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MISIONEROS EN CAMINO: Materiales liturgicos y catequéticos: IV Domingo de Pascua (Jn 10,1-10) - Ciclo A
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sábado, 14 de mayo de 2011

Materiales liturgicos y catequéticos: IV Domingo de Pascua (Jn 10,1-10) - Ciclo A



Monición de entrada

(A)
Es estupendo saber que alguien te conoce por tu nombre, pues eso es ya una señal de amor. Si esa persona es alguien en quien tú confías, puedes ponerte en sus manos y sentirte muy seguro. Jesús se presenta hoy a sí mismo como un amigo que nos conoce y nos llama a caminar con él por el camino de la vida. Él nos sostiene y aguanta, pase lo que pase; y nos muestra el camino a seguir. Bajo su liderazgo podemos ser verdaderamente un pueblo, el pueblo de Dios. Con Jesús, nuestro Buen Pastor, celebramos ahora esta eucaristía y aprendemos de él a preocuparnos y cuidarnos los unos de los otros.

(B)

A Jesús se le presenta en la Biblia, unas veces como Mesías, otras veces como Rey, otras como Profeta y otras como Pastor.
Jesús es el Pastor bueno, abnegado y fiel.
Jesús el único Pastor de quien nos debemos fiar. Jesús es el verdadero Pastor por quien nos debemos dejar conducir.
Pero Jesús no sólo es Pastor que nos guía. Jesús es también PUERTA por donde debemos entrar.
Y Jesús, cuidará y amará tanto a sus ovejas, que será para ellas al mismo tiempo su Pastor y su Salvador.

(C)

Jesús se proclama como “pastor” y “puerta”. No son títulos ambiciosos. Son títulos imagen. Importa más la imagen que el título mismo. Una imagen que nos lleva a una relación-comunicación. No trata Jesús de asaltar la intimidad de nadie. Pero si alguien quiere llegar a la intimidad de Dios, no tiene más remedio que entrar y pasar por la puerta, por Aquel que ya ha pasado antes de la muerte a la vida.

(D)

El cristiano es el hombre que, más que conocer leyes y normas, conoce el amor de Dios, porque lo experimenta en su propia vida, y conoce la voluntad del Padre, porque el cumplirla es su razón de existir.
La eucaristía es una muestra más, la más importante, de ese amor que nos ha sido dado conocer y disfrutar. En esta Pascua, celebración del paso de la muerte a la vida, vamos a celebrar la Eucaristía llenos de esperanza porque sabemos que Él es nuestro Buen Pastor, que ha dado su vida por nosotros.
Saludo

Hermanos, que el Señor, Buen Pastor, que ha venido para que tengamos vida en abundancia, esté con todos vosotros...

Acto penitencial

(A)

Al Buen Pastor, que cuida de nosotros, nos libra de todo mal y perdona nuestros pecados, acudamos ahora arrepentidos de corazón de todos nuestros pecados.

Tú, verdadero y único Buen Pastor que nos conoces a todos por nuestro nombre y cuidas de todos con amor. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Tú, cuyo nombre es nuestro auxilio y la garantía para que vivamos sin miedo y con esperanza. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tú, que entregas libremente tu vida y así puedes recuperarla y ofrecérnosla a todos los hombres. SEÑOR, TEN PIEDAD...

(B)

Nuestras preocupaciones nos impiden escuchar tu voz: SEÑOR, TEN PIEDAD...
Nuestras voces apagan tu voz. CRISTO, TEN PIEDAD...
Nuestros egoísmos nos confunden y llamamos “cosas de Dios” a lo que es nada más que gustos propios. SEÑOR, TEN PIEDAD...

(C)

Señor, aceptarte a Ti es andar en la luz. Pero hay luces de muchas intensidades. Somos invitados a la luz sin ocaso y sin límites... Y, sin embargo, Tú sabes muy bien que nos cuesta caminar en la luz. SEÑOR, TEN PIEDAD...
Somos invitados a pasar de conocidos a amigos; de amigos a íntimos, pero nos cuesta dar pasos de intimidad. Tenemos miedo a la intimidad contigo. CRISTO, TEN PIEDAD...
Tenemos reparo de descubrir toda nuestra noche. Que tu luz nos haga ver nuestra tiniebla. SEÑOR, TEN PIEDAD...

