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MISIONEROS EN CAMINO: Homilías y Reflexiones para el XVI Domingo del T.O. (Mt 13,24-43) - Ciclo A
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domingo, 17 de julio de 2011

Homilías y Reflexiones para el XVI Domingo del T.O. (Mt 13,24-43) - Ciclo A


Publicado por Iglesia que Camina

LA ALEGRÍA DE CREER

Nada hay peor que tener que cargar la vida a cuestas y llevarla como carreta a remolque. Por eso hay tanta gente hoy que necesita esos “suplementos” de vitaminas, de droga, de alcohol o de sexo para poder levantar su espíritu. Hoy está de moda la “depresión” junto con el “estrés”. La gente vive de una alegría postiza, pero porque le brote de dentro.

¿No nos estará pasando algo parecido a los cristianos con nuestra fe? Creemos, sí, pero sentimos la alegría de creer... Es posible que muchos también estemos arrastrando la carreta de nuestra fe, sencillamente, porque no es una fe que nos brota de dentro, porque no es una fe capaz de llenarnos e iluminarnos interiormente. Vivimos una fe de mandamientos, de obligaciones, de prohibiciones.

Jesús nos habla de la fe fruto del encuentro con Él, con Dios, como quien encuentra el tesoro de su vida. Un Dios tesoro de nuestro corazón. Un Jesús tesoro de nuestra vida. Un Evangelio tesoro por lo que bien vale la pena renunciarlo todo, dejarlo todo, venderlo todo. Por eso Jesús nos propone la parábola del “tesoro escondido” y “encontrado” por el que uno va y “lleno de alegría vende todo lo que tiene y compra el campo”.

Dios no puede ser algo por el cual “tenemos que renunciar” a algo. El Evangelio no puede ser algo por el cual “tenemos privarnos de algo” y vivir añorando lo que hemos dejado, sino que es algo que se descubre como el mejor y más bello ideal, como el mejor tesoro de la vida. A gusto y con alegría nos abrimos al Evangelio y a la fe en Jesús y celebramos con alegría haberla encontrado en el camino de nuestras vidas.

Dios no quiere que creamos en él a regañadientes, tampoco quiere hijos que ponen cara de tranca en casa. Quiere hijos felices. Quiere hijos alegres de ser lo que son. Quiere hijos que le miren con la alegría de ser el mejor padre de sus vidas. Que no lo cambiarían por nada. Que no cambiarían el Evangelio por oferta alguna que nos puedan hacer.

A los cristianos se nos debiera conocer no por esa cara de Cuaresma y de arrepentimiento, sino por una cara que refleja y transparenta el gozo y la alegría del corazón. Santa Teresa decía que “un santo triste es un triste santo”. Además, digamos que un “cristiano triste es un triste cristiano” que no invita a nadie a creer ni a abrirse al Evangelio. El primer anuncio del Evangelio debiera ser nuestra alegría, no nuestras palabras. ¡Soy feliz porque creo y creo porque soy feliz!




VALORA EL REGALO DE TU FE

¿Qué sentirías si carecieses de inteligencia y no pudieses entender y conocer las cosas?
Con la fe puedes conocer a Dios, puedes conocer a fondo a los demás y puedes conocer el sentido de la historia e incluso hasta el sentido del sufrimiento.

¿Qué sentirías si carecieses de los ojos y no pudieses ver a las personas ni los colores de tu jardín?
Y con la fe Dios te ha regalado unos ojos con los que puedes ver las maravillas de su amor, las maravillas del corazón humano, las maravillas de la creación.
¿Qué sentirías si carecieses de un corazón que pudiese amar?
Y con la fe Dios te ha regalado un corazón que puede sentirse amado de Dios, puede amar a los demás como Dios los ama y puedes sentir el amor que Dios te manifiesta a través del amor de los demás.

La fe nos hace ser más sabios que los mismos sabios.
La fe nos hace entender y aceptar los misterios que los sabios no pueden explicar.
La fe nos hace ver lo que los sabios no ven.

¿Cómo valoras en tu vida el hecho de que tú puedas creer?
No se trata de sentirte más que los demás, pero sí sentir que puedes hacer lo que otros no pueden hacer. Valórala como tu mejor tesoro y guárdala como la mejor perla preciosa de tu vida.





ORACIÓN DE UN CRISTIANO FELIZ

La he citado muchas veces y seguiré citándola porque es un bello modelo cómo tiene que ser un cristiano. Todos conocemos a Santo Tomás Moro a quien ordenó decapitar Enrique VIII de Inglaterra:

“Señor, dame un poco de sol, un poco de trabajo y un poco de alegría. Dame el pan de cada día y un poco de mantequilla. Dame una buena digestión y algo que digerir.
- Dame un alma que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros. No permitas que me preocupe excesivamente de esta cosa embarazosa a la que llamo “yo”.
- Señor, dame humor para que saque un poco de felicidad de esta vida y así ayude a los demás. Dame una pizca de canción para mis labios y una poesía o una novela para distraerme.
- Enséñame a comprender los sufrimientos sin ver en ellos una maldición. Dame sentido común que lo necesito mucho.
- Hazme, Señor, bueno, un alma desprendida, tranquila, apacible, caritativa, benévola, tierna y compasiva. Que tenga en todas mis acciones y en todas mis palabras y en todos mis pensamientos, el gusto de tu Espíritu santo y bendito.”

