Publicado por EUNTES
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Año B – 9.9.2012
Año B – 9.9.2012
Reflexiones
El pasaje del Evangelio comienza con un toque de apertura a regiones y pueblos lejanos. Las indicaciones geográficas del Evangelio de Marcos enmarcan el milagro de la curación del sordomudo en zonas periféricas, lejos de los centros habituales del pueblo judío. Tiro, Sidón, lago de Galilea, Decápolis... (v. 31) corresponden hoy al sur del Líbano y a la región septentrional de Israel. Son parte de los escenarios actuales de conflictos bélicos que ensangrientan amplias regiones de Oriente Medio. Por aquellos caminos, que eran zonas de ‘paganos’ y de mercaderes, pasó un día Jesús, suscitando el asombro de todos: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (v. 37). El milagro de la curación del sordomudo puede tener también una aplicación emblemática a la actual situación del conflicto medio-oriental y de cualquier otro conflicto: las soluciones nacen en la capacidad de escuchar y dialogar.
El mensaje de la Palabra de Dios en este domingo es global y tiene mucha profundidad: es una invitación a escuchar a Dios y al pobre por amor a Dios, hasta anunciarle que Dios todo lo hace bien (v. 37) y actúa para bien de todos, sin exclusiones. El verbo escuchar abunda en el Antiguo Testamento (más de 1.100 veces), relacionado en primer lugar con Dios, que siempre escucha el grito del pobre; y dirigido a menudo al hombre: “Escucha, Israel...” (Dt 6,4). Por eso la sordera, en la Biblia, se considera una patología grave, porque evoca el rechazo de la Palabra de Dios. Cuando Dios interviene para salvar a su pueblo, le abre simbólicamente los ojos, los oídos, la boca... (I lectura), para que pueda ver, escuchar, hablar, saltar: es decir, entrar en contacto con Dios y con los hermanos. Así, dice el profeta, el agua vital brotará en la estepa y en el desierto (v. 6-7).
“El primer servicio que debemos brindar a los hermanos es escucharlos. El que no sabe escuchar a su hermano, tampoco sabrá escuchar a Dios, hablará solo él, incluso con el Señor” (Dietrich Bonhöffer). El que ha tenido una verdadera experiencia de escuchar a Dios, sabe escuchar también al hermano y acompañarle hasta Dios, como en el caso del sordomudo, a quien alguien condujo hasta Jesús pidiéndole que le impusiese las manos (v. 32). Acompañar, guiar a otros es el gesto misionero por excelencia, un gesto que corresponde a los padres, a los padrinos, a los educadores en la fe..., conscientes, sin embargo, de que solo Dios puede pronunciar con eficacia el efetá, (ábrete: v. 34), que toca el corazón de las personas y las lleva a abrazar la fe.
Los efectos del milagro de Jesús se presentan como apertura de los oídos, como soltura de la lengua, como fluidez en el uso de la palabra, como asombro y proclamación misionera del hecho ocurrido (v. 35-37). El cardenal Carlos M. Martini, en su carta pastoral “Efetá, Ábrete” (Milán 1990) comentaba: “Esta capacidad de expresarse se vuelve contagiosa y comunicadora… La barrera de la comunicación se ha caído, la palabra se expande como el agua que ha roto las barreras de una presa. El asombro y la alegría se difunden por valles y ciudades”. En el mundo actual, donde se busca a toda costa la comunicación rápida, on-line, permanece el desafío de humanizar la comunicación, abrirla en todos los niveles y con toda persona, reservando una atención especial a los más débiles y a los más alejados. (*)
Entre las personas que es preciso escuchar -que, al final, son todas las personas, sin excluir a nadie- Dios nos enseña que Él tiene unos ‘preferidos’, o sea, los pobres. Él da ánimo a los más débiles, cura a los enfermos y abandonados (I lectura). Por su parte, Santiago (II lectura) define como malos (v. 4) los criterios de los que discriminan a las personas según su condición socio-económica y afirma un principio general de conducta: “¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino?” (v. 5). Esta elección de los pobres, si bien no puede excluir a nadie, no es una opción facultativa o alternativa, sino un criterio de acción: es el estilo de Dios, y, por tanto, se vuelve una imposición para la actividad pastoral y misionera de la Iglesia, como asegura con fuerza Juan Pablo II: “Ateniéndonos a las indiscutibles palabras del Evangelio, en la persona de los pobres hay una presencia especial de Cristo, que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos. Mediante esta opción, se testimonia el estilo del amor de Dios, su providencia, su misericordia” (Novo Millennio Ineunte, n. 49). Solo así el anuncio misionero es creíble y universal.