Aspersión

Con profundo agradecimiento, a nuestros padres y padrinos que nos acercaron a recibir el bautismo, recibimos, con una fe adulta, la aspersión del agua bendita que nos hace revivir a una vida nueva.

Que Dios nuestro Padre nos purifique del pecado y, nos haga participar del banquete de su reino.


Escuchamos la Palabra

Monición

¿Qué tenemos que hacer?. Preguntaron a Pedro los demás apóstoles después de haber escuchado sus palabras. Ojalá provoque en nosotros esta misma reacción la Palabra de Dios que ahora se nos va a proclamar.


Lectura de los Hechos de los Apóstoles

El día de Pentecostés se presentó Pedro con los Once, levantó la voz y dirigió la palabra: - Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: - ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?
Pedro les contestó: - Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor Dios nuestro, aunque estén lejos.
Con éstas y otras muchas razones les urgía y los exhortaba diciendo: - Escapad de esta generación perversa.
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.

Palabra de Dios

Salmo 22
El Señor es mi pastor...

+ Lectura del santo Evangelio según San Juan

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: - Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: - Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí, se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.

Palabra del Señor

Homilías

(A)

¿Y por qué muchos escuchan a los extraños ?
Está bien que cuidemos a las ovejas que están dentro. Jesús dice que las “ovejas atienden a la voz del pastor..... que éste camina delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirían”.

Confieso que este texto me ha hecho daño. Porque me pregunto si no seré yo uno de esos “extraños” a quienes las ovejas ya no siguen. De lo contrario ¿cómo se explica que hoy sean tantos los que abandonan explícitamente la Iglesia y otros tantos siguen dentro pero sin reconocernos ya que viven en casa como extranjeros en su propia Iglesia?

Leyendo el texto, como pastor, surgen una serie de interrogantes, al menos si queremos leerlo desde la condición de pastores. Lo primero que uno se pregunta es: “¿realmente atienden mi voz?”, “¿camino delante de ellas?”, “y ellas me siguen porque conocen mi voz?”. “A un extraño no lo seguirían, sino que huirían de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

Y entonces ¿cómo se explica que hoy tantos abandonen la Iglesia y se pasen a las sectas o simplemente lo dejen todo? Con frecuencia les hemos echado la culpa a ellos. La culpa la han tenido ellos. Estoy leyendo el Documento Aparecida de Latinoamérica:

