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domingo, 3 de marzo de 2013

Palabra para la Misión: ¿Meros sucesos de crónica o historia de salvación?

III Domingo de Cuaresma
Año C – 3-3-2013 / Publicado por EUNTES

Éxodo 3,1-8.13-15/ Salmo 102 / 1Corintios 10,1-6.10-12
Lucas 13,1-9

Reflexiones

¿Existe una manera diferente de mirar las desgracias? ¿Pueden ser una invitación a la conversión del corazón? Víctimas de las Torres Gemelas, estaciones de Madrid y de Londres, tsunami, huracanes, enésimo accidente de la noche del sábado, Auschwitz e Hiroshima... Y todas las víctimas de atentados, masacres, accidentes, catástrofes, violencias, esclavitudes, tumores, epidemias, sida... ¿Quién tiene la culpa de estos males? ¿Dios tiene algo que ver? ¿Qué opina Él de eso? ¿Cómo interpreta Jesús los hechos de este tipo? Estas son algunas de las muchas preguntas que nos hacemos ante males tan grandes. También Jesús estaba atento e informado sobre los hechos del día (Evangelio): reflexiona sobre ellos, los juzga con criterios propios, no según la mentalidad corriente, hace de ellos un análisis crítico, los comenta de manera que hoy diríamos políticamente incorrecta, incómoda, a contracorriente.

Algunos lo querían involucrar en una crítica pública a Pilato por un hecho ciertamente sanguinario y sacrílego (v. 1). La lección que Jesús saca de aquel hecho, así como de la muerte de 18 personas por la caída de la torre de Siloé, sobrepasa la interpretación común de la mayoría, leyendo allí una invitación de Dios para un cambio de vida, al fin de no perecer todos de la misma manera (v. 3.5). La tentación era doble: en el caso de Pilato, creer que bastaba con rebelarse y suplantar al procurador romano; en el caso de las víctimas de la torre, pensar en seguida en un castigo por un pecado o en una intervención de agentes externos (incluido Dios). Es la reacción más frecuente y más cómoda: acusar a los demás, buscar un culpable externo, pensar que el mal está en las cosas fuera de nosotros, vincular desgracias y enfermedades con culpas cometidas o con un castigo divino... Se trata de actitudes típicas de la mentalidad pagana, que los misioneros encuentran a menudo en ámbitos no cristianos, pero también entre bautizados no plenamente convertidos. (*)
Esta mentalidad, por un lado, nos impide llegar a las causas verdaderas de los males que nos ocurren, sumiéndonos en el fatalismo y en la pasividad; por otro lado, nos induce a la falsa idea de un Dios castigador e intervencionista. Jesús nos libera de esa mentalidad; Él va a la raíz de los problemas: invita a convertirse, a cambiar el corazón para que las cosas mejoren. Las cosas van a mejorar, si las personas cambian desde dentro; solo a partir de un cambio del corazón mejorarán las estructuras humanas, religiosas, socio-políticas. Esta es la noticia buena y nueva, este es el Evangelio que cambia la mentalidad, el corazón, la vida. El comentario de Jesús sobre esos sucesos no es una evasión, sino una lectura más profunda. El Evangelio no pasa al margen de la historia, no se limita a rozarla, entra dentro de los hechos, llega a la conciencia de las personas: allí Dios construye su Reino de amor y de libertad. “El Reino de Dios no es algo paralelo a la historia, la interpela y la interpreta. A su vez, los hechos de nuestra vida nos permiten comprender mejor el alcance del mensaje" (Gustavo Gutiérrez). Rozamos aquí la relación, siempre misteriosa, entre la Providencia divina y la autonomía de la historia con sus acontecimientos, que no son, de por sí, portadores de castigo o de premio. El cristiano, con un discernimiento iluminado por la fe, sabe leer en ellos un mensaje, una invitación a la conversión, una oportunidad de revisión, el sentido de la existencia humana…

