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miércoles, 8 de febrero de 2012

La identidad del misionero


Publicado por Antena Misionera

Normalmente cuando pensamos en el “misionero” viene a nuestra mente la imagen de un varón, normalmente sacerdote, con larga barba, sotana blanca, que vive en países lejanos para convertir y bautizar a los no cristianos, a fin de que salven.
Durante muchos años la realidad respondía, más o menos, a esa imagen estereotipada.
A pesar de que como Iglesia nos cueste modificar nuestros esquemas ya hechos, esa imagen ha ido cambiando profundamente en los últimos años.
Sobre la figura del misionero queremos reflexionar con vosotros a lo largo de este año.

Primero fue una misionera

Si leemos los evangelios nos encontraremos con la sorpresa de que la misión la comenzó una mujer. Y no es que tuviera muy buena fama. Se llamaba María Magdalena.
Por el hecho de ser mujer su testimonio no era creíble ni aceptado en ningún tribunal. Su pasado como prostituta hacía que sus palabras tuvieran menos valor.
Y, sin embargo, fue ella la primera en conocer la resurrección de Jesús y fue a contárselo a los apóstoles encerrados en una casa por miedo a los judíos.
No la creyeron. Algunos de los apóstoles fueron al sepulcro de Jesús, lo encontraron vacío y empezaron a pensar que quizás la Magdalena tenía razón.

Los esquemas se rompen

Ese hecho, que no fue casual, hizo que se rompieran muchos esquemas.
La misión no era cosa de varones o de curas. Pero a lo largo de muchos siglos la Iglesia tuvo miedo. En una sociedad profundamente machista, reconocer el papel de las mujeres podía hacerle perder credibilidad. Era más seguro dejarlas a un lado y cuando no quedó más remedio incluir a algunas religiosas como “ayudantes de la misión”, y cuando la realidad misionera superaba las posibilidades dar algún papel secundario a algunos laicos.

La ruptura con una imagen del misionero

Los años fueron pasando. La Iglesia tuvo que aceptar a regañadientes, cuando debería haberlo hecho con alegría, un cambio profundo en la imagen del misionero.
Tuvimos que dar el paso hacia una visión de la misión donde todos son protagonistas: no sólo los curas, los religiosos o las monjas. También los laicos, varones y mujeres estaban llamados a ser protagonistas de la misión… no hacía falta larga barba ni sotana blanca. También las familias estaban llamadas a la misión y transmitir la Buena Noticia de Jesús… no hacía falta ser solteros o célibes. Las comunidades cristianas tenían un protagonismo en la misión… no era cosa exclusiva de personas o instituciones especializadas.

Y siguieron los cambios

No se trataba de adoctrinar, conseguir prosélitos y bautizar… de alguna manera Dios ya estaba presente en cada pueblo. Lo importante era desvelar ese rostro de Dios como el de un Dios Padre y Madre que ama, perdona… ni juzga ni castiga. Todos son sus hijos e hijas amados.
No era imprescindible ir a tierras lejanas, aunque eso siga siendo importante, porque la misión está en medio de nosotros. Más que traspasar fronteras geográficas… había que traspasar fronteras culturales, ideológicas, religiosas. La misión está también a la vuelta de nuestra casa.
No se trataba de imponer nuestra visión de Dios… teníamos que aprender a ver como Dios ve y buscar en diálogo con los demás el verdadero rostro de Dios. Si Jesús fue capaz de reconocer una profunda fe en los paganos (ver Mateo 8, 5-13) tenemos que dejar de lado toda actitud de superioridad y entrar en un diálogo sincero que nos enriquecerá a todos.

Los cambios dan miedo

Podríamos seguir con los cambios que han dado en la forma de entender la misión.
Quizás el problema es que todo cambio produce cuanto menos inseguridad. Nos aferramos a ideas “inamovibles” pensando que eso nos da seguridad cuando, en realidad, nos puede llevar a actitudes “fundamentalistas”.
Entre las características del misionero sin duda hablaremos de la apertura a lo nuevo, a lo desconocido. El proyecto de Dios sobre la humanidad siempre supera nuestra comprensión. Con razón el Antiguo Testamento pone en boca de Dios estas palabras: “Mis caminos no son vuestros caminos. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros”.
Nos queda mucho camino por recorrer. Nos quedan muchos conceptos y actitudes que cambiar.
Por eso te invitamos a acompañarnos en esta reflexión. Quizás nos ayude a crecer como personas, como cristianos y como misioneros. Y, de paso, conoceremos un poco más al Dios en quien creemos.


Ernesto Duque
10/01/2012

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