1.- Me ha tocado visitar bastantes anfiteatros romanos, os digo que me ha tocado, mis queridos jóvenes lectores, porque no son edificios que me entusiasmen. Admiro su solidez y su acústica, cualidades que repiten todos los guías turísticos, pero su monotonía de líneas, me aburre. El Evangelio nos dice que Jesús había establecido su “campamento base” en Cafarnaún. En la actualidad quedan las ruinas de la población, que fue lugar fronterizo. Hoy queda un pequeño puerto, el trazado de unas cuantas calles, los muros de las casas no superarán el metro de altura, creo recordar, y, lo que más interesante, allí donde vivió el Señor y una sinagoga. Otro día os hablaré de la mansión, ya que el fragmento que leemos en la misa de hoy se refiere al edificio religioso. El que visitamos en la actualidad no es el que frecuentó el Maestro, es unos siglos posterior a aquel. El que queda es de piedra caliza blanca, extraña, pues, ya que por aquellos lugares las rocas son basálticas, negras y duras. Está asentado siguiendo el mismo perímetro de un edificio anterior, que se supone fue la sinagoga de la que hablan los evangelios. Se han hecho catas buscando pruebas, pero no se ha llegado a la certeza absoluta. No os quiero cansar con hipótesis arqueológicas.
2.- Asombra el comportamiento de Jesús y os quiero comentar hoy dos aspectos. Si Él quería predicar, lo lógico es que escogiera una edificación que permitiera un cierto acomodo de los oyentes y tuviera acertada acústica. No muy lejos, en Bet-Shean, había uno de esos anfiteatros de los que os hablaba al principio. Quienes influyen en la sociedad son los que ocupan lugares o responsabilidades y poderes importantes: militares, universitarios, potentados. Es este el criterio general. Jesús, en cambio, huye de estas normas. Cuando visito el lugar recuerdo que un día predicando a una multitud tuvo que subir a una barca, para que el gentío pudiera escucharle. Admiro el tesón del Maestro y la capacidad auditiva del pueblo, que era capaz de entender la doctrina que predicaba a cierta distancia. Escoger a aquellos discípulos era una imprudente utopía. Se trata de la paradoja de la que el pasado domingo os hablaba.
3.- Israel tenía centrada su religiosidad en el Templo de Jerusalén, era el lugar fundamental del culto sacrificial, al que se le añadían algunos otros menesteres. Ahora bien, desde el tiempo del destierro, abundaron en las comunidades judías las sinagogas, que eran lugares fundamentalmente de oración y aprendizaje de la Ley. Allí, y aun hoy en día ocurre lo mismo, el judío fiel acude los sábados. El que llamaríamos, con más o menos propiedad, gerente, custodio o conserje, encargaba la lectura bíblica al que para ello estaba capacitado. Algunos días especiales tenían señalado el texto que se debía proclamar y comentar, pero no existía una estructura ordenada, semejante a nuestro “año litúrgico”.
Sorprendía a la gente que las enseñanzas de Jesús no fueran del estilo al que estaban acostumbrados a escuchar. Yo imagino algo parecido a lo que hoy en día diríamos de muchos conferenciantes o escritores, son un dechado de erudición. Los oyentes piensan ¡cuántas cosas sabe este hombre! ¡Qué listo es! Sin que lo escuchado tenga aplicación directa en su vida. El Maestro habla convencido, sin acudir a citas de los demás.
4.- Quienes le escuchamos ahora, debemos estar persuadidos de nuestra Fe, pese a que, por ser auténtica, su contenido de misterio divino, suponga al aceptarla, un riesgo. Quiero decir que estaremos convencidos, pero no seguros. Por eso nuestra Fe, como la de Abrahán, es meritoria ante Dios. Quienes sí estaban seguros eran los demonios. No es hoy momento de hablar del tentador, es suficiente recordar el inciso. El Señor tiene potestad hasta sobre ellos.