“Según nuestra experiencia pastoral, muchas veces, la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino fundamentalmente, por lo que ellos viven; no por razones doctrinales, sino vivenciales; no por motivos dogmáticos, sino pastorales;. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes pero no las encuentran en la Iglesia.
Por fin, la Iglesia reconoce que no siempre los que se van son los culpables, sino los que nos quedamos. Reconoce además que muchos de ellos es gente sincera. Y que no lo hace por lo que “los otros crean, sino por lo que ellos viven”. No es un problema dogmático sino de vida y de pastoral. No por teorías teológicas sino por el método pastoral que utilizamos en la Iglesia. Y lo que todavía me parece más serio es que quieren “encontrar respuestas a inquietudes” que entre nosotros no encuentran. Aspiraciones cuya respuesta no encuentran en la Iglesia.
¿Dónde quedan las palabras de Jesús el Buen Pastor de que “atienden a su voz” y las “ovejas le siguen porque conocen su voz y que a un extraño no le seguirían, sino que huirían de él”? Y ahora resulta que escuchan a los “extraños”, “entienden su voz” y les “siguen” y en cambio a nosotros “nos abandonan”. Y no es que se trate de problemas dogmáticos sino sencillamente por “problemas de vida”, por falta de “respuestas” que buscan y no encuentran.
Confieso que siempre había leído este texto de Juan más desde los fieles que desde nosotros los pastores. Y hoy que lo leo desde mi propia acera, me siento mal, incómodo y preocupado.
Hasta aquí reconozco que el Documento me hace doler el alma, pero al menos me parece una confesión de sinceridad de que algo nos está fallando a nosotros en la Iglesia. Algo no funciona debidamente como Iglesia, tanto en nosotros los pastores como en nuestras comunidades. Y esta confesión creo debe ser un punto de partida. Al menos para cuestionarnos como pastores de la Iglesia, y como principio de revisión y renovación de nuestra pastoral.
¿Qué le está faltando a nuestra voz para que ya no la reconozcan?
¿Qué le está faltando a nuestra predicación para que no responda a sus interrogantes e inquietudes?
¿Qué le está faltando a nuestras Diócesis o Parroquias para que no encuentren en ellas vida?
¿Será que nuestros fieles no se sienten llamados por su nombre, y por tanto se sienten anónimos en una Iglesia anónima?
¿Será que ni se sienten conocidos ni nos conocen porque vivimos lejos de ellos,?
Y aquí las preguntas pueden seguir. Y pueden seguir porque lo más fácil es culpar a los que se alejan de la Iglesia. Y lo difícil es reconocer que se nos van porque no les decimos nada ni encuentran vida en nosotros.
¿Tendremos que seguir con este estilo de vida parroquial más geográfico que relacional y personal?
¿Tendremos que seguir esperándolos a que ellos vengan en vez de ir a buscarlos?
¿Tendremos que seguir saludándolos cada domingo desde lejos, con un simple “El Señor esté con vosotros” pero sin que luego puedan estrechar nuestra mano ni nosotros la de ellos? ¿Y luego nos despidamos de ellos con un frío “Ite misa est”, “pueden ir en paz”, mientras nosotros nos retiramos a la sacristía?
¿Nuestras celebraciones no serán demasiado respetuosas con el misterio que celebramos, pero muy poco humanas con los que participan en ellas?
Está muy bien el respeto que se merece el misterio de Dios, pero ¿no merece un mayor acercamiento el misterio de nuestros hermanos los hombres y las mujeres de hoy?

(B)

Después de una copiosa cena en una de esas grandiosas mansiones de Hollywood, un famoso actor entretenía a los convidados recitando pasajes famosos de las obras de Shakespeare.
Al final aceptó una última petición. Un tímido y anciano sacerdote le preguntó si conocía el salmo 22. Sí, lo conozco y lo recitaré con una condición, que cuando yo termine de recitarlo, recite usted el mismo salmo.
El sacerdote un tanto embarazado aceptó el reto.
El actor lo dijo maravillosamente y le aplaudieron entusiasmados.
El sacerdote se levantó y dijo las mismas palabras pero esta vez no hubo aplausos, sólo un silencio contenido y alguna lágrima.
El actor saboreó el silencio durante unos momentos y se levantó. Señoras y señores espero hayan comprendido lo que acaba de suceder aquí.
Yo conozco las palabras del salmo pero este sacerdote conoce al pastor…
De eso se trata: no de conocer cosas sobra Jesús, sino de conocerle a él…

Pascua significa que somos personas transformadas. Y todos estos domingos son domingos de Pascua para recordarnos que Pascua no es un solo domingo, un solo día. Pascua no es solo una celebración, sino una manera de vivir.
El cristianismo comienza con la Pascua. Sin la Pascua no tendriamos evangelio que predicar, ni Cristo en el que creer, ni iglesia a la que pertenecer, ni misión, ni curas, ni…
Sin Pascua, silencio, nada, sólo muerte.
Alegraos. Cristo ha resucitado. Cristo vive.
Jesús es el pastor que vive. Jesús es la autopista por la que tenemos que circular y la puerta que nos introduce en la salvación. No hay otro camino ni otra puerta.
Si Jesús es el pastor tiene que existir una relación entre el pastor y sus ovejas.
Tiene que existir una relación entre Él y yo.
¿Es Jesús mi pastor?...

