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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales litúrgicos y Catequéticos: XXXIII Domingo del T.O. - Ciclo A (Mt 25, 14-30 )
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sábado, 12 de noviembre de 2011

Materiales litúrgicos y Catequéticos: XXXIII Domingo del T.O. - Ciclo A (Mt 25, 14-30 )



Monición de entrada

(A)
Muchas son las cosas que pueden hacernos perder la oportunidad de encontrarnos hoy con el Señor. Las preocupaciones, el cansancio de la semana vivida, a veces incluso cualquiera de los detalles con los que adornamos nuestra celebración nos despista y nos quedamos en las formas en lugar de descubrir el fondo.
Sin embargo, todo hoy nos invita de nuevo a celebrar la fiesta del encuentro con el Señor, que viene a estar junto a nosotros. La presencia de los hermanos, la alegría del encuentro, la solemnidad del sacramento, y el reparto del pan de su Palabra y el pan de su Cuerpo nos invitan a centrarnos en Él.
Que ese sea el espíritu de la fiesta que ahora comenzamos. Bienvenidos a nuestra celebración.



(B)



Jesús en el Evangelio de hoy, nos presenta una nueva parábola, con el fin de que nos demos cuenta si estamos aprovechando bien el regalo de la vida. Nos habla de los "talentos". Podríamos cambiar la palabra “talentos”, por sonrisas, saludos amables y cariñosos… ¿No sería la mejor manera de hacer crecer el amor que Dios puso en cada uno de nosotros?

Este domingo es también el día de la Iglesia Diocesana.

Sí, hoy más que nunca hemos de sentirnos todos y cada uno parte activa de esta Iglesia; miembros vivos de la comunidad que formamos.

Que la Eucaristía nos ayude a todos a ser testigos del Evangelio.



(C)



El Evangelio de hoy nos habla de "La Parábola de los talentos". Las cualidades que cada uno hemos recibido para ir luchando en la vida.

Dios nos pedirá cuentas de lo que hemos hecho en la tarea diaria, con los talentos, con las cualidades que hemos recibido.

¿Nos hemos comprometido en la vida, o nos "hemos lavado las manos"? diciendo, ¡Que se arreglen ellos!.

Si nos "lavamos las manos" ante las injusticias, ante la miseria, ante el dolor y el sufrimiento de los demás, no nos podremos presentar ante el Padre con las manos limpias. Es que no llevamos nada en las manos, las llevamos vacías, porque no hemos colaborado con los demás.

El Evangelio nos dice que al que llegue así, se le quitará lo poco que trae y será expulsado.

Vamos a comprometernos en la vida, para llegar al Padre, con las manos llenas, habiendo puesto a trabajar nuestras cualidades.



(D)



La Eucaristía que hoy celebramos, hermanos, casi al final de este año litúrgico, sigue llamándonos a desarrollar los valores que hemos recibido; es necesario que fructifiquen en bien de otras personas; que no podemos guardar para nosotros lo que hemos recibido, porque irá perdiendo su valor. Con demasiada frecuencia nos da miedo compartir lo que somos y tenemos, y nos vamos llenando de «seguridades» que no pongan en peligro lo que creemos poseer.

Que la celebración que ahora comenzamos nos haga caer en la cuenta de la grandeza de la fe que hemos recibido, de los valores que tenemos, y de la necesidad de compartirlos.



(E)



El domingo próximo celebraremos la fiesta de Cristo Rey. Con ella se cierra el año eclesiástico. Estamos hoy, por lo tanto, en la recta final del año y las lecturas bíblicas seleccionadas para este domingo orientan nuestra mirada y pensamiento a Dios, meta de nuestro camino y encuentro con nuestra felicidad. Dios nos ha dado muchas cosas en la vida, en este año también. Él hace siempre lo principal, pero quedará siempre incompleto si nosotros no ponemos a rendimiento los talentos por él dados. Hay que hacerlos fructificar para no llegar a su encuentro con las manos vacías.



Pedimos perdón


(A)



Tenemos un Padre que confía en nosotros y que nos invita a crecer cada día en sabiduría, bondad y entrega. Pero quizás no hemos sabido estar a la altura de su confianza. Por eso, pidamos perdón primero interiormente y luego todos juntos.

