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sábado, 23 de marzo de 2013

LA GRANDEZA SE HACE POBREZA: Domingo de Ramos (Lc 22,14–23,56) - Ciclo C


Al celebrar el Domingo de Ramos, se entrecruzan dos sentimientos bien diferentes. Por un lado la alegría de recibir y aclamar a Jesús en el pórtico de la Semana Santa y, por otro lado, la visión que tenemos de que, la pasión, es lo que al final le espera.

1. Pero la Pasión de Jesús, no será un muro infranqueable. Lo recibimos con palmas los mismos que, en Viernes Santo, gritaremos ¡crucifícale!, ¡crucifícale!

La vida está sembrada de contradicciones. Envuelta en adhesiones y deserciones. Probada por fidelidades e infidelidades. Y, nosotros, en el Domingo de Ramos, manifestamos que ciertamente, la Pasión, sólo la puede retar alguien como Jesucristo. Alguien que, como El, esté dispuesto a perdonar, olvidar ofensas, cobardías y falsos juicios.


El Domingo de Ramos, es el ascenso hacia la Pascua. Aquel que viene en el nombre del Señor, incita muchos sentimientos en aquellos que le acompañamos con ramos y palmas en esta mañana.

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

2.- La Semana Santa, si algo tiene, es que sigue cristalizando los deseos de un Dios que en Jesús, quiere acercarse y donarse por los hombres. La riqueza, en Navidad, se hizo pobreza y, en este pórtico de Semana Santa, la grandeza cabalga sobre la humildad y la pobreza de un pollino.

¡Pero qué ingenuo! (Pensarían algunos de los que contemplaron el auténtico cortejo que se dio en la Jerusalén de entonces). ¿Un rey en pollino? Así es Dios. Nos desconcierta. Habla y cabalga por el camino de la sencillez.

Interviene Dios, en el Domingo de Ramos, desde la alegría que nos debe de producir un Jesús que sabe lo que le aguarda, a la vuelta de la esquina, por haber apostado por la salvación del hombre.

Habla Dios, en el Domingo de Ramos, para los que tenemos fragilidad e incoherencia: hoy decimos que sí, pero mañana diremos que no.

Se hace presente Dios, en el Domingo de Ramos, como lo hizo desde el mismo nacimiento de Jesús en Belén: con pobreza y sin miedo al ridículo. Fue adorado por los pobres en la gruta de Belén, y es aclamado por el pueblo sencillo y llano, en su entrada a Jerusalén.

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

2.- La Iglesia, con el rostro de un nuevo Papa Francisco, sigue adentrándose en este tercer milenio, en ciudades y conciencias, porque sabe que viene y habla en el nombre del Señor. Su sola presencia a unos dejará indiferentes, en otros acarreará aplausos y en otros…enojo. Y lo haremos con la cruz, como dijo el Papa Francisco en el primer día de su pontificado, porque sin la cruz…todo el edificio espiritual de nuestra Iglesia y de nosotros mismos se tambalea y cae abajo. Hace aguas.

3.- En el Domingo de Ramos, la iglesia debe de recuperar la fuerza por seguir caminando con ilusión, convencimiento y fortaleza hacia la mañana de resurrección. Siendo consciente de que, por medio, está la cruz, la persecución, las traiciones desde dentro de casa, la blandura de algunos de sus miembros y la incomprensión de otros tantos que…tan pronto le aplauden como la apedrean.

Y es que, la vida cristiana, en algunos momentos puede ser así: un encantador viaje con un triste final. Eso sí, la última Palabra por ser de Dios, pondrá a esa tristeza un choque: la resurrección de Cristo. Y, eso, ya no es final triste. Es una traca con destellos de eternidad y de felicidad eterna.

4.- ENTRA, AMIGO Y REY

Asciende y entra, Rey y Señor, a Jerusalén,
porque si no lo haces, tampoco, nosotros,
podremos ascender a la gloria que nos prometes.
Déjate aclamar, aunque suenen a hueco y flameen estériles
muchos de nuestros ramos y palmas
Adéntrate camino de la Pasión, porque sin ella,
estaríamos descorazonados
y sin posibilidad de billete con vuelta.
No mires, Señor, a la tiniebla que mañana te espera,
pues necesitamos de Ti para que, la nuestra, no sea eterna



Te esperábamos, Señor,
aunque, hoy te digamos ¡viva! y, mañana gritemos ¡muera!

Hoy nos adherimos a Ti, Señor,
para luego, aun siendo los mismos, decir no conocerte
Sube humildemente, Rey, amigo y Señor,
y si te escandaliza este triunfo, cuando tanta sangre espera,
perdónanos, Señor.
Somos así, incluso los que más te queremos
los que en la intimidad, más hemos convivido contigo:
No entendemos esta entrada en humillante pollino
no comprendemos el por qué una cruz al mejor hombre
nos resistimos al triunfo si ha de pasar primero por la muerte

Avanza, Rey, amigo y Señor

Porque si te detienes fuera de los muros de la ciudad
el hombre quedará definitivamente sumido en su mala suerte
o el cielo puede que se cierre definitivamente
la cruz quedará sin nadie que la domine sobre sus hombros
sin poder salvar, así, a toda la humanidad de la incertidumbre que le asola.

¡Cómo no bendecir tu nombre, Señor!

Si eres Palabra cumplida al detalle
Esperanza de los profetas
Manos apropiadas y valientes para el madero
Cena que, en Jueves Santo, esperamos gustar
Frases que, en Viernes Santo, estremecerán todavía más nuestro llanto

¡Cómo no exaltar tu nombre, Señor!

Cuando sabemos, que al final,
después de las espinas y del dolor
del vértigo y de la muerte
gritaremos lo que Tú, tantas veces nos repetiste:
hay que morir para dar abundante fruto.
Y, si algo tienes Tú, Señor, es mucho para darte
y otro tanto para exigirte.


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WebJCP | Abril 2007