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MISIONEROS EN CAMINO: Domingo de Pentecostés (Jn 20,19-23) - Ciclo A: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración
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sábado, 11 de junio de 2011

Domingo de Pentecostés (Jn 20,19-23) - Ciclo A: Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


Publicado por DABAR

EL DON DE FORTALEZA

En días como hoy parece que el Espíritu rezuma por todos los rincones y nos hace una clara invitación a escuchar su “susurro”. La escucha no es tarea fácil en la actualidad ya que, a veces, las personas estamos lejos de nosotras mismas, atrapadas en mil demandas, quehaceres y agobios. Estamos a su escucha cuando somos capaces de superar la mediocridad, las culpabilidades o las heridas añejas y, por el contrario, trasmitimos frescura, solidaridad, acogida, a pesar, de todas las dificultades que se nos puedan presentar. El susurro del Espíritu nos empuja a ser y a crecer, nos restaura y cura las heridas y se hace presente en aquellos “encuentros” que dan sentido a nuestro vivir. Percibimos que es el Espíritu quien nos hace capaces de la propia escucha y valorar nuestra vida como un gran regalo.

Sin embargo, a todas y todos nos llega en determinados momentos la crisis inesperada que quiere hacer sucumbir nuestra esperanza; es el tiempo en que nuestros deseos más nobles se quiebran por incomprensiones, muertes o decepciones. Hacer que la esperanza vuelva a resurgir resulta un milagro más de la vida y de la presencia del Espíritu. El Espíritu siempre es vida frente a lo que está muerto, siempre es movimiento frente a lo petrificado.

En este domingo de Pentecostés nos disponemos a la escucha y le pedimos especialmente al Espíritu Santo el don de fortaleza. Hablar del don de fortaleza es hablar de nuestra vulnerabilidad, de nuestros miedos e inseguridades y, a la vez, de la firmeza de ánimo para ver las cosas con objetividad y sin huidas. Como dice Santo Tomás, la fortaleza o firmeza de ánimo supone el valor de ver las cosas como son y de afrontar los peligros directa y claramente.

La persona con el don de fortaleza es consciente de su debilidad, no es la persona alocada que no siente miedo, sino que con miedo y todo camina, realiza lo que tiene que realizar. El miedo aparece pero también la esperanza, ésta no queda ahogada por lo inmediato; el miedo puede volvernos serviles mientras que la valentía reafirma nuestra libertad de hacer lo que tenemos que hacer a pesar del riesgo.

La fortaleza tiene que ver con la capacidad de aguante. Consiste en mantenerse firme con fe y con paciencia cuando las cosas se ponen difíciles. Necesitamos del don de fortaleza para no sucumbir a la impaciencia cuando se demora aquello que esperamos. La paciencia no consiste en dejar que la desgracia destruya nuestra alegría sino en no permitir que nos aflija de forma desmesurada.

Tener fortaleza no significa no sentir rabia, pues la rabia nos permite enfrentarnos a lo que está mal con fuerza. Por ello hay que aprender a manejarla de forma que sea constructiva. Si pasamos de ella y no la escuchamos puede enconarse dentro de nosotras o lanzarse hacia los demás cual explosión destructiva. Por eso, la fortaleza nos ayuda a canalizarla de forma fructífera.

Pero le pedimos, en este día, al Espíritu Santo el don de fortaleza no sólo para resistir la adversidad, superar el miedo o canalizar la rabia sino para tener “pasión por la vida”. Quien hoy quiera vivir deberá querer conscientemente la vida. Ha de amarla con tal pasión, que no se acostumbre a los poderes de la destrucción y no permita que avancen los impulsos de muerte. Este amor a la vida une al ser humano con todos los seres vivos, que no sólo viven, sino que también quieren vivir.