¿Te atreverías a rezarla cada día por la mañana? ¿Te atreverías a terminar el día rezándola?
Deja esas oraciones aburridas que encogen el corazón y no despiertan el gozo de hablar con Dios. Cuando reces, hazlo con la sonrisa en los labios, que la seriedad no es signo de piedad. Me parece más piadosa la oración en la que le sonreímos a Él. Imprímela y apréndela de memoria.





LA SONRISA, UNA MEDICINA EFICAZ

Las medicinas son realmente caras en todas partes.
Pero cada uno de nosotros lleva dentro una medicina, muy eficaz, sin efectos secundarios y que, por lo demás, es sumamente barata. Ah, no necesita de receta médica, la dosis es libre y se llama “la sonrisa”.

Cuando te levantes, mírate al espejo, contémplate a gusto y regálate una sonrisa. Tu primer regalo del día.
Cuando sientas que las preocupaciones invaden tu corazón, vuelve a sonreír.
Cuando sientas que la tristeza va nublando tu espíritu, otra sonrisita.
Cuando sientas que los nervios se te ponen de punta, detente, y sonríe.
Cuando sientas que los demás te presionan y ya no aguantas, no te precipites, regálales una sonrisa.
Cuando sientas que vas perdiendo el humor, cuidado, no te envenenes, ¿no podías sonreír?
Cuando sientas el cansancio y la fatiga te va apagando, una sonrisa hace mucho bien.
Cuando sientas que los demás te ponen mala cara, no pongas la tuya cuadrada, tu sonrisa les hará cambiar la de ellos.

¿Qué te parece un poco tonto todo esto?
Lo es, pero es eficaz.
La sonrisa nos alivia.
La sonrisa nos hace tomar aliento.
La sonrisa suaviza nuestros rostros.
La sonrisa alegra el alma.
La sonrisa despierta el espíritu.
Y luego, es tan barata. La pueden tomar hasta los niños.
Vale para todos.

Aprende a sonreír y enseña a los demás a hacerlo.
Pero enséñales con tu propia sonrisa a sonreír se aprende sonriendo.
Cuando te acostumbres, verás que tu rostro tendrá más luz, será más expresivo.
Los demás te mirarán diferente.





HAZ DE TU VIDA UNA FIESTA

No es lo mismo hacer fiesta en la vida que hacer de la vida una fiesta. ¿No crees que tu vida, la tuya en concreto, puede ser una fiesta diaria? Ciertamente tú eres cada día una fiesta para Dios. Dios se recrea mirándote. Es que en tu vida descubre semillas de la suya propia y viéndote a ti se está viendo a Él mismo. Ya que eres fiesta para Dios, sé fiesta para ti mismo.

Haz de tu vida una fiesta para los demás. Invítalos a todos a tu vida, invítalos a tu fiesta, hazles sentir la alegría que vives dentro de ti. Ellos aprenderán a hacer de la suya su propia fiesta. Vive la alegría de lo que eres, aunque seas poca cosa. Hay flores muy chiquitas que tienen una gran belleza.

Para hacer fiesta, te basta una sola cosa: saber que Dios te ama. Tú podrás dudar de tu amor para con Él, pero no tengas la menor duda de su amor por ti. ¿Qué no te lo mereces? Es que si lo merecieses te amaría menos. Dios cuando te ama te hace más digno de ser amado.

¿Que te cuesta creer que Dios ame tan poca cosa? Ojala fueses menos aún. Los que se creen mucho no suelen sentir necesidad de Dios. En cambio, Dios tiene preferencia por los más pequeños. ¿Recuerdas a María? “El poderoso ha hecho obras grandes en mí… que soy la esclava del Señor.” Tu pequeñez nunca es un estorbo para que Dios te ame. Más le estorbarían tus aires de grandeza.

Ponle música diaria a tu vida. ¿La orquesta? La orquesta te la pone el mismo Dios. Por el bautismo y luego por la Confirmación te regaló al Espíritu Santo, que es precisamente la orquesta musical de Dios. ¿Recuerdas lo que dice San Pablo de los frutos del Espíritu Santo: amor, paz, alegría, bondad, afabilidad etc? Toda una orquestación musical de la vida.

¿Qué tú no estás para fiestas, pues por dentro llevas un velorio entero? ¿Y te olvidas de que Él puede resucitar al muerto que llevas escondido, y que lo que era muerte puede hacerse vida? Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro, ya olía mal, y Jesús le hizo salir afuera oliendo a vida, oliendo a resurrección. También hoy, si quieres, puedes dejar de oler mal y oler a vida nueva.

Hacer fiesta de tu vida no implica necesariamente mucho ruido, eso está bien para los jóvenes, para ti es preferible esa fiesta serena, tranquila, un poco en estilo de música de cámara. Esa es la fiesta del Espíritu, es la fiesta que vivió Jesús cada día de su vida. Por fuera mucho ruido en torno suyo, pero por dentro el Padre era su música y su fiesta diaria. Igual que hoy puede ser tu propia fiesta.

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WebJCP | Abril 2007