(*) “Jesús cura en tierra pagana a un sordomudo. Primero lo acoge y se ocupa de él con el lenguaje de los gestos, más inmediatos que las palabras; y después, con una expresión en lengua aramea, le dice: «Effatà», o sea, ábrete, devolviendo a aquel hombre oído y lengua... En este signo podemos ver el ardiente deseo de Jesús de vencer en el hombre la soledad y la incomunicabilidad creadas por el egoísmo, a fin de dar rostro a una nueva humanidad, la humanidad de la escucha y de la palabra, del diálogo, de la comunicación, de la comunión con Dios”.
- 9/9: S. Pedro Claver (1580-1654), misionero jesuita español, durante más de 40 años al servicio de los esclavos africanos en Cartagena (Colombia). Es el patrono del apostolado entre los negros.
- 9/9: B. Santiago D. Laval (1803-1864), médico francés y sacerdote de la Congregación del Espíritu Santo, misionero entre los africanos liberados en Port-Louis (Is. Mauricio, Océano Índico).
- 10/9: BB. Mártires Sebastián Kimura, jesuita japonés, Carlos Spinola, jesuita italiano, Francisco Morales, dominico, y otros 50 compañeros mártires (sacerdotes, religiosos, esposos, catequistas, viudas, jóvenes), asesinados en Nagasaki (+1622). Al día siguiente, en el mismo lugar mataron a otros tres jóvenes (Gaspar, Francisco y Pedro), cuyos padres habían sido martirizados la víspera.
- 10/9: Primer viaje a África (Sudán, 1857) de S. Daniel Comboni, junto con otros 4 sacerdotes y un laico, miembros de la expedición misionera de don Nicolás Mazza, de Verona.
- 11/9: S. Juan Gabriel Perboyre (1802-1840), sacerdote vicentino francés, misionero en China, donde fue encarcelado, colgado en una cruz y estrangulado en la provincia del Hubei.
- 13/9: S. Juan Crisóstomo (ca. 349-407), obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia; escribió y sufrió mucho, murió exiliado en Comana, a orillas del Mar Negro.
- 14/9: Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, icono del Crucificado-Resucitado, símbolo del misterio pascual para la salvación de todos los pueblos.
- 15/9: Beata Virgen de los Dolores, asociada íntimamente a la pasión redentora de Cristo.
- 15/9: B. Pablo Manna (1872-1952), sacerdote italiano del PIME, misionero en Birmania, fundador de la Pontificia Unión Misional, para la difusión del espíritu misionero en las comunidades cristianas. Se celebra también el 16/1, poco antes de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, obra que él promovió.
El pasaje del Evangelio comienza con un toque de apertura a regiones y pueblos lejanos. Las indicaciones geográficas del Evangelio de Marcos enmarcan el milagro de la curación del sordomudo en zonas periféricas, lejos de los centros habituales del pueblo judío. Tiro, Sidón, lago de Galilea, Decápolis... (v. 31) corresponden hoy al sur del Líbano y a la región septentrional de Israel. Son parte de los escenarios actuales de conflictos bélicos que ensangrientan amplias regiones de Oriente Medio. Por aquellos caminos, que eran zonas de ‘paganos’ y de mercaderes, pasó un día Jesús, suscitando el asombro de todos: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (v. 37). El milagro de la curación del sordomudo puede tener también una aplicación emblemática a la actual situación del conflicto medio-oriental y de cualquier otro conflicto: las soluciones nacen en la capacidad de escuchar y dialogar.
El mensaje de la Palabra de Dios en este domingo es global y tiene mucha profundidad: es una invitación a escuchar a Dios y al pobre por amor a Dios, hasta anunciarle que Dios todo lo hace bien (v. 37) y actúa para bien de todos, sin exclusiones. El verbo escuchar abunda en el Antiguo Testamento (más de 1.100 veces), relacionado en primer lugar con Dios, que siempre escucha el grito del pobre; y dirigido a menudo al hombre: “Escucha, Israel...” (Dt 6,4). Por eso la sordera, en la Biblia, se considera una patología grave, porque evoca el rechazo de la Palabra de Dios. Cuando Dios interviene para salvar a su pueblo, le abre simbólicamente los ojos, los oídos, la boca... (I lectura), para que pueda ver, escuchar, hablar, saltar: es decir, entrar en contacto con Dios y con los hermanos. Así, dice el profeta, el agua vital brotará en la estepa y en el desierto (v. 6-7).
“El primer servicio que debemos brindar a los hermanos es escucharlos. El que no sabe escuchar a su hermano, tampoco sabrá escuchar a Dios, hablará solo él, incluso con el Señor” (Dietrich Bonhöffer). El que ha tenido una verdadera experiencia de escuchar a Dios, sabe escuchar también al hermano y acompañarle hasta Dios, como en el caso del sordomudo, a quien alguien condujo hasta Jesús pidiéndole que le impusiese las manos (v. 32). Acompañar, guiar a otros es el gesto misionero por excelencia, un gesto que corresponde a los padres, a los padrinos, a los educadores en la fe..., conscientes, sin embargo, de que solo Dios puede pronunciar con eficacia el efetá, (ábrete: v. 34), que toca el corazón de las personas y las lleva a abrazar la fe.