-Nuestro egoísmo nos hace olvidarnos del otro y no sabemos compartir como tú esperas. Señor, ten piedad

-Nos asaltan los miedos y nos conformamos con la mediocridad en lugar de esforzarnos al máximo. Cristo, ten piedad

-Necesitamos que aumentes en nosotros la confianza para tener un corazón mucho más animoso. Señor, ten piedad



(B)

La búsqueda de «interés» y de «seguridad» en provecho propio nos ahogan y rompen la fraternidad. Que el mismo Señor sea quien nos dé su perdón:



- Dios Padre, que nos has llamado a esta vida para llenarnos de plenitud y felicidad. SEÑOR, TEN PIEDAD...

- Dios Hijo, que eres testimonio de entrega, a quien hemos de poner en el centro de nuestra acción. CRISTO, TEN PIEDAD.

- Dios Espíritu, de quien recibimos el apoyo y la fuerza para desarrollar nuestros valores. SEÑOR, TEN PIEDAD...



(C)



- Señor; tú eres generoso en tus dones y a todos entregas talentos para que cada uno haga el mundo un poco mejor; pero a veces los dejamos inactivos. ¡Señor, ten piedad!

- Tú has hecho depender un poco de nosotros el crecimiento de tu reino y deseas recompensar con abundancia nuestra fidelidad en lo poco. ¡Cristo, ten piedad!

- Tú preguntarás qué hemos hecho con tus talentos. Inspíranos maneras de hacerlos fecundos para tu gloria. ¡Señor, ten piedad!





Escuchamos la Palabra


Monición a las lecturas



Con el ejemplo de la mujer hacendosa, diestra en la organización de su hogar, y el del empleado que hace fructificar los bienes de su Señor durante la larga ausencia de éste, parece como que la primera lectura y el evangelio nos proponen un ideal demasiado distante al del Sermón de la montaña. Más, a través de esos ejemplos, la Escritura nos da a entender una lección de fidelidad en la espera.



(B)



El libro de los Proverbios del Antiguo Testamento, pondera a la persona que es fiel a su deber y, además, sabe ayudar al necesitado. Y como ejemplo de ello, nos ofrece la imagen de una mujer, una buena esposa, por su capacidad de entrega y su confianza en Dios.



Lectura del libro de los Proverbios



Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará?, vale mucho más que las perlas. Su marido se fía de ella y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.



Palabra de Dios



SALMO RESPONSORIAL

R/ Dichoso el que teme al Señor.



+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo



En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y les dejó encargados de sus bienes: a uno le dejo cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. [ El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.] Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." [ Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo."El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán." ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.» ]



Palabra del Señor







Evangelio Dialogado (Niños)



Narrador: Jesús hablaba a la gente con ejemplos y parábolas para que le entendieran mejor.

Un día quería explicarles cómo todos tenemos que desarrollar las cualidades y los dones que Dios nos ha dado a cada uno. Y para eso les puso este ejemplo:

Un hombre rico iba a hacer un largo viaje. Pero antes llamó a sus empleados y les dijo:

Señor: Mirad, voy a estar mucho tiempo fuera de casa. Por eso os voy a dejar mi dinero para que trabajéis y hagáis negocios con él.

Narrador: Y así lo hizo. A uno, le dejó cinco millones; a otro, dos y a otro uno. A cada uno le dio según su capacidad.

El que recibió cinco millones pensó:

Empleado: Voy a ponerme enseguida a trabajar y hacer negocios con este dinero que me ha dejado mi amo.

Narrador: Y el que recibió dos millones pensó lo mismo:

Empleado: Puesto que mi amo tiene confianza en mí, voy a negociar enseguida con el dinero que me ha dejado.

Narrador: Pero el que recibió un millón pensó:

Empleado: Para no complicarme la vida, voy a esconder el dinero lo mejor posible y, así, cuando vuelva mi amo, se lo devolveré.

Narrador: Después de mucho tiempo, aquel señor volvió del viaje, llamó a los empleados y pidió cuentas a sus empleados. El primero le dijo:

Empleado: Mira, me dejaste cinco millones y he ganado cinco más.