5.- La amistad de Jesús, la que buscamos y la que Él nos concede, debe satisfacernos. Si conociéramos muy bien sus teorías, si supiéramos de memoria todo lo que hizo y pronunció, pero en nuestro interior fuera un personaje tan importante como el moro Muza, seríamos muy pobres espiritualmente. La Fe es conocimiento, pero fundamentalmente es experiencia amorosa. Quisiera, mis queridos jóvenes lectores, que os lo preguntarais hoy y siempre ¿Quién es para mí Jesús? ¿Le tengo simpatía? ¿Me siento amigo suyo?, ¿estoy dispuesto a todo por Él, como Él lo estuvo conmigo?
2.- Asombra el comportamiento de Jesús y os quiero comentar hoy dos aspectos. Si Él quería predicar, lo lógico es que escogiera una edificación que permitiera un cierto acomodo de los oyentes y tuviera acertada acústica. No muy lejos, en Bet-Shean, había uno de esos anfiteatros de los que os hablaba al principio. Quienes influyen en la sociedad son los que ocupan lugares o responsabilidades y poderes importantes: militares, universitarios, potentados. Es este el criterio general. Jesús, en cambio, huye de estas normas. Cuando visito el lugar recuerdo que un día predicando a una multitud tuvo que subir a una barca, para que el gentío pudiera escucharle. Admiro el tesón del Maestro y la capacidad auditiva del pueblo, que era capaz de entender la doctrina que predicaba a cierta distancia. Escoger a aquellos discípulos era una imprudente utopía. Se trata de la paradoja de la que el pasado domingo os hablaba.
3.- Israel tenía centrada su religiosidad en el Templo de Jerusalén, era el lugar fundamental del culto sacrificial, al que se le añadían algunos otros menesteres. Ahora bien, desde el tiempo del destierro, abundaron en las comunidades judías las sinagogas, que eran lugares fundamentalmente de oración y aprendizaje de la Ley. Allí, y aun hoy en día ocurre lo mismo, el judío fiel acude los sábados. El que llamaríamos, con más o menos propiedad, gerente, custodio o conserje, encargaba la lectura bíblica al que para ello estaba capacitado. Algunos días especiales tenían señalado el texto que se debía proclamar y comentar, pero no existía una estructura ordenada, semejante a nuestro “año litúrgico”.
Sorprendía a la gente que las enseñanzas de Jesús no fueran del estilo al que estaban acostumbrados a escuchar. Yo imagino algo parecido a lo que hoy en día diríamos de muchos conferenciantes o escritores, son un dechado de erudición. Los oyentes piensan ¡cuántas cosas sabe este hombre! ¡Qué listo es! Sin que lo escuchado tenga aplicación directa en su vida. El Maestro habla convencido, sin acudir a citas de los demás.
4.- Quienes le escuchamos ahora, debemos estar persuadidos de nuestra Fe, pese a que, por ser auténtica, su contenido de misterio divino, suponga al aceptarla, un riesgo. Quiero decir que estaremos convencidos, pero no seguros. Por eso nuestra Fe, como la de Abrahán, es meritoria ante Dios. Quienes sí estaban seguros eran los demonios. No es hoy momento de hablar del tentador, es suficiente recordar el inciso. El Señor tiene potestad hasta sobre ellos.
5.- La amistad de Jesús, la que buscamos y la que Él nos concede, debe satisfacernos. Si conociéramos muy bien sus teorías, si supiéramos de memoria todo lo que hizo y pronunció, pero en nuestro interior fuera un personaje tan importante como el moro Muza, seríamos muy pobres espiritualmente. La Fe es conocimiento, pero fundamentalmente es experiencia amorosa. Quisiera, mis queridos jóvenes lectores, que os lo preguntarais hoy y siempre ¿Quién es para mí Jesús? ¿Le tengo simpatía? ¿Me siento amigo suyo?, ¿estoy dispuesto a todo por Él, como Él lo estuvo conmigo?
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