Por Javier Leoz
“No hay peor sordo que aquel que no quiere oír”. Y también, en la vida de la fe, hay mucho sordo.
1.- A veces pensamos que Dios que es tan bueno, comprende y hasta asume nuestras debilidades. Por eso, su Palabra, cuando es excesivamente dura y nos pone las cartas sobre la mesa, solemos decir o reflexionar: eso es para otros. Automáticamente nos hacemos los sordos. Es algo que no va con nosotros.
Y es que, alcanzar la verdad en nuestra existencia, es una tarea ardua, difícil. Exige empeño, atención, perseverancia. Y, porque no decirlo, son tantos los inconvenientes, los “inhibidores” que nos impiden escuchar con nitidez a Dios que, en el campo de la fe, hay mucho sordo.
2.- El peligro del creyente, lo dice una y otra vez el Papa Benedicto XVI, es caer en el “olvido sistemático de Dios”. Yo diría que estamos padeciendo la “gripe E”. La gripe espiritual. Donde nos dejamos contagiar por lo malo. Y damos por bueno lo que es pernicioso para nuestra salud espiritual.
¿Qué hacer para luchar contra la “gripe E”?
a) Primero: salir de nuestros egoísmos personales. El abrirnos, además de darnos horizontes, nos posibilita un enriquecimiento personal y comunitario. ¿Cómo me encuentro frente a Dios y frente a mis hermanos? ¿Qué actitud presento en palabras y obras?
b) Segundo: tenemos que despertar de nuevo, con ilusión y con entusiasmo, en la alegría de creer y de esperar en Jesús. NO podemos dejar que, la mano providente del Señor, salga constantemente a nuestro encuentro. ¿Qué hacemos nosotros? ¿Nos ponemos en disposición de cambio? ¿Estamos dispuestos a ello?
c) Tercero: pidamos al Señor, que siempre que nos presentemos ante EL, lo hagamos con docilidad. Ni vemos todo lo que hay; ni oímos todo lo que Él nos dice. La peor sordera que existe en el mundo cristiano es precisamente que nos cuesta escuchar mensajes cristianos. Preferimos “mundanizar” nuestra fe, a que nuestra fe cristianice todo lo que somos, tenemos y decimos.
3.- Que el Señor abra nuestros oídos. Que seamos capaces de percibir su presencia. Que su Palabra sea un río de agua viva. Que, en medio de tantas enfermedades y preocupaciones, la fe sea fuente de salud, de confianza y de esperanza.
Hay muchos intereses y muchos medios empeñados en producir sordera ante todo lo que suena a espiritual. Que seamos capaces de enfrentarnos a ello, limpiándonos una y otra vez el oído que da cobertura a nuestra fe.
1.- A veces pensamos que Dios que es tan bueno, comprende y hasta asume nuestras debilidades. Por eso, su Palabra, cuando es excesivamente dura y nos pone las cartas sobre la mesa, solemos decir o reflexionar: eso es para otros. Automáticamente nos hacemos los sordos. Es algo que no va con nosotros.
Y es que, alcanzar la verdad en nuestra existencia, es una tarea ardua, difícil. Exige empeño, atención, perseverancia. Y, porque no decirlo, son tantos los inconvenientes, los “inhibidores” que nos impiden escuchar con nitidez a Dios que, en el campo de la fe, hay mucho sordo.
2.- El peligro del creyente, lo dice una y otra vez el Papa Benedicto XVI, es caer en el “olvido sistemático de Dios”. Yo diría que estamos padeciendo la “gripe E”. La gripe espiritual. Donde nos dejamos contagiar por lo malo. Y damos por bueno lo que es pernicioso para nuestra salud espiritual.