Ante hechos dolorosos y atroces, uno se pregunta: ¿dónde estaba Dios con su omnipotencia? Pero nos exponemos a olvidar los amplios espacios de libertad y de responsabilidades humanas que Dios confía al hombre. Hermes Ronchi intenta responder: “¿Dónde estaba Dios? No. ¿Dónde estaba el hombre, ese día? Si el hombre no cambia, si no se convierte en constructor de alianza y de libertad, esta tierra irá a la ruina porque se funda sobre la arena de la violencia y de la injusticia. Si no se convierten, perecerán todos” (v. 3.5). Por eso, Dios tiene con nosotros misericordia y paciencia: nos regala el tiempo como realidad en la cual se realiza la salvación. Es más, nos da un tiempo adicional, “todavía este año”, para dar fruto (v. 7-9). En el dueño que quiere cortar el árbol (v. 7), podemos ver nuestra falsa idea de un dios castigador, duro, impaciente. Por el contrario, Él se identifica con el viñador que limpia y cultiva la vid para que dé más fruto (cf Jn 15,1-2); el viñador que espera con paciencia, dispuesto a mejorar los cuidados (cavar alrededor de la cepa, abonar: v. 8). Jesús va aún más allá: es el grano de trigo que cae en tierra y muere en los surcos de la humanidad para dar mucho fruto (Jn 12,24).

Que la experiencia del pueblo de Israel, advierte Pablo (II lectura), nos sirva de ejemplo y para escarmiento nuestro (v. 6.11): a pesar de que todos fueron testigos y partícipes de incontables obras de Dios en su favor, muchos no agradaron a Dios y se perdieron (v. 5). El mensaje es claro: no ilusionarse con supuestos méritos, sino vivir humildemente con coherencia (v. 12). Siempre con la confianza puesta en Dios, amante y liberador de su pueblo. En efecto, Dios se ha revelado a Moisés en la zarza que ardía sin consumirse (I lectura) como Dios de la vida, Dios de los antepasados (v. 6), Dios que ve la opresión de su pueblo, oye sus quejas, conoce sus sufrimientos y se acerca para liberarlo (v. 7-8). Él es el que es (v. 14), Dios presente siempre, en todas partes, con todos, Emmanuel, presencia creadora y liberadora. El compromiso evangelizador de los grandes misioneros nace siempre, como en Moisés (v. 4-5), de una fuerte experiencia de Dios y de la cercanía al sufrimiento de la gente: este fue el camino de Francisco Javier, Pedro Chanel, Daniel Comboni, Francisca Cabrini, Teresa de Calcuta...

Palabra del Papa

(*) “También hoy muchos están dispuestos a «rasgarse las vestiduras» ante escándalos e injusticias, cometidos naturalmente por otros, pero pocos parecen dispuestos a obrar sobre el propio «corazón», sobre la propia conciencia y las intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta”.

Benedicto XVI
Homilía para el Miércoles de Ceniza, 13 de febrero de 2013


Siguiendo los pasos de los Misioneros

- 3/3: BB. Liberado Weiss, Samuel Marzorati y Miguel Pío Fasoli de Zerbo, sacerdotes franciscanos, lapidados hasta el martirio (+1716) en Gondar (Etiopía).
- 3/3: S. Catalina Drexel (fallecida en Filadelfia, USA, 1955), fundadora; entregó su rica herencia en favor de indígenas y afroamericanos, abriendo para ellos unas sesenta escuelas y misiones.
- 6/3: S. Olegario de Tarragona (España, 1137), obispo de Barcelona y de Tarragona, cuando esta antigua sede fue liberada del dominio de los moros.
- 7/3: SS. Perpetua y Felicidad, mártires en Cartago (+203), bajo el emperador Septimio Severo.
- 7/3: B. José Olallo Valdés (1820-1889), cubano, religioso de la Orden Hospitalaria de S. Juan de Dios (los ‘Fatebenefratelli), siempre atento a los sufrientes y necesitados.
- 8/3: S. Juan de Dios (1495-1550), portugués, fundador de la Orden de los Hermanos Hospitalarios (los ‘Fatebenefratelli’), protector de los hospitales, patrono de los enfermos y de los enfermeros.
- 8/3: Día Internacional de la Mujer: fue instituida en 1910 y es Jornada ONU desde 1975).
- 9/3: SS. Cuarenta Soldados de Capadocia, mártires en Sebaste (Armenia, +320).
- 9/3: S. Domingo Savio, muchacho educado por S. Juan Bosco, fallecido a los 14 años (+1857).

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