Por Javier Leoz
Iniciamos la Semana Mayor de nuestro cristianismo y de nuestra Iglesia. Vamos a reavivar y revivir el acontecimiento más gigantesco de la Historia: La Muerte y la Resurrección de Jesús. Unos sustituirán las “devociones” de estos días por las “vacaciones” de estos días. Pero ¿y nosotros? ¿Cómo y de qué manera vamos a participar en estos acontecimientos salvíficos?
1. Durante la Semana Santa, en sus diversas celebraciones litúrgicas y manifestaciones populares, nos sensibilizaremos y hasta nos estremeceremos con el relato de la Pasión. ¡No es para menos! Hoy lo vemos subiendo triunfalmente sobre un pollino y, el viernes, los sucesos irán tan deprisa que nos costará asumir que, el aclamado ahora, sea entonces cautivo y clavado.
2.- En este Domingo de Ramos, acompañamos al Señor. Le vitoreamos como Rey. ¿Somos conscientes de que somos su pueblo? La Iglesia, esta procesión junto con la del Corpus, las considera las más importantes.
Más allá de lo anecdótico del pollino, sería bueno caer en la cuenta de que estamos llamados a romper el hielo. El ambiente que rodea a la Semana Santa, puede ser en algunos instantes o lugares tan hostil a la figura de Jesús como lo fue en aquella primera Pascua de hace casi 2000 años. ¿Qué hacer?
3. El Domingo de Ramos es una oportunidad para proclamar la fe. El ámbito de lo privado, el falso respeto humano o esa manía de afirmar que “estas cosas tendrían que hacerse dentro de una iglesia” nos han de empujar a reaccionar y afirmar: somos el pueblo de Jesús. Como pueblo de Cristo estamos llamados a reanimarnos en estos días con tantos gestos que nos va a dejar o con sus palabras que van a ser selladas con cuño de sangre.
El Domingo de Ramos, además de ir de punta en blanco, estamos urgidos a estrenarnos en esa difícil misión de adentrarnos en los muros de nuestras ciudades o pueblos, de nuestros amigos, ámbitos educativos, medios de comunicación y un largo etc., para dar la vida y hasta la cara por las cosas de Cristo. ¿Lo haremos? ¿No nos quedaremos con las ramas de olivo en las manos pero mirando hacia otro lado?
4.- Qué pronto lo entendió Jesús: detrás de las mieles de este recibimiento triunfal llegará la hiel del sufrimiento y de la verdad. El relámpago en el que las palabras cesan y las obras hablan.
-Hablará el servicio abnegado y humillado (en Jueves Santo se arrodillará ante los discípulos marcándonos el compás del amor cristiano).
-Hablará con su Cuerpo y con su Sangre (se irá pero, para siempre, nos regalará el don de la Eucaristía).
-Hablara, con siete escasas palabras en la cruz, pero nos indicará la hondura y la radicalidad de su amor (en el Gólgota nos sentiremos avergonzados ante el trato que recibirá el mejor y más santo de los hombres)
-Hablará, finalmente, con dosis de Vida Eterna para todos. Morirá pero, al tercer día, resurgirá del fondo de la tiniebla y de la muerte para redimirnos y llevarnos definitivamente al encuentro con el Padre.
¿Seremos capaces de reavivar y revivir estos acontecimientos de salvación?
Disfrutemos, ahora en este Domingo de Ramos, del señorío de Jesús. No nos quedemos en la aclamación callejera. Hagamos propósito de sumergirnos de lleno en estos días de piedad y de pasión, de luz y de oscuridad, de vida y de muerte, de gracia y de salvación que es la Santa Pascua del Señor.
¡Por la cruz a la luz, para Él y para nosotros! ¡Gracias, mil gracias, Señor!
1. Durante la Semana Santa, en sus diversas celebraciones litúrgicas y manifestaciones populares, nos sensibilizaremos y hasta nos estremeceremos con el relato de la Pasión. ¡No es para menos! Hoy lo vemos subiendo triunfalmente sobre un pollino y, el viernes, los sucesos irán tan deprisa que nos costará asumir que, el aclamado ahora, sea entonces cautivo y clavado.
2.- En este Domingo de Ramos, acompañamos al Señor. Le vitoreamos como Rey. ¿Somos conscientes de que somos su pueblo? La Iglesia, esta procesión junto con la del Corpus, las considera las más importantes.
Más allá de lo anecdótico del pollino, sería bueno caer en la cuenta de que estamos llamados a romper el hielo. El ambiente que rodea a la Semana Santa, puede ser en algunos instantes o lugares tan hostil a la figura de Jesús como lo fue en aquella primera Pascua de hace casi 2000 años. ¿Qué hacer?
3. El Domingo de Ramos es una oportunidad para proclamar la fe. El ámbito de lo privado, el falso respeto humano o esa manía de afirmar que “estas cosas tendrían que hacerse dentro de una iglesia” nos han de empujar a reaccionar y afirmar: somos el pueblo de Jesús. Como pueblo de Cristo estamos llamados a reanimarnos en estos días con tantos gestos que nos va a dejar o con sus palabras que van a ser selladas con cuño de sangre.
El Domingo de Ramos, además de ir de punta en blanco, estamos urgidos a estrenarnos en esa difícil misión de adentrarnos en los muros de nuestras ciudades o pueblos, de nuestros amigos, ámbitos educativos, medios de comunicación y un largo etc., para dar la vida y hasta la cara por las cosas de Cristo. ¿Lo haremos? ¿No nos quedaremos con las ramas de olivo en las manos pero mirando hacia otro lado?