Si Jesús es mi pastor una característica que me tiene que caracterizar es que escucho su voz… ¿Escucho la voz de Jesús? Escuchar su voz es reconocer su autoridad y su importancia, comulgar con su mensaje, dejarse guiar por él y saber distinguir su voz entre los miles de voces que me convocan de todas partes.
Si Jesús es mi pastor tengo que seguirle… ¿Le sigo a Jesús?
Seguirle es ser discípulo suyo, ser miembro comprometido de su iglesia y pertenecer a su rebaño.
Si Jesús es mi pastor tengo que esforzarme por conocerle…
¿Qué hago para saber más de él?...
Siglos de rezar rosarios y jaculatorias nos han hecho olvidar que a Él, al Amigo, sólo se le puede conocer si se le escucha, si se acude a su palabra, que está en la Sagrada Escritura, para preguntarle: ¿qué quieres de mí?
Asistimos a la Liturgia y dejamos de manera demasiado estática que el sacerdote repita oraciones sin esforzarnos en escuchar y ser co-presidentes de la celebración haciendo nuestras sus palabras.
No leemos los documentos de la Iglesia porque nos resultan indigeribles y pasados de moda... y a todo esto se añade que, sin embargo, nos sentimos capaces de renunciar a tantas ofertas de formación que nos llegan … diciendo: “eso ya me lo sé”.
¿Conoces la voz de Jesús?
¿Acudes a menudo al Nuevo Testamento para escucharla?
¿Rezas con su Palabra?
¿Vives la Liturgia como lugar donde Él te habla?
¿Reconoces su voz en la Iglesia?

Hoy, la Palabra nos invita a todos a escuchar su voz, a seguirle y a conocerle.

Seguro que podemos decir que podríamos hacerlo mejor... Pues bien: adelante. Esforcémonos en entrar por la puerta. Él nos espera dentro para cuidarnos con las mejores atenciones, como sólo sabe hacer Él, el Buen Pastor, y como deberíamos aprender a hacer nosotros, cada uno de los cristianos, llamados a ser también pastores para los demás.

(C)

La imagen de Jesucristo, Buen pastor, se ha rodeado, quizás de un bucolismo que le ha quitado parte de la hondura que tiene esta página evangélica.
Hay una frase que compendia la misión de Cristo en el mundo: “Yo he venido, dice el Señor, para que tengan vida y la tengan en abundancia”
No se puede decir más en menos palabras. El que sigue a Cristo debe ser un hombre o una mujer rebosante de vida. ¿Somos así los cristianos?
Para contestar, bastaría con examinar cuáles son los síntomas de la vida en lo humano.
Un ser que vive es un ser que ama, que engendra hijos, que trabaja por ellos.
Un ser que vive es un ser que tiene planes y proyectos y goza y sufre.
Un ser que vive es aquél que deja huella profunda en su entorno y con el que se cuenta en el momento difícil y en el momento gozoso.
Un ser que vive es el que sabe darse sin temor a que se acabe el manantial de su vitalidad.
Un ser que vive es el que lucha por conseguir sus ideales y no se da por vencido ante las dificultades, sino que las supera con su esfuerzo.
Un ser que vive, que vive plena y abundantemente, es aquél a quien todos queremos tener a nuestro lado, porque contagia energía y decisión.
Esto y más deberíamos hacer los cristianos en el orden de la fe si ciertamente hubiésemos penetrado por la puerta que es Cristo y hubiésemos comido hasta saciarnos del pasto que el Señor nos regala con una abundancia sin límites.
Pero ¿somos seres vivos los cristianos?
Veamos:
¿Son nuestras comunidades conjunto de personas, que creen, aman y engendran hijos capaces a su vez de amar, de trabajar, de luchar, de sufrir por causa de su fe?
¿Son nuestras comunidades conjuntos de hombres y mujeres capaces de responder a los desafíos que el mundo moderno nos está planteando en cada momento?
¿Son nuestras comunidades conjuntos de hombres y mujeres capaces de decir “si” a cuanto está de acuerdo con el Reino de Dios y el amor a los hombres, aún cuando lo que exige ese “sí” no esté de acuerdo con sus propios intereses personales?
¿Son nuestras comunidades focos de alegría en un mundo en el que tanto se lleva lo “triste”, “la angustia”... y demás actitudes que transforman el espíritu humano en algo sin horizonte y sin esperanza?
¿O son nuestras comunidades un conjunto de hombres y mujeres que siguen por inercia unos ritos desprovistos de calor y de vida, que nada dicen, ni a los que participan en ellos; conjunto de hombres y mujeres replegados en sí mismos, oponiéndose a todo, a la defensiva de la marcha de la historia, con un “no” permanente en los labios?
Entrar por la puerta que es Cristo es encontrar la libertad y la comida, la alegría y el optimismo. Entrar por la puerta que es Cristo es encontrar la vida. Y la vida es algo que se contagia, que no puede guardarse egoístamente sino que se derrama alrededor y que engendra nueva vida.
Esto y no otra cosa quiere Cristo para los suyos. Para eso vino y para eso dijo, con toda verdad, que era el Buen Pastor.

