El Evangelio de hoy nos presenta a un hombre sordo y mudo. Otros dicen “que hablaba mal” y que traducido pudiera significar tartamudo. Hay dos rasgos que convendría destacar: la soledad de este hombre y el gesto de quienes lo llevan a Jesús para que lo sane.
La Soledad: Nosotros nos comunicamos con el resto a través de nuestros sentidos; sobre todo, el oído y la palabra, dos cosas de las que carece este pobre hombre. No puede relacionarse con los demás porque no les escucha y tampoco él puede hacerse escuchar. Por tanto, es la soledad, no del que vive solo y sin nadie a su alrededor, sino alguien que lleva la soledad dentro de su corazón. No es fácil comprender la sicología de un sordo y de un mudo, incomunicado con todos. Y que solo se relaciona con gestos. Sus ojos contemplan al resto, pero sus oídos no los escuchan.
Dicen que la soledad es uno de los males de nuestro tiempo. Todos llevamos las orejas ocupadas con unos auriculares para escuchar nuestra música, la que sólo nosotros escuchamos. Pero es también la soledad de aquellos que han sido abandonados y sienten ese tremendo vacío dentro de su alma. O es la soledad de aquellos que no tienen quién los quiera escuchar. Viven un silencio interior poblado, con frecuencia, de mil un sentimientos reprimidos y ahogados en su corazón. O es la soledad de la indiferencia. Pasamos los unos junto a los otros, casi sin enterarnos, cada uno metido en lo suyo y ajenos a lo que pasa en el corazón de los demás. Podemos estar sentados juntos, pero sin escucharnos el otro al otro y los dos escuchando la TV. Siempre he creído que la verdadera soledad no consiste en estar solo, sino en no encontrar cabida en el corazón de los demás.
Los que presentaron al sordo: No todos son indiferentes a nuestros problemas. Tampoco faltan quienes aún tienen una fina sensibilidad en su corazón y buscan cómo llenar la nuestra, cómo curar y sanar la nuestra. Estos, que no tienen nombre, pueden ser un buen símbolo de aquellos que se preocupan y se interesan de los demás, a veces anónimamente y sin que los demás se lo reconozcan. Gente dedicada a sanar los corazones heridos y vacíos.
A diferencia del leproso que, a pesar de la prohibición de Jesús, salió corriendo proclamando a todo el mundo sentirse curado, aquí no es el sordomudo el que grita, sino la alegría de los mismos que lo presentaron a Jesús. “El les mandó que no lo dijeran a nadie, pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.” Es la alegría de haber hecho feliz a alguien. Es la alegría incontenible por la satisfacción de que alguien hoy pueda ser más feliz.
En realidad, más que un problema para el otorrino es un problema para el cardiólogo. Bueno, no sé si los cardiólogos lograrán curarnos la sordera. Es que el problema de la mayoría de las sorderas es tema del corazón. Al fin y al cabo, todos escuchamos más con el corazón que con las orejas.
Sordo, por ejemplo, es:
El que no escucha los problemas de los demás, porque no le interesan.
El que no escucha el llanto de los niños carentes de hogar y de calor humano.
El que no escucha el hombre de tantos hombres y mujeres que no tienen pan.
El que no escucha cuando alguien le preguntan dónde has estado.
El que no escucha cuando alguien le pide que le preste más atención.
El que no escucha cuando alguien le pide explicaciones.
El que no escucha cuando alguien le pide le tienda la mano y le ayude.
El que no escucha cuando alguien le pide reconciliarse y vivir en paz.
El que no escucha el dolor que sale por las ventanas de los hospitales.
El que no escucha el grito de libertad que sale por las ventanas de las cárceles.
El que no escucha el dolor de unos padres que están abandonados y sin cariño.
El que no escucha a sus padres y prefiere escuchar a los amigotes.
El que no escucha a Dios que nos habla cada día en su Palabra.
El que no escucha a Dios que nos habla a través de los acontecimientos.
El que no escucha a la Iglesia que presta su voz a los sin voz.
No.
No siempre la sordera es una enfermedad del cuerpo.
Son muchos más los sordos del corazón y del espíritu.
Porque podrá experimentar el amor de todos.
Porque podrá experimentar el amor que Dios le tiene.
Porque podrá experimentar el calor humano.
Porque podrá saber lo que es de verdad el amor.
Porque dejándose amar se hará débil para todos.
Porque dejándose amar se hará vulnerable a todos.
Porque dejándose amar hará que también los demás amen.
Porque dejándose amar ampliará el círculo del amor.
Porque dejándose amar aprenderá a amar.
Porque dejándose amar podrá amar más a los demás.
Porque dejándose amar se sentirá más seguro.
Porque dejándose amar se sentirá más feliz.