Los efectos del milagro de Jesús se presentan como apertura de los oídos, como soltura de la lengua, como fluidez en el uso de la palabra, como asombro y proclamación misionera del hecho ocurrido (v. 35-37). El cardenal Carlos M. Martini, en su carta pastoral “Efetá, Ábrete” (Milán 1990) comentaba: “Esta capacidad de expresarse se vuelve contagiosa y comunicadora… La barrera de la comunicación se ha caído, la palabra se expande como el agua que ha roto las barreras de una presa. El asombro y la alegría se difunden por valles y ciudades”. En el mundo actual, donde se busca a toda costa la comunicación rápida, on-line, permanece el desafío de humanizar la comunicación, abrirla en todos los niveles y con toda persona, reservando una atención especial a los más débiles y a los más alejados. (*)
Entre las personas que es preciso escuchar -que, al final, son todas las personas, sin excluir a nadie- Dios nos enseña que Él tiene unos ‘preferidos’, o sea, los pobres. Él da ánimo a los más débiles, cura a los enfermos y abandonados (I lectura). Por su parte, Santiago (II lectura) define como malos (v. 4) los criterios de los que discriminan a las personas según su condición socio-económica y afirma un principio general de conducta: “¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino?” (v. 5). Esta elección de los pobres, si bien no puede excluir a nadie, no es una opción facultativa o alternativa, sino un criterio de acción: es el estilo de Dios, y, por tanto, se vuelve una imposición para la actividad pastoral y misionera de la Iglesia, como asegura con fuerza Juan Pablo II: “Ateniéndonos a las indiscutibles palabras del Evangelio, en la persona de los pobres hay una presencia especial de Cristo, que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos. Mediante esta opción, se testimonia el estilo del amor de Dios, su providencia, su misericordia” (Novo Millennio Ineunte, n. 49). Solo así el anuncio misionero es creíble y universal.
Palabra del Papa
(*) “Jesús cura en tierra pagana a un sordomudo. Primero lo acoge y se ocupa de él con el lenguaje de los gestos, más inmediatos que las palabras; y después, con una expresión en lengua aramea, le dice: «Effatà», o sea, ábrete, devolviendo a aquel hombre oído y lengua... En este signo podemos ver el ardiente deseo de Jesús de vencer en el hombre la soledad y la incomunicabilidad creadas por el egoísmo, a fin de dar rostro a una nueva humanidad, la humanidad de la escucha y de la palabra, del diálogo, de la comunicación, de la comunión con Dios”.
Benedicto XVI
Homilía en Viterbo (6.9.2009)
Homilía en Viterbo (6.9.2009)
Siguiendo los pasos de los Misioneros
- 9/9: S. Pedro Claver (1580-1654), misionero jesuita español, durante más de 40 años al servicio de los esclavos africanos en Cartagena (Colombia). Es el patrono del apostolado entre los negros.
- 9/9: B. Santiago D. Laval (1803-1864), médico francés y sacerdote de la Congregación del Espíritu Santo, misionero entre los africanos liberados en Port-Louis (Is. Mauricio, Océano Índico).
- 10/9: BB. Mártires Sebastián Kimura, jesuita japonés, Carlos Spinola, jesuita italiano, Francisco Morales, dominico, y otros 50 compañeros mártires (sacerdotes, religiosos, esposos, catequistas, viudas, jóvenes), asesinados en Nagasaki (+1622). Al día siguiente, en el mismo lugar mataron a otros tres jóvenes (Gaspar, Francisco y Pedro), cuyos padres habían sido martirizados la víspera.
- 10/9: Primer viaje a África (Sudán, 1857) de S. Daniel Comboni, junto con otros 4 sacerdotes y un laico, miembros de la expedición misionera de don Nicolás Mazza, de Verona.
- 11/9: S. Juan Gabriel Perboyre (1802-1840), sacerdote vicentino francés, misionero en China, donde fue encarcelado, colgado en una cruz y estrangulado en la provincia del Hubei.
- 13/9: S. Juan Crisóstomo (ca. 349-407), obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia; escribió y sufrió mucho, murió exiliado en Comana, a orillas del Mar Negro.
- 14/9: Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, icono del Crucificado-Resucitado, símbolo del misterio pascual para la salvación de todos los pueblos.
- 15/9: Beata Virgen de los Dolores, asociada íntimamente a la pasión redentora de Cristo.
- 15/9: B. Pablo Manna (1872-1952), sacerdote italiano del PIME, misionero en Birmania, fundador de la Pontificia Unión Misional, para la difusión del espíritu misionero en las comunidades cristianas. Se celebra también el 16/1, poco antes de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, obra que él promovió.
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