Narrador: Después el segundo le dijo también:

Empleado: A mí me dejaste dos millones y he ganado otros dos.

Señor: Muy bien, ya que habéis sido trabajadores y responsables, vais a entrar a formar parte de mi casa y participar de mis bienes.

Narrador: Después vino el que había recibido un millón y le dijo a su amo:

Empleado: Señor, yo sé que eres exigente. Y como tenía miedo que se me perdiera o me robaran el dinero, lo escondí. Aquí tienes el millón que me dejaste.

Señor: Si sabías que soy exigente, al menos haber metido el dinero en el banco para que produjera algunos intereses.

Pues bien, por haber sido un empleado perezoso y holgazán no tendrás parte de mi casa ni participarás de mis bienes.



Palabra del Señor



Homilías



(A)



Hola, amigos, hoy nos vamos de negocios. ¿Sabéis mucho de contabilidad? Porque a decir verdad, yo entiendo bien poco. Sin embargo, Dios me ha hecho administrador de sus bienes y dones porque lo curioso es que, mientras unos invierten en la Bolsa de Valores, y otros en los Bancos y otros en negocios, Dios lo invierte todo en nosotros. ¿No lo sabíais? Nosotros somos la Bolsa de inversiones de Dios.
Me he dado cuenta de que hoy, una de las carreras universitarias con más alumnado creo que es la facultad de administración de empresas. Pero ¿habrá alguna facultad que nos enseñe a administrar los dones que Dios invierte cada día en nosotros?
Los dones que hemos recibido no son nuestros, son dones recibidos, se nos han dado para que los administremos. La gracia de Dios no se nos da simplemente para “que vivamos en gracia”, sino para que la activemos y la hagamos fructificar.
La vocación del cristiano no es conservar. La vocación del cristiano es dar frutos, es florecer, es manifestar y revelar los dones de Dios. Por eso, el primer paso es reconocer los dones que Dios nos ha regalado porque quien no los reconoce tampoco es capaz de dar gracias por ellos. Finalmente, el segundo paso, es hacerlos florecer. “Que los demás vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre celestial.”
Los dones de Dios son para ponerlos en circulación, no para enterrarlos. Dios no quiere que se los devolvamos tal y como él nos los ha dado, sino convertidos en nueva cosecha. El agricultor siembra sus granos de trigo no para recoger luego otro grano, sino para que cada grano le regale una espiga.
Esto nos obliga a preguntarnos no si tenemos fe, sino qué hacemos con nuestra fe. ¿La compartimos con los demás?
No es cuestión de preguntarnos si tenemos esperanza, sino cómo compartimos nuestra esperanza para que también los demás sigan esperando.
No es cuestión de preguntarnos si tenemos amor en nuestros corazones, sino a cuántos amamos y cuántos se sienten amados.
No es cuestión de preguntarnos si somos Iglesia sino qué hacemos nosotros con la Iglesia. Si le damos vida a la Iglesia, creamos más Iglesia, hacemos más bella la Iglesia.
No es cuestión de preguntarnos si creemos en Dios, sino qué significa Dios en nuestras vidas y que hacemos con Dios en nuestros corazones.
De los tres de la parábola, dos negociaron sus talentos y uno se los guardó por miedo a perderlo. Dios no quiere cobardes que viven del miedo sino que viven arriesgándose cada día por Él. Dios no quiere cajas fuertes donde guardamos sus dones, sino cristianos que se arriesgan por Él. Dios no necesita de cobardes, Dios no necesita de cristianos embalsamados, sino de cristianos que viven, que se arriesgan y hacen fructificar los dones del Señor. Cristianos que saben dar cara por Él. Cristianos que saben compartir con los demás los dones que han recibido.


(B)



¿Eres un gestor útil o inútil de tu propia persona?