Porque dejándose amar reconocerá más fácilmente sus errores.
Porque dejándose amar aceptará más fácilmente el perdón.
Porque dejándose amar aprenderá a perdonar a todos.
Porque dejándose amar evitará refugiarse en las disculpas.
Porque dejándose amar será más sincero consigo mismo.
Porque dejándose amar descubrirá mejor el amor de Dios.
Porque dejándose amar se sentirá más cerca de los demás.
Porque dejándose amar se sentirá más cerca de todos.
Porque dejándose amar también él amará más.
Mi vida es una lámpara encendida.
Mi fe es una lámpara encendida.
Mi esperanza es una lámpara encendida.
Mi caridad es una lámpara encendida.
Mi bautismo es una lámpara encendida.
Mi vocación es una lámpara encendida.
Mi llamada a la santidad es una lámpara encendida.
Lámpara que Dios mismo encendió en mi vida.
Pero ahora soy yo quien debo mantenerlas encendidas.
Por la oración.
Por la contemplación.
Por el encuentro con la Palabra.
Por el sacramento de la Penitencia.
Por la Eucaristía.
De mi depende que estén todas encendidas.
De mí depende que no se apaguen.
No puedo vivir con las lámparas apagadas.
Si su luz se apaga no puedo ver el camino.
Si su luz se apaga no puedo mostrar al otro el camino.
Si su luz se apaga no sé dónde estoy y a dónde voy.
1.
Hoy pueden elegirme “Miss Alegría”. ¿No sería bueno que tuviese el honor de ser corazón más alegre y más feliz de todos? La alegría es mucho más bella que todos los cuerpos bellos. Hasta los feos puede ser “Miss Alegría”, Por ejemplo yo.
2.
Hoy pueden elegirme como “Miss Bondad”. Me parece formidable llegar a la final del concurso de corazones buenos. El mío puede salir elegido como “Miss Corazón”. ¿Te imaginas ser el corazón que más bondad manifiesta ante el mundo? Por ejemplo, el mío o el tuyo.
3.
Hoy pueden elegirme como “Miss Comprensión”. En un mundo de intransigencias en el que cada uno se endurece juzgando y criticando al otro, yo puedo ser “Miss Comprensión” porque más que escandalizarme de lo que hacen los otros, comprendo sus debilidades. Al fin y al cabo, son las mismas que yo arrastro. Ser “Miss Comprensión”, por ejemplo, tú, yo.
4.
Hoy pueden elegirme como “Miss Amabilidad”. ¿Que nunca ha habido una “Miss Amabilidad”? Bueno, pues hoy puede ser salir elegida la primera. Ser amable en las palabras, ser amable en los gestos, ser amable en los juicios. ¿No es un título suficiente? Hoy, alguien en el mundo tiene que ser “Miss Amabilidad”. Por ejemplo, tú.
5.
Hoy pueden elegirme “Miss Esperanza”. En un mundo en el que todos ya han perdido la alegría de esperar, yo aún confío que mañana las cosas pueden ser mejores, de que los hombres mañana pueden ser diferentes. Alguien hoy puede llevarse el título de “Miss Esperanza”. ¿Por qué no yo?
6.
Hoy pueden elegirme “Miss Sonrisa”. Pero si es tan fácil… La sonrisa no cuesta nada, la sonrisa está siempre lista para florecer en los labios. ¿Por qué ser tan tercos endureciendo nuestro corazón y querer demostrar una seriedad que no tenemos? Hoy alguien va a ganarse el título de “Miss Sonrisa”. ¿No pudiera ser yo mismo?
7.
Hoy pueden elegirme como “Miss Corazón”. Eligen a tantas como “Miss Cuerpo”, ¿porqué no van a elegir también a “Miss Corazón”? Al fin y al cabo, ¿a belleza del cuerpo no nace también del corazón? No me digan que un cuerpo bonito con un corazón triste es bello. La belleza del cuerpo también nace de dentro. Y hoy, alguien puede ser elegido “Miss Corazón”. ¿Por qué no pudiera ser yo mismo?
Señor:
¡qué limpias se ven las flores!
Tú las lavas cada día,
con la lluvia que les envías.
Tú las lavas cada día,
con ese relente fresco de la noche.
Y tú las secas cada día,
con los primeros rayos del amanecer.
Yo quisiera un corazón limpio,
¡como los colores de las flores!
Yo quisiera amanecer, cada día,
con una mente limpia
de prejuicios, miedos y angustias,
¡como las flores!
Con una vida limpia y bella,
¡como las flores!
Con una vida transparente de la verdad,
¡como las flores!
Ellas no ocultan ni esconden nada.
Todo lo tienen a la vista.
¡Porque todo es bello en las flores!
“Límpiame por dentro, Señor.”
