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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales litúrgicos y Catequéticos: XXIV Domingo del T.O. (Marcos 8,27-35) - Ciclo B
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martes, 8 de septiembre de 2009

Materiales litúrgicos y Catequéticos: XXIV Domingo del T.O. (Marcos 8,27-35) - Ciclo B


Monición de entrada

(A)

El Evangelio de hoy nos habla de una doble pregunta de Jesús:
- ¿Quién dice la gente que soy yo?.
- ¿Quién decís vosotros que soy yo?.
La pregunta sigue abierta desde que el mismo Jesús la dirigió a sus discípulos.
Durante veinte siglos la gente ha ido contestando a esta pregunta en un amplio abanico de respuestas.
De Jesús se ha dicho de todo : se le ha llamado blasfemo, infame e impostor; pero también se le ha llamado el Santo, el más grande, Super-Estrella, etc ...
También se ha respondido con actuaciones concretas, con la vida. En su nombre se han realizado las más disparatadas y extrañas acciones.
En su nombre se ha ejecutado al hereje, o se ha dado la vida por el prójimo.
Hoy nos importa a nosotros, responder a la segunda pregunta : ¿Quién decís vosotros que soy yo? ¿Quién es Jesús, para nosotros?.
En esta Celebración vamos a ir descubriendo quién es Jesús para nosotros, y cómo podemos llevar esa respuesta a la vida de cada día.

(B)

Esta celebración es una ocasión ideal para ir descubriendo lo que Dios quiere comunicarnos a través de su Palabra; así como el momento más oportuno para expresarle nuestro agradecimiento y alabanza.
Reunidos, como estamos, nos disponemos a compartir nuestra fe en esta celebración.

Saludo del Sacerdote

Que Dios, Padre de Amor, Hijo de los hombres y Espíritu de Fortaleza esté con todos vosotros ...

Pedimos perdón

Es el momento del perdón . Vamos a comenzar la Celebración, recordando que Jesús es Dios y, por eso, puede perdonar nuestros pecados.

* Muchas veces pensamos que somos los dueños del mundo y de la vida, por poseer cargos o títulos, y nos olvidamos de Jesús. Por eso : Señor, ten piedad.

* Muchas veces nos creemos dioses, y nos atrevemos, incluso a pedir cuentas a Dios de la marcha del mundo, si no nos agrada como va. Por eso : Cristo, ten piedad.

* Muchas veces despreciamos a los que viven y trabajan junto a nosotros, sin darnos cuenta de que, también ellos, son hijos de Dios. Por eso : Señor, ten piedad.

(B)

Pidamos perdón al Señor, en un momento de silencio, porque nuestra actitud en la vida cotidiana, no está muy acorde con el mensaje de Jesús.

- Porque tranquilizamos nuestra conciencia cumpliendo los preceptos y las normas. Señor, ten piedad.
- Porque damos más importancia a la ley que a la construcción del Reino. Cristo, ten piedad.
- Porque no trabajamos en la transformación de las leyes injustas con nuestros hermanos más necesitados. Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso, el Padre del amor, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

Gloria

Nos sentimos agradecidos porque Jesús nos ha perdonado. Por eso le decimos : Gloria a Dios en el cielo ...


Escuchamos la Palabra

Monición

La Palabra que Dios nos dirige es siempre palabra de vida. Dios nunca falla a la cita. El nos habla de su proyecto sobre la humanidad. Nos recuerda constantemente que sus caminos son distintos de los nuestros. Por eso nos guía, nos conduce y nos ilumina con su palabra. Nosotros la escuchamos con atención e interés y la aceptamos, porque queremos ser fieles al Señor.


Salmo: Caminaré en presencia del Señor

Monición al Evangelio

Pedro confiesa su fe en Jesús. También nosotros nos llamamos cristianos, seguidores de Jesús. Detrás de esto deben venir los hechos.