Si eres propietario de una casa, probablemente su precio aumentará sin que tú hagas nada, pero si hace mucho tiempo que tienes el dinero quieto en la hucha, cada vez valdrá menos. O sea que, con lo que era un buen sueldo hace cincuenta años, hoy no puede comprar ni un chupachups porque los precios han subido la tira. Pues mira, lo mismo ocurre con tus buenas actitudes, tus conocimientos, tus destrezas y, en cierto modo, hasta con tu fe: si no las empleas, se te oxidará, la perderás y tú «serás menos». Por tanto, si no quieres que te salgan telarañas en el corazón, no pierdas el tiempo y haz que los talentos que Dios te ha dado produzcan intereses. Así tendrás derecho a pedirle: «Señor, por el tiempo que te he dedicado añádeme como propina al final de mi vida los ratos que he perdido en los semáforos y esperando el autobús (lo del tren, sería ya excesivo).

No pongas cara de susto y anota en qué emplea tus cualidades personales: ¿Sólo en ganar dinero? ¿En ser más feliz? ¿En crecer como persona? ¿En ayudar a otros? ¿En mantenerte interiormente vivo? ¿En prestarle ayuda a Dios para mejorar este mundo? ¿En ir tirando? Pues no «tires» mucho que no están los tiempos para derroches.

No me digas que, con el montón de dones que Dios te ha dado, eres un gestor inútil de tu propia persona. «Yo no hago ningún mal a nadie,… ¡si todos fueran como yo!»….

No dés ideas. Pues menos mal que no lo son, porque eso

sería bastante cutre. Déjate de excusas y pónte a emplear tus cualidades en bien de los demás. No esperes que los demás den el primer paso porque, digan lo que digan los matemáticos, el orden de los factores altera mucho el producto. De hecho, no despierta el mismo interés un partido político que un político partido. Otra cosa: no exijas a los otros la medida que debes exigirse tú. Recuerda, además, que en esto no hay jubilación. Esto no siempre es fácil.

Algunos dicen a mí no me pidas nada…Tengo más trabajo que el fontanero del Titanic y ya me canso de ser Juan de Calcuta; además hay gente más rara que un perro verde. Es verdad. Pero siempre se ha dicho que para hacer tortillas hay que romper huevos. Todos sabemos que precisamente tú has nacido para locomotora; no sigas portándote como furgón de cola. Escribe Gala: «Ni blancos ni negros, ni comunistas ni capitalistas, ni, como en los lavabos, señoras y caballeros... Sólo hay dos clases de personas: los vivos y los muertos». ¿A qué clase perteneces tú?



«Nunca he degollado a mi prójimo,

nunca le he robado su dinero,

nunca he devastado su casa ni su tierra.

Pero, Dios mío, ten piedad de mí

porque me persiguen noche y día

todas las cosas que no he hecho».



(C)



Cuántas personas "mueren" hoy mucho antes de que les llegue la hora de la muerte. Les harán los funerales dentro de unos años, pero en realidad, ya "han muerto". No crecen ni se desarrollan, no se abren a nada nuevo.

Son hombres y mujeres que viven repitiéndose día tras día. Encerrados en sus costumbres de siempre. Instalados en un bienestar decadente y estéril.

Qué fácil es a lo largo de los años recortar nuestros ideales y aspiraciones, contentarnos con "conservarnos" lo mejor posible, bloquear las posibilidades encerradas en nosotros y resignarnos a "ir tirando".

Qué fácil caer en el conformismo, adaptarnos a la moda de turno, seguir los caminos superficiales que siguen todos.

A unos los paraliza el miedo a correr riesgos. A otros los asusta el asumir responsabilidades que les complicarán la vida. Hay quienes se han incapacitado para todo lo que requiera esfuerzo y prefieren vivir satisfaciendo los instintos de siempre.

Pero esa vida, aparentemente la más fácil y cómoda, es triste y dura porque, como decía S. Gregario de Nisa es una "vida muerta". Una vida sin vida y sin alegría verdadera.

En una parábola realmente sorprendente, Jesús condena de manera tajante al hombre que sólo sabe conservar su vida "enterrándola" por miedo a riesgos y complicaciones posibles.

Seguir a Jesús es, más bien, vivir creciendo. Liberarnos día a día de todo lo que desde dentro o desde fuera nos bloquea y paraliza. Romper ataduras, servidumbres y cobardías que nos esterilizan y matan como hombres y como creyentes.