Necesitamos el don de fortaleza para seguir afirmando la vida, para decir no a la pobreza y a sus humillaciones, decir no a la guerra y a su destrucción, no a los entumecimientos interiores, las corazas de nuestra indiferencia, las barreras de nuestra insensibilidad para el dolor… Quien escucha al “dador de Vida”, al Espíritu de Cristo Resucitado, experimenta algo de su Vida, comienza a florecer y a dar frutos. Si la esperanza se orienta hacia la primavera definitiva de la nueva creación ya, aquí y ahora, podemos disfrutar de algunas florecillas de esa primavera.

MARICARMEN MARTÍN
carmen@dabar.net




DIOS HABLA

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2,1 11
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua».

1ª CORINTIOS 12, 3b 7.12 13
Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

JUAN 20, 19 23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».




EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
Actualmente hay muy pocas dudas de que este relato es una construcción artificial de Lucas y no una descripción de acontecimientos históricos. Es francamente difícil, si no imposible, averiguar qué sucedió exactamente. Y tampoco es demasiado importante para nosotros.

La escenografía (viento, llamaradas, ruido, lenguas...) recuerdan el "día del Señor" de que hablan no pocos profetas, es decir, una manifestación especial de Dios, la venida de "su espíritu", todavía con minúsculas en el Antiguo Testamento. Usando esos elementos Lucas quiere mostrar que ha comenzado una nueva etapa en la acción salvadora de Dios, cuyo protagonista es el Espíritu presente y actuante en la comunidad de seguidores de Jesús. Es menos importante especular sobre la dimensión personal del Espíritu, algo que preocupó mucho durante los siglos siguientes ; lo esencial es percibir el talante de vida que infunde en la comunidad. Y, sobre todo, percibir que, si bien no tenemos físico contacto con Jesús de modo sensible, no por eso estamos los cristianos y la iglesia cortados de Dios. Vemos los efectos que su presencia tiene en el grupo de creyentes.

Uno de esos efectos, destacado especialmente en la narración, es la universalidad y apertura del mensaje a todos los pueblos de la tierra. No hay limitaciones de ningún tipo en la acción del Espíritu, que hace de los seguidores de Jesús testigos de las maravillas de Dios, es decir, de Jesucristo y su obra de salvación.

A partir de Pentecostés la comunidad comienza su actividad de predicación y testimonio. Este es el punto fundamental: a partir de un momento los tímidos y amedrentados seguidores del Maestro salen a la luz pública y lo anuncian con valentía y coraje de forma que todas las gentes tengan su oportunidad de optar por Él y su mensaje. Han llegado a ello no por esfuerzo propio básicamente, sino porque han recibido el don de Dios, el Espíritu.


FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net




SEGUNDA LECTURA
En todo el capítulo 12 de esta carta Pablo expone diversos aspectos de la acción del Espíritu en los seguidores de Jesús, tanto en lo individual como, especialmente, en lo comunitario.

En primer lugar la confesión de fe en Cristo. El v.3b es un recuerdo, quizás más necesario hoy que nunca, de que el reconocer a Jesús como Señor es don del Espíritu. Este reconocimiento es la formulación probablemente más antigua de la fe cristiana. Su mera forma ya nos indica que no se trata de una mera aceptación de misterios desde un punto de vista intelectual, sino de establecer una íntima relación con Él, de modo que pueda decirse con verdad: "Él es mi Señor", a todos los efectos. Y esto no es fruto de mera buena voluntad o disposición, sino de que el mismo Dios, el Espíritu, nos haya concedido aceptarlo. Que cada cual examine los motivos profundos de su fe y encontrará en el fondo ese impulso a reconocer a Jesús de una manera que sólo puede provenir del Espíritu.

Un segundo efecto es la unidad. Diversidades varias, pero unidad total. Prescindiendo de otros temas importantes, conviene subrayar la combinación de diversidad y unidad en la comunidad. Sin monopolio ni exclusivismo alguno. Las consecuencias son bastante obvias de ver, aunque no tan simples de practicar.

