Publicado por De Todos los Días
Para el día de hoy (05/02/12):
Evangelio según San Marcos 1, 29-39
Ella está postrada, atada a la enfermedad que la somete, las fiebres la vuelven intocable por impura, careciente de voluntad propia por la temperatura alta y porque es mujer. Por ello son los varones los que regresan de la sinagoga, en el encuentro sabatino con la palabra; ella permanece en su lecho, encerrada entre paredes de la exclusión.
Pero es tiempo de milagros, año de Gracia y misericordia, y ella encontrará salud y liberación. No está sola: el Maestro llega a la casa de Simón y Andrés sin saber de su situación, y es la preocupación de los demás la que lo informa acerca del estado de la suegra de Pedro, y así es también siempre el primer paso de toda sanación y de toda redención, el interés, el socorro y el empeño puesto por la familia, por la comunidad en favor del que sufre.
Allí no habrá conjuros, palabras mágicas ni rituales preestablecidos que rubriquen el milagro de manera espectacular; el milagro comienza con una actitud de ternura revolucionaria de Jesús de Nazareth, que no vacila en inclinarse hacia ella, en tomarla de la mano sin importarle esas pesadas cargas sociales que le impiden acercarse por ser una mujer, y en ese yugo religioso intolerable que a Él mismo lo vuelve impuro por el contacto con la fiebre y la enfermedad.
El milagro primordial es el magnífico quebranto que realiza el Maestro, derribando esos muros de exclusión y soledad que solemos imponer, gestos y acciones de redención que sanan y liberan.
En esa casa familiar de Andrés y Simón, casa de pescadores en donde habría esposas, bullicio de niños, mesa grande de pan compartido y esfuerzo común, Jesús restaura el ámbito de la sacralidad: la vida es sagrada, el templo primero es cada vida humana, el culto comienza a partir de la compasión y la solidaridad en espacios comunitarios en donde prima el cuidado del otro.
Ella se pone de inmediato en pié y se pone a servir; no es una actividad menor, de relegamiento a la cocina, actividades domésticas menores, sino que se trata de diaconía, del servicio a los demás que surge como gratitud por la vida que se ha recuperado y la libertad que se ha redescubierto. Y es la gratitud fruto, y es la gratitud semilla, pues desde la gratitud nos sanamos, nos reconstruimos, nos liberamos y servimos en plenitud.
La gratitud que se expresa en el servicio es el signo por excelencia de la Gracia increíble y maravillosa.
Sin embargo, no hay instantaneidad para muchos: Pedro y varios quieren un Jesús exclusivo, privado, perteneciente a unos pocos, de acceso limitado. Ellos no han realizado aún su éxodo de todo lo viejo que los socava y adormece, por eso el Maestro no responde con discursos, sino que será contundente en la caridad y la ternura, yendo allí en donde se lo necesita y se lo busca. La Buena Noticia no se detiene ni encierra en sitios ni instituciones, el Espíritu impulsa la vida más allá de cualquier frontera que nosotros admitamos.
Tenemos serias carencias de auxilio y deudas de socorro; sin embargo, hay muchas suegras agradecidas que se han puesto de pié, que sostienen las familias y que nos sirven banquetes de esperanza, suegras de Pedro que no se resignan y que desde la gratitud se hacen profecía y eucaristía.
Paz y Bien
Evangelio según San Marcos 1, 29-39
Ella está postrada, atada a la enfermedad que la somete, las fiebres la vuelven intocable por impura, careciente de voluntad propia por la temperatura alta y porque es mujer. Por ello son los varones los que regresan de la sinagoga, en el encuentro sabatino con la palabra; ella permanece en su lecho, encerrada entre paredes de la exclusión.
Pero es tiempo de milagros, año de Gracia y misericordia, y ella encontrará salud y liberación. No está sola: el Maestro llega a la casa de Simón y Andrés sin saber de su situación, y es la preocupación de los demás la que lo informa acerca del estado de la suegra de Pedro, y así es también siempre el primer paso de toda sanación y de toda redención, el interés, el socorro y el empeño puesto por la familia, por la comunidad en favor del que sufre.
Allí no habrá conjuros, palabras mágicas ni rituales preestablecidos que rubriquen el milagro de manera espectacular; el milagro comienza con una actitud de ternura revolucionaria de Jesús de Nazareth, que no vacila en inclinarse hacia ella, en tomarla de la mano sin importarle esas pesadas cargas sociales que le impiden acercarse por ser una mujer, y en ese yugo religioso intolerable que a Él mismo lo vuelve impuro por el contacto con la fiebre y la enfermedad.
El milagro primordial es el magnífico quebranto que realiza el Maestro, derribando esos muros de exclusión y soledad que solemos imponer, gestos y acciones de redención que sanan y liberan.
En esa casa familiar de Andrés y Simón, casa de pescadores en donde habría esposas, bullicio de niños, mesa grande de pan compartido y esfuerzo común, Jesús restaura el ámbito de la sacralidad: la vida es sagrada, el templo primero es cada vida humana, el culto comienza a partir de la compasión y la solidaridad en espacios comunitarios en donde prima el cuidado del otro.
Ella se pone de inmediato en pié y se pone a servir; no es una actividad menor, de relegamiento a la cocina, actividades domésticas menores, sino que se trata de diaconía, del servicio a los demás que surge como gratitud por la vida que se ha recuperado y la libertad que se ha redescubierto. Y es la gratitud fruto, y es la gratitud semilla, pues desde la gratitud nos sanamos, nos reconstruimos, nos liberamos y servimos en plenitud.
La gratitud que se expresa en el servicio es el signo por excelencia de la Gracia increíble y maravillosa.
Sin embargo, no hay instantaneidad para muchos: Pedro y varios quieren un Jesús exclusivo, privado, perteneciente a unos pocos, de acceso limitado. Ellos no han realizado aún su éxodo de todo lo viejo que los socava y adormece, por eso el Maestro no responde con discursos, sino que será contundente en la caridad y la ternura, yendo allí en donde se lo necesita y se lo busca. La Buena Noticia no se detiene ni encierra en sitios ni instituciones, el Espíritu impulsa la vida más allá de cualquier frontera que nosotros admitamos.
Tenemos serias carencias de auxilio y deudas de socorro; sin embargo, hay muchas suegras agradecidas que se han puesto de pié, que sostienen las familias y que nos sirven banquetes de esperanza, suegras de Pedro que no se resignan y que desde la gratitud se hacen profecía y eucaristía.
Paz y Bien
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