“Crea en mí un corazón nuevo.”
La Soledad: Nosotros nos comunicamos con el resto a través de nuestros sentidos; sobre todo, el oído y la palabra, dos cosas de las que carece este pobre hombre. No puede relacionarse con los demás porque no les escucha y tampoco él puede hacerse escuchar. Por tanto, es la soledad, no del que vive solo y sin nadie a su alrededor, sino alguien que lleva la soledad dentro de su corazón. No es fácil comprender la sicología de un sordo y de un mudo, incomunicado con todos. Y que solo se relaciona con gestos. Sus ojos contemplan al resto, pero sus oídos no los escuchan.
Dicen que la soledad es uno de los males de nuestro tiempo. Todos llevamos las orejas ocupadas con unos auriculares para escuchar nuestra música, la que sólo nosotros escuchamos. Pero es también la soledad de aquellos que han sido abandonados y sienten ese tremendo vacío dentro de su alma. O es la soledad de aquellos que no tienen quién los quiera escuchar. Viven un silencio interior poblado, con frecuencia, de mil un sentimientos reprimidos y ahogados en su corazón. O es la soledad de la indiferencia. Pasamos los unos junto a los otros, casi sin enterarnos, cada uno metido en lo suyo y ajenos a lo que pasa en el corazón de los demás. Podemos estar sentados juntos, pero sin escucharnos el otro al otro y los dos escuchando la TV. Siempre he creído que la verdadera soledad no consiste en estar solo, sino en no encontrar cabida en el corazón de los demás.
Los que presentaron al sordo: No todos son indiferentes a nuestros problemas. Tampoco faltan quienes aún tienen una fina sensibilidad en su corazón y buscan cómo llenar la nuestra, cómo curar y sanar la nuestra. Estos, que no tienen nombre, pueden ser un buen símbolo de aquellos que se preocupan y se interesan de los demás, a veces anónimamente y sin que los demás se lo reconozcan. Gente dedicada a sanar los corazones heridos y vacíos.
A diferencia del leproso que, a pesar de la prohibición de Jesús, salió corriendo proclamando a todo el mundo sentirse curado, aquí no es el sordomudo el que grita, sino la alegría de los mismos que lo presentaron a Jesús. “El les mandó que no lo dijeran a nadie, pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.” Es la alegría de haber hecho feliz a alguien. Es la alegría incontenible por la satisfacción de que alguien hoy pueda ser más feliz.
EL MAL DE LA SORDERA
En realidad, más que un problema para el otorrino es un problema para el cardiólogo. Bueno, no sé si los cardiólogos lograrán curarnos la sordera. Es que el problema de la mayoría de las sorderas es tema del corazón. Al fin y al cabo, todos escuchamos más con el corazón que con las orejas.
Sordo, por ejemplo, es:
El que no escucha los problemas de los demás, porque no le interesan.
El que no escucha el llanto de los niños carentes de hogar y de calor humano.
El que no escucha el hombre de tantos hombres y mujeres que no tienen pan.
El que no escucha cuando alguien le preguntan dónde has estado.
El que no escucha cuando alguien le pide que le preste más atención.
El que no escucha cuando alguien le pide explicaciones.
El que no escucha cuando alguien le pide le tienda la mano y le ayude.
El que no escucha cuando alguien le pide reconciliarse y vivir en paz.
El que no escucha el dolor que sale por las ventanas de los hospitales.
El que no escucha el grito de libertad que sale por las ventanas de las cárceles.
El que no escucha el dolor de unos padres que están abandonados y sin cariño.
El que no escucha a sus padres y prefiere escuchar a los amigotes.
El que no escucha a Dios que nos habla cada día en su Palabra.
El que no escucha a Dios que nos habla a través de los acontecimientos.
El que no escucha a la Iglesia que presta su voz a los sin voz.
No.
No siempre la sordera es una enfermedad del cuerpo.
Son muchos más los sordos del corazón y del espíritu.
BIENAVENTURADO EL QUE SE DEJA AMAR
Porque podrá experimentar el amor de todos.
Porque podrá experimentar el amor que Dios le tiene.
Porque podrá experimentar el calor humano.
Porque podrá saber lo que es de verdad el amor.
Porque dejándose amar se hará débil para todos.
Porque dejándose amar se hará vulnerable a todos.
Porque dejándose amar hará que también los demás amen.
Porque dejándose amar ampliará el círculo del amor.
Porque dejándose amar aprenderá a amar.
Porque dejándose amar podrá amar más a los demás.
Porque dejándose amar se sentirá más seguro.
Porque dejándose amar se sentirá más feliz.
Porque dejándose amar reconocerá más fácilmente sus errores.
Porque dejándose amar aceptará más fácilmente el perdón.
Porque dejándose amar aprenderá a perdonar a todos.