En tercer lugar la actividad en favor de los demás. Mejor, las actividades. Sin detrimento de la unidad. Unión entre creyentes no por imposición o uniformidad forzada, por ejemplo desde una determinada jerarquía, sino por un mismo Espíritu actuante en todos. Pensemos por un momento que Pablo dice todo esto a una comunidad con enormes problemas de todo tipo, con divisiones y otros defectos; no a cristianos perfectos. Pero ello no quita que admita las actitudes y actividades diversas compatibles unas con otras y subraye a la vez la presencia del Espíritu en todos, que une mutuamente. También aquí hay lugar para no pocas consecuencias actuales.


FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net


EVANGELIO

1. Observaciones previas
V.19 Día primero de la semana: domingo. Discípulos: sinónimo de creyentes en Jesús. Judíos: antónimo de creyentes en Jesús. Ambos términos tienen denotación religiosa: creyentes y no creyentes en Jesús eran de raza judía. Paz a vosotros (reiterado en el v.21): no es saludo ni expresión de un deseo; es la situación sin miedo y alegre creada en los discípulos por la presencia de Jesús.
V.20 El Señor: título divino.
V.22 Exhalar el aliento. Expresado en el original griego con un único verbo, alentar, el mismo con el que Gén.2,7 señala a Dios como fuente original de la vida humana.
V.23 Les quedan perdonados… les quedan retenidos. En el original los verbos están en pasiva, recurso habitual para referirse a Dios evitando, por respeto, pronunciar su nombre. Equivalencia: Dios perdona, Dios retiene. Retener tiene el significado de no perdonar.

2. Texto
Reconocimiento (vs.19-20).
Entró, se puso en medio, les dijo, les mostró: secuencia de cuatro verbos sin solución de continuidad, con Jesús como sujeto de todos ellos. Jesús se hizo presente entre los discípulos sin ellos preverlo ni esperarlo. Jesús estaba allí, su presencia les entraba por los ojos. Quien estaba entre ellos era el mismo Jesús que había muerto en la cruz. Éste era el Jesús que estaba allí. Desde ese mismo momento los discípulos no pueden menos de conferir a Jesús el título de Señor, título reservado a Dios en el Antiguo Testamento.
La imprevista presencia de Jesús cambió la realidad interior de los discípulos, cambió su actitud y pasaron del miedo a la alegría. Era la paz de Jesús, la que Jesús resucitado había generado en ellos.

Envío (vs.21-23).
Como el Padre … así también yo. Padre, Jesús, discípulos: secuencia personal, sucesión ordenada de personas en un mismo proyecto divino.
El envío de Jesús por el Padre había otorgado al proyecto del Padre corporeidad y capacidad de verificación; el envío de los discípulos por Jesús resucitado seguirá garantizando la corporeidad y capacidad de verificación que Jesús resucitado ya no tiene.
Esta sucesión ordenada es posible gracias al don del Espíritu que Jesús alienta sobre sus discípulos.
La acción de Jesús evoca la acción creadora de Dios en el comienzo de la creación: El Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida. Creación a cargo de Dios; creación a cargo de Jesús resucitado. Creación a cargo de los discípulos al ser portadores del perdón de Dios.

3. Comprensión actualizante
Tiempo de la Iglesia, tiempo del Espíritu. Sin el Espíritu la Iglesia no es nadie ni puede nada, mientras que con El es transmisora de salvación y de perdón, del perdón que reconcilia con Dios y que a todos se ofrece, pero que puede ser también rechazado.
La Iglesia da continuidad en el tiempo a lo que Jesús supuso en su tiempo. De ahí la importancia de la misma.
Pentecostés reaviva el proyecto creador de Dios. Fiesta universal de la vida de Dios, del Amor de Dios.
Desde entonces hasta hoy, los discípulos de Jesús son el referente visible del Padre en el mundo, gracias al Espíritu que anida en ellos y que reciben de Jesús resucitado.
El perdón de los pecados tiene la misma realidad y garantía que había tenido en vida física de Jesús.


ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net


NOTAS PARA LA HOMILIA

EL DIOS DE LA DISCRECIÓN…
Sobre el trasfondo del Génesis, que resuena en esta fiesta como contrapunto a la experiencia de incomprensión e incomunicación que vivieron en Babel, los seres humanos, envalentonados en sus propios proyectos de grandeza, orgullosos de sus posibilidades, pero confundidos en su arrogancia, fueron víctimas de su individualismo. Ahora, sin embargo, soplan vientos nuevos.

La antigua humanidad, creada por el soplo de Dios en los orígenes del mundo y destrozada por su propia prepotencia, es ahora recreada por otro soplo, el de Jesús resucitado, el ser humano impregnado de Dios a quien tanto le insistimos para que haga portentos a lo grande y que siempre se negó a secundar nuestros aires de grandeza y poder.

Ese Jesús, sencillo y humilde, a quien tantas veces nos negamos a aceptar por su apariencia débil y pobre, ha sido confirmado en su modo de entender la acción de Dios en el mundo.

Dios prefiere actuar de manera discreta. No necesita elevadas torres ni inmensos edificios. Eso forma parte de nuestra lógica que requiere demostraciones, precisamente porque somos pequeños, y grandes actos de fuerza justo porque somos débiles.

…SOPLA DE NUEVO
En el nuevo soplo Dios se dirige a unos pocos para formar un grupo inicial con personas muy humanas, demasiado humanas, y, a través de ellos, ir poco a poco convocando a otros y creando un espíritu nuevo, distinto a Babel, ahora el de la reconciliación, el del perdón, el de aceptar a todos con sus condiciones y limitaciones en un esfuerzo titánico de sencillez, paciencia y constancia.

Dios no hace una historia aparte de la que hacemos los humanos. Trabaja en nuestra propia historia, asume nuestra propia vida, comparte nuestra realidad y acepta nuestra condición. Desde esa base crea un movimiento nuevo, una dinámica distinta, una lógica alternativa.

Es un estilo distinto al humano, es el estilo de Dios que no necesita afirmaciones de grandeza y prefiere subrayar la sencillez, confiar en la libertad, despertar el amor en una humanidad tan desunida, para que crezca, poco a poco, un espíritu de unión, solidaridad, compañerismo y convivencia.

Como signo de esa transformación del mundo, lenta pero insistente, el evangelio nos habla de la experiencia vivida por los discípulos de Jesús precisamente cuando sufren la decepción de haber perdido a su gran guía. En su ausencia todo se hace noche, sin Él todo parece hundirse. Muerto Jesús resuena la gran carcajada del cinismo repitiendo sin cesar el estribillo más repetido de la historia: “Ya os lo decía yo, esto no tiene arreglo”

TRAE EL PERDÓN, PARA TODOS..
Pero Jesús reaparece en la escena de la vida con la misma sencillez con la que había vivido antes y dirigiéndose a quienes habían convivido con Él y habían sufrido las frustraciones con que la vida nos obsequia a todos. Jesús no se las evitó, pero estuvo a su lado. Ahora, de nuevo, se hace presente para garantizar que estará siempre al lado de todo ser humano que vuelva a sufrir. Tras la manifestación de su identidad real, un encargo: Ser portadores del perdón que Dios concede a todos.

Como el Padre. Así tenemos la tremenda responsabilidad de hacer llegar a todos los hijos, sin excepción, el perdón, la aceptación de Dios. Todos necesitamos esa experiencia y esa seguridad para poder vivir en paz y en libertad. Jesús trae ese gran regalo para compartirlo con todo el que quiera acogerlo. Dios es perdón. ¡Aleluya!


JOSE ALEGRE ARAGÜES
pepe@dabar.net




PARA CONSIDERAR Y REFLEXIONAR EN GRUPOS

‘Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo’.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo
(Jn, 20, 21)

Preguntas y cuestiones
-Jesús se experimenta enviado por el Padre, y con autoridad para enviar a sus seguidores como continuadores de su misión. ¿cómo lo vivimos hoy nosotros este ser enviados por Jesús y participar en su misión? ¿Nos acompaña la paz?
-¿Cómo recibimos y vivimos el Espíritu Santo que necesitamos para llevar a cabo la misión que Jesús nos encomienda?