Evangelio dialogado (Niños)

Narrador: Jesús sentía curiosidad por saber lo que la gente decía de El. Y un día les preguntó a sus discípulos:
Jesús: - ¿Quién dice la gente que soy yo?
Discípulo: - Hay quien dice que eres Juan el Bautista. Otros dicen que eres uno de los antiguos profetas que ha vuelto a la vida...
Narrador: Después que cada uno dijo lo que decían de El, Jesús les preguntó a ellos:
Jesús: - Y vosotros que estáis conmigo, ¿quién decís que soy?
Narrador: Pedro le contestó:
Discípulo: -Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
Narrador: Pero Jesús les prohibió que se lo dijeran a nadie. Y les dijo:
Jesús: - Mi misión como Mesías es proclamar el Evangelio. Pero por hacerlo voy a padecer mucho, voy a ser condenado y ejecutado, pero al tercer día resucitaré.
Y, por eso, os digo que el que quiera seguirme tiene que estar dispuesto a renunciar a sus caprichos y a sus apetencias y a cumplir siempre la voluntad de Dios aunque, a veces, le cueste. Pues quien en esta vida sólo piense en pasarlo bien sin preocuparse de nada más, no alcanzará la vida eterna. Sin embargo, quien en esta vida se sacrifica por cumplir lo que Dios quiere de él, tendrá la vida eterna.

Narrador: Palabra de Dios.


Homilías

(A)

Hemos escuchado en el Evangelio la doble pregunta que Jesús hace a sus apóstoles y nos hace a todos.
¿Quién dice la gente que soy yo?
¿Quién decís vosotros que soy yo?
La pregunta sigue abierta e interrogándonos a todos desde que Jesús la dirigió a sus apóstoles.
Las gentes, los pueblos, los grupos y las personas concretas han ido respondiendo a lo largo de la historia a esta pregunta de Jesús.
Como decíamos al comenzar la Celebración, de Jesús se ha dicho todo, se le ha llamado de todo : blasfemo, impostor, hereje; pero también Santo, Salvador, el mejor de los humanos, el Hijo de Dios en la tierra.
En su nombre se ha hecho de todo en el mundo. Se han organizado guerras santas, se ha ejecutado a los que no creían en Él, o se ha ayudado a todos hasta dar la vida por ellos.
Hoy mismo se siguen repitiendo estos dichos y estas acciones, de una u otra forma.
Pero, vamos a recoger la segunda pregunta de Jesús, la que más nos debe interesar a cada uno de nosotros : ¿Quién decís vosotros que soy yo?.
Es posible que recordemos la respuesta del Catecismo que estudiábamos de niños. El Catecismo del Padre Astete decía : "Jesucristo es el Hijo de Dios, que se hizo hombre para redimirnos y darnos ejemplo de vida".
O recordamos, también la respuesta de Pedro que acabamos de escuchar en el Evangelio: " Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Pero no basta con eso. Eso es algo aprendido, impersonal.
Tenemos que dar cada uno de nosotros una respuesta personal.
Y lo que es más importante: tenemos que vivir conforme a esa respuesta.
Reconocemos que Jesús es Dios, es Dios entre nosotros, y así lo solemos decir. Pero, ¿lo sabemos reconocer en la sociedad? ¿Lo encontramos y lo vemos en las personas que nos rodean?
Es fácil decir que creemos en Dios, que amamos a Dios, que creemos en Jesús, al que no vemos; pero ¿le queremos ver, le vemos y le respetamos en las personas que nos rodean?
Decimos que amamos a Dios, pero yo no he encontrado más que una forma de amar a Dios: Amarle en los hermanos, en las personas que nos rodean. Lo demás son palabras bonitas, pero nada más.
Nuestra respuesta debe ser ésta: "Tú eres el Hijo de Dios, eres nuestro Hermano mayor que estás con nosotros" y en consecuencia debemos ayudarnos todos y vivir como hermanos, como hijos de un mismo Padre - Dios.
En una palabra: debemos ser consecuentes con lo que creemos. Debemos vivir, sabiendo que Jesús camina a nuestro lado, vive junto a nosotros. Siguiendo el ejemplo de su vida estamos dando respuesta a su pregunta.

(B)

