es nuestra respuesta? No basta responder con lo que los padres, catequistas, sacerdotes, otros cristianos... me han dicho. La respuesta tiene que ser mi respuesta, sincera y personal.
Estoy convencido que nuestra respuesta es la respuesta de Pedro a nuestras palabras, la fe de la Iglesia: “Tú eres el Mesías”. Es decir, tú eres el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
Seria conveniente que esta semana, en algún momento, cada uno de nosotros intentásemos responder a Jesús y a su pregunta con nuestra respuesta personal: ¿quién soy para ti?
Y eso todavía es insuficiente, porque en el evangelio nos encontramos con una gran sorpresa. La respuesta de Pedro, “tú eres el Mesías”, podría provocar falsas expectativas sobre Jesús y, por ello, él mismo les instruye: el Mesías tendrá que padecer mucho, será rechazado, morirá... pero es la condición para dar vida y vivir.
Pedro lo contradice pensando hacerle un favor. Es incapaz de entender que el camino que sugiere Jesús sea el camino de la salvación. Jesús le dirige una de las palabras más duras del Evangelio: “¡Quítate de mi vista, Satanás! (tentador); ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”.
Reflexionemos. Puede que Jesús tenga que decirnos lo mismo a nosotros que ya creemos en él: “¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”.
* Porque no aceptamos que el camino de la vida será también un camino de cruz , y de gozo, si queremos vivir de acuerdo con lo que nos dice Jesús.
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