PARA LA ORACION
Viendo nuestro mundo reflejado en los medios de comunicación y escuchando el clamor de desánimo que invade a nuestros hermanos los seres humanos, queremos pedirte, Señor, un aire nuevo que transforme, desde dentro, los criterios con los que nos regimos y las estructuras en que nos apoyamos. Cambia, Señor, este mundo desde el corazón de quienes lo habitamos para que aflore tu estilo y tu manera de entender y organizar la vida.
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Como el pan que se renueva cada año en los campos en flor, como el vino que renace cada otoño en los viñedos, como el sol que cada día sale y es añorado en la ausencia. Así te necesitamos en cada momento, porque tu ausencia nos deja desanimados, tu distancia nos priva de la alegría de vivir con esperanza y tu desaparición nos introduce en la oscuridad y la desorientación. Sé nuestro alimento y nuestra bebida. Sé nuestra luz y nuestra alegría. Invítanos a comer contigo para que alimentes otro tipo de ser y de vivir.
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Afortunadamente te tenemos a Ti, Dios Padre bueno y sensible. Tú nos ayudas a superar el miedo, a abrir nuestros cerrojos, a despejar nuestras ventanas, a ser abiertos y encarar el futuro con la esperanza profunda de quien remonta la rutina y la desilusión que nuestro mundo nos contagia tantas veces.
Cada día escuchamos palabras de desaliento en las noticias que nos llegan del mundo y en la experiencia que tenemos de nosotros mismos y de los demás. Pero Tú las superas con creces y desbordas toda posibilidad negativa porque tu Palabra es de amor y de esperanza, de inquietud y de ánimo, de solidaridad y ternura.
Eres capaz de despertar lo mejor que hay en nosotros y lanzarnos al servicio de la humanidad, para que los necesitados y pobres de la tierra puedan ver signos de esperanza y creer que no todo es egoísmo e indiferencia sino que podemos convertirnos en hermanos.
Te damos gracias porque nos envías ese aire tuyo que nos cambia, nos impregnas de tu estilo y nos das un corazón nuevo capaz de amar y sentir poniéndonos en el lugar del otro. Porque eres un Dios tan inmensamente positivo que desbordas todo lo imaginable, te estamos muy agradecidos.
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La gratitud queremos mostrarla en forma de regalos que expresen lo que nuestras palabras no siempre pueden decir, por eso ayúdanos a darte las gracias en forma de preocupación y ayuda a tus hijos más necesitados, porque ellos son el objeto especial de tu amor y donde más agradeces que nos volquemos para dar unidad y paz a tu familia humana


LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
La gran fiesta del Espíritu. No es la fiesta de un fantasma ni una fiesta de encuentros en dimensiones raras. Es la fiesta del aire de Dios, la fiesta en que se nos pega un estilo, una manera de ser, un sentido de identidad familiar. Los que formamos la familia de Jesús tenemos un aire. Es el que nos permite vivir, respirar y ser. Es la fiesta del perdón. Para todos.

