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sábado, 1 de octubre de 2011

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO: MATEO 21,33-43


Publicado por CIPECAR

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

“¡Oh Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin fatigarse mucho! ¿Qué es esto ahora de los cristianos? ¿Siempre han de ser los que más os deben los que os fatiguen? ¿A los que mejores obras hacéis, a los que escogéis para vuestros amigos, entre los que andáis y os comunicáis por los sacramentos?” (Camino 1,3).

Había un propietario que plantó una viña. Así comienza esta durísima parábola que Jesús pronunció en el templo de Jerusalén y que nosotros hoy queremos orar. El propietario, el Padre, amó tanto al pueblo que le entregó todo lo que tenía, hasta su propio Hijo. Por haber sembrado tanta vida, gratuitamente, aquel pueblo fue su pueblo. Pero Él no fue amado y una profunda decepción le llenó de pena el corazón. Buscó emocionado frutos de justicia, de paz y de amor, pero no los encontró. Aquellos, a los que tanto amaba, prescindieron de Él, mataron a sus profetas, a su Hijo también lo echaron fuera y lo mataron. Esto que cuenta la parábola, ¿sucede también ahora? Sin duda. Hay muchas maneras de eclipsar a Dios, de entristecer al Espíritu despreciando sus dones, de querer construir la vida al margen de Jesús, el que da la vida por nosotros. Hay muchas maneras de apropiarnos de la vida que hemos recibido por pura gracia. Perdóname, Señor. He tapado mi oído a tus llamadas. Y Tú no has encontrado en mí, cada tarde, los frutos del amor y la alegría.

Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? ¿Qué hará con quienes ya no quieren gustar de sus amores? ¿Qué hará con quienes ya no desean el agua de su fuente? ¿Qué hará con quienes ya no quieren el sentido de la vida que Él les daba? Nada que no tenga que ver con el amor, porque el Padre, revelado por Jesús, es incomparablemente bueno; solo sabe amar. No he respondido a tu amor; más aún, lo he olvidado. Lo sé, Señor. Pero Tú me esperas todavía.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. En la sociedad de lo efímero y pasajero, prescindir de Jesús y esconderse de su rostro, está de moda. Para muchos, la fe en Él solo es un borroso recuerdo que no ocupa el corazón. Muchos presumen de haber hecho ausencia de su amor. Pero, sorprendentemente, sigue habiendo quienes oran y apuestan por Jesús, lo escogen como piedra angular de sus vidas, encuentran en Él una fuente inagotable de alegría. Me acerco de nuevo a ti, Jesús. Vuelvo los ojos para mirarte. Te abro mi puerta. Ocupa mi corazón.

Se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. Dios sigue abriendo caminos de salvación, pero no bendice un cristianismo estéril. Da su Reino a los que buscan la verdad, pero se lo quita a los cristianos tibios. Quiere que vivamos y ayudemos a otros a vivir. Si quieres, dame tu Reino, Señor.

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WebJCP | Abril 2007