Siempre podemos cambiar y ser mejores. Siempre podemos liberar en nosotros las fuerzas de una vida más noble y generosa. Intensificar nuestro amor a cada persona. Generar más vida a nuestro alrededor.

Pero esta vida sólo puede crecer cuando en nosotros hay paz y amor. El odio, la envidia, la agresividad no pueden ser nunca fuente de verdadero crecimiento y creatividad.

El creyente, aunque nadie le entienda desde fuera, encuentra en Dios "la fuente de vida". Y aun en los momentos más difíciles acude a El confiado, con aquellas palabras del salmista: "Señor, consérvame vivo" (Sal 142, 11).



(D)



Estamos ya en los últimos domingos del año litúrgico. Ahora miramos el futuro desde las promesas de Dios sobre la historia. El horizonte que vemos es un horizonte de esperanza: «Entra en el gozo de tu Señor». Nuestro destino es la fiesta con el Señor. San Pablo nos recuerda que somos hijos de la luz y andamos vigilantes por los caminos de la vida, para que el gran día no caiga sobre nosotros como un ladrón. Pero mientras esperamos el cumplimiento de las promesas divinas, nuestra vida no se paraliza. Tenemos mucho trabajo por hacer.

Jesús, en la parábola del evangelio, nos habla de que Dios ha puesto todo en nuestras manos. El mundo entero, con sus inmensos problemas de hambre, guerras, injusticias y sufrimientos, es nuestro frente de trabajo. Pero también podemos mirar a nuestro pueblo o nuestro barrio. Pensamos en los niños, los jóvenes, los pobres, los enfermos, los ancianos; pensamos en las familias rotas, en las personas destrozadas, en las tareas de nuestras comunidades con todas sus carencias. Por todas partes hay mucho que hacer. Y en esa variedad de tareas, el Señor nos ha asignado a cada uno de nosotros una parcela para trabajar. Pero no vamos por la vida desasistidos e inermes. El Señor nos ha dejado equipados para el trabajo. De él hemos recibido los talentos que necesitamos. Hemos recibido del Señor talentos y capacidades en medida desigual, pero a todos nos llama el Señor a trabajar según los dones que de él hemos recibido. En la parábola se cuenta que el Señor se puso muy contento y felicitó a todos los que habían trabajado con sus talentos. Decía: «Como fuiste fiel en cosa de poco (...) entra en el gozo de tu señor».

Pero en esta parábola hay un dato triste: el que recibió sólo un talento fue y lo enterró, y el señor se enfadó con él llamándolo «criado malvado y perezoso» y «criado inútil». Es que no trabajó con su talento. Se dedicó a vivir sin poner en funcionamiento los dones que Dios le había dado. Esa falta de esfuerzo y de decisión molestó a Dios, por eso se enfadó con él.

A mí esto me recuerda a multitud de personas en nuestras comunidades que se mantienen pasivas, sin asumir ninguna tarea, porque dicen que no saben o no valen o no pueden. Pienso con pena en todas esas personas sencillas que les paraliza el no tener una carrera o la pobreza económica o la falta de conocimientos especiales, como si Dios los hubiera puesto en la vida sin dones de ninguna clase. Se encierran en su vida y ofrecen la imagen de que la Iglesia de Dios es tarea solamente de listos y gentes bien preparadas.

Llamo la atención por si cierta mitificación de tareas deslumbrantes ha podido llevarnos a catalogar como inútiles o rémoras a los pobres y gentes sencillas, a los que Jesús llamaba con cariño «los pequeños». En la Iglesia de Dios no hay inválidos. Todos valemos para algo. No podemos enterrar nuestro talento. Si no valemos para hacer las grandes cosas, valemos para cosas pequeñas. Tenemos los dones que el Señor nos ha dado y delante de nosotros está un mundo inmenso para trabajar. Que el Señor no nos llame nunca «criado malvado y perezoso». Y cuando hayamos gastado nuestra vida y nuestras energías en hacer un poco mejor nuestro mundo, oiremos con gozo la voz del Señor, que nos dice: «Bien, criado bueno y fiel. Como fuiste fiel en cosa de poco, te pondré al frente de mucho: entra en el gozo de tu Señor». Mientras avance la historia hacia su horizonte, somos los trabajadores del Señor.



