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MISIONEROS EN CAMINO: XX Domingo del T.O. (Mt 15, 21-28) - Ciclo A: La fe de una mujer pagana
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jueves, 11 de agosto de 2011

XX Domingo del T.O. (Mt 15, 21-28) - Ciclo A: La fe de una mujer pagana



Jesús en territorio pagano, Tiro y Sidón dos ciudades de Fenicia con relaciones tensas con Palestina por motivos religiosos, para el pueblo escogido eran paganos. Jesús propone hoy como modelo de fe a una mujer de un pequeño pueblo de las tierras que está recorriendo. Esta breve página de Mateo encierra una gran riqueza.

Aquella mujer ”extranjera”, pagana, ha oído hablar de Jesús, es un hombre maravilloso, es galileo de Nazaret, con poderes extraordinarios, se acerca a los pobres. La mujer vive profundamente entristecida por la enfermedad de su hija, es lo que más valioso de su vida, está decidida a verla libre del mal que la atormenta; al pasar Jesús gritaba: “¡Señor, Hijo de David!, ten piedad de mi hija, ten compasión de mí”.

Le cierran el paso los discípulos que le dicen a Jesús: “atiéndele para que nos deje en paz”, son los que después de la multiplicación de los panes, cuando Jesús va él solo al monte a orar, ellos se van a su barca, estaban aún conociendo al nazareno.

Esta mujer nos hace recordar el lamento de todos los que sufren por el dolor de un ser querido y ruegan al que les puede ayudar. Para Jesús no existen muros de separación entre los pueblos, sus preferidos son los marginados, enfermos, pobres, pecadores de cualquier país.

La mujer tiene una confianza ilimitada en Jesús, Jesús es su única esperanza, todo lo que no es la salud de su hija no tiene importancia para ella. Su confianza no se apoya en lo que ella es, sino en la bondad de Jesús del que espera la curación de su hija.

La mujer ha tocado la fibra más sensible de Jesús, su misericordia y compasión con los que sufren y pasan necesidad; Jesús conmovido ante ella, le dice: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. Mateo termina el relato: “en aquel momento quedó curada su hija”.

Es la lección que nos da Jesús con su vida: la enfermedad de esta niña es el sufrimiento de su madre, curar a la hija supone colmar la esperanza de esta mujer, que su hija viva. Su oración ha sido el amor profundo de esta madre a su hija, el buscar por todos los medios su curación, su confianza plena y su fe en Jesús, y la profunda ternura de Jesús conmovido ante ellas, entonces, le dice: “tu hija está curada”. Así es Jesús, así es la oración que él escucha.

Es la clave de este relato, poner todo lo que esté de nuestra parte para superar la pena de los que sufren, acudiendo a Jesús, es oración auténtica. Es lo que enternece a Dios.

Así son las páginas que leemos en estos domingos del evangelio de Mateo, Jesús aparece más conmovido por socorrer al débil, al que vive angustiado, a quien le necesita de verdad, que por lo que alguien pudiera entender por “necesidades religiosas”. Mateo deja muy claro que lo que conmueve a Jesús es el atender a los que sufren, la fe-confianza en Él es lo que de verdad nos cerca de Dios y no tanto la pertenencia a un pueblo o la práctica de unas determinadas normas.

Jesús proclamó con su vida, que la voluntad de Dios es ayudar a vivir a los que carecen de digitad y respeto, acompañar a los débiles, humanizar la convivencia de todos, con todos, sin tener en cuenta el que sean extranjeros, que vivan en otros países, así lo hizo Jesús con la mujer de este relato al manifestar de modo tan claro cual es el deseo de Dios. Pensémoslo en serio, las vivencias auténticas de una religión, que pretenda llamarse cristiana, ha de consistir ante todo, en estar dispuestos en acudir, como Jesús lo proclamó y lo hacía, en ayuda de los necesitados de este mundo, hermanos suyos, hijos todos del mismo Dios. Es cierto que necesitaremos su ayuda, y también como Jesús necesitaremos “subir al monte”, encontrarnos con nuestro Dios, para tener el coraje de seguir ante todo su voluntad.

El Jesús de este relato nos invita a pensar seriamente en nuestra vida, a pensar que el espectáculo que hoy ofrece nuestro mundo, nos concierne a todos que somos hijos del mismo Dios. Una religión apoyada en una idea abstracta de Él, será siempre una religión ilusoria. El verdadero Dios está en mí y está en el otro. Sólo volcándome sobre el otro y ayudándole a vivir con dignidad, podemos estar seguros de vivir cerca del verdadero Dios, del Dios de Jesús.

Hemos visto hoy a Jesús en territorio extranjero curando a una mujer pagana: todos conocemos y sabemos de las crisis y pandemias de pueblos, que viven hoy en la miseria inconcebible de madres con el dolor increíble de ver morir en sus brazos de hambre a sus hijos. Estos últimos años nuestro país se ha convertido en meta para la vida de muchos extranjeros. Su llegada, su presencia ha provocado más de un debate social sobre esta situación. ¿Participamos de los sentimientos que manifiesta tener Jesús en esta escena?. ¿Pensamos que ellos y ellas son la mano de obra barata de trabajos para los que ya no se encuentra quien los realice en estas tierras, o que son la mejor solución para las subcontratas, o que no pasan de ser ciudadanos de segunda, o incluso pensamos que son los culpables de nuestro problemas sociales? Ellos son hijos de Dios igual que nosotros, hermanos de Jesús, hermanos nuestros.

Que Jesús encuentre en nosotros una fe firme como la de la mujer cananea, una fe apoyada en la seguridad, en la confianza plena en Él. La fe verdadera en Jesús, si pretendemos ser sus seguidores, implica el poner de nuestra parte cuanto podamos para hacer nuestros sus sentimientos, será la única condición para responder al deseo de ir construyendo nuestro mudo según sus deseos.

Y no olvidemos, Jesús subió al monte...se retiraba a orar para encontrarse con su Padre, ¿seremos nosotros capaces de cumplir su voluntad, a veces difícil, si no le seguimos también encontrándonos con nuestro Dios, Padre de todos?.

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WebJCP | Abril 2007