(D)

En un pueblo, el sacerdote es el responsable directo de la comunidad cristiana. Responsable de hacer a la gente cristiana.
Todos creo que estamos de acuerdo que ser cristiano quiere decir: saber en qué consiste la doctrina cristiana, las cosas más importantes de la fe –recibir los sacramentos- y lo más difícil vivir como Jesús, hasta el punto de dar la vida por los demás...
Si hablamos de doctrina, el sacerdote, tiene motivos para saber más que el resto de la comunidad; si hablamos de sacramentos, casi todos son administrados por el sacerdote. Si hablamos, sin embargo, de vivir para los demás, de dar la vida por los demás, el sacerdote no puede decir que es más altruista que los demás... que está entregado a los hermanos más que otros cristianos.
Por tanto, la fiesta del Buen Pastor, no es la fiesta del párroco, sino la fiesta del hermano, de aquel que hace más por los demás, de aquel que es más como Jesús. Y esto no siempre puede juzgarlo uno mismo, deben juzgarlo los demás.
Jesús nos ha enseñado un estilo de vida y quiere que le imitemos; esto es, que vivamos en una entrega de nosotros mismos, superando los propios intereses y volcados en los demás. Éste debe ser nuestro programa de vida y debemos pensar que nunca hemos hecho lo suficiente en esa dirección.
A este respeto leí en la revista “Mundo Negro” la invitación que una joven hacía a los jóvenes: “Arriesgados –decía ella- a vivir algo distinto de lo rutinario, a salir de la fila, a descubrir que en vuestras vidas hay más posibilidades que las de acabar los estudios, buscar trabajo, casarse, comprar piso, coche, tener hijos y seguir enrollados en la misma cadena”.
Dice todo esto por experiencia. Ella un día descubrió que la esperaban en África. No se metió monja, siguió siendo seglar, pero entendió que había allí una labor de promoción de otras gentes. Y sin ver en ello ningún mérito, ni heroicidad, allá se fue. Y allí es feliz “cavando, enseñando a coser y tricotar, dando clases”. Tuvo que superar algunas discusiones familiares que veían en sus proyectos mucho riesgo y aventura. Pero, ahora, lo que sabe es que se siente a gusto dentro de su propia piel, se da cuenta de que su vida es útil y, por tanto, puede considerarse lo que se dice feliz. “No le pido a su revista que haga propaganda de nuestra tarea, porque sé que hay otros muchos caminos, muchos otros carismas distintos del mío. Lo que le pido es que descubra a los jóvenes que hay muchas formas plenas de vida para las que sólo hace falta un golpe de atrevimiento”.
Me ha parecido importante transcribir estas letras como invitación a todos pero muy especialmente a los jóvenes.
Yo entiendo que ciertamente ser joven es cosa difícil. En realidad lo fue siempre, aunque uno reconozca que hoy quizás lo es más.
Pero uno también sabe que el mundo sólo es pequeño para los que tienen alma pequeña. Uno entiende a los jóvenes con dificultades, pero no a los jóvenes sin ilusiones. Uno se pregunta por qué la rebeldía de tantos jóvenes termina quedándose en los vestidos, en el pelo, en las formas de ser, en el repudio a los padres, y no salta al repudio de la comodidad, a la aventura, al riesgo, a la entrega...
Aventura que se puede vivir en el corazón de África o en el corazón de España, simplemente con entregarse a algo que valga la pena, algo que no sea seguirle dando vueltas al coco y a la amargura. ¿Entregarse a qué? ¡Pues sí que no hay tareas en el mundo! ¡Si basta con abrir los ojos!
A mi me asombra la gente que dice que no tiene a quién amar. Haceos de miel y os comerán las moscas. Atreveos a amar a alguien y la gente que necesita amor llegará a vosotros como guindas. Salid de la fila, no malgastéis ni el corazón ni la juventud. El mundo os necesita.
Pero aún, necesitáis vosotros más al mundo. Porque sólo abriéndoos seréis felices. Sólo cuando sirváis a alguien serviréis para algo. Sólo entonces estaréis a gusto en vuestra propia piel.
La imagen de Jesús como Buen Pastor, en este cuarto domingo de Pascua, es una invitación a todos, pero de forma especial a los jóvenes para que orientéis vuestra vida al estilo de Jesús.
Porque hoy tenemos necesidad urgente de santos... No de santos de altares. Sino de santos que trabajan en el campo o que ordeñan vacas, de santos que estudian en el Instituto o en la Universidad...
Hombres, cuyas vidas destaquen como algo tan distinto que vengan a ser un ejemplo vivo de la fe que proclaman.