(E)



A pesar de su aparente «inocencia», la parábola de los talentos encierra una carga verdaderamente explosiva. Sorprendentemente, el «tercer siervo» es condenado sin haber cometido ninguna acción mala.

Su pecado consiste precisamente en «no hacer nada», no arriesga su talento, conservarlo del modo más seguro posible.

Según Jesús, es una grave equivocación pensar que el hombre da a Dios lo suyo con tal de no cometer ninguna acción mala. Al contrario, el que no se arriesga de manera positiva y creadora a realizar el bien, aunque no viole ninguna ley, está ya defraudando las exigencias profundas de Dios.

El pensamiento de Jesús es claro. Nuestro gran pecado puede ser la omisión, el no arriesgarnos en el camino del hacer el bien, el contentarnos con «conservar el talento».

Basta recordar un cierto lenguaje «cristiano» para percibir en qué hemos puesto nuestro cuidado. «Conservar» el depósito de la fe, «conservar» la gracia, «conservar» las buenas costumbres, «conservar» la vocación... ¿Es este cristianismo «en conserva» el querido por Jesús?

Alguien ha dicho que «la apatía constituye el pecado clave del mundo moderno» (H. Cox). Apatía que significa abandono y renuncia a ser realmente hombre. Negativa a asumir los riesgos de una vida responsable.

Los cristianos hemos visto con frecuencia al pecador como el hombre soberbio, de actitud rebelde y desafiante. Quizás tengamos que recordar más este otro pecado de quien «renuncia a las implicaciones de su propia dignidad humana» (J. Pieper).

Cada uno tenemos ante nosotros un quehacer al que no podemos renunciar. Una tarea en la que nadie nos puede sustituir.

En concreto, tenemos que empezar por decidir quién quiero ser yo en realidad, y en qué clase de sociedad quiero vivir. Debemos escuchar el evangelio como una llamada a la iniciativa, a la creatividad, a la responsabilidad adulta.

Nada nos puede excusar de una actitud de pasividad, pereza y conservadurismo. No vale decir que bastante tenemos con «seguir tirando», que apenas hemos recibido en la vida más que un pequeño talento.

Todos estamos recibiendo «gracia». No como algo mágico que se nos da desde fuera y se añade a nuestros esfuerzos, sino como aliento del Creador que anima toda nuestra existencia.

Renunciar a la creatividad, no arriesgarse a crecer como personas, no comprometernos en la construcción de una sociedad mejor, es enterrar nuestra vida y traicionar no sólo nuestra propia dignidad humana sino también los designios del Creador.





Oración de los fieles


(A)



J untos, vamos a pedir por todos, vamos a comprometernos pidiendo por ellos al Señor.



1- Por la Iglesia, apegada a sus tradiciones, para que no se olvide de que está al servicio de las personas. "Roguemos al Señor".

2- Por los gobernantes de los pueblos, para que trabajen en favor de todos, y no sólo en favor de sus partidos o de sus intereses particulares. "Roguemos al Señor".

3- Por todas las personas, para que ante la actual situación social no digan que no hay nada que hacer, sino que pongan su granito de esfuerzo. "Roguemos al Señor".

4- Por todos nosotros, para que seamos con nosotros mismos, tan exigentes como con los demás, y así luchemos en favor de todos. "Roguemos al Señor".



Todo esto y otras peticiones personales que cada uno hemos traído á esta Celebración, te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.



(B)



Pidamos a Dios que atienda nuestra oración que confiadamente le hacemos llegar, diciendo:



Todos: ¡Escucha, Señor, nuestra oración!



-Por la Iglesia, para que siempre trabajemos por el bien de los demás, cuidando y atendiendo a las personas con cariño y con respeto. Oremos.

-Por nuestra sociedad, que valora mucho el poder y la apariencia, para que haya personas que nos llamen a vivir trabajando por la justicia y la paz. Oremos.

-Por todos los países rotos por la guerra, el desamor y las catástrofes naturales, para que reciban la solidaridad y la ayuda que más necesitan. Oremos.

-Por cuantos estamos celebrando la Eucaristía, para que nos esforcemos en mostrar a Dios con hechos concretos y liberadores. Oremos.

