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MISIONEROS EN CAMINO: XXXIII Domingo del T.O. - Ciclo A (Mt 25, 14-30 ): NUESTRO TRABAJO
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sábado, 12 de noviembre de 2011

XXXIII Domingo del T.O. - Ciclo A (Mt 25, 14-30 ): NUESTRO TRABAJO



Un hombre de negocios, un empresario, un organizador de servicios sociales, que antes de emprender un viaje reparte responsabilidades entre sus empleados para que cada uno, según sus posibilidades, en su ausencia gestionen su negocio.
Al volver reúne a sus empleados, comenta con ellos los resultados y trata de repartir beneficios.
El resultado ha sido dispar. Los altos cargos han duplicado resultados y beneficios. Los mandos medios han conseguido resultados más modestos, en consonancia con los medios recibidos para sus tareas. Los empleados no han realizado tarea alguna, han guardado los medios para trabajar que les proporcionó su jefe. Han tenido miedo de no cumplir sus expectativas.


El dueño del negocio premia a los altos cargos y a los mandos medios con ventajas en la empresa proporcionales a los resultados. Con los empleados su reacción resulta más complicada.

Si Jesús pronunciara hoy una parábola sobre el trabajo, muy posiblemente sería más compleja que ésta de hoy. Pero hagamos una breve reflexión sobre el mensaje que Jesús nos trasmite en esta parábola. Nos invita a un examen de varios aspectos de nuestra vida.

Un primer punto de reflexión: Hemos de descubrir los talentos que tenemos para una actividad laboral: capacidad de trabajo en equipo, de discernimiento, inteligencia, estudios, tiempo, trato social, simpatía, salud, fortaleza.....y también dinero, los mil medios que cada uno recibe, que le capacitan para trabajar en puestos más o menos brillantes. Unos recibimos más talentos que otros.

Hemos de tener confianza de que si quien nos conoce nos pide realizar algo, seremos capaces de cumplir, sin miedo, ni complejos, nuestro cometido, sin retirarnos del trabajo desaprovechando la ocasión de realizar lo que nos han pedido.

Nadie como Jesús está siempre presente en nuestra vida, Él nos comunica constantemente su Espíritu, es la sabiduría y la energía más limpia y más firme que ilumina nuestra conciencia y fortalece nuestro vivir. El miedo no tiene sentido. El miedo es lo más contrario a la fe, que es confiar, la fe es perder todo miedo incluso al fracaso. El dueño del negocio no quiere contar con quienes no se fían ni de sí mismos, ni de quien les ha escogido y contratado.

A los buenos trabajadores les premia, les renueva la confianza. Es frecuente disfrutar cómodamente de lo ya se logrado sin implicarse en el trabajo. El ser humano tiene que estar siempre dispuesto para poder desplegar todas sus posibilidades.

Qué destino damos a nuestras ganancias adquiridas en nuestro trabajo.

La parábola nos presenta algunos interrogantes que nos debemos plantear: cuáles son las tareas en que podemos ser útiles ante necesidades que encontramos a nuestro lado, iniciativas de todo tipo que podamos emprender. No podemos olvidar: qué me pide Dios cuando vivo en situaciones humanas lamentables.

Nuestro gran error puede ser la omisión, no trabajar, no arriesgarnos para hacer el bien, contentarnos con “conservar el talento” que tenemos y se nos ha dado, y vivir sin trabajar, sin hacer nada, triste.

La respuesta también evangélica: los bienes de Dios somos nosotros todos los hombres y mujeres, somos sus hijos; la tarea que puedo realizar tendrá también un punto de referencia: las necesidades de quienes viven sin cubrir necesidades que exige su dignidad de hijos de Dios, me las irán esclareciendo la vida en la que estoy situado y mi propia generosidad.

Hoy existen junto a nosotros necesidades sociales múltiples, tropezamos con ellas a cada paso en nuestra vida, en nuestra misma familia o simplemente al salir por nuestras calles. También existen nuevas iniciativas para afrontarlas. Hay quienes de modo generoso ponen su creatividad, su tiempo, su dinero, sus bienes, toda su vida, en actividades, en tareas, en organizaciones, buscando soluciones. Se necesitan más apoyos, más manos voluntarias, generosas. ¿Qué hago, puedo hacer algo más?

La realidad es que mientras tenemos vida, podemos hacer algo, a pesar de los años, a pesar de la perdida de nuestra situación laboral. No se trata de un hacer oficialmente reconocido y siempre retribuido económicamente, es evidente que éste no es el sentido de la parábola.

¿Asumo con seriedad y sinceridad mi compromiso en el apoyo a las instituciones y organizaciones sociales, políticas, que considero que trabajan por una sociedad más justa y solidaria, aunque esto suponga riesgos para mi prestigio o estatus social? Colaboro y apoyo en tantas tareas calladas, o con ayudas, consejos…

Los cristianos hemos sido llamados por Jesús para ser constructores con Él en la edificación de su Reino. Llamados, no para ser piezas de museo, sino para ser agentes activos y para responder con eficacia de los bienes que el Señor ha depositado en nuestras manos, ¿estamos conformes con presentarnos un día ante Él con las manos vacías?

Alguien ha dicho que “la apatía constituye el pecado clave del mundo moderno”. Apatía significa abandono y renuncia a ser realmente humano, negativa a asumir los riesgos de una vida responsable, y tal vez decepcionados, cedemos iniciativas decisivas a las esferas altas de poder, que se ocultan y desconocemos.

Cuántos profesionales capacitados aún para trabajar, para aconsejar, para organizar pasan las horas de jubilación aburridos o entretenidos tristemente con tanta pequeñez, y que pudieran promover, apoyar, realizar iniciativas valiosísimas en nuestra sociedad, en nuestra Iglesia.

Si, digo también en nuestra Iglesia.¿Me considero preparado para responder a cuanto, como cristiano, he de ser y he de realizar en la sociedad de hoy, preparado para dar el testimonio que con mi vida y con mi palabra se espera de mi allí donde vivo, donde trabajo? ¿Creo que doy ese testimonio en mi vida familiar, profesional, social?

Y si no me considero preparado, ¿por qué no me preparo? O si queréis, ¿por qué no exijo que se me ayude a prepararme?

Ante Dios cada uno tenemos un quehacer al que no podemos renunciar. Una tarea en la que nadie nos puede sustituir.

Renunciar a la creatividad, no arriesgarse a crecer como personas, no comprometernos en la construcción de una sociedad mejor, es enterrar nuestra vida y traicionar no sólo nuestra propia dignidad humana sino también los designios del Creador. Estas son palabras que Jesús nos dirige a todos en la parábola de hoy.

Es evidente que la parábola tiene como fondo de reflexión el trabajo, pero no podemos pensar que el trabajo es la única actividad verdaderamente humana: ha de haber lugar además para el descanso, la vida familiar, nuestra vida social, la contemplación de cuanto bello, bueno nos rodea en la grandiosa creación en que habitamos....pero ésta no era la reflexión de hoy.

Jesús que nos brinda hoy esta parábola, nos invita en ella a cumplir algunos de sus deseo, es el mensaje que nos ocupa. Hagámoslos nuestros.

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WebJCP | Abril 2007