La confesión de Pedro me parece un momento fantástico en el proceso de educación que realiza Jesús con sus discípulos y de seguimiento al que somete a los que le acompañan. Jesús lanza una pregunta a sus discípulos, una especie de «evaluación» o control personal. «Entra» progresivamente en el tema: Quién soy yo. Comienza desde lejos: «¿Quién dice la gente que soy yo?», hasta llegar al posicionamiento personal: «y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde y contesta correctamente. Pero, a renglón seguido, demuestra que lo bien dicho no es lo bien asimilado. Lo que Pedro sabe del Mesías no es lo que corresponde al Mesías de verdad. Jesús les explica lo que le ocurrirá al Mesías: «Padecer; ser condenado, ser ejecutado, resucitar:..». Pedro ha respondido bien, pero demuestra resistencia para aceptar lo que oye sobre el Mesías. Tan duro le parece lo que acaba de escuchar que se atreve a llamar aparte a Jesús y a increparle.
¡Cómo me recuerda este episodio comportamientos, oraciones, juicios de valor de muchos creyentes que se atreven a decir a Dios lo que tiene que hacer! Son creyentes que saben de Dios y conocen fórmulas muy bien hechas y muy precisas, recitan oraciones y frecuentan sacramentos. Todo correcto. Pero hay algo que no «tragan de Dios», como le pasó a Pedro.
Se puede definir muy bien a Dios sin captar la realidad de Dios. Podemos emplear fórmulas muy bonitas sobre Dios pero quedamos al margen de lo que Dios es... Seguro que tú, como yo, has escuchado a «buenos creyentes» expresiones parecidas a estas: «¿Cómo es posible que Dios sea bueno si después me pasa lo que me pasa? ¿Cómo es posible que yo que conozco tanto de Dios, que he hecho tanto para anunciarle, ahora Dios me pague de esta manera? ¿Cómo es posible que Dios se porte así conmigo y me mande lo que me está mandando?».
Si Pedro lleva a Jesús aparte para decirle que no puede ser que al Mesías le pase lo que Él acaba de señalar, Jesús recrimina públicamente a Pedro (posiblemente porque todos coincidían con su postura) porque piensa como los hombres, porque no entiende a Dios, porque no se mete en los planes de Dios sino que dicta planes a Dios. Y eso Jesús no lo soporta. A Dios nadie le dicta cómo tiene que ser ni qué tiene que hacer. Una de las tentaciones que siempre han acechado a los hombres es la de apropiarse el poder de Dios, marcarle la ruta. En el camino hacia el Padre nadie precede a Jesús; se sigue a Jesús. El va delante marcando el camino. Y lo que Él viva y lo que a Él le acontezca será normativo. Sin entregarse, no se gana la meta; sin cargar con la cruz, no se llega al final. Observas a la gente, y de este mundo nadie se va sin llevar una cruz... antes o después, con la dignidad de Jesús o a regañadientes...

(C)

Acostumbrados desde niños a su figura, son muchos los cristianos que no sospechan el eco que la persona de Jesús ha encontrado a lo largo de los siglos en el corazón de los hombres. A veces se piensa que ese Jesús del que sólo han oído hablar en la Iglesia, apenas puede interesar fuera de ella. Hace veinte siglos, Jesús lanzó una pregunta provocadora: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Pensadores, poetas y científicos de toda clase han respondido a la cuestión de formas diferentes. Tiene su interés conocer algunos testimonios.
La filósofa francesa, Simone Weil, expresa así su convicción: «Antes de ser Cristo, es la verdad. Si nos desviamos de Él para ir hacia la verdad, no andaremos un gran trecho sin caer en sus brazos.»
Mahatma Gandhi vivió impactado por las Bienaventuranzas de Jesús: «El mensaje de Jesús, tal como yo lo entiendo, está contenido en el sermón de la montaña. El espíritu de este sermón ejerce sobre mí casi la misma fascinación que la Bhagavadgita. Este sermón es el origen de mi afecto por Jesús.»
El científico Albert Einstein valoraba así el mensaje judeo-cristiano: «Si se separan del judaísmo los profetas y del cristianismo, tal como lo enseñó Jesucristo, todas las adiciones posteriores, en especial las del clero, nos quedaríamos con una doctrina capaz de curar, a la humanidad de todos sus males.»
A. Gide ha pasado a la historia de la literatura como prototipo del renegado que rechaza su bautismo cristiano. Sin embargo, en sus escritos se pueden encontrar oraciones como ésta: «Yo vuelvo a ti, Señor Jesús, como al Dios del cual tú eres forma viva. Estoy cansado de mentir a mi corazón. Por todas partes te encuentro cuando creía huir de ti... Sé que no existe nadie más que tú, capaz de apagar mi corazón exigente.»
Para Hegel, «Jesucristo ha sido el quicio de la historia». E Mauriac confiesa: «Si no hubiera conocido a Cristo, Dios hubiera sido para mí una palabra inútil.» Otros, como el poeta argentino agnóstico, J. L. Borges, lo buscan: «No lo veo y seguiré buscándolo hasta el día último de mis pasos por la tierra.»
En el filósofo Soren Kierkegaard podemos leer esta preciosa oración: «Señor Jesús, tú no viniste para ser servido, ni tampoco para ser admirado o, simplemente, adorado. Tú has deseado, solamente, imitadores. Por eso, despiértanos, si estamos adormecidos en este engaño de querer admirarte o adorarte, en vez de imitarte y parecernos a ti.»