Porque dejándose amar evitará refugiarse en las disculpas.
Porque dejándose amar será más sincero consigo mismo.
Porque dejándose amar descubrirá mejor el amor de Dios.
Porque dejándose amar se sentirá más cerca de los demás.
Porque dejándose amar se sentirá más cerca de todos.
Porque dejándose amar también él amará más.
MI LÁMPARA ENCENDIDA
Mi vida es una lámpara encendida.
Mi fe es una lámpara encendida.
Mi esperanza es una lámpara encendida.
Mi caridad es una lámpara encendida.
Mi bautismo es una lámpara encendida.
Mi vocación es una lámpara encendida.
Mi llamada a la santidad es una lámpara encendida.
Lámpara que Dios mismo encendió en mi vida.
Pero ahora soy yo quien debo mantenerlas encendidas.
Por la oración.
Por la contemplación.
Por el encuentro con la Palabra.
Por el sacramento de la Penitencia.
Por la Eucaristía.
De mi depende que estén todas encendidas.
De mí depende que no se apaguen.
No puedo vivir con las lámparas apagadas.
Si su luz se apaga no puedo ver el camino.
Si su luz se apaga no puedo mostrar al otro el camino.
Si su luz se apaga no sé dónde estoy y a dónde voy.
ELECCIÓN DE MISS…
1.
Hoy pueden elegirme “Miss Alegría”. ¿No sería bueno que tuviese el honor de ser corazón más alegre y más feliz de todos? La alegría es mucho más bella que todos los cuerpos bellos. Hasta los feos puede ser “Miss Alegría”, Por ejemplo yo.
2.
Hoy pueden elegirme como “Miss Bondad”. Me parece formidable llegar a la final del concurso de corazones buenos. El mío puede salir elegido como “Miss Corazón”. ¿Te imaginas ser el corazón que más bondad manifiesta ante el mundo? Por ejemplo, el mío o el tuyo.
3.
Hoy pueden elegirme como “Miss Comprensión”. En un mundo de intransigencias en el que cada uno se endurece juzgando y criticando al otro, yo puedo ser “Miss Comprensión” porque más que escandalizarme de lo que hacen los otros, comprendo sus debilidades. Al fin y al cabo, son las mismas que yo arrastro. Ser “Miss Comprensión”, por ejemplo, tú, yo.
4.
Hoy pueden elegirme como “Miss Amabilidad”. ¿Que nunca ha habido una “Miss Amabilidad”? Bueno, pues hoy puede ser salir elegida la primera. Ser amable en las palabras, ser amable en los gestos, ser amable en los juicios. ¿No es un título suficiente? Hoy, alguien en el mundo tiene que ser “Miss Amabilidad”. Por ejemplo, tú.
5.
Hoy pueden elegirme “Miss Esperanza”. En un mundo en el que todos ya han perdido la alegría de esperar, yo aún confío que mañana las cosas pueden ser mejores, de que los hombres mañana pueden ser diferentes. Alguien hoy puede llevarse el título de “Miss Esperanza”. ¿Por qué no yo?
6.
Hoy pueden elegirme “Miss Sonrisa”. Pero si es tan fácil… La sonrisa no cuesta nada, la sonrisa está siempre lista para florecer en los labios. ¿Por qué ser tan tercos endureciendo nuestro corazón y querer demostrar una seriedad que no tenemos? Hoy alguien va a ganarse el título de “Miss Sonrisa”. ¿No pudiera ser yo mismo?
7.
Hoy pueden elegirme como “Miss Corazón”. Eligen a tantas como “Miss Cuerpo”, ¿porqué no van a elegir también a “Miss Corazón”? Al fin y al cabo, ¿a belleza del cuerpo no nace también del corazón? No me digan que un cuerpo bonito con un corazón triste es bello. La belleza del cuerpo también nace de dentro. Y hoy, alguien puede ser elegido “Miss Corazón”. ¿Por qué no pudiera ser yo mismo?
UN CORAZÓN COMO LAS FLORES
Señor:
¡qué limpias se ven las flores!
Tú las lavas cada día,
con la lluvia que les envías.
Tú las lavas cada día,
con ese relente fresco de la noche.
Y tú las secas cada día,
con los primeros rayos del amanecer.
Yo quisiera un corazón limpio,
¡como los colores de las flores!
Yo quisiera amanecer, cada día,
con una mente limpia
de prejuicios, miedos y angustias,
¡como las flores!
Con una vida limpia y bella,
¡como las flores!
Con una vida transparente de la verdad,
¡como las flores!
Ellas no ocultan ni esconden nada.
Todo lo tienen a la vista.
¡Porque todo es bello en las flores!
“Límpiame por dentro, Señor.”
“Crea en mí un corazón nuevo.”
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