ACTO PENITENCIAL
Porque Dios sabe cómo somos y nos quiere así, asegurándonos su amor, podemos mirarnos con libertad y conocernos bien.
-Tú que eres como los padres y madres que aceptan a sus hijos con toda su realidad. Señor, ten piedad
-Tú que abriste tu corazón a la amistad con los marginados por pecadores y malos. Cristo, ten piedad
-Tú que contagias un aire de reconciliación y de perdón. Señor, ten piedad.
Dios nos acepta, nos perdona y nos anima a seguir caminando en la vida aceptándonos unos a otros como Él hace con todos.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Con grandiosidad teatral Lucas ha querido transmitirnos el impacto que Dios provoca en quien le acoge y cae en la cuenta de la significación de la Resurrección de Jesús: Comunicación, unión, universalidad, apertura, impulso en la tarea y ánimo.
La comunidad cristiana irrumpe en la historia llevada por el aire de Dios como un viento que lo impregna todo de un estilo de unión a todos los que quieran participar. A partir de ahora todos nos consideramos hijos, hermanos y metidos en la misma aventura, la de la vida.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 103)
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
A los miembros de una comunidad que dejaba mucho que desear en sentido moral, Pablo los anima a estar unidos en el espíritu de Dios que los hace sentirse cristianos aunque no sean modelos morales.
Importa mucho el sentido de unión entre todos los creyentes en Jesús y su apertura a los demás miembros de la familia humana para aportar un sentido religioso que les ayude a ser más humanos. Pero esa labor es variada, cada uno tendrá funciones distintas. Todas están igualmente al servicio de todos. Uno solo es el Señor. Uno solo el Espíritu.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
El miedo encierra y paraliza. Dios abre y empuja. La experiencia de que Jesús ha resucitado los transforma y entusiasma. Pero su primera misión, la gran responsabilidad es la de ofrecer a todos el perdón de Dios. Comunicar a todos que Dios nos perdona y nos ofrece su paz.
El mensaje cristiano comienza por eliminar las angustias de origen religioso consecuencia de la culpabilidad. Dios no acusa. Perdona, sin límites. Acepta que somos humanos y nos quiere.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Con un mundo tan marcado por el dolor, la desorientación y la indiferencia, expresemos nuestra necesidad de sentir la compañía y la ayuda de Dios.
-Por quienes formamos la comunidad cristiana para que no dejemos nuestra responsabilidad en manos solo de nuestra jerarquía y colaboremos con Dios en el mundo. Roguemos al Señor.
-Por nuestra Iglesia, con signos de miedo y cobardía, de cansancio y depresión, para que el Espíritu de Dios nos contagie como a los apóstoles. Roguemos al Señor
-Por los necesitados de la tierra, los abandonados a su suerte, los rechazados de la sociedad, los alejados de su casa, los buscadores de nuevas formas de vida, los solitarios y los incomprendidos. Roguemos al Señor.
-Por los jóvenes que no han oído hablar del Espíritu de esperanza y de amor, de perdón y esperanza, de compromiso y apertura, para que descubran la grandeza humana de Dios . Roguemos al Señor.
Oración: Escucha, Dios bueno, nuestra oración y ven a nuestro interior como hiciste en Jerusalén con los creyentes primeros, transforma nuestra forma anodina de expresar la fe en una forma entusiasta de vivir contigo. Por Jesucristo Nuestro Señor.

DESPEDIDA
Participar en la Misa nos hace alimentar nuestro espíritu, pobre y miedoso, con el aire, el estilo y el espíritu de Dios. Significado en la eucaristía, el alimento interior nos da energía para seguir el camino de cada día, lleno de rutina, de cansancio, de sentimiento de impotencia. Pero Dios está entre nosotros y, de cuando en cuando, nos sorprende. Abrámosle el corazón que Él nos abrirá el futuro y la esperanza.




CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Este es el día en que actuó el Señor; Reúne a tu Iglesia (disco “Hacia la Pascua” de A. Alcalde); Espíritu Santo, ven; Envía tu Espíritu (2CLN-522).
Gloria. De la Misa de Angelis.
Salmo. Oh, Señor, envía tu Espíritu (1CLN-253).
Aleluya. Aleluya, Amén (de Deiss).
Ofertorio. Dentro de mí (de José Vives, disco “Cantos para participar y vivir la Misa”); Bendito seas, Señor (2CLN-H 5).
Santo. 1CLN-I 5; el de la Misa de Angelis.
Aclamación al embolismo. 1CLN-M 3.
Cordero de Dios. Del disco “15 Cantos para la Cena del Señor”, de Erdozáin.
Comunión. Cantemos al amor de los amores; Día de fiesta en tu altar (disco “12 Canciones religiosas y litúrgicas para el siglo XXI”); Envía tu Espíritu (1CLN-254); Hombres nuevos (1CN-718).
Final. Anunciaremos tu reino; Id y proclamad (disco “Ven y sígueme”); Regina Coeli.



Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
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WebJCP | Abril 2007