(E)

En el cuarto domingo de Pascua celebramos una fiesta entrañable: la fiesta de Jesús como nuestro Buen Pastor. El evangelio nos presenta a Jesús como un pastor que cuida con cariño a sus ovejas y se desvive por ellas. Es el Buen Pastor que da su vida por las ovejas, en contraste con otros pastores, a los que no les importan las ovejas, no las quieren, sino que se aprovechan de ellas.
Nosotros ahora no podemos saber con detalle cómo actuaban todos esos jefes, pero sabemos bien que Jesús tenía otro estilo. Jesús no se parecía a esos señores.
El evangelio cuenta muchas veces que a Jesús se le acercaban los enfermos, los pecadores, los despreciados, los niños. No tenían miedo de acercarse, de hablar con él, de pedirle cosas. A veces no le dejaban tiempo ni para comer o descansar. Es que todos esos pobres se sentían a gusto con Jesús. A veces, el evangelio cuenta que cuando salían de estar con Jesús se iban muy contentos y daban gloria a Dios. Debía ser una experiencia inolvidable que cambiaba su vida.
Yo no termino de imaginarme a todas esas gentes acudiendo a Herodes, a Pilato, a Anás o Caifás. Creo que sentirían miedo de esos señores y nunca llamarían a su puerta. Sabían bien a quién se acercaban. Jesús los conocía y les hablaba con inmenso cariño. De personas así fueron surgiendo seguidores que marcharon con Jesús y fueron tras él a todas partes. Podemos pensar que ellos serían la base de las primeras comunidades cristianas.
Pero el evangelio de este domingo me parece que refleja también la vida y la experiencia de esas primeras comunidades cristianas. En el seno de aquellas comunidades, los cristianos escuchan la voz del Señor, lo siguen, se sienten conocidos y queridos por Jesús, reciben de él el regalo de una nueva vida y sienten que nadie los arrebatará de su mano. la comunidad es como un redil en el que los cristianos se sienten seguros porque están bajo la mirada cariñosa de Dios.
Ahora esas comunidades cristianas somos nosotros. También nosotros escuchamos la voz del Señor. Él nos conoce. Nosotros también queremos seguirle y vivir su estilo de vida. Sabemos que no siempre las cosas nos salen bien y no todas las comunidades transmiten entusiasmos e ilusiones, pero nos une la misma fe en Jesús, el mismo deseo de vivir para los hermanos, el mismo empeño por hacer un mundo más justo y más humano. En cada parroquia nos reunimos una pequeña comunidad de los amigos de Jesús, sus seguidores, y nadie podrá arrancarnos del cariño de nuestro Dios. Tenemos un Buen Pastor que nos cuida y nos quiere. Este domingo es un buen momento para renovar nuestro entusiasmo por Jesús y proclamarlo desde el fondo del alma como nuestro Buen Pastor. Nuestro deseo es que nunca nos apartemos de él y que siempre podamos disfrutar de su cariño y sus cuidados.