(D)

Somos especialistas en responder por los otros.
Todos nos sentimos conocedores:
de lo que piensan los otros,
de qué hacen los otros,
de qué dicen los otros,
de cómo son los otros.
Los otros son el libro que más hemos leído y que mejor hemos entendido
“¿Quién dice la gente que soy yo?”
Los discípulos conocían bastante bien qué pensaba y qué decía la gente sobre Jesús.
Al fin y al cabo, cada quien tenía su propia imagen.
Cada quien tenía su percepción personal.
Que si Elías,
Que si Jeremías,
Que si Juan,
Que si uno de los profetas.

Total, lo de siempre, cada uno nos hacemos nuestro propio Dios.
El Dios que mejor nos conviene.
El que mejor se adapta a nuestros intereses personales.
Por algo la gente suele decir: “Padre, yo no creo en la Iglesia, pero me llevo muy bien con Dios”. “Yo me las arreglo con Dios”.
En esto, nos parecemos a los griegos que se inventaban un Dios para cada uno de sus vicios. Hasta los borrachitos tenían su “Dios Baco”. Y tampoco faltaba, por supuesto, la “Diosa Venus”. Y para que no hubiese problemas, hasta le dejaron un sitiecito “al dios desconocido”. Es una manera de ser precavidos. Un modo bonito de no tener problemas con él.
Dios se atrevió a hacer al mundo y al hombre.
Pero el hombre le gana en creatividad. Se atreve a hacer “dioses”.
Cada uno llevamos “nuestro propio dios” edición de bolsillo.
¿Quién puede decir que no lleva el suyo propio?
¿Acaso el ateo no tiene su dios personal? Al menos tiene a ese Dios en quien dice no creer y del que siempre está hablando. Por algo escribió alguien: “Me repugnan los ateos, porque se pasan la vida hablando de Dios”.
¿Acaso los políticos no tienen su dios? ¿Y qué es el poder sino el dios de los poderosos?
¿Acaso los ricos no tienen su dios? ¿Y qué es la riqueza sino el dios a quien adoran cada día?
¿Acaso los pobres no tienen su diosecito? El dios que debiera castigar a los que lo tienen todo.
¿Y acaso los curas no tenemos también el nuestro? El dios con el que justificamos tantas tonterías que decimos y cargamos a la gente.

La verdad que yo no estoy seguro de que “mi Dios” sea siempre el Dios que Jesús nos reveló. Y hasta me atrevo a decir que nadie debiera “dar por supuesto” que cree en Dios. Creo que mejor sería si cada día lo confrontásemos con el Evangelio de Jesús.
Porque también los que lo crucificaron lo hicieron en nombre de Dios.
Y los que prohibían curar enfermos el sábado también lo hacían en nombre de Dios.
Y los que se escandalizaban de que Jesús y los suyos no se lavasen las manos, lo hacían en nombre de Dios.
Y los que querían apedrear a la adúltera lo hacían en nombre de Dios.

“Y vosotros quién decís que soy yo?”
Mientras se trate de decir lo que piensan y dicen los demás, no hay problema.
Pero Jesús quiere llegar más lejos.
Está bien, ya sabéis lo que dicen los demás, pero “¿y vosotros qué decís?
Ya no es cuestión de hablar sobre los demás.
Ahora la pregunta es personal.
¿Qué es para mí Jesús?
¿Qué es Dios para mí?

Ya no es el momento de decir qué pensamos.
La verdadera pregunta es: ¿qué es, qué significa Dios en mi vida?
No se trata de creer en Dios.
Se trata de saber qué significa para nosotros en nuestras vidas.
Y se trata de saber ¿en qué Dios creemos?
¿En el nuestro? ¿En el de los filósofos? ¿En el de Jesús?
¿En el Dios que ama a los buenos y castiga a los malos?
¿En el Dios que me tiene que amar porque yo soy bueno?
¿En el Dios que me castiga con una desgracia, porque me porté mal?

El Dios de nuestra fe, ¿será realmente el que será entregado a manos de los hombres, lo apresarán, lo condenarán y lo crucificarán?
¿El Dios que prefiere morir a hacernos morir?
¿El Dios que entrega su vida al servicio de los hombres?
¿No el Dios todopoderoso, sino el Dios débil que quiere cambiar al mundo por el amor?
¿El Dios que me pide que bendiga y no maldiga?
¿El Dios que me pide perdonar, por más que yo tenga la razón?

