Por CAMINO MISIONERO
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 20-26
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 20-26
Jesús fijando la mirada en sus discípulos, dijo:
¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Comienza ahora el primer discurso formativo de Jesús (ver el discurso completo en Lc 20-49), conocido como el “Sermón de la llanura”). Jesús va a describir el perfil de un discípulo suyo en cuatro lecciones.
Primera lección: El giro profundo que ocurre en la vida de un discípulo.
Los discípulos son distintos, eso es claro. ¿Pero en qué son distintos? ¿Qué ha sucedido en ellos desde que conocieron a Jesús? La proclamación de las bienaventuranzas responde a estas preguntas.
Retomemos el conjunto de las bienaventuranzas y notemos:
1. La manera como habla Jesús ya es diciente: pronuncia las bienaventuranzas mirando de frente a sus discípulos. Es como si estuviera diciendo: “¡Ustedes son esto y esto, tomen conciencia de ello!”
2. Las bienaventuranzas muestran cómo es que se vive en la esfera del querer de Dios.
3. La obra de Dios en el discípulo tiene un punto de partida: el reconocimiento de su necesidad personal. Por eso son los “pobres” los “hambrientos” los que están “de luto” los “rechazados”. Su conciencia de la carencia les abre el corazón al don de Dios, mientras que los autosuficientes, los que creen tenerlo todo (los ricos los hartos, los que ríen, los famosos) perderán lo que creen tener.
4. Pero lo que importa es el punto de llegada: el don de Dios, el cual está caracterizado como: consolación, plenitud y fiesta.
5. Todos los dones se resumen en uno solo: el Reino de Dios, que es ese giro profundo en la realidad del hombre (como lo canta María en el Magnificat”, que es la obra creadora de Dios que transforma el estado de perdición en estado de salvación.
6. La vida del discipulado apunta al proyecto de vida de cada uno en la dirección de la “alegría” mientras que una opción equivocada en la vida lleva a la ruina total que aquí se expresa en el grito de lamentación “ay”.
7. La vida según las bienaventuranzas, conduce a la identidad de vida con Jesús: el discípulo será un profeta como él en el mundo (ver Lc 24,19) y este es el sentido de su apostolado. Pero compartir la gloria junto con Jesús, en la alegría perfecta, implicará también el mismo camino de sufrimiento, de fracaso y de humillación del Maestro. No hay gloria sin cruz.
Podríamos hoy retomar una de las bienaventuranzas y meditar seriamente en ella. Podría ser por ejemplo: “Bienaventurados los que lloráis ahora porque reiréis…” Ay de los que reís ahora porque tendréis aflicción y llanto” )6,21b.25b) Lo propongo porque se trata de un tema que generalmente preferimos no abordar. Estar triste es una situación que no debería darse y de la que preferimos no hablar o aún fingir que no existe. Pero la gente que sufre en este mundo es mucha, muchísima.
Nuestro texto habla literalmente de estar en “duelo” que es esa profunda tristeza interior que destroza el corazón ante la muerte de una persona querida y que se expresa habitualmente en lágrimas. Pero son también todas esas situaciones que producen pena y amargura, por contener algo de incomprensible y de humanamente inaceptable. Son llantos que brotan de un dramático contraste interior entre la muerte que nos rodea y la visión interior del Reino que deseamos, con su plenitud de vida y de paz. Se trata de un contraste hiriente entre el don de Dios y las situaciones intolerantes de miseria y de muerte que nacen del rechazo del amor de Dios.
Pero Jesús dice que un discípulo suyo sabrá hacer el camino de la consolación que lo llevará a la paz y a la fiesta como profetizó Jeremías: “Cambiaré su duelo en regocijo, y les consolaré y alegraré de su tristeza. (31,13). Por lo tanto con su mirada contemplativa, en comunión con Jesús sabrá descubrir la resurrección que hay detrás de toda cruz. La bienaventuranza es un camino que abarca la visión del evangelio entero.
1. ¿Me considero una persona bienaventurada, esto es, feliz? ¿Qué me aflige?
2. ¿Qué me promete Jesús?