¿Qué hacer para luchar contra la “gripe E”?
a) Primero: salir de nuestros egoísmos personales. El abrirnos, además de darnos horizontes, nos posibilita un enriquecimiento personal y comunitario. ¿Cómo me encuentro frente a Dios y frente a mis hermanos? ¿Qué actitud presento en palabras y obras?
b) Segundo: tenemos que despertar de nuevo, con ilusión y con entusiasmo, en la alegría de creer y de esperar en Jesús. NO podemos dejar que, la mano providente del Señor, salga constantemente a nuestro encuentro. ¿Qué hacemos nosotros? ¿Nos ponemos en disposición de cambio? ¿Estamos dispuestos a ello?
c) Tercero: pidamos al Señor, que siempre que nos presentemos ante EL, lo hagamos con docilidad. Ni vemos todo lo que hay; ni oímos todo lo que Él nos dice. La peor sordera que existe en el mundo cristiano es precisamente que nos cuesta escuchar mensajes cristianos. Preferimos “mundanizar” nuestra fe, a que nuestra fe cristianice todo lo que somos, tenemos y decimos.
3.- Que el Señor abra nuestros oídos. Que seamos capaces de percibir su presencia. Que su Palabra sea un río de agua viva. Que, en medio de tantas enfermedades y preocupaciones, la fe sea fuente de salud, de confianza y de esperanza.
Hay muchos intereses y muchos medios empeñados en producir sordera ante todo lo que suena a espiritual. Que seamos capaces de enfrentarnos a ello, limpiándonos una y otra vez el oído que da cobertura a nuestra fe.
4.- ¡TÓCAME, SEÑOR!
Para que oyendo, como Tú quieres,
sepa escuchar con nitidez lo que me dices.
Y si a veces, Señor, vuelvo la cabeza
haz que, de nuevo, con la veleta de la fe
me marques el sentido de mi vida.
¡Perdóname, Señor!
Cuando te escucho y finjo no haberlo hecho
Cuando te escucho, y pienso que no es para mí
Cuando te escucho, y me hago el sordo
¡TÓCAME, SEÑOR!
Porque, si me toca sólo la mano del mundo
siento que me pierdo la mejor parte de Ti
Creo apartarme del camino verdadero
Escucho aquello que sólo a unos interesa.
¡TÓCAME, SEÑOR!
Y despiértame de mi letargo espiritual
para que, volviendo otra vez a Ti,
pueda entender que sin Ti
todo es vacío, ansiedad y sufrimiento
¡TÓCAME, DE NUEVO, SEÑOR!
Porque, a veces, estoy demasiado tocado
por las manos de un mundo caprichoso
de una sociedad corrompida
de un ambiente que no me deja oír
lo que me produce paz y alegría sin límites
¿ME TOCARÁS, SEÑOR?
Ábreme mis oídos, que te escuche
Mis manos, que me dé
Mis ojos, para que vea
Mis pies, para que camine
Mi conciencia, para que nunca te olvide
Amén
Para que oyendo, como Tú quieres,
sepa escuchar con nitidez lo que me dices.
Y si a veces, Señor, vuelvo la cabeza
haz que, de nuevo, con la veleta de la fe
me marques el sentido de mi vida.
¡Perdóname, Señor!
Cuando te escucho y finjo no haberlo hecho
Cuando te escucho, y pienso que no es para mí
Cuando te escucho, y me hago el sordo
¡TÓCAME, SEÑOR!
Porque, si me toca sólo la mano del mundo
siento que me pierdo la mejor parte de Ti
Creo apartarme del camino verdadero
Escucho aquello que sólo a unos interesa.
¡TÓCAME, SEÑOR!
Y despiértame de mi letargo espiritual
para que, volviendo otra vez a Ti,
pueda entender que sin Ti
todo es vacío, ansiedad y sufrimiento
¡TÓCAME, DE NUEVO, SEÑOR!
Porque, a veces, estoy demasiado tocado
por las manos de un mundo caprichoso
de una sociedad corrompida
de un ambiente que no me deja oír
lo que me produce paz y alegría sin límites
¿ME TOCARÁS, SEÑOR?
Ábreme mis oídos, que te escuche
Mis manos, que me dé
Mis ojos, para que vea
Mis pies, para que camine
Mi conciencia, para que nunca te olvide
Amén
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