Oración de los fieles

(A)

Con la confianza de saber que somos hijos de Dios y amigos de Jesús, dirigimos a Dios Padre nuestras súplicas.

Por los pastores de la Iglesia: el Papa, los obispos, los sacerdotes, para que ejerzan su labor no imponiendo o condenando, sino sirviendo a ejemplo de Jesús. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por los gobernantes, para que defiendan los derechos y las libertades, sobre todo de los más débiles y necesitados. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por todos los que ejercen alguna autoridad: padres, maestros, para que eduquen sobre todo con su ejemplo. ROGUEMOS AL SEÑOR...
Por todos los cristianos, para que escuchemos siempre la voz de Jesús, el Buen Pastor y sigamos su camino. ROGUEMOS AL SEÑOR...

Ayúdanos, Padre, a estar atentos a tu palabra y a conseguir con tu ayuda lo que te pedimos. Por JNS...

(B)

Necesitamos que el Pastor Bueno nos atraiga hacia él y nos haga escuchar su voz, por eso le pedimos:

Todos: Pon en juego nuestras vidas

Ante la pobreza de tantos hermanos nuestros provocada por la desigualdad. Oremos...
Ante una Iglesia que necesita escuchar tu voz y crear estructuras de mayor participación y corresponsabilidad. Oremos...
Ante la urgencia de dar pasos en el diálogo ecuménico. Oremos...
Ante los hombres y mujeres inmigrantes que vienen buscando salida a su desesperación. Oremos...
Ante la necesidad de profetas que denuncien con valentía los mecanismos de muerte de nuestra sociedad. Oremos...
Ante la necesidad de salir al encuentro de tantas personas que permanecen alejadas de la fe, que han perdido la confianza o que aún no te han conocido. Oremos...
Ante el aturdimiento de tantos reclamos, suscita vocaciones generosas y libres que encuentren el sentido más profundo de su vida en el servicio de tu pueblo. Oremos...

Concédenos, Dios nuestro, seguir el camino de tu Hijo y aprender de él a arriesgar nuestras vidas a favor de otros. Por JNS...

(C)

Llevemos ahora, con una sola voz, nuestra plegaria ante el Padre.
Todos: Jesús Resucitado, danos tu paz.
- Por la Iglesia de Jesús, para que sea siempre la familia que él quiso fundar. Roguemos al Señor.
- Por la paz y el desarrollo de todos los pueblos de la tierra. Roguemos al Señor.
- Por los que gastan todas sus fuerzas en anunciar la buena noticia de Jesús. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos, los parados, los emigrantes, y por todos los que sufren. Roguemos al Señor.
- Por todos los que celebramos esta Eucaristía, para que no busquemos otros caminos, sino que siempre sigamos los pasos de nuestro Buen Pastor, Jesús. Roguemos al Señor.
Escucha la oración de tus hijos, Padre lleno de amor, y otórgales tus bendiciones, para que sigan a tu Hijo, el Pastor bueno. Que vive y reina contigo...


