17 Cuando salía al camino, he aquí que un rico se le acercó corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó:
- Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva?
18 Jesús le contestó:
- ¿Por qué me llamas insigne a mí? Insigne como Dios, ninguno. 19 Los mandamientos, los conoces: no mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre y a tu madre (Éx 20,12- 16; Dt 5,16- 20; 24,14).
20 Él le declaró:
- Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven.
21 Jesús, fijando la vista en él, le mostró su amor diciéndole:
- Una cosa te falta: márchate; todo lo que tienes, véndelo y dáselo a los pobres, que tendrás un tesoro del cielo; entonces, ven y sígueme.
22 A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones.
23 Jesús, mirándolos en torno, dijo a sus discípulos:
- ¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero!
24 Los discípulos quedaron desconcertados ante estas palabras suyas. Jesús reaccionó diciéndoles de nuevo:
- Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que confían en las riquezas! 25 Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.
26 Ellos, enormemente impresionados, se decían unos a otros:
- Entonces, ¿quién puede subsistir?
27 Jesús, fijando la mirada en ellos, les dijo:
- Humanamente, imposible, pero no con Dios; porque con Dios todo es posible.
28 Pedro empezó a decirle:
- Pues mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos venido siguiendo.
29 Jesús declaró:
- Os lo aseguro: no hay ninguno que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o tierras, por causa mía y por causa de la buena noticia, 30 que no reciba cien veces más: ahora, en este tiempo, casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras - entre persecuciones y, en la edad futura, vida definitiva.
Compartiendo la Palabra
Por José Antonio Pagola
CON JESÚS EN MEDIO DE LA CRISIS
Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?". No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.
Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: "Todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme".
El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.
El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.
La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.
Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos?
¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?
Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.
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