4.- Qué pronto lo entendió Jesús: detrás de las mieles de este recibimiento triunfal llegará la hiel del sufrimiento y de la verdad. El relámpago en el que las palabras cesan y las obras hablan.
-Hablará el servicio abnegado y humillado (en Jueves Santo se arrodillará ante los discípulos marcándonos el compás del amor cristiano).
-Hablará con su Cuerpo y con su Sangre (se irá pero, para siempre, nos regalará el don de la Eucaristía).
-Hablara, con siete escasas palabras en la cruz, pero nos indicará la hondura y la radicalidad de su amor (en el Gólgota nos sentiremos avergonzados ante el trato que recibirá el mejor y más santo de los hombres)
-Hablará, finalmente, con dosis de Vida Eterna para todos. Morirá pero, al tercer día, resurgirá del fondo de la tiniebla y de la muerte para redimirnos y llevarnos definitivamente al encuentro con el Padre.
¿Seremos capaces de reavivar y revivir estos acontecimientos de salvación?
Disfrutemos, ahora en este Domingo de Ramos, del señorío de Jesús. No nos quedemos en la aclamación callejera. Hagamos propósito de sumergirnos de lleno en estos días de piedad y de pasión, de luz y de oscuridad, de vida y de muerte, de gracia y de salvación que es la Santa Pascua del Señor.
¡Por la cruz a la luz, para Él y para nosotros! ¡Gracias, mil gracias, Señor!
5.- ¿Y TE ATREVES, OH SEÑOR?
Cruzarás los muros de las ciudades
y los aledaños de nuestros pueblos.
Escucharás alabanzas y marchas triunfales
vítores y adhesiones.
Mas, Tú sabes Señor que, antes que después,
detrás de aquellas piedras sillares
se esconde en alguna esquina
la cruz que sostendrá tu cuerpo.
¿Y te atreves, Señor, a seguir adelante?
Siendo Rey de Reyes
montarás en un humilde pollino
cuando, sobre Ti, por tu pasión y muerte
quieres cabalgar a toda la humanidad doliente
¿Y te conformas, Señor, con tan injusto pago?
Subes, Jesús, aclamado y reverenciado
Por calles con sabores contradictorios
El de la alegría y, en el fondo, el de la tristeza
El de la aclamación y, mañana, el de la traición
El de “somos tuyos”, hoy,
y el de “no te conocemos”, mañana.
¿Y te atreves, oh Señor,
a avanzar por estas calles con final de pasión?
No dejes de hacerlo, Señor.
Si Tú no lo haces, estamos llamados a la perdición
Si Tú no culminas este camino
nunca tendremos la dicha de ver al Padre
de comprobar, en tus propias carnes,
el infinito amor, tremendo amor,
que a todos nosotros nos tiene.
Deja, oh Señor, que nuestras débiles manos
temblorosas pero a la vez humanas
aclamen tu señorío y tu poder,
tu majestad y tu reinado.
¡Entra, oh Señor, a la Jerusalén de nuestros pueblos
y de nuestras ciudades!
Que, hoy más que nunca,
necesitamos amor de Dios en nuestras plazas
amor de Dios en un madero
amor de Dios en una mesa
amor de Dios a nuestros pies
amor de Dios en los sacerdotes
amor de Dios para darnos Vida Eterna.
Amor de Dios anticipo de Eterna Resurrección.
Amén.
Cruzarás los muros de las ciudades
y los aledaños de nuestros pueblos.
Escucharás alabanzas y marchas triunfales
vítores y adhesiones.
Mas, Tú sabes Señor que, antes que después,
detrás de aquellas piedras sillares
se esconde en alguna esquina
la cruz que sostendrá tu cuerpo.
¿Y te atreves, Señor, a seguir adelante?
Siendo Rey de Reyes
montarás en un humilde pollino
cuando, sobre Ti, por tu pasión y muerte
quieres cabalgar a toda la humanidad doliente
¿Y te conformas, Señor, con tan injusto pago?
Subes, Jesús, aclamado y reverenciado
Por calles con sabores contradictorios
El de la alegría y, en el fondo, el de la tristeza
El de la aclamación y, mañana, el de la traición
El de “somos tuyos”, hoy,
y el de “no te conocemos”, mañana.
¿Y te atreves, oh Señor,
a avanzar por estas calles con final de pasión?
No dejes de hacerlo, Señor.
Si Tú no lo haces, estamos llamados a la perdición
Si Tú no culminas este camino
nunca tendremos la dicha de ver al Padre
de comprobar, en tus propias carnes,
el infinito amor, tremendo amor,
que a todos nosotros nos tiene.
Deja, oh Señor, que nuestras débiles manos
temblorosas pero a la vez humanas
aclamen tu señorío y tu poder,
tu majestad y tu reinado.
¡Entra, oh Señor, a la Jerusalén de nuestros pueblos
y de nuestras ciudades!
Que, hoy más que nunca,
necesitamos amor de Dios en nuestras plazas
amor de Dios en un madero
amor de Dios en una mesa
amor de Dios a nuestros pies
amor de Dios en los sacerdotes
amor de Dios para darnos Vida Eterna.
Amor de Dios anticipo de Eterna Resurrección.
Amén.
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