-Por nuestra comunidad (parroquial), para que a la hora de actuar elijamos siempre medios sencillos y evangélicos. Oremos.



Concédenos, Señor, lo que más nos ayude a servirte a ti y a los hermanos. Por Jesucristo.





Prefacio...


Te damos gracias, Señor,

porque mandaste a tu Hijo al mundo

para servir a los hombres

y enseñarnos el camino del servicio y de la alegría.

Te damos las gracias,

porque hay personas humanas,

que, siguiendo el ejemplo de Jesús,

están dispuestos a sacrificarse por los demás.

Hay personas que no se cansan de luchar por la paz,

a pesar de que sólo se oyen ruidos de guerra.

Hay personas dispuestas a querer y amar

aunque vean envidias y egoísmos.

Gracias, Señor,

porque tu Hijo nos entregó los talentos,

y nos enseña a ponerlos en marcha.

Por eso, en señal de alegría

nos unimos a los ángeles y santos

para entonar un himno de alabanza

diciendo:



Santo, Santo, Santo ...





Padre Nuestro


Muchas veces llamamos a Dios, Padre, pero nos olvidamos de sus hijos. Muchas veces rezamos el Padre Nuestro, pero nos olvidamos de llevarlo a la práctica. Hoy lo rezamos de verdad,

diciendo: Padre Nuestro ...



Nos damos la paz


La paz se consigue con el esfuerzo de todos. No vale decir: "De qué sirve lo que hagamos nosotros, si no es nada". Vamos a trabajar todos para que llegue esa paz, fruto de la justicia.

Que la Paz del Señor esté con todos nosotros

Nos damos como amigos y hermanos, la Paz...



Compartimos el Pan


La tarea es dura y el esfuerzo debe ser continuo. Para ello debemos reponer fuerzas, debemos acercarnos a la Comunión, a la Comida de Jesús. El nos invita.

- Dichosos nosotros, por haber sido invitados a su Mesa.

- Señor, no soy digno de que entres en mi casa ...





Oración



(A)



Marchó el Señor, dejando como encargo

cambiar el mundo desde sus cimientos.

Algún día vendrá y pedirá cuentas,

pagará a cada cual según su esfuerzo.

Querrá el Señor, razón clara y concreta del mal,

y hasta del bien que no hemos hecho.

El Señor será justo en su sentencia.

Hoy no se puede estar mirando al cielo.

Vamos a dejar de escondernos entre los piadosos rezos,

vamos a dejar en casa las palabras bonitas

y vamos a hablar con el lenguaje de los hechos.

Hoy no podemos "lavarnos las manos",

y quedarnos mirando al cielo.

Ayúdanos, Señor. Te lo pedimos

por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.



(B)



Nos has dejado un tesoro a cada uno



Sólo Tú sabes lo que has regalado a cada uno,

las capacidades que hemos de poner en marcha,

la tarea de ser único y original.



Nos invitas a negociar lo mejor de nosotros mismos,

nos impulsas a cumplirnos en plenitud,

nos quieres activos

comprometidos con lo recibido.



Nos has creado irrepetibles,

has hecho maravillas en nosotros,

pero, inseguros y miedosos,

tiramos el proyecto que somos

o lo arrinconamos sin desarrollar.



Terminamos la vida sin estrenar páginas,

nos conformamos con la mediocridad,

nos quedamos tranquilos en una vida sin sentido.

Tú sigues esperando que crezcamos del todo,

que logremos la Vida en abundancia

que has soñado para cada uno.



Ayúdanos a multiplicar nuestras capacidades.

Impúlsanos a ser en Ti, a vivir una vida plena,

a llenar el mundo de tu Amor.







Bendición y despedida



Hermanos, no es tiempo de dormir. Como hijos de la luz, no recibamos la gracia de Dios en balde. Él nos ha regalado la vida, nos para guardarla y esconderla, sino sobre todo para hacer progresar el mundo y la Iglesia. El Señor nos envía ahora a dar fruto. Y tenemos que dar los frutos propios de la luz. Sintamos la alegría de poder colaborar en la obra de Dios.



Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros. Amén.

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WebJCP | Abril 2007