Ofrendas

Sandalias y bastón:

Cristo se nos presenta hoy como el Buen pastor, una figura muy entrañable y querida por los primeros cristianos.
Y, Cristo, también se presenta como la Puerta para entrar en su redil, por donde tenemos que pasar los que creemos en Él.
Desde entonces, todos los que creemos en Jesús, podemos decir: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
Presentamos unas sandalias y un bastón como signo y símbolo de lo que necesitamos para caminar tras el Buen Pastor, para seguir sus pasos, para no desfallecer en el camino. Y con el firme convencimiento de que Jesús nos conduce, como Buen Pastor, hacia “fuentes de aguas tranquilas”.



Prefacio...

Te damos gracias, Padre,
porque eres el amor y la vida,
el Buen Pastor.
Sin nombrarte o reconociendo tu nombre,
todos los hombres te buscan.
También te buscamos nosotros,
cuando escuchamos tu voz
y te seguimos.
Te bendecimos, porque el Espíritu,
que todos llevamos dentro,
nos impulsa a reconocer tu palabra y tu obra
en las encrucijadas de la vida,
allí donde hermanos nuestros
trabajan por la verdad, la justicia, la libertad.
En el fondo de nosotros mismos
sentimos una llamada a la vida,
a la bondad, a la sinceridad.
Es el eco de tu voz que resuena
en lo más profundo de cada ser humano.
Con la inmensa muchedumbre de los que siguen
la voz de tu Hijo Jesús,
nosotros cantamos un himno de alegría:

Santo, Santo, Santo...

Padrenuestro

Porque nos atrae tu voz y queremos seguirte, porque tenemos experiencia de tu misericordia y de tu bendición,
decimos, Padre, la plegaria que Jesús nos enseñó: Padre nuestro...

Nos damos la paz

Al darnos hoy la paz, hermanos, ofrezcámonos el ser apoyo mutuo los unos de los otros.
Que la Paz del Señor Resucitado, el Buen Pastor, esté con todos vosotros... Nos damos la paz...

Comunión

Éste es el Pastor que nos guía a las fuentes de la vida. Éste es Jesús que nos libra de la muerte y se nos da como alimento. Dichosos los invitados a la Mesa del Señor...


Oración

Señor, Tú eres la puerta para la Vida

Los que tenemos la suerte de conocerte, Jesús,
hemos pasado por tu puerta,
sabemos que eres Tú el que nos enseñas el camino.

Tú nos dices cómo hemos de amarnos a nosotros mismos
y de la misma manera querer a los demás.
Tú nos recuerdas que tenemos un Padre
que nos quiere tanto,
que daría la vida por cada uno de nosotros.

Tú nos enseñas que para triunfar hay que servir
y que la mejor manera es echarse a los pies de los pobres.
Tú nos recomiendas que acudamos a Dios
cuando estemos cansados y agobiados, que Él,
nos sosegará, nos aliviará y nos descansará del todo.
Tú nos invitas a no andar preocupados,
pues cada día tiene bastante con su propio trajín;

Tú nos recuerdas que los lirios del campo
no se preocupan por su vestuario...
y ni Versace les habría diseñado un traje más bello.
Tú nos entusiasmas con la construcción de tu Reino,
con esas relaciones nuevas y fraternas
que cambiarían el mundo y todos saldríamos ganando.

Tú nos animas a vivir una vida plena, a salir de la mediocridad, porque Tú has venido
para que tengamos Vida en abundancia.
Tú eres todo para nosotros, la razón de nuestra existencia,
la brújula de nuestro viaje,
la linterna que ilumina el camino,
la puerta que nos lleva al encuentro con el Padre.

No es posible, Señor, que alguien viva sin disfrutarte,
"No dejes que ninguna oveja se escape sin tu Amor. "

Para la reflexión

Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños.
Yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad.
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar. Amén.

Bendición

Concédenos, Señor, tu bendición a los que hemos escuchado hoy la voz de tu Hijo y hemos comido a la mesa que Él mismo nos ha preparado. Haz que sigamos sus huellas, para que, dando muestras de amor y servicio, seamos testimonio, luz y camino que conduzca a los hombres que nos rodean a la vida.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros. R/ Amén

Podéis ir en paz. Aleluya, aleluya.
Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya.

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WebJCP | Abril 2007