Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
¿Es cierto que Javier es discípulo suyo?, le preguntaron un día a un profesor. Sí, es cierto que Javier asiste a mis clases, pero no es mi discípulo.
El alumno ocupa un pupitre por obligación, le guste o no la materia y el profesor. Aburrido, en su interior, maldice y espera impaciente el final de la clase.
El discípulo se entusiasma, admira, se identifica con la materia y el profesor y desea imitarle.
Nosotros, los que aún frecuentamos la escuela de Jesús y escuchamos sus enseñanzas domingo tras domingo, los que usamos su nombre y nos definimos como cristianos, corremos el riesgo de convertirnos en meros alumnos mientras que Jesús quiere que seamos discípulos.
Ser cristiano es algo instantáneo, uno se bautiza y misión cumplida, uno queda afiliado a una institución virtual de por vida mientras que ser discípulo es tarea de toda la vida, es seguimiento ininterrumpido.
Nunca somos cristianos del todo porque tenemos que luchar para que las experiencias de la vida cotidiana no apaguen el entusiasmo y el aburrimiento no se instale en la vida del discípulo.
Los católicos confundimos muchas veces la religión con la espiritualidad. Ser religioso es tener ideas, creencias, ritos, novenas…todo un recetario fijo e inmutable. El espíritu, imprevisible e incontrolable, se anestesia.
Marcos en el evangelio de este domingo nos exhorta a convertirnos y a creer en el evangelio.
A Dios no le interesa nuestro pasado, nos invita a creer que podemos crecer, que podemos cambiar y ser personas nuevas, transformadas por la fuerza del evangelio.
Convertirse diariamente no es una extravagancia, es una necesidad del discípulo que quiere asemejarse y entusiasmarse más y más con su Maestro.
Marcos, después de esta brevísima introducción y de este primer mensaje de Jesús: conversión y fe, sin más preámbulos llama a sus primeros discípulos.
Marcos enfatiza la llamada y elude el proceso de discernimiento de los llamados. Seguro que no sería tan sencillo como nos lo hace creer. Los llamado tenían familias que dejar, trabajos que atender, negocios que liquidar, amistades que despedir… ¿y el futuro? ¿Llamados para qué? Ninguna explicación, sólo una respuesta aparentemente irracional.
A todos nos cuesta dejar lo familiar, lo de siempre. A todos nos cuesta emprender nuevas tareas y nos consolamos diciendo: más vale malo conocido que bueno por conocer.
La llamada de Jesús no nos seduce. Los hombres de hoy son seducidos por las celebridades efímeras del momento. El sígueme de Jesús siempre fue difícil, pero hoy lo es más.
Pedro, Andrés, Santiago y Juan inmediatamente lo dejaron todo y se comprometieron con Jesús y lo primero fue estar con Jesús, conocerlo y entusiasmarse con él. Pero seguro que no fue tan sencillo ni tan inmediato aunque Marcos nos presente a estos cuatro primeros discípulos como modelos para nosotros.
Ser discípulo de Jesús no es ponerse una camisa de fuerza que te paraliza, es vivir la libertad y la alegría, revestirse de la condición de servidor de la causa del Reino, de la lealtad y del amor a Dios y a los hombres.
Música celestial, palabras, palabras… Optar por Jesús y ser su discípulo es mucho más que palabras, es mucho más que una tarea meramente humana, es también tarea del Espíritu, sin su presencia y ayuda sería imposible.
Si Dios pudo abrir la tumba que retenía prisionero a Jesús, también puede hacer algo hermoso con nosotros, nos puede convertir en pastores, pero, por favor, dejemos que se ocupe Él de la salvación.
El alumno ocupa un pupitre por obligación, le guste o no la materia y el profesor. Aburrido, en su interior, maldice y espera impaciente el final de la clase.
El discípulo se entusiasma, admira, se identifica con la materia y el profesor y desea imitarle.
Nosotros, los que aún frecuentamos la escuela de Jesús y escuchamos sus enseñanzas domingo tras domingo, los que usamos su nombre y nos definimos como cristianos, corremos el riesgo de convertirnos en meros alumnos mientras que Jesús quiere que seamos discípulos.
Ser cristiano es algo instantáneo, uno se bautiza y misión cumplida, uno queda afiliado a una institución virtual de por vida mientras que ser discípulo es tarea de toda la vida, es seguimiento ininterrumpido.
Nunca somos cristianos del todo porque tenemos que luchar para que las experiencias de la vida cotidiana no apaguen el entusiasmo y el aburrimiento no se instale en la vida del discípulo.
Los católicos confundimos muchas veces la religión con la espiritualidad. Ser religioso es tener ideas, creencias, ritos, novenas…todo un recetario fijo e inmutable. El espíritu, imprevisible e incontrolable, se anestesia.
Marcos en el evangelio de este domingo nos exhorta a convertirnos y a creer en el evangelio.
A Dios no le interesa nuestro pasado, nos invita a creer que podemos crecer, que podemos cambiar y ser personas nuevas, transformadas por la fuerza del evangelio.
Convertirse diariamente no es una extravagancia, es una necesidad del discípulo que quiere asemejarse y entusiasmarse más y más con su Maestro.
Marcos, después de esta brevísima introducción y de este primer mensaje de Jesús: conversión y fe, sin más preámbulos llama a sus primeros discípulos.
Marcos enfatiza la llamada y elude el proceso de discernimiento de los llamados. Seguro que no sería tan sencillo como nos lo hace creer. Los llamado tenían familias que dejar, trabajos que atender, negocios que liquidar, amistades que despedir… ¿y el futuro? ¿Llamados para qué? Ninguna explicación, sólo una respuesta aparentemente irracional.
A todos nos cuesta dejar lo familiar, lo de siempre. A todos nos cuesta emprender nuevas tareas y nos consolamos diciendo: más vale malo conocido que bueno por conocer.
La llamada de Jesús no nos seduce. Los hombres de hoy son seducidos por las celebridades efímeras del momento. El sígueme de Jesús siempre fue difícil, pero hoy lo es más.
Pedro, Andrés, Santiago y Juan inmediatamente lo dejaron todo y se comprometieron con Jesús y lo primero fue estar con Jesús, conocerlo y entusiasmarse con él. Pero seguro que no fue tan sencillo ni tan inmediato aunque Marcos nos presente a estos cuatro primeros discípulos como modelos para nosotros.
Ser discípulo de Jesús no es ponerse una camisa de fuerza que te paraliza, es vivir la libertad y la alegría, revestirse de la condición de servidor de la causa del Reino, de la lealtad y del amor a Dios y a los hombres.
Música celestial, palabras, palabras… Optar por Jesús y ser su discípulo es mucho más que palabras, es mucho más que una tarea meramente humana, es también tarea del Espíritu, sin su presencia y ayuda sería imposible.
Si Dios pudo abrir la tumba que retenía prisionero a Jesús, también puede hacer algo hermoso con nosotros, nos puede convertir en pastores, pero, por favor, dejemos que se ocupe Él de la salvación.
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