Publicado por Entra y Veras
¿Hay que ser un soñador o un cuerdo? ¿Hay que ser loco o juicioso? ¿Hay que aspirar a todo o conformarse con algo? ¿Los pies en el suelo o la cabeza en las nubes? Si somos sólo unos soñadores, ¿a quién ayudarán nuestras quimeras? ¿Pero, si todos nos volvemos prosaicos y sensatos, razonables y prudentes, reposados y consecuentes, ¿quién seguirá soñando que el mensaje del Reino es posible? ¿Quién mantendrá viva la lógica imposible de Dios, su locura vencedora, su debilidad fuerte?
Algo de eso parece querer decirnos hoy Jesús en el Evangelio. Nos presenta la fe como el camino, la vía para alcanzar lo inalcanzable. Lo imposible, lo que no podemos conseguir por nuestras fuerzas ni por nuestro conocimiento, lo conseguimos por la fe. Jesús nos mostró el rostro de Dios, Él es su voz y su Palabra, que nos da seguridad y confianza para recorrer nuestra vida de la mano de Dios. Por la fe nos dejamos llevar sin temor ni angustia a pesar de las dificultades que puedan aparecer. La fe hace que veamos más allá de lo que podemos ver, ensancha nuestro horizonte, hace que nuestros pulmones respiren una aire diferente que amortigua la fatiga y la congoja.
Llevando esto a un plano más personal, en nuestra vida de fe, de respuesta a lo que Dios nos propone, nos encontramos con las sombras, con las dudas. ¿Quién no duda alguna vez? ¿Quién no siente en algún momento de silencio, de quietud, de búsqueda, una cierta zozobra en la que se mezclan el deseo de saber y la impotencia? Porque a Dios lo intuimos, pero no lo podemos meter en el bolsillo. Caminamos entre la certeza más insensata y la duda que a ratos nos inquieta. Entre la seguridad de la promesa y la Palabra, y las preguntas sin respuesta que a veces nos asaltan. Entre la entrega convencida y las vacilaciones que nos impiden arriesgar, saltar al vacío o decirle a Dios “vale, Tú ganas”.
¿Es esa tensión parte de la fe? Hay quien dice que creer es un refugio o una evasión. Yo diría que la evasión es negarse a buscar, conformarse con un horizonte chato o quedarse con certezas materiales. La fe trae tormentas, y sueños, y encuentros… y así está bien. Creer es dejar que Dios entre en nuestra biografía, pero no solo en la cabeza para saber cosas acerca de Él si no en el corazón, pero no de puntillas y sin hacer ruido sino pisando bien fuerte, para que resuene. Si no nos remueve es que no le hemos dejado entrar del todo, al igual que pasa con el enamorado o el amigo cuando entra en el corazón, que nos cambian un poco la vida y empiezan a formar parte de ella y nos piden algo. Hay quien llega a decir “si me quieres no seas mi amigo porque entonces me pedirás un favor y no podré decirte que no”. Creer en Dios es dejar que te hable y te pida algo.
Urge avivar la fe. Hay que combatir, edificar y vivir. Hay muchas metas posibles. Hay muchos caminos por transitar. Hay que creer en lo posible. Con mayúsculas y sin rebajas: la Paz y el Pan para todos. Sin fe pereceremos para siempre. Señor, aumenta nuestra fe. Los discípulos piden fe a su maestro, pidámosla también nosotros, no dejemos que se amuerme y apelmace. Sólo una fe viva nos puede ayudar a descubrir la belleza de cada día. La necesitamos para ver, para sentir y para obrar como Dios. En medio de la niebla o cuando parece que las dudas van a salirse con la suya, caminamos seguros de la mano de Dios. Tal vez, como los sueños, estos deseos no terminan de materializarse. Quizá a ratos se evaporen, o nos perdamos en lo cotidiano, pero son un mapa que nos ayuda a descubrir esos parajes donde somos más Hijos y más hermanos.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
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