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MISIONEROS EN CAMINO: IV Domingo del T.O - Ciclo B (Mc 1,21-28): UNA MAÑANA EN LA SINAGOGA
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viernes, 27 de enero de 2012

IV Domingo del T.O - Ciclo B (Mc 1,21-28): UNA MAÑANA EN LA SINAGOGA


Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio .

Una abuela le dijo a su nieta: Mañana nos levantaremos pronto para ver algo sorprendente.
A la mañana siguiente, antes del amanecer, las dos estaban sentadas en la puerta de la casa mirando hacia el este. Mira al horizonte, le dijo la abuela, pronto aparecerá una curva roja de luz. Miraban y la curva se iba ensanchando cada vez más y más.
Ensimismada, la niña presenció su primera salida de sol, su primer amanecer. En voz muy baja, le preguntó a su abuela: ¿Sucede esto todos los días?

La vida, rutinaria y triste, está llena de los pequeños y grandes regalos que Dios nos ofrece cada día. Asombrémonos y demos gracias.

“Se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad”.

La gente que acudió aquella mañana a la sinagoga de Cafarnaún quedó más que sorprendida, quedó asombrada con la enseñanza de Jesús. Enseñaba con autoridad.

La autoridad humana tiene casi siempre connotaciones negativas. Es la autoridad de la prohibición, del NO.

Los padres se imponen a los hijos con sus noes.

A los profesores hay que darles autoridad ya que su saber, sus castigos y consignas no funcionan.

Los militares nos silencian con sus armas.

La Iglesia nos amenaza con el infierno.

La autoridad de Jesús no se parece en nada a la de los hombres.

Marcos no nos dice nunca, cosa sorprendente, el contenido de la enseñanza de Jesús. Mateo nos entrega el Sermón de la Montaña, Lucas las parábolas maravillosas y Juan nos deleita con los siete signos de Jesús.

El Jesús de Marcos nos manda callar y el calló ante Pilatos.

Jesús es más importante que su enseñanza porque él es la enseñanza, su vida entera es su gran enseñanza.

La autoridad de Jesús consiste no en condenar y excomulgar sino en perdonar los noes que cualquier otra autoridad nos impone.

La autoridad de Jesús consiste en amar a las personas más y mejor que a las normas y las tradiciones humanas.

La autoridad de Jesús consiste en incluir a todos los excluidos de la sociedad: los pecadores, los leprosos, los impuros, las mujeres, los niños, los extranjeros, todos los que eran excluidos por ser pobres, por ser impuros, por ser samaritanos...

La autoridad de Jesús consiste en que no mira al pasado sino al presente y al futuro que le pertenecen a Dios. Jesús nos enseña a vivir de cara al futuro.

La autoridad de Jesús consiste no en la palabra del orador sagrado o político sino en la palabra del profeta que relativiza el culto y prioriza la compasión y el amor.

La autoridad de Jesús consiste en que es el único que ha visto y viene de Dios y es el único cualificado para hablar y hacer hablar a Dios. Los hombres son malos intérpretes de una realidad que desconocen.

La palabra autoridad viene de autor y autor indica creación, novedad, crecimiento. Jesús nos hace crecer y nos recrea cada mañana. Los hombres nos ponen en nuestro sitio, nos disminuyen.

Jesús es el contenido de su enseñanza. Debemos prestar atención a su vida entera, incluidos sus silencios, hasta confesar que es el Hijo de Dios, el Salvador.

Lo que sorprendió a su auditorio aquella mañana en la sinagoga no fue la presencia del loco, endemoniado o poseído que gritaba sino la autoridad de Jesús.

El mal, obra de los hombres, existe porque somos libres y elegimos ser poseídos y atados por nuestros propios demonios. No echemos las culpas a ningún demonio del mal que hacemos o sufrimos. Responsables que somos de nuestras vidas, expulsemos el demonio del miedo, del odio, de la envidia, de la lujuria, de los prejuicios, de nuestra absoluta independencia…y, si no puedes, deja que Jesús limpie tu interior, esta mañana, en esta iglesia-sinagoga, y te ayude a descubrir la verdad, el perdón y el amor. Que Jesús sea tu autoridad.

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WebJCP | Abril 2007