Este Dios no entraba en la cabeza de Pedro. ¿Entrará de verdad en la nuestra?

Oración de los fieles

(A)

Creemos que Jesús es Dios y que todos somos su familia. Vamos a pedir, ahora, por todos: por las necesidades más urgentes de nuestra sociedad y de nuestro grupo.


1- Por la Iglesia y sus Pastores, para que prediquen a Jesús, tal como es, y no, según su conveniencia o la nuestra : Roguemos al Señor.
2- Por los pueblos del mundo, para que vayan construyendo su futuro, de cara a una fraternidad universal y sin egoísmos : Roguemos al Señor.
3- Para que no se abuse de la figura de Jesús, avalando con su nombre asociaciones, grupos, ideologías, o caprichos humanos: Roguemos al Señor.
4- Para que nosotros, que nos llamamos cristianos, tengamos el coraje de reconocer a Jesús y llevar su ejemplo al mundo, a la vida de cada día: Roguemos al Señor.

Todo esto, y otras cosas que a cada uno de nosotros nos vienen a la memoria, te las pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

(B)

Tú, Señor, nos sondeas, nos conoces, te preocupas y no te cansas de invitarnos a participar de tu banquete. Este convencimiento nos anima a presentarte las necesidades de los hombres.

1.- Por la Iglesia, para que esté muy atenta a tus llamadas e invitaciones, que nos vienen desde los hombres, sobre todo, de los débiles y necesitados. Roguemos al Señor.
2.- Por dirigentes de nuestro mundo, para que no cierren, sino que abran las puertas del progreso a todos los pueblos. Roguemos al Señor.
3.- Por tantas personas, verdaderos vigías, para que no se cansen de gritar, que hay muchos millones de seres humanos tendidos por los caminos de nuestro mundo, que quieren participar del banquete de los bienes que Dios ha creado para todos. Roguemos al Señor.
4.- Por nosotros, para que manteniendo el traje de fiesta, seamos una invitación, en nombre de Dios, a que otros participen de la fiesta del Reino. Roguemos al Señor.

Todo esto te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.


Plegaria Eucarística

Te damos gracias, Señor,
porque Tú, no haces alarde de poder y majestad.
A pesar de nuestros deseos de grandeza,
y de nuestros sueños de poderío,
Tú, te haces sencillo en tu Hijo Jesús,
que vino a vivir entre nosotros.

Te damos las gracias,
porque te hiciste como el pan:
sencillo y sin apariencia,
pero nutritivo e indispensable.
Así podemos reconocerte en el mundo,
en todas las personas de buena voluntad.
Ahora nos unimos a los ángeles,
a los santos, y a las personas de buen corazón,
para entonar un himno de alabanza diciendo :

Santo, Santo, Santo ...


Padrenuestro

¿Quién decís que soy yo? : Decimos que Dios es Tu Padre y nuestro Padre. Jesús es nuestro hermano mayor que nos enseña el camino de la verdad. Por eso nos unimos todos para rezar diciendo :
Padre Nuestro ...


Nos damos la paz

Señor, Tú nos dijiste : " Mi paz os dejo, mi paz os doy". Nosotros, en cambio, hacemos la guerra y queremos conseguir las cosas por la fuerza. Pero al menos, ahora, queremos hacer las paces y reconocer que Tú tienes razón : "En paz se vive mucho mejor".
- Que la Paz de Jesús esté con todos nosotros ...
- Y como amigos y hermanos, nos damos la Paz.

Compartimos el Pan

Hemos hecho las paces. Podemos acercarnos juntos a comer el Cuerpo de Cristo, la Fuerza y el alimento para nuestras vidas de cristianos. Él quiere vernos alrededor de su Mesa y por eso nos invita.
- Dichosos nosotros por haber sido invitados a su Mesa.
- Señor, no soy digno de que entres en mi casa ...


Bendición

Enséñanos, Señor a presentarte a los demás,
a hablar de ti, a presentarte como el que llenas nuestras vidas de ilusión, alegría y felicidad…
Haznos profetas de nuestro tiempo, que no te presentemos en formas caducadas, envuelto en ritos o normas, sino que te presentemos como la mejor propuesta de vida…Para ello que
la Bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.

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WebJCP | Abril 2007