3. Cuál es el camino para llegar a la perfecta alegría?
¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
Bienaventuranzas y malaventuranzas
Lucas 6,20-26
“Bienaventurados vosotros…”
Por CELAM - CEBIPAL
Bienaventuranzas y malaventuranzas
Lucas 6,20-26
“Bienaventurados vosotros…”
Comienza ahora el primer discurso formativo de Jesús (ver el discurso completo en Lc 20-49), conocido como el “Sermón de la llanura”). Jesús va a describir el perfil de un discípulo suyo en cuatro lecciones.
Primera lección: El giro profundo que ocurre en la vida de un discípulo.
Los discípulos son distintos, eso es claro. ¿Pero en qué son distintos? ¿Qué ha sucedido en ellos desde que conocieron a Jesús? La proclamación de las bienaventuranzas responde a estas preguntas.
Retomemos el conjunto de las bienaventuranzas y notemos:
1. La manera como habla Jesús ya es diciente: pronuncia las bienaventuranzas mirando de frente a sus discípulos. Es como si estuviera diciendo: “¡Ustedes son esto y esto, tomen conciencia de ello!”
2. Las bienaventuranzas muestran cómo es que se vive en la esfera del querer de Dios.
3. La obra de Dios en el discípulo tiene un punto de partida: el reconocimiento de su necesidad personal. Por eso son los “pobres” los “hambrientos” los que están “de luto” los “rechazados”. Su conciencia de la carencia les abre el corazón al don de Dios, mientras que los autosuficientes, los que creen tenerlo todo (los ricos los hartos, los que ríen, los famosos) perderán lo que creen tener.
4. Pero lo que importa es el punto de llegada: el don de Dios, el cual está caracterizado como: consolación, plenitud y fiesta.
5. Todos los dones se resumen en uno solo: el Reino de Dios, que es ese giro profundo en la realidad del hombre (como lo canta María en el Magnificat”, que es la obra creadora de Dios que transforma el estado de perdición en estado de salvación.
6. La vida del discipulado apunta al proyecto de vida de cada uno en la dirección de la “alegría” mientras que una opción equivocada en la vida lleva a la ruina total que aquí se expresa en el grito de lamentación “ay”.
7. La vida según las bienaventuranzas, conduce a la identidad de vida con Jesús: el discípulo será un profeta como él en el mundo (ver Lc 24,19) y este es el sentido de su apostolado. Pero compartir la gloria junto con Jesús, en la alegría perfecta, implicará también el mismo camino de sufrimiento, de fracaso y de humillación del Maestro. No hay gloria sin cruz.
Podríamos hoy retomar una de las bienaventuranzas y meditar seriamente en ella. Podría ser por ejemplo: “Bienaventurados los que lloráis ahora porque reiréis…” Ay de los que reís ahora porque tendréis aflicción y llanto” )6,21b.25b) Lo propongo porque se trata de un tema que generalmente preferimos no abordar. Estar triste es una situación que no debería darse y de la que preferimos no hablar o aún fingir que no existe. Pero la gente que sufre en este mundo es mucha, muchísima.
Nuestro texto habla literalmente de estar en “duelo” que es esa profunda tristeza interior que destroza el corazón ante la muerte de una persona querida y que se expresa habitualmente en lágrimas. Pero son también todas esas situaciones que producen pena y amargura, por contener algo de incomprensible y de humanamente inaceptable. Son llantos que brotan de un dramático contraste interior entre la muerte que nos rodea y la visión interior del Reino que deseamos, con su plenitud de vida y de paz. Se trata de un contraste hiriente entre el don de Dios y las situaciones intolerantes de miseria y de muerte que nacen del rechazo del amor de Dios.
Pero Jesús dice que un discípulo suyo sabrá hacer el camino de la consolación que lo llevará a la paz y a la fiesta como profetizó Jeremías: “Cambiaré su duelo en regocijo, y les consolaré y alegraré de su tristeza. (31,13). Por lo tanto con su mirada contemplativa, en comunión con Jesús sabrá descubrir la resurrección que hay detrás de toda cruz. La bienaventuranza es un camino que abarca la visión del evangelio entero.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Me considero una persona bienaventurada, esto es, feliz? ¿Qué me aflige?
2. ¿Qué me promete Jesús?
3. Cuál es el camino para llegar a la perfecta alegría?
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