El signo del amor crucificado es el corazón abierto. Jesús abre su corazón para que todos nosotros podamos penetrar en él con nuestro anhelo de amor. Se deja herir por nosotros en su amor. Y de su corazón abierto brota a raudales la esencia de su amor. Su amor no aferra, sino que se derrama por nosotros. Nos abre un espacio en el cual podemos vivir. Jesús entiende su amor como una casa en la que podemos habitar; por eso nos exhorta diciendo: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). Peculiar imagen ésta para hablar del amor. El amor no es sólo un sentimiento que desaparece tal como vino. Es un espacio en el que se puede permanecer…
Anselm Grün.
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