Publicado por El Rincón del Anacoreta
Jesús sube al monte a orar con tres de sus discípulos. Mientras ora se transfigura. Habla con Moisés y Elías de su muerte en Jerusalén. Los apóstoles, "adormilados", no entienden nada. Pero están tan bien, que Pedro propone hacer tres chozas... Y se produce la manifestación de Dios, que declara que Jesús es su Hijo amado y nos da un mandato: Escuchadle.
Los apóstoles no explican lo sucedido a nadie; quizá porque no lo comprendieron.
Este texto nos presenta a Jesús como culminación de la Ley (Moisés) y los profetas (Elías). El único al que le brilla el rostro y los vestidos es a Jesús. Jesús se ha transfigurado orando. La oración también nos puede transfigurar a nosotros. No nos hará brillar la cara ni los vestidos, pero hará que aquello que veamos quede transfigurado, nos hará ver las cosas con otra mirada.
La voz de Dios nos señala dos cosas: que Jesús es su Hijo elegido, y que hemos de escucharle.
La forma que tenemos actualmente para escucharle, es leyendo y meditando el evangelio. La verdadera oración nos hace transfigurados y transfiguradores. La verdadera oración, la meditación seria del Evangelio, su Palabra, no sólo nos transfigura a nosotros, haciéndonos discípulos auténticos, sino que hace que veamos al otro transfigurado, transformado en Jesús. Es así como podemos ver a Jesús en el prójimo. La verdadera oración nos lleva siempre hacia el Otro. Pedro que estaba medio dormido y no entendía nada, quería quedarse en aquel ambiente de paz. Pero la verdadera oración nos lleva siempre a reconocer a Jesús en el pobre, en el necesitado, en la persona víctima de la injusticia, en todo hombre...
Esta es una recomendación para esta Cuaresma y para toda nuestra vida: "Escuchadle".
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